Anuncio

Collapse
No announcement yet.

La subdemocracia en México

Collapse
X
 
  • Filter
  • Hora
  • Show
Clear All
new posts

  • La subdemocracia en México

    Elegir hoy, rechazar mañana


    Por René Delgado





    (11 junio 2011).- Son años de votar contra y no por. Nuestra subdemocracia retoza en un contrasentido: no seleccionar, sino repudiar o eliminar. No votar por lo que se quiere, sino contra lo que se rechaza. En esa lógica, el voto tiene un solo sentido: castiga, no premia; resiste, no apoya; reprueba, no aprueba. Ésa es la fiesta de la democracia, dicen.

    El juego es simple. Si no se quiere regresar al pasado, el voto es contra el PRI. Si no se quiere repetir la docena trágica albiazul, el voto es contra el PAN. Si no se quiere correr un supuesto peligro, el voto es contra el PRD. No se vota por alguien, se vota contra alguno.

    El voto en México condena, no condecora... y, a veces, sólo decora porque la elección se finca en el error ajeno, no en el acierto propio y porque, sin gobernanza, da igual quién quede al frente.

    Ante ese cuadro, el electorado puede asumir y sumirse en esa realidad, participando como cómplice del fraude electoral -ése es el verdadero fraude- o, bien, radicalizar su condición ciudadana y plantarse hasta ser incluido en las decisiones nacionales.

    La opción es sencilla: conformarse o indignarse... desde ahora.

    ***


    El voto útil dio de sí hace ya más de una década. Se requería desplazar a la fuerza enquistada en el poder pero, lograda la alternancia, lo consecuente era darle al voto un sentido consumatorio y no sólo utilitario.

    El gobierno de Vicente Fox tuvo todo para pasar de la alternancia a la alternativa. Amplio respaldo popular, legitimidad en la victoria, estabilidad económica y ánimo nacional, pero no: se durmió en sus laureles. Lejos de desmantelar el viejo régimen e iniciar la construcción del nuevo, optó por agotar la vieja estructura que soportó la alternancia pero que, satisfecha aquella, exigía crear otra para abrirle espacio a la alternativa. Se desperdició la oportunidad. Hubo alternancia, no alternativa, y de ese modo se vulneró la posibilidad de darle al voto su mejor sentido: elegir, no sólo repudiar.

    Ese desvirtuamiento del voto tuvo, en 2006, una consecuencia absurda. Felipe Calderón llegó a la Presidencia de la República no porque ahí se le quisiera colocar, sino para impedir que ahí llegara Andrés Manuel López Obrador.

    Consciente o inconscientemente, Felipe Calderón olvidó esa circunstancia. No consolidó ni amplió el apoyo ciudadano y, atenazado por los poderes fácticos que lo impulsaron, se quiso zafar y terminó echándose en brazos del uso de la fuerza y la organización que hoy lo asfixia: la fuerza policial-militar y el corporativismo magisterial. Luego, cautivo de nuevo, comenzó a rebotar de un poder fáctico a otro.

    Sin equipo de gobierno, sin proyecto y sin su propio partido, renunció, en cierto modo, a la política. Ahora, hacia el fin de su sexenio, la historia se repite del peor modo: se insta a votar no por lo que se pretende, sino por lo que se rechaza pero con un ingrediente extra: la amenaza criminal y del desplome de las instituciones.

    ***


    El fin del sexenio calderonista no reanima la esperanza democrática, la vulnera. El relevo parte de la misma plataforma: un régimen que no da más de sí. Una base frágil en extremo, inútil ante el peso de las exigencias y las necesidades.

    Así, no importa la propuesta de precandidatos y partidos hacia el 2012. No tiene soporte, es un sueño irrealizable. Sin condiciones ni estructura de gobierno adecuadas, sin recursos políticos y económicos para concretarla, esa propuesta puede prometer -ante notario público, desde luego- colocar al primer mexicano en los cuernos de la luna. Sin plataforma de lanzamiento, sin cohete ni combustible ese mexicano se quedará -valga la licencia- en la luna sin llegar a ella.

    Es ahora cuando la ciudadanía debe elegir: conformarse o indignarse, plantarse o no en la exigencia de crear las condiciones y estructuras necesarias para que el próximo gobierno, cualquiera que sea su filiación política, pueda darle perspectiva al país y no sólo administrar sus problemas. Divorciados de la ciudadanía, los partidos quieren revalidar el mediocre argumento de "es mejor dejar las cosas como están y no meterse en problemas".

    Es exactamente al revés, hay que meterse ahora en el problema para encontrarle solución. El día de la elección será tarde. Está visto y revisto: da igual quién llegue a la Presidencia; sin condiciones para gobernar, sólo administrará problemas sin resolverlos. Será repetir la historia sexenal de las últimas décadas, en el mejor de los casos, con cambio de turno.

    En ese sentido la elección de fondo es hoy,
    no el próximo año. El electorado tiene que elegir, primero, si quiere ser ciudadano y, de ser así, aumentar la presión para conquistar antes del próximo 30 de junio -fecha límite para que la reforma política tenga efecto en el 2012- la posibilidad de ampliar el margen de maniobra del próximo gobierno y, luego, pero sólo después, determinar quién debe encabezar ese gobierno.

    ***


    Con la mano en la cintura, el gobierno, los partidos -destacadamente la mayoría peñista-tricolor- y los precandidatos han mandado un terrible mensaje a la ciudadanía al desechar la reforma política y la reforma fiscal que podrían darle posibilidades de gobierno a quien ocupe, en su momento, la residencia oficial de Los Pinos.

    El mensaje dice: háganle como quieran, nuestro interés está en ocupar por turnos el Poder Ejecutivo. Tenerlo aun sin ejercerlo. Nos interesa la alternancia, no la alternativa.

    Por eso las ocupaciones y las preocupaciones de los precandidatos se concentran en lo cosmético: imagólogos, maquillistas, encuestólogos, operadores, consejeros, plomeros, magistrados y publirrelacionistas a modo. Quieren figurar como hombres de Estado, no quieren serlo. Lo demás es lo de menos. Aun bajo la amenaza del crimen y el peligro del derrumbe nacional, para ellos la elección es un asunto de partidos y no de Estado.

    El juego de la élite política excluye la posibilidad de reconocer como ciudadanía al electorado y de ensanchar los canales de su participación. Quieren que las cosas permanezcan como están, no cambiarlos y menos si eso los acota.

    Si la opción de la ciudadanía no es la del conformismo y la complicidad, la elección es hoy, no el año que viene. Hay que indignarse ya, plantarse en la decisión de meter en cintura a esa élite. Esta vez, el abstencionismo activo a boca de urna nada va a cambiar, es menester practicar el activismo en la antevíspera de la elección.

    Si la ciudadanía quiere elegir mañana, lo tiene que decidir hoy.

    sobreaviso@latinmail.com





    Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo

    Fecha de publicación: 11 junio 2011
Working...
X