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Nadie es responsable,

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  • Nadie es responsable,

    Ulises en La Odisea, le clava a Polifemo el cíclope, un estaca que le priva de la vista. Y cuando el enorme monstruo le pregunta a Ulises su nombre, le dice que es Nadie


    Igual que aquí en México, nadie es responsable de nada, sobre todo si estás en la más alta esfera


    Nadie es responsable


    Por Rafael Segovia





    (17 junio 2011).- Hemos perdido la cuenta de cuántos días el Presidente ha estado fuera de México. Será que el país no le divierte o no le gusta. Dejando de lado la guarida de Los Pinos y la fuerza militar que la protege, no encuentra acomodo en este país. De vez en cuando, se reúne con sus amigos en un club de industriales donde pronuncia un discurso que, un día después, es publicado por la prensa. Pero por lo general sus discursos los pronuncia fuera, sobre todo aquellos donde determina su política exterior o interior, aunque con frecuencia se desmiente y aunque haya hablado en público, dice haber dicho lo que dijo ya. Se muestra, como lo que hace a su falta de consistencia, frecuente en casi todos los políticos, en el señor Bush, antiguo presidente de Estados Unidos, capaz de invadir a una nación por equivocación.

    Oímos desmentidos monumentales, porque no cuentan los miles de muertos, porque fueron mal informados o porque escucharon mal o porque no entendieron lo que ya todo el mundo sabía. El caso de Irak sigue en estos días causando miles de víctimas, lo que al señor Bush no le impide ir al beisbol. El poder, ahora como antes, es totalmente irresponsable, siempre hay alguien inferior, que responde, en algunos casos de ríos de sangre vertidos, sin que nadie rinda cuentas. Tras el culpable real siempre hay un gobernador, un ministro, un jefe de policía, alguien investido en principio de autoridad que sea acusado de un hecho que en ciertos casos puede ser abiertamente delictivo. El de más arriba siempre suele encontrar a alguien bajo él que puede ser acusado en su lugar, quien a su vez se niega a aceptar la acusación por no tener siquiera autoridad para asumirla.

    No podemos dejar la pluma ni por un momento sin conocer siquiera qué diremos cuando la volvamos a tomar, no digamos de la autoridad, lo más corriente de la vida es imposible predecirlo puesto que aquellos que determinan los hechos gruesos del acontecer son absolutamente imprevisibles: el Presidente es el primero en separarse de su propia conducta: se reúne primero con quienes admira y hasta cierto punto obedecen. Como no sabe bien qué hacer les pregunta a ellos qué se les ocurre, que se lo comuniquen por escrito. Ni por un momento piensa en dirigirse a las universidades, a las asociaciones de vecinos, a las organizaciones profesionales. No; se le pregunta al dinero, que éste sabe siempre qué hacer con él, ni por un momento piensa en los propios gobernados. En el mejor de los casos se dirige a Roma, y poniéndola de malas quedan los amigos. El señor Cordero, el de las ocurrencias, tiene en todos los casos una solución milagrosa que comparte con el secretario del Trabajo. Lo malo de todo esto es que el país se va a pedazos, nadie cree en nada, se cuentan nada más los días que faltan. Lo que se desea es encontrar la salida del túnel, no tenerse ya que fiar de la divina providencia o si se quiere en la suerte. Una suerte que viene de Estados Unidos, donde se va acompañado de algunos amigos a despotricar contra el PRI que, pese a sus muchos defectos, hizo el país en que vivimos a pesar de una violencia ilimitada a la cual el gobierno no sabe cómo enfrentarse.

    Se ha abierto con una anticipación nunca vista la sucesión presidencial. Era de esperarse. El presidente de este país y los de cualquiera viven en la angustia de que su mandato se acabe; Calderón vive en el temor que esto dure. No puede pensar en lo que vendrá después. Los que se ofrecen como substitutos, es un decir, tienen todos un pecado original: son panistas, son todos conservadores, en el fondo antisociales y beatos. Para pensar en una solución se dirigen a su confesor, para que interceda, porque solos no llegan a ningún lado. Se ha perdido la brújula que dentro de todo y después de todo, y dado lo presente, permitía vivir. El miedo es por todos los amigos que de ahora en adelante se tendrán que defender en el desamparo, no quedará aquello de que los otros son peores. En este régimen sólo hemos gozado del bicentenario, del cual se aprovecharon unos cuantos vivales que temen con toda razón que les llamen a echar cuentas, empezando por el edificio del Senado y acto seguido por haber invitado a no se sabe cuántos deportistas a que se exhibieran ante el gabinete presidencial y de allá corrieran al Palacio de Bellas Artes, la joya del porfirismo, la cual ha quedado como una auténtica birria después de los "arreglos" del presente gobierno.

    Y vuelve la pregunta inevitable, el leit motiv de la política de México: ¿quién asume la responsabilidad?




    Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo

    Fecha de publicación: 17 junio 2011
    Rafael Norma
    Forista Turquesa
    Last edited by Rafael Norma; 17-junio-2011, 07:33.

  • #2
    Re: Nadie es responsable,

    Ulises en La Odisea, le clava a Polifemo el cíclope, una estaca que le priva de la vista. Y cuando el enorme monstruo le pregunta a Ulises su nombre, le dice que es Nadie


    Igual que aquí en Méxi"quito," nadie es responsable de nada, sobre todo si estás en la más alta esfera



    Nadie es responsable


    Por Rafael Segovia





    (17 junio 2011).- Hemos perdido la cuenta de cuántos días el Presidente ha estado fuera de México. Será que el país no le divierte o no le gusta. Dejando de lado la guarida de Los Pinos y la fuerza militar que la protege, no encuentra acomodo en este país. De vez en cuando, se reúne con sus amigos en un club de industriales donde pronuncia un discurso que, un día después, es publicado por la prensa. Pero por lo general sus discursos los pronuncia fuera, sobre todo aquellos donde determina su política exterior o interior, aunque con frecuencia se desmiente y aunque haya hablado en público, dice haber dicho lo que dijo ya. Se muestra, como lo que hace a su falta de consistencia, frecuente en casi todos los políticos, en el señor Bush, antiguo presidente de Estados Unidos, capaz de invadir a una nación por equivocación.

    Oímos desmentidos monumentales, porque no cuentan los miles de muertos, porque fueron mal informados o porque escucharon mal o porque no entendieron lo que ya todo el mundo sabía. El caso de Irak sigue en estos días causando miles de víctimas, lo que al señor Bush no le impide ir al beisbol. El poder, ahora como antes, es totalmente irresponsable, siempre hay alguien inferior, que responde, en algunos casos de ríos de sangre vertidos, sin que nadie rinda cuentas. Tras el culpable real siempre hay un gobernador, un ministro, un jefe de policía, alguien investido en principio de autoridad que sea acusado de un hecho que en ciertos casos puede ser abiertamente delictivo. El de más arriba siempre suele encontrar a alguien bajo él que puede ser acusado en su lugar, quien a su vez se niega a aceptar la acusación por no tener siquiera autoridad para asumirla.

    No podemos dejar la pluma ni por un momento sin conocer siquiera qué diremos cuando la volvamos a tomar, no digamos de la autoridad, lo más corriente de la vida es imposible predecirlo puesto que aquellos que determinan los hechos gruesos del acontecer son absolutamente imprevisibles: el Presidente es el primero en separarse de su propia conducta: se reúne primero con quienes admira y hasta cierto punto obedecen. Como no sabe bien qué hacer les pregunta a ellos qué se les ocurre, que se lo comuniquen por escrito. Ni por un momento piensa en dirigirse a las universidades, a las asociaciones de vecinos, a las organizaciones profesionales. No; se le pregunta al dinero, que éste sabe siempre qué hacer con él, ni por un momento piensa en los propios gobernados. En el mejor de los casos se dirige a Roma, y poniéndola de malas quedan los amigos. El señor Cordero, el de las ocurrencias, tiene en todos los casos una solución milagrosa que comparte con el secretario del Trabajo. Lo malo de todo esto es que el país se va a pedazos, nadie cree en nada, se cuentan nada más los días que faltan. Lo que se desea es encontrar la salida del túnel, no tenerse ya que fiar de la divina providencia o si se quiere en la suerte. Una suerte que viene de Estados Unidos, donde se va acompañado de algunos amigos a despotricar contra el PRI que, pese a sus muchos defectos, hizo el país en que vivimos a pesar de una violencia ilimitada a la cual el gobierno no sabe cómo enfrentarse.

    Se ha abierto con una anticipación nunca vista la sucesión presidencial. Era de esperarse. El presidente de este país y los de cualquiera viven en la angustia de que su mandato se acabe; Calderón vive en el temor que esto dure. No puede pensar en lo que vendrá después. Los que se ofrecen como substitutos, es un decir, tienen todos un pecado original: son panistas, son todos conservadores, en el fondo antisociales y beatos. Para pensar en una solución se dirigen a su confesor, para que interceda, porque solos no llegan a ningún lado. Se ha perdido la brújula que dentro de todo y después de todo, y dado lo presente, permitía vivir. El miedo es por todos los amigos que de ahora en adelante se tendrán que defender en el desamparo, no quedará aquello de que los otros son peores. En este régimen sólo hemos gozado del bicentenario, del cual se aprovecharon unos cuantos vivales que temen con toda razón que les llamen a echar cuentas, empezando por el edificio del Senado y acto seguido por haber invitado a no se sabe cuántos deportistas a que se exhibieran ante el gabinete presidencial y de allá corrieran al Palacio de Bellas Artes, la joya del porfirismo, la cual ha quedado como una auténtica birria después de los "arreglos" del presente gobierno.

    Y vuelve la pregunta inevitable, el leit motiv de la política de México: ¿quién asume la responsabilidad?




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    Fecha de publicación: 17 junio 2011
    @RafaelNorma
    @AccionNacional @pridehoy @PRDMexico @FelipeCalderon

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