[FONT=Comic Sans MS]#Seguridad: #el_fracaso_de_Peña_Nieto
#Security: #The_Failure_Of @EPN
@nytimes @WashingtonPost
Por Francisco Martín Moreno
[size=4]Este artículo de Martín Moreno no necesita comentarios. Expresa tal cual la situación alarmante que vive nuestro país. Y no es con discursos ni palabrería, con promesas o demagogia, con simulaciones o complicidades o campañas mediáticas, ni con sucias artimañas encubiertas como se va a resolver, sino con una participación decidida de los ciudadanos para tomar en sus manos, responsable y firmemente, los graves asuntos que les incumben y que el gobierno ha sido evidentemente incapaz de resolver, digan lo que digan.
La soberbia y la ambición son pésimas consejeras. Y la cuestión no puede soslayarse, no es ideológica ni es trivial: es un asunto de vida o muerte.
Para todos.
Seguridad: el fracaso de Peña Nieto
Por: Martín Moreno - octubre 8 de 2014 - 0:01
+ Tlatlaya, Iguala, narco, violencia: el México de hoy
+ Falló el Presidente, sus hombres… y gobernantes
Desencajado, pasmado, confundido, la imagen del presidente de México fue, al mediodía del lunes 6 de octubre, el retrato exacto de cómo su gobierno ha sucumbido ante la violencia. Y bastaron doce palabras sobre la matanza de normalistas, en Iguala, para confirmar el naufragio oficial ante el embate del crimen organizado:
“…Jóvenes estudiantes los que hayan resultado afectados y violentados en sus derechos…”.
No, ciudadano Presidente: no resultaron “afectados”. Fueron asesinados.
No, ciudadano Enrique Peña Nieto: no resultaron “violentados”. Fueron quemados vivos y algunos desollados.
No señores. La matanza de estudiantes marca un signo fatal para nuestro país: el regreso de la guerra contra el crimen organizado, el desafío de criminales al Estado mexicano, el fracaso –hasta hoy-, de Peña Nieto, Osorio Chong, Murillo Karam y los responsables de la seguridad nacional, el fortalecimiento de grupos armados y la incapacidad gubernamental para enfrentarlos.
¿Más?
La terca realidad que se impone a la ceguera oficialista: cuando Peña Nieto dice que los normalistas de Ayotzinapa resultaron “afectados”, ofende su memoria y a sus familias. Si no se les ponchó una llanta o los agarró la lluvia, afectándolos. No. Fueron masacrados de manera salvaje, arrancada la piel como a Julio César Mondragón cuya fotografía –muerto- hoy nos estremece y simboliza la derrota de las instituciones de seguridad infiltradas, sometidas y controladas por el narcotráfico. Y sus compañeros quemados y enterrados en fosas comunes. Como si fueran perros.
No, ciudadano Presidente.
El fusilamiento masivo en Tlatlaya donde soldados del Ejército mexicano ejecutaron a 22 personas, y la masacre estudiantil en Iguala, no sólo ya marcó, para mal, a su gobierno. Va más allá: demuestra que el actual régimen priísta careció siempre de estrategia, fracasó en su cacareada coordinación con los estados, se sometió al salvajismo de cuadros castrenses sin respeto mínimo a los derechos humanos y confirmó lo que todos sabíamos pero pocos lo escribíamos: que este gobierno era más saliva que eficacia. Más discursos que resultados. Más demagogia que hechos favorables para la sociedad.
El fracaso, pues.
*****
Si ayer se crucificó a Felipe Calderón por su desaforada y cruenta guerra contra el narco, hoy, a Peña Nieto habrá que reprocharle dos cosas generalizadas: que quiso enfrentar al crimen organizado sin estrategia firme y adecuada, y que ocultó el tema de la violencia en su discurso y en el de sus hombres, en una acción mediática – propagandística tan irresponsable como criminal: preferible saber a qué nos enfrentábamos, a esconderlo debajo de la alfombra. Y de los discursos.
¿Por qué Peña Nieto está fracasando en materia de seguridad?
1) Porque ni la violencia ha disminuido ni se ha controlado: 30 mil 780 ejecutados durante 21 meses de gobierno peñista (SNSP). Ni al caso comparar cifras con los tiempos de Calderón. ¿O habrá consuelo con decir que hubo mil muertos más o mil muertos menos en comparación al 2012? Por supuesto que no. Casi 31 mil muertos es motivo de alta alarma en México o en cualquier país del mundo.
2) Haber desaparecido, de un plumazo, la SSP federal en diciembre de 2012, fue una estupidez. ¿Con qué se sustituyó a la secretaría de seguridad? Con saliva. Con discursos. Con retórica. Con promesas. Fue un acto político que sólo tuvo la intención de “borrón y cuenta nueva” con tintes demagógicos y propagandísticos. ¿El resultado? El fracaso ante la criminalidad.
3) Anunciar una Gendarmería Nacional cuando ni siquiera se sabía cuáles serían sus atribuciones, facultades y terrenos de operación. Se tardaron…¡20 meses en echarla a andar!, dando el tiempo suficiente a los grupos criminales de reorganizarse y robustecerse tras la caída del “Chapo” Guzmán y de otros capos.
4) “La diferencia es que ahora sí hay coordinación…”, cacareaba el secretario de Gobernación, Osorio Chong, al referirse a la vinculación estratégica de su secretaría –facultada con superpoderes- con los gobernadores. ¿Qué pasó? Que fue una mascarada sostenida por el sello del peñismo: la demagogia. La palabrería. ¿Qué no? Allí están los hechos: Guerrero se incendia; Michoacán sigue igual o peor, con Alfredo Castillo disminuido y vapuleado; Estado de México –la tierra de Peña Nieto y de su paisano Eruviel Ávila con gobierno fallido en seguridad- convertido ya en el estado más violento del país; Tamaulipas, otra vez, fuera de control; Morelos desatado con la violencia; Sinaloa con los cárteles fortalecidos. ¿Cuál coordinación, señor Osorio Chong?
5) Como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, el presidente Peña Nieto es responsable de las acciones del Ejército mexicano, pero el temor a la fuerza castrense lo llevó a darles carta blanca y actuar como se les antojara. Las consecuencias: soldados mexicanos fusilando a criminales que –cierto- eran una amenaza para la sociedad, pero que debieron haber sido llevados a prisión y no acribillados en el paredón. Cuando los soldados asesinos jalaron del gatillo, demostraron el nulo respeto al ser humano, a los derechos individuales y a su comandante en jefe: el presidente de la República.
6) Testimonios de sobra aparecen ahora respecto a que tanto el gobierno federal como el PRD ignoraron las denuncias presentadas en contra del alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y de su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, sobre sus vínculos con el narco y la persecución contra líderes sociales. “Abarca le dio un escopetazo en la cara y otro en el pecho…”, relata Nicolás Mendoza, testigo de la ejecución del líder social Arturo Hernández Cardona, cuyo testimonio ante notario fue entregado a las autoridades, incluidos el procurador Murillo Karam y Osorio Chong. (Roberto Zamarripa. Reforma. 7/X/2014). Nada hicieron contra Abarca y su esposa, quienes ordenaron el ataque a los normalistas.
7) Gobernadores que han sido una desgracia para sus estados: Ángel Aguirre para Guerrero, Eruviel Ávila en el Estado de México, Moreno Valle para Puebla, Roberto Borge para Quintana Roo o Egidio Torre Cantú en Tamaulipas, entre otros. Y no se trata de que el Presidente les haga su chamba. No. Pero sí coordinarse de manera eficaz porque está en juego la seguridad nacional, y esa, se quiera o no reconocer, es, en gran parte, responsabilidad del gobierno federal.
#Security: #The_Failure_Of @EPN
@nytimes @WashingtonPost
Por Francisco Martín Moreno
[size=4]Este artículo de Martín Moreno no necesita comentarios. Expresa tal cual la situación alarmante que vive nuestro país. Y no es con discursos ni palabrería, con promesas o demagogia, con simulaciones o complicidades o campañas mediáticas, ni con sucias artimañas encubiertas como se va a resolver, sino con una participación decidida de los ciudadanos para tomar en sus manos, responsable y firmemente, los graves asuntos que les incumben y que el gobierno ha sido evidentemente incapaz de resolver, digan lo que digan.
La soberbia y la ambición son pésimas consejeras. Y la cuestión no puede soslayarse, no es ideológica ni es trivial: es un asunto de vida o muerte.
Para todos.
Seguridad: el fracaso de Peña Nieto
Por: Martín Moreno - octubre 8 de 2014 - 0:01
+ Tlatlaya, Iguala, narco, violencia: el México de hoy
+ Falló el Presidente, sus hombres… y gobernantes
Desencajado, pasmado, confundido, la imagen del presidente de México fue, al mediodía del lunes 6 de octubre, el retrato exacto de cómo su gobierno ha sucumbido ante la violencia. Y bastaron doce palabras sobre la matanza de normalistas, en Iguala, para confirmar el naufragio oficial ante el embate del crimen organizado:
“…Jóvenes estudiantes los que hayan resultado afectados y violentados en sus derechos…”.
No, ciudadano Presidente: no resultaron “afectados”. Fueron asesinados.
No, ciudadano Enrique Peña Nieto: no resultaron “violentados”. Fueron quemados vivos y algunos desollados.
No señores. La matanza de estudiantes marca un signo fatal para nuestro país: el regreso de la guerra contra el crimen organizado, el desafío de criminales al Estado mexicano, el fracaso –hasta hoy-, de Peña Nieto, Osorio Chong, Murillo Karam y los responsables de la seguridad nacional, el fortalecimiento de grupos armados y la incapacidad gubernamental para enfrentarlos.
¿Más?
La terca realidad que se impone a la ceguera oficialista: cuando Peña Nieto dice que los normalistas de Ayotzinapa resultaron “afectados”, ofende su memoria y a sus familias. Si no se les ponchó una llanta o los agarró la lluvia, afectándolos. No. Fueron masacrados de manera salvaje, arrancada la piel como a Julio César Mondragón cuya fotografía –muerto- hoy nos estremece y simboliza la derrota de las instituciones de seguridad infiltradas, sometidas y controladas por el narcotráfico. Y sus compañeros quemados y enterrados en fosas comunes. Como si fueran perros.
No, ciudadano Presidente.
El fusilamiento masivo en Tlatlaya donde soldados del Ejército mexicano ejecutaron a 22 personas, y la masacre estudiantil en Iguala, no sólo ya marcó, para mal, a su gobierno. Va más allá: demuestra que el actual régimen priísta careció siempre de estrategia, fracasó en su cacareada coordinación con los estados, se sometió al salvajismo de cuadros castrenses sin respeto mínimo a los derechos humanos y confirmó lo que todos sabíamos pero pocos lo escribíamos: que este gobierno era más saliva que eficacia. Más discursos que resultados. Más demagogia que hechos favorables para la sociedad.
El fracaso, pues.
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Si ayer se crucificó a Felipe Calderón por su desaforada y cruenta guerra contra el narco, hoy, a Peña Nieto habrá que reprocharle dos cosas generalizadas: que quiso enfrentar al crimen organizado sin estrategia firme y adecuada, y que ocultó el tema de la violencia en su discurso y en el de sus hombres, en una acción mediática – propagandística tan irresponsable como criminal: preferible saber a qué nos enfrentábamos, a esconderlo debajo de la alfombra. Y de los discursos.
¿Por qué Peña Nieto está fracasando en materia de seguridad?
1) Porque ni la violencia ha disminuido ni se ha controlado: 30 mil 780 ejecutados durante 21 meses de gobierno peñista (SNSP). Ni al caso comparar cifras con los tiempos de Calderón. ¿O habrá consuelo con decir que hubo mil muertos más o mil muertos menos en comparación al 2012? Por supuesto que no. Casi 31 mil muertos es motivo de alta alarma en México o en cualquier país del mundo.
2) Haber desaparecido, de un plumazo, la SSP federal en diciembre de 2012, fue una estupidez. ¿Con qué se sustituyó a la secretaría de seguridad? Con saliva. Con discursos. Con retórica. Con promesas. Fue un acto político que sólo tuvo la intención de “borrón y cuenta nueva” con tintes demagógicos y propagandísticos. ¿El resultado? El fracaso ante la criminalidad.
3) Anunciar una Gendarmería Nacional cuando ni siquiera se sabía cuáles serían sus atribuciones, facultades y terrenos de operación. Se tardaron…¡20 meses en echarla a andar!, dando el tiempo suficiente a los grupos criminales de reorganizarse y robustecerse tras la caída del “Chapo” Guzmán y de otros capos.
4) “La diferencia es que ahora sí hay coordinación…”, cacareaba el secretario de Gobernación, Osorio Chong, al referirse a la vinculación estratégica de su secretaría –facultada con superpoderes- con los gobernadores. ¿Qué pasó? Que fue una mascarada sostenida por el sello del peñismo: la demagogia. La palabrería. ¿Qué no? Allí están los hechos: Guerrero se incendia; Michoacán sigue igual o peor, con Alfredo Castillo disminuido y vapuleado; Estado de México –la tierra de Peña Nieto y de su paisano Eruviel Ávila con gobierno fallido en seguridad- convertido ya en el estado más violento del país; Tamaulipas, otra vez, fuera de control; Morelos desatado con la violencia; Sinaloa con los cárteles fortalecidos. ¿Cuál coordinación, señor Osorio Chong?
5) Como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, el presidente Peña Nieto es responsable de las acciones del Ejército mexicano, pero el temor a la fuerza castrense lo llevó a darles carta blanca y actuar como se les antojara. Las consecuencias: soldados mexicanos fusilando a criminales que –cierto- eran una amenaza para la sociedad, pero que debieron haber sido llevados a prisión y no acribillados en el paredón. Cuando los soldados asesinos jalaron del gatillo, demostraron el nulo respeto al ser humano, a los derechos individuales y a su comandante en jefe: el presidente de la República.
6) Testimonios de sobra aparecen ahora respecto a que tanto el gobierno federal como el PRD ignoraron las denuncias presentadas en contra del alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y de su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, sobre sus vínculos con el narco y la persecución contra líderes sociales. “Abarca le dio un escopetazo en la cara y otro en el pecho…”, relata Nicolás Mendoza, testigo de la ejecución del líder social Arturo Hernández Cardona, cuyo testimonio ante notario fue entregado a las autoridades, incluidos el procurador Murillo Karam y Osorio Chong. (Roberto Zamarripa. Reforma. 7/X/2014). Nada hicieron contra Abarca y su esposa, quienes ordenaron el ataque a los normalistas.
7) Gobernadores que han sido una desgracia para sus estados: Ángel Aguirre para Guerrero, Eruviel Ávila en el Estado de México, Moreno Valle para Puebla, Roberto Borge para Quintana Roo o Egidio Torre Cantú en Tamaulipas, entre otros. Y no se trata de que el Presidente les haga su chamba. No. Pero sí coordinarse de manera eficaz porque está en juego la seguridad nacional, y esa, se quiera o no reconocer, es, en gran parte, responsabilidad del gobierno federal.