Itinerario Político
Ricardo Alemán
12 de mayo de 2008
PRD: robo, a la vista de todos
El legítimo y su claque reprodujeron el “fraude”
Hoy nadie sensato reclama genética de izquierda
Está claro que no hay un ganador definitivo a 56 días de la elección de la que debió salir el nuevo dirigente nacional del PRD —proceso que se significó por el más vergonzoso espectáculo de antidemocracia interna que haya vivido en su historia la llamada izquierda mexicana— pero lo que sí es definitivo es la confirmación de que por la mala, mediante las peores artes de la política, el grupo que jefatura Andrés Manuel López Obrador intentó robar esa elección.
Está claro que la suma de irregularidades del proceso electoral —antes, durante y después del mismo— terminó por deslegitimar no sólo al proceso, sino al partido y a cualquiera de los aspirantes que al final de cuentas alcance el mayor número de votos. Nadie podrá proclamarse ganador y menos presidente legítimo del PRD. Y es que, les guste o no reconocerlo, quieran o no aceptarlo, las mafias del PRD no sólo intentaron robar la dirigencia del partido, sino que se robaron al partido mismo.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que la dirigencia saliente del PRD, su presidente legítimo y su claque que controla los organismos electorales internos, reprodujeron como una calca el supuesto fraude que denunciaron en las elecciones de junio de 2006. Claro, con la pequeña diferencia de que en la elección presidencial nunca pudieron demostrar fraude alguno, y el intento de robo de la dirigencia nacional del partido la vieron todos, claro, los que quisieron verla. Porque también es cierto que muchos prefieren seguir con los ojos cerrados.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es la inmoralidad política que caracteriza a casi todos en el PRD; tribus, mafias, liderazgos capaces de cualquier cosa, de las prácticas más cuestionables, de la corrupción política y moral más escandalosa, todo por alcanzar el poder; políticos que sin vergüenza alguna reproducen alegremente todo aquello que criticaron en sus mocedades, por lo que dijeron luchar y dar la vida hace 10, 15, 20 años. Y claro, hoy son incapaces de la menor autocrítica.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es el fraude en que han terminado algunas de las más reputadas casas encuestadoras: la prestigiada Consulta Mitofsky y la cada vez más desprestigiada IMOP, que la noche del 16 de marzo dieron como ganador a Alejandro Encinas —la primera con cifras que lo colocaban con 49.4% por encima de Jesús Ortega, al que daba 44.6%, y la segunda con 50.9% y 42.8%, respectivamente— cuando el conteo final arrojó 42.8% de los votos para Ortega y 41.57% para Encinas. ¿Quién va a sancionar a esas encuestadoras por los evidentes fallos y/o por prestarse para un intento de robo?
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que esa formidable causa social en favor de la democracia que nació en las calles, en los pueblos, en las rancherías, meses antes de julio de 1988, que se convirtió en un impensable movimiento político-electoral amalgamado en el Frente Democrático Nacional, y que hace precisamente 19 años se convirtió en el esperanzador Partido de la Revolución Democrática, ya no es más esa alternativa social, política y menos electoral. Ambiciones desmedidas, desviaciones monstruosas y enfermedades infecciosas, como la del presidencialismo, mataron al PRD histórico y de sus restos algunos vividores de la política moldearon una copia fiel de lo que siempre combatió la izquierda mexicana.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que millones de mexicanos que apenas en julio de 2006 tenían en el partido amarillo la única alternativa para votar, frente a la derecha oficial, el PAN, y la derecha revolucionaria, el PRI, hoy no tienen ese último recurso, ese instrumento que nació de la movilización social, que se propuso como bandera de la revolución democrática, y que planteaba una postura equidistante de los azules y los tricolores; que le daba una oportunidad a la izquierda mexicana.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que hoy nadie sensato, con una pizca de honestidad intelectual, puede reclamar en el actual PRD una genética de izquierda. Los pocos que quedaban, como Rosa Albina Garavito —en un gesto no sólo de congruencia, sino de grandeza—, renunciaron a las filas de ese clon del PRI, de la cuarta etapa del “partidazo”. Y hoy son muchas las voces que pretenden cambiar al PRD, que proclaman que cumplió su ciclo, y que, claro, debe pasar a su nueva etapa, la del Partido Frente.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que el FAP podría ser el huésped de lo que queda del PRD; podría ser la segunda etapa del PRD. Pero esa sólo sería la confirmación de que el partido amarillo, en alguna parte del camino entre su nacimiento y su adultez, se desvió de su ruta, en forma equivocada o de manera deliberada tomó un atajo que lo llevó de regreso al PRI. Está claro que una democracia electoral se debilita conforme se debilitan los partidos que la hacen posible; que es indispensable una fuerza de izquierda, fuerte y moderna —aunque el modito no les guste a los intelectuales orgánicos de “el movimiento soy yo”— pero también es cierto que en México la izquierda vive un proceso acelerado de extinción. Lo que no está claro es lo que existe más allá del PRD, lo que viene atrás.
En el camino
Por cierto, en el Itinerario Político del 17 de marzo dijimos: “Se produjo, a los ojos de todos, mano negra en favor de Encinas”. Y llovieron cientos de insultos; aportes valiosos para el ejercicio cardiaco de la risa… Y el que equivocó la pista del humor —ventana que refleja el talento— y de plano transitó la autopista de la estupidez en la gira presidencial por su entidad, fue el gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández. Dijo: “Construir el hospital fue fácil; no tanto embarazar a 150 mujeres”. Ésos son los que nos gobiernan. Y, peor, por ésos votamos
Edición de HoyEdición de Hoy
Ricardo Alemán
12 de mayo de 2008
PRD: robo, a la vista de todos
El legítimo y su claque reprodujeron el “fraude”
Hoy nadie sensato reclama genética de izquierda
Está claro que no hay un ganador definitivo a 56 días de la elección de la que debió salir el nuevo dirigente nacional del PRD —proceso que se significó por el más vergonzoso espectáculo de antidemocracia interna que haya vivido en su historia la llamada izquierda mexicana— pero lo que sí es definitivo es la confirmación de que por la mala, mediante las peores artes de la política, el grupo que jefatura Andrés Manuel López Obrador intentó robar esa elección.
Está claro que la suma de irregularidades del proceso electoral —antes, durante y después del mismo— terminó por deslegitimar no sólo al proceso, sino al partido y a cualquiera de los aspirantes que al final de cuentas alcance el mayor número de votos. Nadie podrá proclamarse ganador y menos presidente legítimo del PRD. Y es que, les guste o no reconocerlo, quieran o no aceptarlo, las mafias del PRD no sólo intentaron robar la dirigencia del partido, sino que se robaron al partido mismo.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que la dirigencia saliente del PRD, su presidente legítimo y su claque que controla los organismos electorales internos, reprodujeron como una calca el supuesto fraude que denunciaron en las elecciones de junio de 2006. Claro, con la pequeña diferencia de que en la elección presidencial nunca pudieron demostrar fraude alguno, y el intento de robo de la dirigencia nacional del partido la vieron todos, claro, los que quisieron verla. Porque también es cierto que muchos prefieren seguir con los ojos cerrados.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es la inmoralidad política que caracteriza a casi todos en el PRD; tribus, mafias, liderazgos capaces de cualquier cosa, de las prácticas más cuestionables, de la corrupción política y moral más escandalosa, todo por alcanzar el poder; políticos que sin vergüenza alguna reproducen alegremente todo aquello que criticaron en sus mocedades, por lo que dijeron luchar y dar la vida hace 10, 15, 20 años. Y claro, hoy son incapaces de la menor autocrítica.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es el fraude en que han terminado algunas de las más reputadas casas encuestadoras: la prestigiada Consulta Mitofsky y la cada vez más desprestigiada IMOP, que la noche del 16 de marzo dieron como ganador a Alejandro Encinas —la primera con cifras que lo colocaban con 49.4% por encima de Jesús Ortega, al que daba 44.6%, y la segunda con 50.9% y 42.8%, respectivamente— cuando el conteo final arrojó 42.8% de los votos para Ortega y 41.57% para Encinas. ¿Quién va a sancionar a esas encuestadoras por los evidentes fallos y/o por prestarse para un intento de robo?
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que esa formidable causa social en favor de la democracia que nació en las calles, en los pueblos, en las rancherías, meses antes de julio de 1988, que se convirtió en un impensable movimiento político-electoral amalgamado en el Frente Democrático Nacional, y que hace precisamente 19 años se convirtió en el esperanzador Partido de la Revolución Democrática, ya no es más esa alternativa social, política y menos electoral. Ambiciones desmedidas, desviaciones monstruosas y enfermedades infecciosas, como la del presidencialismo, mataron al PRD histórico y de sus restos algunos vividores de la política moldearon una copia fiel de lo que siempre combatió la izquierda mexicana.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que millones de mexicanos que apenas en julio de 2006 tenían en el partido amarillo la única alternativa para votar, frente a la derecha oficial, el PAN, y la derecha revolucionaria, el PRI, hoy no tienen ese último recurso, ese instrumento que nació de la movilización social, que se propuso como bandera de la revolución democrática, y que planteaba una postura equidistante de los azules y los tricolores; que le daba una oportunidad a la izquierda mexicana.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que hoy nadie sensato, con una pizca de honestidad intelectual, puede reclamar en el actual PRD una genética de izquierda. Los pocos que quedaban, como Rosa Albina Garavito —en un gesto no sólo de congruencia, sino de grandeza—, renunciaron a las filas de ese clon del PRI, de la cuarta etapa del “partidazo”. Y hoy son muchas las voces que pretenden cambiar al PRD, que proclaman que cumplió su ciclo, y que, claro, debe pasar a su nueva etapa, la del Partido Frente.
Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que el FAP podría ser el huésped de lo que queda del PRD; podría ser la segunda etapa del PRD. Pero esa sólo sería la confirmación de que el partido amarillo, en alguna parte del camino entre su nacimiento y su adultez, se desvió de su ruta, en forma equivocada o de manera deliberada tomó un atajo que lo llevó de regreso al PRI. Está claro que una democracia electoral se debilita conforme se debilitan los partidos que la hacen posible; que es indispensable una fuerza de izquierda, fuerte y moderna —aunque el modito no les guste a los intelectuales orgánicos de “el movimiento soy yo”— pero también es cierto que en México la izquierda vive un proceso acelerado de extinción. Lo que no está claro es lo que existe más allá del PRD, lo que viene atrás.
En el camino
Por cierto, en el Itinerario Político del 17 de marzo dijimos: “Se produjo, a los ojos de todos, mano negra en favor de Encinas”. Y llovieron cientos de insultos; aportes valiosos para el ejercicio cardiaco de la risa… Y el que equivocó la pista del humor —ventana que refleja el talento— y de plano transitó la autopista de la estupidez en la gira presidencial por su entidad, fue el gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández. Dijo: “Construir el hospital fue fácil; no tanto embarazar a 150 mujeres”. Ésos son los que nos gobiernan. Y, peor, por ésos votamos
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