Nace UNASUR:
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Con México solamente como observador
Nace UNASUR, ¿hacia un imperialismo suramericano?
Brasil, el punto de apoyo económico del bloque
Domingo 25 de mayo de 2008, por ER. Maracaibo
¿Qué puede mantener unidos a los representantes en la región del neoliberalismo, de la socialdemocracia postsoviética, del indigenismo, del bolivarianismo y de la teología de la liberación? Obviamente, aquello que los Estados miembros comparten: los principios del liberalismo económico y del “fundamentalismo democrático”.
Bajo el pomposo nombre de Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el 23 de mayo de 2008, en la ciudad de Brasilia, La República Argentina, la República de Bolivia, la República Federativa del Brasil, la República de Colombia, la República de Chile, la República del Ecuador, la República Cooperativa de Guyana, la República del Paraguay, la República del Perú, la República de Surinam, la República Oriental del Uruguay y la República Bolivariana de Venezuela han firmado el Tratado de Constitución de lo que no puede ser considerado más que como la Unión de Mercados Suramericanos (digamos, UMERSUR). UNASUR no es la internacionalización de las Naciones políticas suramericanas sino la uniformización de los mercados de MERCOSUR y la CAN.
Ciertamente, el presidente de Brasil definía en estos términos las “potencialidades” de la región: “Mais de 300 milhões de homens e mulheres se beneficiam, hoje, de uma excepcional fase de crescimento econômico e de exitosos programas de inclusão social. Constituem enorme base produtiva e grande mercado de bens de consumo. Não por acaso, somos hoje um dos principais pontos de atração de investimento no mundo.”
De esta manera, lo que empieza a emerger es una macroestructura suramericana que paulatinamente acabará ejerciendo un control directo sobre la política interna de los Estados miembros, de modo que los sagrados principios que rigen la Unión –esto es, el Mercado Liberal Ampliado- queden severamente preservados en el futuro.
El modo como se han presentado a sí mismos los gobiernos firmantes no deja dudas al respecto: 1) UNASUR tiene un PIB de 973 613 millones de dólares, con lo cual se convertiría en la quinta potencia mundial; 2) posee una “historia común y valores compartidos”, sus habitantes hablan dos lenguas mutuamente inteligibles y el 95 por ciento de sus habitantes tiene una sola religión (¿tendrá esto algo que ver con la estructura de los imperios español y portugués?); 3) dispone de hidrocarburos para 100 años; 4) es la región que más alimentos produce y exporta en el mundo; 5) dispone de ocho millones de kilómetros cuadrados de bosques y dos océanos; 6) posee el 27% del agua dulce del mundo; 7) sus exportaciones ascienden a 181 856 millones de dólares; 8) ocupa una superficie superior a los 17 millones de km2; 9) tiene una población de 361 millones de habitantes, la cuarta a nivel mundial. Digamos que éstas serían las bases materiales de la nueva unidad económico-política suramericana: un enorme y potente mercado de capitales y fuerza de trabajo resguardados atentamente por regímenes liberales.
En efecto ¿qué mantiene, o qué puede mantener unidos a los representantes en la región del neoliberalismo, de la socialdemocracia postsoviética, del indigenismo, del bolivarianismo y de la teología de la liberación? Obviamente, ninguna otra cosa que aquello que -más allá de la demagogia ya conocida- los Estados miembros comparten: los principios del liberalismo económico y del “fundamentalismo democrático”. De esta manera, todos caben en la misma mesa: la correctísima Bachelet y el rudo Morales, el indómito guerrillero Chávez y el afanoso antiterrorista Uribe. UNASUR es pues solidaria, cooperativa, dialogante, pacifista, ecologista, respetuosa de los derechos humanos, progresista y, sobre todo, democrática, muy democrática. Continúa diciendo, con su peculiar candidez, el mandatario brasileño: “Uma América do Sul unida mexerá com o tabuleiro do poder no mundo, não em benefício de um ou de outro dos nossos países, mas em benefício de todos.”
Expresamente, en el preámbulo del Tratado se enumeran los “principios rectores” de UNASUR: “Irrestricto respeto a la soberanía, integridad e inviolabilidad territorial de los Estados; autodeterminación de los pueblos; solidaridad; cooperación; paz; democracia; participación ciudadana y pluralismo; derechos humanos universales, indivisibles e interdependientes; reducción de las asimetrías y armonía con la naturaleza para un desarrollo sostenible.”
Ahora bien ¿cabe esperar algo de los gobiernos de la llamada “nueva izquierda” suramericana dentro de UNASUR? En verdad, no mucho. La cuestión principal será, por supuesto, la relación con el Imperio.
En primer lugar, hay que decir que todos estos gobiernos cuentan con la explícita oposición de los Estados Unidos, pero, a diferencia de lo ocurrido en épocas pasadas, han podido evitar sucumbir a los ataques imperiales: el más conocido, el fallido golpe de Estado contra el gobierno de Hugo Chávez en 2002. En segundo lugar, un año después, en 2003, los Estados Unidos no pudieron forzar a los miembros latinoamericanos del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas a apoyar la invasión de Irak. Por último, aunque esto en verdad no haya pasado de meros gestos timoratos, los Estados Unidos no pudieron imponer para la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos a su candidato, y fue este organismo el escenario de la “condena” de la invasión colombo/estadounidense al territorio de Ecuador en 2008. Es posible que algunas de las bases militares de los Estados Unidos en la región desaparezcan, o al menos éstas no aumenten en número.
Por otra parte, bajo la conducción política, económica y militar del Estado –con diferencia- más poderoso de UNASUR, podrían ser hasta cierto punto redefinidas las relaciones de fuerzas en los conflictos imperiales a nivel planetario (lo que los liberales quieren llamar “mulipolaridad”). Recuérdese el predominio alcanzado por Brasil en el G-20 y su incorporación al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas como miembro permanente.
Probablemente la propuesta más interesante de la reunión de Brasilia sea la propuesta brasileña de conformar un bloque de defensa militar regional.
En todo caso, conviene no olvidar el lema con el que, haciendo eco de lo -en su momento- dicho por el marxista heterodoxo argentino Jorge Abelardo Ramos, UNASUR troquela su nacimiento: “Juntos seremos mais soberanos.”
La tesis de Jorge Abelardo Ramos era la que sigue: "no es que no nos unamos por que no seamos desarrollados, sino que no somos desarrollados porque no nos unimos".
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http://www.elrevolucionario.org/rev.php?articulo692
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Con México solamente como observador
Nace UNASUR, ¿hacia un imperialismo suramericano?
Brasil, el punto de apoyo económico del bloque
Domingo 25 de mayo de 2008, por ER. Maracaibo
¿Qué puede mantener unidos a los representantes en la región del neoliberalismo, de la socialdemocracia postsoviética, del indigenismo, del bolivarianismo y de la teología de la liberación? Obviamente, aquello que los Estados miembros comparten: los principios del liberalismo económico y del “fundamentalismo democrático”.
Bajo el pomposo nombre de Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el 23 de mayo de 2008, en la ciudad de Brasilia, La República Argentina, la República de Bolivia, la República Federativa del Brasil, la República de Colombia, la República de Chile, la República del Ecuador, la República Cooperativa de Guyana, la República del Paraguay, la República del Perú, la República de Surinam, la República Oriental del Uruguay y la República Bolivariana de Venezuela han firmado el Tratado de Constitución de lo que no puede ser considerado más que como la Unión de Mercados Suramericanos (digamos, UMERSUR). UNASUR no es la internacionalización de las Naciones políticas suramericanas sino la uniformización de los mercados de MERCOSUR y la CAN.
Ciertamente, el presidente de Brasil definía en estos términos las “potencialidades” de la región: “Mais de 300 milhões de homens e mulheres se beneficiam, hoje, de uma excepcional fase de crescimento econômico e de exitosos programas de inclusão social. Constituem enorme base produtiva e grande mercado de bens de consumo. Não por acaso, somos hoje um dos principais pontos de atração de investimento no mundo.”
De esta manera, lo que empieza a emerger es una macroestructura suramericana que paulatinamente acabará ejerciendo un control directo sobre la política interna de los Estados miembros, de modo que los sagrados principios que rigen la Unión –esto es, el Mercado Liberal Ampliado- queden severamente preservados en el futuro.
El modo como se han presentado a sí mismos los gobiernos firmantes no deja dudas al respecto: 1) UNASUR tiene un PIB de 973 613 millones de dólares, con lo cual se convertiría en la quinta potencia mundial; 2) posee una “historia común y valores compartidos”, sus habitantes hablan dos lenguas mutuamente inteligibles y el 95 por ciento de sus habitantes tiene una sola religión (¿tendrá esto algo que ver con la estructura de los imperios español y portugués?); 3) dispone de hidrocarburos para 100 años; 4) es la región que más alimentos produce y exporta en el mundo; 5) dispone de ocho millones de kilómetros cuadrados de bosques y dos océanos; 6) posee el 27% del agua dulce del mundo; 7) sus exportaciones ascienden a 181 856 millones de dólares; 8) ocupa una superficie superior a los 17 millones de km2; 9) tiene una población de 361 millones de habitantes, la cuarta a nivel mundial. Digamos que éstas serían las bases materiales de la nueva unidad económico-política suramericana: un enorme y potente mercado de capitales y fuerza de trabajo resguardados atentamente por regímenes liberales.
En efecto ¿qué mantiene, o qué puede mantener unidos a los representantes en la región del neoliberalismo, de la socialdemocracia postsoviética, del indigenismo, del bolivarianismo y de la teología de la liberación? Obviamente, ninguna otra cosa que aquello que -más allá de la demagogia ya conocida- los Estados miembros comparten: los principios del liberalismo económico y del “fundamentalismo democrático”. De esta manera, todos caben en la misma mesa: la correctísima Bachelet y el rudo Morales, el indómito guerrillero Chávez y el afanoso antiterrorista Uribe. UNASUR es pues solidaria, cooperativa, dialogante, pacifista, ecologista, respetuosa de los derechos humanos, progresista y, sobre todo, democrática, muy democrática. Continúa diciendo, con su peculiar candidez, el mandatario brasileño: “Uma América do Sul unida mexerá com o tabuleiro do poder no mundo, não em benefício de um ou de outro dos nossos países, mas em benefício de todos.”
Expresamente, en el preámbulo del Tratado se enumeran los “principios rectores” de UNASUR: “Irrestricto respeto a la soberanía, integridad e inviolabilidad territorial de los Estados; autodeterminación de los pueblos; solidaridad; cooperación; paz; democracia; participación ciudadana y pluralismo; derechos humanos universales, indivisibles e interdependientes; reducción de las asimetrías y armonía con la naturaleza para un desarrollo sostenible.”
Ahora bien ¿cabe esperar algo de los gobiernos de la llamada “nueva izquierda” suramericana dentro de UNASUR? En verdad, no mucho. La cuestión principal será, por supuesto, la relación con el Imperio.
En primer lugar, hay que decir que todos estos gobiernos cuentan con la explícita oposición de los Estados Unidos, pero, a diferencia de lo ocurrido en épocas pasadas, han podido evitar sucumbir a los ataques imperiales: el más conocido, el fallido golpe de Estado contra el gobierno de Hugo Chávez en 2002. En segundo lugar, un año después, en 2003, los Estados Unidos no pudieron forzar a los miembros latinoamericanos del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas a apoyar la invasión de Irak. Por último, aunque esto en verdad no haya pasado de meros gestos timoratos, los Estados Unidos no pudieron imponer para la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos a su candidato, y fue este organismo el escenario de la “condena” de la invasión colombo/estadounidense al territorio de Ecuador en 2008. Es posible que algunas de las bases militares de los Estados Unidos en la región desaparezcan, o al menos éstas no aumenten en número.
Por otra parte, bajo la conducción política, económica y militar del Estado –con diferencia- más poderoso de UNASUR, podrían ser hasta cierto punto redefinidas las relaciones de fuerzas en los conflictos imperiales a nivel planetario (lo que los liberales quieren llamar “mulipolaridad”). Recuérdese el predominio alcanzado por Brasil en el G-20 y su incorporación al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas como miembro permanente.
Probablemente la propuesta más interesante de la reunión de Brasilia sea la propuesta brasileña de conformar un bloque de defensa militar regional.
En todo caso, conviene no olvidar el lema con el que, haciendo eco de lo -en su momento- dicho por el marxista heterodoxo argentino Jorge Abelardo Ramos, UNASUR troquela su nacimiento: “Juntos seremos mais soberanos.”
La tesis de Jorge Abelardo Ramos era la que sigue: "no es que no nos unamos por que no seamos desarrollados, sino que no somos desarrollados porque no nos unimos".
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http://www.elrevolucionario.org/rev.php?articulo692
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