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La malvada grúa.

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  • La malvada grúa.

    La malvada grúa
    Por: Rafael Cardona | Opinión






    Martes 10 de Junio de 2008 | Hora de publicación: 02:15



    La mayoría de las veces los mexicanos no sabemos o no queremos ver un problema en su plena realidad.
    Con frecuencia miramos la consecuencia de algo e ignoramos el origen. Eso nos sucede, por ejemplo, con el comercio ambulante, callejero o informal o como se le quiera llamar.
    Lo definimos como un asunto de vendedores; nunca de compradores.
    En el juego interminable de la gallina y el huevo nunca nos ponemos a pensar en la dualidad de las cosas. Parte y contraparte. Nunca hay un binomio con un solo término. Así como Gustavo Díaz Ordaz se desembarazaba (o al menos trataba) de las presiones de Richard Nixon cuando escuchaba las reclamaciones sobre nuestra condición de trampolín de las drogas y le refutaba con la importancia primaria de la alberca americana, así atendemos una parte sin importarnos hacer nada en relación con la otra.
    Éste es el caso de los automóviles mal estacionados en la vía pública y del absurdo e inútil programa de “recuperación de vialidades” emprendido por la Secretaría de Seguridad Pública mediante el arrastre de vehículos estacionados donde no se debe hacer, acción plausible si no fuera un mero pretexto para esquilmar al ciudadano, infractor o no.
    La autoridad, con sus excesivas multas y el auxilio de un reglamento aleve y contrario al interés del contribuyente, nunca se pone a pensar en lo más elemental.
    — ¿Cómo evitar en serio la proliferación de autos estacionados en la vía pública en brutal bloqueo de arterias, calles y avenidas? Pues construyendo estacionamientos.
    ¡Ah, no! Entonces ya no habría negocio para la policía en los corralones y los permisionarios del “servicio” de arrastre. No.
    La labor de las grúas permite un flujo de dinero cuyo monto se ha vuelto tan misterioso como los excedentes petroleros. Hagamos un cálculo.
    Hay 226 grúas, de las cuales 165 están concesionadas para arrastrar autos mal estacionados, lo cual es a todas luces insuficiente para limpiar las calles (no podemos privatizar una gasolinera, pero sí un “servicio” policiaco de vialidad).
    Como remedio es parcial; como actitud abusiva, es total. Las grúas tienen, por otra parte, un equipo de disimulo ante el atropello (reglamentado o no es de todos modos un atropello): un policía con grabadora, una terminal de tarjetas de crédito para evitar sobornos y “mordidas” y en general toda una tecnología de la modernidad para algo tan simple como confiscar temporalmente un bien de propiedad privada sin mandato judicial de ninguna especie.
    Además, si el auto no está a nombre del infractor, entonces debe recorrer la vía crucis de ir a buscar los papeles del vehículo, cuyo arrastre no se podrá impedir ni siquiera con la presencia del dueño.
    Cada grúa cobra 530 pesos por automóvil: la multa, el arrastre y el derecho de piso en el depósito. No importa si se trata de un “piso” sostenido con los impuestos del ciudadano. La voracidad de la SSP no tiene límites. Si cada una de las 226 grúas hace veinte viajes de 530 pesos cada uno, las cuentas nos hablan de dos millones y poco de pesos cada día.
    Cualquier baba de loro.
    Por eso ahora el secretario Joel Ortega, cuya labor en otras áreas del trabajo policiaco ha sido notable y positiva, inventa (o es obligado a inventar) una forma de justificar las exacciones con pretexto de los autos estorbosos: poner un micrófono en las grúas (ya les había puesto una cámara) para escuchar cómo los ciudadanos insultan a los policías. Nunca lo contrario.
    Este sistema de retiro forzoso sirve para cualquier cosa. Para hacer “cochinitos” o para reunir el dinero necesario en tiempos futuros por si cambian los vientos políticos. Es útil ante cualquier afán, menos para agilizar la circulación. Si la gente detiene su auto donde puede es por varias razones, todas atribuibles a la omisión de la autoridad.
    Si no son capaces de proporcionar a la ciudad un servicio adecuado de estacionamientos, si no saben planificar el transporte y hacen necesario el “boom” del automóvil, no es mediante el abusivo “arrastre” de vehículos como se va a resolver la saturación de las calles “sobrepobladas” de automóviles. No hay ni dónde parar una triste bicicleta. Nada se soluciona, pero, ¡ah!, cómo fluye el dinero.
    — ¿Y quiénes son los concesionarios de los servicios de grúas? Luego se lo digo. O si quiere pregúntele a Joel Ortega y de paso sugiérale (para ir a la moda) si hacemos una consulta a ver si los ciudadanos quieren estas soluciones parciales, inútiles y abusivas.
    A poco nomás de petróleo vive el hombre…

    racarsa@hotmail.com





    http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=366548

    N'hombre, si son rebuenos estos amarillos, sólo sus chicharrones se pueden privatizar.
    La inteligencia no se mide por el IQ, sino por la capacidad que se tiene para entender a los demás.
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