El senador Creel |
21 Jun. 08
Ni leña del árbol caído ni una cuestión personal. Dicho eso, la salida de Santiago Creel de la coordinación de la bancada panista en el Senado merece un examen. Su defenestración ha provocado un alud de comentarios: fue un manotazo injustificado de Felipe Calderón, estamos como en los viejos tiempos del priismo, se trata de un acto autoritario. Paralelamente, Manlio Fabio Beltrones y varios senadores perredistas reconocen los méritos del senador. Lo ven como uno de los suyos. ¿Pero quién es Santiago Creel? ¿Cuáles son los servicios que le rindió al gobierno de Vicente Fox, al Partido Acción Nacional y, por supuesto, a la República misma?
Empecemos por el principio. Embarcó a Vicente Fox en una aventura absurda y estridente, por decirlo de manera suave. En enero del 2000 el EZLN languidecía en Los Altos de Chiapas. Su presencia en los medios de comunicación, nacionales e internacionales, era mínima. No sólo eso. Había perdido simpatía y fuerza entre las comunidades indígenas. Su fuerza militar, si es que alguna vez contó con ella, era prácticamente nula. Nadie hablaba de una guerra y no había ninguna clase de enfrentamientos. Sin embargo, "el gobierno del cambio" se propuso, ni más ni menos, que reanudar las negociaciones para firmar un acuerdo de paz con los zapatistas. Vinieron entonces las campañas por televisión, las caravanas a la Ciudad de México y los discursos en el Congreso. El show terminó grotescamente. Jamás se firmó nada ni se alcanzó acuerdo alguno. Pero el costo para el gobierno entrante fue muy alto: desperdició un tiempo precioso y consumió parte de su capital político.
La segunda aventura fue menos estridente. Santiago Creel, en su calidad de secretario de Gobernación, convocó a todas las fuerzas políticas para emprender La Reforma del Estado (así, con mayúsculas). No faltó un solo partido político. Eran ocho entonces y se contaban formaciones tan notables como el Partido de la Sociedad Nacionalista y el Partido Alianza Social. Se eligió como método de trabajo el consenso. Todos los acuerdos deberían ser discutidos y aprobados por todas las fuerzas políticas. ¡Faltaba más! En las democracias tradicionales y consolidadas se trabaja por el principio de mayoría o mayoría compuesta, pero eso era insuficiente para un proyecto tan ambicioso y generoso como el del secretario de Gobernación. Al cabo de meses y meses se anunció con bombo y platillo el Acuerdo Político para el Desarrollo Nacional que era un listado de buenas intenciones y que hoy, por obvias razones, nadie recuerda ni invoca. La aventura fue menos estridente, pero el fracaso fue estrepitoso.
Vinieron luego las veleidades presidenciales del secretario de Gobernación. A partir de ese momento, la preocupación central de Santiago Creel ya no fue la agenda del gobierno de Vicente Fox, sino cuidar su imagen. Ocurrieron entonces hechos notables. Mientras Gobernación guardaba prudencia y en muchas ocasiones silencio, el presidente de la República hacía frente personalmente a las críticas y las descalificaciones de la oposición. Pero no sólo eso. El principal proyecto de la nueva administración quedó en manos de la secretaría de Gobernación. La falta de oficio y de malicia política fue entonces inenarrable. Trescientos macheteros de Atenco lo echaron para abajo sin disparar un solo tiro ni dar un solo machetazo. Y a ello habría de sumarse, después, la fallida iniciativa de reforma fiscal que naufragó en la Cámara de Diputados. El secretario de Gobernación fue incapaz de amarrar un acuerdo con los diputados y los gobernadores priistas o, en todo caso, éstos los traicionaron en el último momento y lo exhibieron.
Hasta aquí se puede hablar de falta de oficio, malicia, ingenuidad y ambiciones prematuras. Lo más lamentable vendría en el último tramo del sexenio. Santiago Creel, con la venia de Fox, utilizó su función y los recursos de la Secretaría de Gobernación para fortalecer su precampaña. En esa estrategia otorgó una serie de concesiones a Televisa con la intención de obtener su apoyo. Su carrera a la Presidencia de la República parecía despejada. Sin embargo, se le atravesó en el camino Felipe Calderón. El cálculo de Creel fue erróneo por partida doble: sobrestimó el apoyo del presidente de la República y subestimó el efecto que tendría entre los militantes y simpatizantes del PAN, que fueron los que definieron la contienda interna, el hecho de aparecer como el "candidato oficial" del gobierno. El resto de la historia todos lo conocemos. Pero los desfiguros de Creel no terminaron allí. Al verse en desventaja denunció una serie de irregularidades y estuvo a punto de impugnar la elección interna de Acción Nacional.
Vayamos, ahora, a los servicios que Santiago Creel le ha prestado a la República. Entre las medallas que se puede colgar está el haber sido uno de los impulsores, junto con Ortiz Pinchetti, de los acuerdos de Barcelona, que tuvieron un efecto importante en la reforma electoral de 1996. Fue entonces cuando las contiendas electorales se normaron bajo principios verdaderamente equitativos. Amén de que se le confirió al IFE una completa autonomía. Todo eso, sin embargo, fue echado para abajo. En un contubernio sin precedente con el PRI y con el PRD, Santiago Creel encabezó la contrarreforma electoral del año pasado. La autonomía del IFE fue vulnerada, primero, con la decapitación de los consejeros y, segundo, con el nombramiento de un auditor que depende de los diputados. Se violentó, además, el principio de equidad al arrinconar a los partidos pequeños y confinarlos en un gueto. Y lo más importante, se elevó a rango constitucional la censura y la prohibición de que los ciudadanos se expresen en los medios electrónicos. Atentado contra la libertad de expresión que no ocurrió ni bajo el priato.
Éstos son los servicios que el senador Santiago Creel le ha rendido a la República. El retroceso no tiene precedente y no será fácil de reparar. Para hacerlo habrá que reformar la Constitución o esperar que la Suprema Corte de Justicia actúe con responsabilidad, cosa que está por verse. Las motivaciones del senador han sido tan obtusas, torpes, tontas y mezquinas que dan pena. Es incluso probable, muy probable, que ni siquiera esté consciente del daño que ha hecho.
Pero más allá de la percepción que él tenga de sí mismo, pasará a la historia como un personaje contradictorio, sin principios y con una ambición desmedida. El solo hecho de que hoy reciba el reconocimiento y la solidaridad de Manlio Fabio Beltrones y los perredistas lo debería mover a la reflexión.
Nota
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