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Lo que el News Divine descubrió
René Avilés Fabila
13-Jul-2008
Borramos de la memoria el grotesco asunto de las elecciones internas del Partido de la Revolución Democrática (PRD), un partido corrupto e incapaz de efectuar un proceso electoral propio. O alguien lo maneja desde las sombras o no requiere conducción: va al garete haciendo lo que el instinto de López Obrador dicta. La tragedia del News Divine contribuyó al olvido de las pugnas de sus mafias. Los medios dan información sobre el caso. Lo más reciente son las renuncias largamente esperadas de Joel Ortega y Rodolfo Félix. Ebrard, desencajado, trata de mantener su posición como sucesor de AMLO, dueño del DF y aspirante presidencial del PRD.
Hasta hoy, Marcelo Ebrard se ha protegido. Algunos periodistas lo salvan. Pero tratemos de ajustarnos a la realidad y, sobre todo, a la sinceridad. Uno de los fundadores del PRD solía repetir que la “verdad es revolucionaria”. Entonces, ¿por qué dicho partido jamás la utiliza? No es posible olvidar que Ebrard fue jefe de la policía y que, en consecuencia, podría considerársele experto en el tema, más todavía si pensamos que sólo ha trabajado en la conducción de la ciudad capital, desde los tiempos de Salinas hasta que llegó, por buena conducta izquierdista, al máximo cargo. Nada justifica el operativo del antro, ni siquiera la sospecha de que allí se expendían drogas. En el Bosque de Tlalpan, por ejemplo, las autoridades delegacionales llevan a cabo ruidosos festivales en los que se consumen bebidas alcohólicas y marihuana, como ha sido documentado largamente por organizaciones vecinales y diversos medios. A nadie se la ha ocurrido llevar a cabo un operativo en ese sitio, como el que hicieron en el News Divine, porque es propiedad del PRD. En otras palabras, Ebrard no cumplió con eficacia. Las protestas sociales, la prensa y el ombudsman capitalino, Emilio Álvarez Icaza, lo obligaron a cumplir, que es distinto. Sus preocupaciones no han sido esenciales para la ciudad, son frivolidades para ganar popularidad fácil.
Ebrard se justifica. Pretendía investigar los elementos que estaban a la vista de todos. Quería ganar tiempo, pensaba, muy a la mexicana, que el asunto sería olvidado con celeridad, como lo fue el linchamiento de policías en Tláhuac. Pero no. La salvajada comenzó a convertirse en un Waterloo. Los datos de corrupción, malestar, hartazgo, incapacidad, estupidez, violación de derechos humanos, se acumularon y pusieron en evidencia que el gobierno de la esperanza y la oficina del presidente legítimo son pura charlatanería y demagogia quintaesenciada. Las renuncias de Ortega y Félix no aparecieron sino hasta que Álvarez Icaza hizo un severo cuestionamiento a la administración de Ebrard. Hasta aquí llegaron las complicidades de Marcelo, quien ahora se ha visto obligado a aceptar el nombre del usurpador y le ha llamado Calderón. Para que no haya duda traiciona a los pejistas al hablar de la “muy estrecha cooperación con el gobierno federal”. Su consulta sobre el petróleo está en riesgo. ¿Quién puede creerle a un partido así?
Lo sucedido no es complicado de estudiar: en algún momento el PRD entraría en una grave descomposición, una crisis de identidad y aflorarían la corrupción y la ineptitud. El desplazamiento del ingeniero Cárdenas por López Obrador lo convirtió en una máquina electoral en todos los niveles. Ninguno pensaba en algo que no fuera la sucesión de cualquier cargo. El poder por el poder mismo. Sin ideología, sin principios éticos, se convirtió en una fábrica de empleos. En cada cargo el titular hace y deshace con tareas populacheras. Hoy, la ciudad es una ruina en más de un sentido. Con calles inundadas, repletas de baches y hoyos, con una creciente inseguridad, con los excesos del predial, una policía bestial e incapacidad política, no hay más que ofrecer a los capitalinos fuera de frases gastadas como “ciudad de la esperanza” y “primero los pobres”. De algo la sociedad está segura: las renuncias no bastan, nada arreglan. El gobierno debe cambiar a fondo.
Al parecer la táctica de Calderón es no dejarse ver y que sea el PRD de López Obrador y Ebrard quien cargue con el desprestigio y las dificultades bien atesoradas. Ahora el arrogante jefe de la capital, trata de escurrir el bulto y busca escapatorias burdas como expropiar el antro para convertirlo en sala de recreo sano para los jóvenes que antes golpeaban y perseguían. ¿Esta es la salida de un dirigente político de talla? Claro que no. Es una burla más de un funcionario mediocre que a lo sumo sabe combinar los trajes con las corbatas, no gobernar con eficacia, inteligencia y sencillez. Por ese cargo pasó su otrora jefe, Manuel Camacho, hoy tan encendido patriota, y tampoco supo conducir una ciudad compleja. Por ello Carlos Salinas optó por Colosio como sucesor, lo que hizo al grupo que ya asaltaba Los Pinos irse a una izquierda ilusoria.
A Ebrard lo vencieron las ambiciones desmedidas y la vanidad. Le queda rezar para que cesen las lluvias y no desborden el drenaje profundo. O irse a escribir sus memorias.
www.reneavilesfabila.com.mx
Nota
René Avilés Fabila
13-Jul-2008
Borramos de la memoria el grotesco asunto de las elecciones internas del Partido de la Revolución Democrática (PRD), un partido corrupto e incapaz de efectuar un proceso electoral propio. O alguien lo maneja desde las sombras o no requiere conducción: va al garete haciendo lo que el instinto de López Obrador dicta. La tragedia del News Divine contribuyó al olvido de las pugnas de sus mafias. Los medios dan información sobre el caso. Lo más reciente son las renuncias largamente esperadas de Joel Ortega y Rodolfo Félix. Ebrard, desencajado, trata de mantener su posición como sucesor de AMLO, dueño del DF y aspirante presidencial del PRD.
Hasta hoy, Marcelo Ebrard se ha protegido. Algunos periodistas lo salvan. Pero tratemos de ajustarnos a la realidad y, sobre todo, a la sinceridad. Uno de los fundadores del PRD solía repetir que la “verdad es revolucionaria”. Entonces, ¿por qué dicho partido jamás la utiliza? No es posible olvidar que Ebrard fue jefe de la policía y que, en consecuencia, podría considerársele experto en el tema, más todavía si pensamos que sólo ha trabajado en la conducción de la ciudad capital, desde los tiempos de Salinas hasta que llegó, por buena conducta izquierdista, al máximo cargo. Nada justifica el operativo del antro, ni siquiera la sospecha de que allí se expendían drogas. En el Bosque de Tlalpan, por ejemplo, las autoridades delegacionales llevan a cabo ruidosos festivales en los que se consumen bebidas alcohólicas y marihuana, como ha sido documentado largamente por organizaciones vecinales y diversos medios. A nadie se la ha ocurrido llevar a cabo un operativo en ese sitio, como el que hicieron en el News Divine, porque es propiedad del PRD. En otras palabras, Ebrard no cumplió con eficacia. Las protestas sociales, la prensa y el ombudsman capitalino, Emilio Álvarez Icaza, lo obligaron a cumplir, que es distinto. Sus preocupaciones no han sido esenciales para la ciudad, son frivolidades para ganar popularidad fácil.
Ebrard se justifica. Pretendía investigar los elementos que estaban a la vista de todos. Quería ganar tiempo, pensaba, muy a la mexicana, que el asunto sería olvidado con celeridad, como lo fue el linchamiento de policías en Tláhuac. Pero no. La salvajada comenzó a convertirse en un Waterloo. Los datos de corrupción, malestar, hartazgo, incapacidad, estupidez, violación de derechos humanos, se acumularon y pusieron en evidencia que el gobierno de la esperanza y la oficina del presidente legítimo son pura charlatanería y demagogia quintaesenciada. Las renuncias de Ortega y Félix no aparecieron sino hasta que Álvarez Icaza hizo un severo cuestionamiento a la administración de Ebrard. Hasta aquí llegaron las complicidades de Marcelo, quien ahora se ha visto obligado a aceptar el nombre del usurpador y le ha llamado Calderón. Para que no haya duda traiciona a los pejistas al hablar de la “muy estrecha cooperación con el gobierno federal”. Su consulta sobre el petróleo está en riesgo. ¿Quién puede creerle a un partido así?
Lo sucedido no es complicado de estudiar: en algún momento el PRD entraría en una grave descomposición, una crisis de identidad y aflorarían la corrupción y la ineptitud. El desplazamiento del ingeniero Cárdenas por López Obrador lo convirtió en una máquina electoral en todos los niveles. Ninguno pensaba en algo que no fuera la sucesión de cualquier cargo. El poder por el poder mismo. Sin ideología, sin principios éticos, se convirtió en una fábrica de empleos. En cada cargo el titular hace y deshace con tareas populacheras. Hoy, la ciudad es una ruina en más de un sentido. Con calles inundadas, repletas de baches y hoyos, con una creciente inseguridad, con los excesos del predial, una policía bestial e incapacidad política, no hay más que ofrecer a los capitalinos fuera de frases gastadas como “ciudad de la esperanza” y “primero los pobres”. De algo la sociedad está segura: las renuncias no bastan, nada arreglan. El gobierno debe cambiar a fondo.
Al parecer la táctica de Calderón es no dejarse ver y que sea el PRD de López Obrador y Ebrard quien cargue con el desprestigio y las dificultades bien atesoradas. Ahora el arrogante jefe de la capital, trata de escurrir el bulto y busca escapatorias burdas como expropiar el antro para convertirlo en sala de recreo sano para los jóvenes que antes golpeaban y perseguían. ¿Esta es la salida de un dirigente político de talla? Claro que no. Es una burla más de un funcionario mediocre que a lo sumo sabe combinar los trajes con las corbatas, no gobernar con eficacia, inteligencia y sencillez. Por ese cargo pasó su otrora jefe, Manuel Camacho, hoy tan encendido patriota, y tampoco supo conducir una ciudad compleja. Por ello Carlos Salinas optó por Colosio como sucesor, lo que hizo al grupo que ya asaltaba Los Pinos irse a una izquierda ilusoria.
A Ebrard lo vencieron las ambiciones desmedidas y la vanidad. Le queda rezar para que cesen las lluvias y no desborden el drenaje profundo. O irse a escribir sus memorias.
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