Espectáculo vergonzoso que niega democracia y política
La crisis de hoy viene de lejos, y explica el fracaso en 2006
Los perredistas que desde 2006 clausuraron la elección presidencial, el IFE, el corredor Reforma-Zócalo, el Congreso, toda posibilidad de diálogo con el gobierno de Calderón, y la eventualidad de que el derrotado se convirtiera en el más grande líder opositor mexicano, son los mismos que el pasado sábado clausuraron el PRD.
¿Qué significa que los mismos que gritaron al mundo “¡fraude!” en 2006, que por esa razón clausuraron todas las instituciones del Estado, hoy clausuren su propio partido, luego de que son parte del monumental fraude para renovar la dirigencia?
Triste y vergonzoso el espectáculo del lumpen amarillo —con Noroña y Padierna a la cabeza—, y que confirma la razón del fracaso del más importante proyecto político electoral de la llamada izquierda mexicana; una derrota más allá de la crisis que hoy vive el PRD, que se enquistó desde antes de la derrota de 2006, y que en el fondo explica la derrota de eso que los vencidos quisieron ver y vender como fraude.
Todos están de acuerdo en que el PRD vive su peor crisis; de identidad, ideológica, de extravío programático y de liderazgos. Lo que no todos quieren ver es que el divorcio, la fractura, la división no se gestó hoy cuando se pelea por el control del partido, tampoco cuando los perredistas se creyeron el sueño y el cuento de invencibles, sino cuando tiraron a la basura todo su capital histórico, toda su doctrina y todos sus principios, con tal de llegar al poder.
El espectáculo vergonzoso, que niega la política y la democracia que pregona el PRD —parte de su ideario y doctrina—, de clausurar un partido por los mismos dirigentes que se niegan al juego democrático básico de saber ganar y saber perder, muestra con toda claridad quiénes son los amarillos, de qué están hechos, hasta dónde son capaces de llegar y, más importante, confirma que no estaban muy alejados quienes advertían sobre el “peligro para México”.
Nadie se salva; ni Los Chuchos, Los Amalios, los Gómez, los Bejarano, los Encinas, Noroña o Padierna. Lo que está claro es que uno de los dos grandes bandos, el de Los Chuchos, tiene el control del partido, del Consejo Nacional, de los delegados a la Asamblea, y de no pocos centros reales de poder, como el Congreso. ¿Por qué es importante esa aclaración? Como la democracia ciudadana, la democracia partidista se sustenta en mayorías. Y Los Chuchos la tienen en el PRD. Ese es el gran problema: cultura democrática. O incultura democrática. Los que hoy clausuran al PRD lo han clausurado todo en ese partido desde 2003.
Baste recordar que desde ese 2003, con todo el peso del Gobierno del DF, de la popularidad y de aliados nada democráticos —como los que hoy clausuraron al partido—, López Obrador asaltó al PRD. Con las peores artes de la política —engaño, intriga, chantaje y amenaza—, cometió parricidio político contra Cárdenas, eliminó a Rosario Robles, e impuso al “pelele” de Leonel Cota como dirigente del PRD. No se quedó allí. Metió al partido a lo peor del PRI, porque la prioridad era el poder.
Más aún, eran un estorbo la doctrina, los principios, la ética, la congruencia, los valores, la autocrítica... todo fue sustituido por la antidemocracia, el culto a la personalidad, la adulación, el sometimiento de las ideas y las palabras al culto al infalible, imbatible y enfermo de soberbia que antes del 2 de julio ya había repartido el gabinete; culto al mesías del edén tropical. Ay de aquel que dijera no, porque era hombre muerto.
Todo eso, ese verdadero Frankenstein crearon y estimularon los amarillos desde 2003. Y en las elecciones de 2006 fueron víctimas de su propia creación. Los derrotó no el supuesto fraude, sino el adefesio que habían creado, que llegó al 2 de julio de 2006 empalagado con un poder que aún no tenía, y despertó el 3 de julio convertido en una montaña de resentimientos y odios aplastó al PRD por partida doble: la desmedida ambición de un mesías, y por la energía del resentimiento y odio ante la derrota.
La clausura del pasado sábado, en el fondo, no es más que un paso más de ese fracaso cultural, político e ideológico de una izquierda que da tumbos y que, les guste o no, muy pronto caminará por senderos distintos. Pero primero tendrán que pasar muchas semanas, meses o años de diván, para que digieran y acepten los errores. Por lo pronto hoy, y hasta febrero de 2010, mandan Los Chuchos.
EN EL CAMINO
Por cierto, el puerto de llegada para el mesías tiene las siglas PT. Al tiempo.
PRD: “clausurado”… desde 2003
La crisis de hoy viene de lejos, y explica el fracaso en 2006
Los perredistas que desde 2006 clausuraron la elección presidencial, el IFE, el corredor Reforma-Zócalo, el Congreso, toda posibilidad de diálogo con el gobierno de Calderón, y la eventualidad de que el derrotado se convirtiera en el más grande líder opositor mexicano, son los mismos que el pasado sábado clausuraron el PRD.
¿Qué significa que los mismos que gritaron al mundo “¡fraude!” en 2006, que por esa razón clausuraron todas las instituciones del Estado, hoy clausuren su propio partido, luego de que son parte del monumental fraude para renovar la dirigencia?
Triste y vergonzoso el espectáculo del lumpen amarillo —con Noroña y Padierna a la cabeza—, y que confirma la razón del fracaso del más importante proyecto político electoral de la llamada izquierda mexicana; una derrota más allá de la crisis que hoy vive el PRD, que se enquistó desde antes de la derrota de 2006, y que en el fondo explica la derrota de eso que los vencidos quisieron ver y vender como fraude.
Todos están de acuerdo en que el PRD vive su peor crisis; de identidad, ideológica, de extravío programático y de liderazgos. Lo que no todos quieren ver es que el divorcio, la fractura, la división no se gestó hoy cuando se pelea por el control del partido, tampoco cuando los perredistas se creyeron el sueño y el cuento de invencibles, sino cuando tiraron a la basura todo su capital histórico, toda su doctrina y todos sus principios, con tal de llegar al poder.
El espectáculo vergonzoso, que niega la política y la democracia que pregona el PRD —parte de su ideario y doctrina—, de clausurar un partido por los mismos dirigentes que se niegan al juego democrático básico de saber ganar y saber perder, muestra con toda claridad quiénes son los amarillos, de qué están hechos, hasta dónde son capaces de llegar y, más importante, confirma que no estaban muy alejados quienes advertían sobre el “peligro para México”.
Nadie se salva; ni Los Chuchos, Los Amalios, los Gómez, los Bejarano, los Encinas, Noroña o Padierna. Lo que está claro es que uno de los dos grandes bandos, el de Los Chuchos, tiene el control del partido, del Consejo Nacional, de los delegados a la Asamblea, y de no pocos centros reales de poder, como el Congreso. ¿Por qué es importante esa aclaración? Como la democracia ciudadana, la democracia partidista se sustenta en mayorías. Y Los Chuchos la tienen en el PRD. Ese es el gran problema: cultura democrática. O incultura democrática. Los que hoy clausuran al PRD lo han clausurado todo en ese partido desde 2003.
Baste recordar que desde ese 2003, con todo el peso del Gobierno del DF, de la popularidad y de aliados nada democráticos —como los que hoy clausuraron al partido—, López Obrador asaltó al PRD. Con las peores artes de la política —engaño, intriga, chantaje y amenaza—, cometió parricidio político contra Cárdenas, eliminó a Rosario Robles, e impuso al “pelele” de Leonel Cota como dirigente del PRD. No se quedó allí. Metió al partido a lo peor del PRI, porque la prioridad era el poder.
Más aún, eran un estorbo la doctrina, los principios, la ética, la congruencia, los valores, la autocrítica... todo fue sustituido por la antidemocracia, el culto a la personalidad, la adulación, el sometimiento de las ideas y las palabras al culto al infalible, imbatible y enfermo de soberbia que antes del 2 de julio ya había repartido el gabinete; culto al mesías del edén tropical. Ay de aquel que dijera no, porque era hombre muerto.
Todo eso, ese verdadero Frankenstein crearon y estimularon los amarillos desde 2003. Y en las elecciones de 2006 fueron víctimas de su propia creación. Los derrotó no el supuesto fraude, sino el adefesio que habían creado, que llegó al 2 de julio de 2006 empalagado con un poder que aún no tenía, y despertó el 3 de julio convertido en una montaña de resentimientos y odios aplastó al PRD por partida doble: la desmedida ambición de un mesías, y por la energía del resentimiento y odio ante la derrota.
La clausura del pasado sábado, en el fondo, no es más que un paso más de ese fracaso cultural, político e ideológico de una izquierda que da tumbos y que, les guste o no, muy pronto caminará por senderos distintos. Pero primero tendrán que pasar muchas semanas, meses o años de diván, para que digieran y acepten los errores. Por lo pronto hoy, y hasta febrero de 2010, mandan Los Chuchos.
EN EL CAMINO
Por cierto, el puerto de llegada para el mesías tiene las siglas PT. Al tiempo.
PRD: “clausurado”… desde 2003
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