Anuncio

Collapse
No announcement yet.

“Toneladas de azufre a cambio de la libertad…”

Collapse
X
 
  • Filter
  • Hora
  • Show
Clear All
new posts

  • “Toneladas de azufre a cambio de la libertad…”

    El investigador afirma, que en Chile vivió un año prácticamente escondido del Ejército.


    A pesar de ser de origen chileno, Jorge Cereceda Barrera
    afirma sentirse “un mexicano más… un jalisquillo”. E. PACHECO



    Jorge Cerceda Barrera, investigador jubilado de la Universidad de Guadalajara, vivió en 1973 el golpe de Estado en Chile, que derrocó al entonces Presidente, Salvador Allende

    GUADALAJARA, JALISCO.- Se encontraba justo arriba de la barda que separaba su libertad, o en el peor de los casos, su vida, de la embajada cuya nacionalidad desconocía. Los alrededores estaban sitiados por el Ejército. Lo acompañaba “un militar desertor”, que en caso de ser atrapado, sería condenado al fusilamiento sin apelación.

    “Estaba nervioso, y sudaba aunque el frío rozaba contra mi rostro”. Un mes atrás, un sacerdote del Comité Mundial de Iglesias, le dijo que ahí lo asilarían tras haber intentado fallidamente, ingresar a las representaciones en su país, de Alemania Oriental, Italia, y Canadá, “de donde me sacaron a patadas”.

    El sacerdote le indicó que en punto de las seis de la mañana, aquella embajada sin bandera que él desconocía, le abriría las puertas. Su compañero, “el militar desertor”, había podido ingresar. “La barda era alta, con respecto al piso que era parte de la embajada”; entonces colgó de la estructura para amortiguar el impacto. Cayó y al voltear, un hombre le dio la bienvenida. “Nos hicimos grandes amigos, años después supe que se trataba de un asesor de Raúl Padilla (ex rector de la Universidad de Guadalajara)”.

    Aquel edificio que asiló a Jorge Cereceda Barrera, y 140 refugiados más por un mes, resultó ser la embajada de México en Chile, convertida en la agregaduría comercial en ese país tomado por las fuerzas militares que meses atrás, el 11 de septiembre de 1973, traicionaron al entonces presidente de Chile Salvador Allende, en uno de los golpes de Estado más emblemáticos de América Latina.

    El destino trajo a Jorge Cereceda a México, y posteriormente a Guadalajara. Desde lo que fue su cubículo antes de que la UdeG lo jubilara, como profesor, e investigador del Centro Universitario de Ciencia Sociales y Humanidades (CUCSH), se observa la parte posterior del auditorio que lleva por nombre, Salvador Allende.
    — ¿Cómo fue su vida en Santiago de Chile?
    — Mi vida fue tranquila, éramos una familia de clase media, muy común en la vida de Santiago. Desde chico siempre tuve fascinación por la política, y contacto con ella, aunque en un inicio indirectamente.
    — Recuerdo que frente a La Moneda, que es la casa de donde despacha el Presidente, había un estacionamiento y bajo éste una refaccionaria, yo trabajé allí. Después me hice economista por la Universidad de Chile y formé parte del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que apoyó al Gobierno de Allende.
    — ¿Cómo vivió el golpe desde el activismo?
    — Escondido. Duré alrededor de un año escondiéndome del Ejército. A mi esposa, que era maestra, la encarcelaron, y mis hijos salieron del país. Yo trabajaba para el Gobierno de Allende, administrando una fábrica de 600 obreros que había sido nacionalizada. También formábamos parte del MIR, y presentíamos que habría un golpe. Lo supimos porque la hermana de un compañero trabajaba en el Ministerio de Defensa como telefonista, y un día, le pidieron que llevara ropa como para un mes; iba a estar encuartelada y esa era una mala señal.
    Después del golpe, nos buscaron a todos. Yo alcancé a huir, y dirigirme al Sur de Chile. Duré mese vagando buscando una embajada para refugiarme, hasta que me lo permite la representación de México, que había roto relaciones.
    — El asesor de Raúl Padilla al que se refiere que estaba en la embajada, ¿quién es?
    — Jaime Sau, él estaba con Raúl Padilla, y en una de tantas refriegas de estudiantiles, recibió un balazo en el cuello, que le quitó temporalmente el habla.
    — ¿Cuándo sale de ese lugar?
    — Resulta que entre los 140 asilados en la embajada de México, se encontraba el ministro de finanzas de Allende, un gran economista: Pedro Vuskovic Bravo, quien salió gracias a una negociación que emprendió el Presidente de México, Luis Echeverría, a través de López Portillo.
    Un mes después de mi ingreso, salió Pedro Vuskovic, y en la segunda tanda salí de Chile. López Portillo había negociado con los militares para sacarnos, ofreciéndoles varias toneladas de azufre por una centena de hombres. A mí me toco personalmente agradecerle a López Portillo.
    — ¿Cómo lo recibió México?
    — Yo estaba muy emocionado, jamás conocí una ciudad tan grande. Había ido a Nueva York, París, pero nunca a un lugar tan grande en Latinoamérica como la Ciudad de México.
    Se decía, durante los tiempos del PRI, que los chilenos asilados le quitaríamos trabajo a los mexicanos, pero en realidad no fuimos más de mil los que llegamos a este lugar. Yo, particularmente, en marzo de 1974.
    — ¿Y al llegar se instaló en la Universidad de Guadalajara?
    — No. Me dediqué a los negocios –sonríe—.
    Sucede que nos hospedaron en el hotel Versalles, allí estuvimos como un mes, y después nos pasaron a unos departamentos de la Seguridad Social Mexicana que aún no estaban asignados.
    Fue aquí cuando me hice amigo de Pedro Vuskovic, quien me mandó con el esposo de una hermana de Carlos Fuentes; ella estaba casada con un francés que era dueño de una textil y necesitaba un gerente. La fábrica hacía los asientos de los aviones de Aeroméxico y Mexicana, pero el tipo se murió un año después de mi ingreso y cerraron la fábrica. Después llegó mi familia, mi esposa y mi hija.
    — ¿Y cómo se vuelve académico?
    — Bueno, yo soy de profesión economista, y me fui al Colegio de México en donde hice un trabajo de investigación sobre las ciudades industriales del país; y me vinculé con un sindicato relacionado con las autoridades de la Universidad de Guadalajara. Fue cuando me presentaron al rector, y él me asigno como maestro de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras.
    — ¿Qué rector era?
    — Jorge Enrique Zambrano Villa
    — Paradójicamente, es refugiado en un periodo en que este país, vivió una tempestad política llamada “guerra sucia”. ¿Está agradecido con México?
    — Yo me siento mexicano, y jalisciense. Mis biznietos han nacido aquí, y este país me salvó la vida. Ese hombre de la embajada, Sau, si no fuese por él, yo estaría probablemente muerto.
    — ¿Ha regresado a Chile?
    — Una sola vez volví a Chile, en 1992. Entonces vi a mi vieja familia, todos ancianos o muertos. Fue muy difícil porque al regresar, yo era como extranjero, me encontraban mi acento mexicano, y no me decían chileno. Y aquí en México, dicen que soy chileno, pero yo me siento mexicano, y como dicen, jalisquillo.
    El 2 de octubre de 2006, la Universidad de Guadalajara instauró el premio al mérito académico que lleva por nombre Cereceda Barrera.
    El maestro Cereceda, concluyó sus actividades laborales en el Departamento de Estudios de Iberoamérica y Latinoamericanos (Deila), del CUCSH, y posee publicaciones de estudios abocados al entendimiento de los países en vías de desarrollo. Conserva en la mirada, 76 años de edad.

    Textos: Javier Espinosa

    Jorge Cereceda Barrera, investigador jubilado de la Universidad de Guadalajara, vivió en 1973 uno de los enfrentamientos militares más emblemáticos de América Latina: el golpe de Estado que derrocó al entonces Presidente de Chile, Salvador Allende

  • #2
    Re: “Toneladas de azufre a cambio de la libertad…”

    Originalmente publicado por Flit Ver post
    El investigador afirma, que en Chile vivió un año prácticamente escondido del Ejército.


    A pesar de ser de origen chileno, Jorge Cereceda Barrera
    afirma sentirse “un mexicano más… un jalisquillo”. E. PACHECO


    Jorge Cerceda Barrera, investigador jubilado de la Universidad de Guadalajara, vivió en 1973 el golpe de Estado en Chile, que derrocó al entonces Presidente, Salvador Allende

    GUADALAJARA, JALISCO.- Se encontraba justo arriba de la barda que separaba su libertad, o en el peor de los casos, su vida, de la embajada cuya nacionalidad desconocía. Los alrededores estaban sitiados por el Ejército. Lo acompañaba “un militar desertor”, que en caso de ser atrapado, sería condenado al fusilamiento sin apelación.

    “Estaba nervioso, y sudaba aunque el frío rozaba contra mi rostro”. Un mes atrás, un sacerdote del Comité Mundial de Iglesias, le dijo que ahí lo asilarían tras haber intentado fallidamente, ingresar a las representaciones en su país, de Alemania Oriental, Italia, y Canadá, “de donde me sacaron a patadas”.

    El sacerdote le indicó que en punto de las seis de la mañana, aquella embajada sin bandera que él desconocía, le abriría las puertas. Su compañero, “el militar desertor”, había podido ingresar. “La barda era alta, con respecto al piso que era parte de la embajada”; entonces colgó de la estructura para amortiguar el impacto. Cayó y al voltear, un hombre le dio la bienvenida. “Nos hicimos grandes amigos, años después supe que se trataba de un asesor de Raúl Padilla (ex rector de la Universidad de Guadalajara)”.

    Aquel edificio que asiló a Jorge Cereceda Barrera, y 140 refugiados más por un mes, resultó ser la embajada de México en Chile, convertida en la agregaduría comercial en ese país tomado por las fuerzas militares que meses atrás, el 11 de septiembre de 1973, traicionaron al entonces presidente de Chile Salvador Allende, en uno de los golpes de Estado más emblemáticos de América Latina.

    El destino trajo a Jorge Cereceda a México, y posteriormente a Guadalajara. Desde lo que fue su cubículo antes de que la UdeG lo jubilara, como profesor, e investigador del Centro Universitario de Ciencia Sociales y Humanidades (CUCSH), se observa la parte posterior del auditorio que lleva por nombre, Salvador Allende.
    — ¿Cómo fue su vida en Santiago de Chile?
    — Mi vida fue tranquila, éramos una familia de clase media, muy común en la vida de Santiago. Desde chico siempre tuve fascinación por la política, y contacto con ella, aunque en un inicio indirectamente.
    — Recuerdo que frente a La Moneda, que es la casa de donde despacha el Presidente, había un estacionamiento y bajo éste una refaccionaria, yo trabajé allí. Después me hice economista por la Universidad de Chile y formé parte del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que apoyó al Gobierno de Allende.
    — ¿Cómo vivió el golpe desde el activismo?
    — Escondido. Duré alrededor de un año escondiéndome del Ejército. A mi esposa, que era maestra, la encarcelaron, y mis hijos salieron del país. Yo trabajaba para el Gobierno de Allende, administrando una fábrica de 600 obreros que había sido nacionalizada. También formábamos parte del MIR, y presentíamos que habría un golpe. Lo supimos porque la hermana de un compañero trabajaba en el Ministerio de Defensa como telefonista, y un día, le pidieron que llevara ropa como para un mes; iba a estar encuartelada y esa era una mala señal.
    Después del golpe, nos buscaron a todos. Yo alcancé a huir, y dirigirme al Sur de Chile. Duré mese vagando buscando una embajada para refugiarme, hasta que me lo permite la representación de México, que había roto relaciones.
    — El asesor de Raúl Padilla al que se refiere que estaba en la embajada, ¿quién es?
    — Jaime Sau, él estaba con Raúl Padilla, y en una de tantas refriegas de estudiantiles, recibió un balazo en el cuello, que le quitó temporalmente el habla.
    — ¿Cuándo sale de ese lugar?
    — Resulta que entre los 140 asilados en la embajada de México, se encontraba el ministro de finanzas de Allende, un gran economista: Pedro Vuskovic Bravo, quien salió gracias a una negociación que emprendió el Presidente de México, Luis Echeverría, a través de López Portillo.
    Un mes después de mi ingreso, salió Pedro Vuskovic, y en la segunda tanda salí de Chile. López Portillo había negociado con los militares para sacarnos, ofreciéndoles varias toneladas de azufre por una centena de hombres. A mí me toco personalmente agradecerle a López Portillo.
    — ¿Cómo lo recibió México?
    — Yo estaba muy emocionado, jamás conocí una ciudad tan grande. Había ido a Nueva York, París, pero nunca a un lugar tan grande en Latinoamérica como la Ciudad de México.
    Se decía, durante los tiempos del PRI, que los chilenos asilados le quitaríamos trabajo a los mexicanos, pero en realidad no fuimos más de mil los que llegamos a este lugar. Yo, particularmente, en marzo de 1974.
    — ¿Y al llegar se instaló en la Universidad de Guadalajara?
    — No. Me dediqué a los negocios –sonríe—.
    Sucede que nos hospedaron en el hotel Versalles, allí estuvimos como un mes, y después nos pasaron a unos departamentos de la Seguridad Social Mexicana que aún no estaban asignados.
    Fue aquí cuando me hice amigo de Pedro Vuskovic, quien me mandó con el esposo de una hermana de Carlos Fuentes; ella estaba casada con un francés que era dueño de una textil y necesitaba un gerente. La fábrica hacía los asientos de los aviones de Aeroméxico y Mexicana, pero el tipo se murió un año después de mi ingreso y cerraron la fábrica. Después llegó mi familia, mi esposa y mi hija.
    — ¿Y cómo se vuelve académico?
    — Bueno, yo soy de profesión economista, y me fui al Colegio de México en donde hice un trabajo de investigación sobre las ciudades industriales del país; y me vinculé con un sindicato relacionado con las autoridades de la Universidad de Guadalajara. Fue cuando me presentaron al rector, y él me asigno como maestro de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras.
    — ¿Qué rector era?
    — Jorge Enrique Zambrano Villa
    — Paradójicamente, es refugiado en un periodo en que este país, vivió una tempestad política llamada “guerra sucia”. ¿Está agradecido con México?
    — Yo me siento mexicano, y jalisciense. Mis biznietos han nacido aquí, y este país me salvó la vida. Ese hombre de la embajada, Sau, si no fuese por él, yo estaría probablemente muerto.
    — ¿Ha regresado a Chile?
    — Una sola vez volví a Chile, en 1992. Entonces vi a mi vieja familia, todos ancianos o muertos. Fue muy difícil porque al regresar, yo era como extranjero, me encontraban mi acento mexicano, y no me decían chileno. Y aquí en México, dicen que soy chileno, pero yo me siento mexicano, y como dicen, jalisquillo.
    El 2 de octubre de 2006, la Universidad de Guadalajara instauró el premio al mérito académico que lleva por nombre Cereceda Barrera.
    El maestro Cereceda, concluyó sus actividades laborales en el Departamento de Estudios de Iberoamérica y Latinoamericanos (Deila), del CUCSH, y posee publicaciones de estudios abocados al entendimiento de los países en vías de desarrollo. Conserva en la mirada, 76 años de edad.

    Textos: Javier Espinosa

    Jorge Cereceda Barrera, investigador jubilado de la Universidad de Guadalajara, vivió en 1973 uno de los enfrentamientos militares más emblemáticos de América Latina: el golpe de Estado que derrocó al entonces Presidente de Chile, Salvador Allende
    FLIT SIMPLEMENTE DESPUES DE LEERLO CON CALMA
    me estremeci. que vidas no ?




    saludos y gracias POR iniciar estos temas en FOROS MEXICO .
    agosto 2011: Aprueban ciudadanos a Calderón mejoría en economía, avances combate al narco.

    Comment


    • #3
      Re: “Toneladas de azufre a cambio de la libertad…”

      ..Poca libertad,mucho ORDEN,y a lo mejor,mucho progreso!!!

      Comment

      Working...
      X