Varias veces he expresado aquí que la lógica del movimiento de Andrés Manuel López Obrador no es democrática, sino insurreccional. Sigo pensando que si en el 2006 no llegó más lejos fue porque su gente lo abandonó en el camino y el movimiento, la insurrección, se desfondó.
De ahí mi extrañeza por los hechos de las últimas horas. ¿En verdad creyó que esa farsa de votación entre sus cuates (a un ritmo de cinco votos por segundo) el miércoles en la noche sería tomada en serio por alguien más que ellos? ¿Calculó que tenía la potencia para meterle un cartucho de dinamita a la para entonces palomeada reforma de Pemex? ¿Pensó que el PRD tiraría meses de zurcido fino y lo acompañaría en la locura? ¿O simplemente quiso jugar para su grada, para divertirlos y divertirse?
Me quedo con la duda. ¿Asistimos a una jugada maestra de mediano y largo plazo de un brillante estratega, o las protestas de ayer afuera del Senado y El Caballito son estampas de un personaje que, en el mejor de los casos, cabecea entre el esplendor y la senilidad, la genialidad y el pastelazo?
¿López Obrador es un paciente Lenin, o va en camino de convertirse en el actor de una olvidable opereta? ¿Lo que tuvimos ayer fue resistencia o patraña?
El luchador social de Tabasco, el exitoso presidente del PRD, el controvertido jefe de Gobierno del DF, el alguna vez político amado por ochenta y tantos por ciento de los mexicanos merece cualquier final, menos el de un veterano de burlesque al que ya nadie quiere contratar.
Pero cuando no se quiere escuchar una voz disonante, cuando uno se asume muy superior a la media, o cuando se cree que las batallas se ganan de antemano, el desenlace suele ser el frentazo. O el ridículo.
gomezleyva@milenio.com
De ahí mi extrañeza por los hechos de las últimas horas. ¿En verdad creyó que esa farsa de votación entre sus cuates (a un ritmo de cinco votos por segundo) el miércoles en la noche sería tomada en serio por alguien más que ellos? ¿Calculó que tenía la potencia para meterle un cartucho de dinamita a la para entonces palomeada reforma de Pemex? ¿Pensó que el PRD tiraría meses de zurcido fino y lo acompañaría en la locura? ¿O simplemente quiso jugar para su grada, para divertirlos y divertirse?
Me quedo con la duda. ¿Asistimos a una jugada maestra de mediano y largo plazo de un brillante estratega, o las protestas de ayer afuera del Senado y El Caballito son estampas de un personaje que, en el mejor de los casos, cabecea entre el esplendor y la senilidad, la genialidad y el pastelazo?
¿López Obrador es un paciente Lenin, o va en camino de convertirse en el actor de una olvidable opereta? ¿Lo que tuvimos ayer fue resistencia o patraña?
El luchador social de Tabasco, el exitoso presidente del PRD, el controvertido jefe de Gobierno del DF, el alguna vez político amado por ochenta y tantos por ciento de los mexicanos merece cualquier final, menos el de un veterano de burlesque al que ya nadie quiere contratar.
Pero cuando no se quiere escuchar una voz disonante, cuando uno se asume muy superior a la media, o cuando se cree que las batallas se ganan de antemano, el desenlace suele ser el frentazo. O el ridículo.
gomezleyva@milenio.com
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