Encontre un artículo interesante de Fernando Orrantia en Noroeste que se titula:
"El pecado de los aviones privados"
http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?tipo=1&id=17079
En resumen dice:
O P I N I Ó N
F E R N A N D O A . O R R A N T I A
El pecado de los aviones privados
La paradoja de los presumidos políticos mexicanos es evidente: el afán de viajar con el lujo oriental y la ostentación y el gasto que demuestra el avión jet privado, combinado con el cada año mayor uso de aviones privados en los cielos mexicanos, producirá un número también mayor de accidentes
Uno de los pecados más comunes de los políticos mexicanos es la soberbia, cuya expresión más evidente es la debilidad por el uso de los aviones privados cuyo costo, por supuesto, pagamos los contribuyentes. Cientos de millones de dólares cruzan los cielos de México, invertidos por el gobierno federal en la compra o arrendamiento de avioncitos jet, porque en cuanto alcanza cierto nivel o jerarquía, el político mexicano busca cumplir su más caro anhelo, después del cargo obtenido: tener a su disposición un avión jet privado, no importa que nuevos cuesten entre treinta y cuarenta millones de dólares y en el peor de los casos, lograr que su dependencia de gobierno compre uno usado, pero con poco uso, para tener el extremo placer sensual de volar a la hora que se desee, con la compañía que se elija y por supuesto, que el vuelo sea acompañado por la bebida favorita "del señor" y reclinado en un asiento amplio y mullido de piel.
...
Obviamente, la crítica por el uso de aviones privados deriva del dispendio injustificable que representa tanto la inversión en la compra del avión como en el muy alto costo mensual del mantenimiento del juguetito, que requiere de dos pilotos con certificación para volar aviones jet, cuando menos un mecánico especializado y además, el gasto del lugar donde se guarda el avión cuando no se usa, lo que en la jerga del ramo se denomina "hangar", cuya renta no es barata, todo ello sin contar el costo del combustible que se gasta en el viaje de una, dos o seis personas solamente, en un avión que consume mucho combustible, porque alcanza velocidades de crucero de 800 kilómetros por hora.
Lamentablemente, todos los gobernadores y secretarios del Ejecutivo Federal quieren tener su propio avión, para demostrar su capacidad de pago y también la importancia que equivocadamente le atribuyen los políticos mexicanos a la posibilidad de desplazarse en un avión jet privado con capacidad para seis u ocho pasajeros, pero cuyo peligro ha quedado evidenciado de sobra con el último accidente ocurrido en el Distrito Federal, en el cual murió el Secretario de Gobernación, víctima de su propia soberbia, que aunque común entre los políticos mexicanos, no deja de ser eso: presunción, ostentación, alarde de exclusividad, exceso de autoestima.
La respuesta que los políticos mexicanos ofrecen como inútil justificación ante las críticas por el uso injustificable de los aviones privados, es que deben viajar con frecuencia y a horas que no siempre coinciden con los horarios de los vuelos comerciales y además, por eso mismo es que en Estados Unidos es común el uso de esos muy caros juguetes entre los empresarios y también entre los políticos de alto nivel.
Pero nuestros políticos olvidan que no es posible establecer comparación entre el país más rico del mundo -a pesar de la crisis actual- y el país pobre, endeudado y subdesarrollado que es el nuestro, con un triste y lamentable cincuenta por ciento de pobres en su población general que impide el dispendio en cosas superfluas, como lo es volar en aviones privados, sean jet o no. No todos somos iguales, decía el entonces gobernador Alfonso Genaro Calderón Velarde, pero ninguna diferencia -digo yo y millones de mexicanos- puede justificar el gasto enorme de comprar y mantener un avión jet privado como los que usan nuestros políticos.
Por lo que respecta a los empresarios estadounidenses, conviene recordar a nuestros políticos que gustan de comparaciones imposibles, que los requisitos de deducción fiscal de los viajes en aviones privados son muchos y difíciles de satisfacer en ese país y en todo caso, es el dinero privado de una empresa o grupo de empresas lo que se está gastando y no dinero público sacado del erario, como es el caso de los aviones privados del gobierno federal y de los estados. Es inolvidable la justificación que pretendió hacer en el sexenio pasado el entonces Secretario de Hacienda Francisco Gil Díaz, por la compra de la dependencia a su cargo de dos aviones jet nuevos a la empresa brasileña Embraer, con un costo total de 40 millones de dólares: "¡es que el precio estaba muy barato!".
Ningún político mexicano, salvo el Presidente de la República, puede justificar la compra y el uso de aviones privados para el desempeño de su función pública. La seguridad de los servidores públicos está mejor garantizada si viaja el funcionario con su secretario privado y dos guardias, pero en avión comercial, sea el Secretario de la Defensa Nacional o el de Economía, el de Hacienda o el de la Reforma Agraria, si tomamos en cuenta el costo de un viaje en avión jet privado, que según tres informantes confiables, del Distrito Federal a Mazatlán y regreso, el costo aproximado mínimo es de 200 mil pesos, según el modelo de avión que se use, sin contar el costo proporcional de la inversión o amortización y el seguro del avión, todo lo cual se calcula en dólares, porque en esa moneda se estiman los precios de esos caros instrumentos de ostentación, inadmisibles en un país con las carencias del nuestro. El costo de esas mismas cuatro personas en Mexicana o Aeroméxico sería de 32 mil pesos, volando en primera clase.
Para añadir el insulto a la ostentación, me dicen mis informantes que el uso de los aviones jet privados es común entre funcionarios con un nivel muy inferior al de secretario del Ejecutivo, como son el director del Banco de México, el del Seguro Social, el del Infonavit, el del ISSSTE y hasta el de la Comisión Federal de Electricidad , cuyas delicadas posaderas seguramente se verían maltratadas si cometieran la imprudencia de usar aviones de línea comercial como Aeroméxico y Mexicana, como cualquier ciudadano y en especial los diputados y senadores, que viajan siempre en aviones de línea comercial a sus estados, cada semana.
Funcionarios de distintos niveles de la Procuraduría General de la República y de la Secretaría de Seguridad Pública, de la Policía Federal Preventiva, no pueden quedarse atrás y en aviones propiedad de la dependencia a la que prestan sus servicios viajan a todos los confines del país a prestar con su presencia la tranquilidad de la paz pública convulsionada ahora por el narcotráfico, pero siempre y cuando el viaje sea en avión jet privado.
Al inicio de su sexenio, el entonces presidente Miguel de la Madrid ordenó que se vendieran todos los aviones jet privados del gobierno federal, con excepción de unos pocos. Ante la falta de compradores, decidió el Presidente que se regalaran a los gobernadores de los estados, con lo cual se inició el vicio actual que padecemos en todo el país y Sinaloa no es una excepción, de que nuestros gobernadores ya no quieren viajar si no lo hacen en avión jet privado propiedad del gobierno de su estado. No es posible mezclarse con los ciudadanos comunes y corrientes. Varias veces viajé del Distrito Federal a Mazatlán en el mismo avión comercial que el gobernador Calderón, sin que a éste le pasara nada malo, ni se le pegara ninguna enfermedad. Los regalos de Miguel de la Madrid contaminaron los usos y costumbres de nuestros gobernadores y ahora el costo de esos viajes alcanza niveles sorprendentes por su injustificable y elevada erogación mensual.
Al final de su sexenio, en el sexto año, Miguel de la Madrid decidió que si no podía vencer el problema debía unirse a la procesión y ordenó la compra a la fábrica Boeing, de un nuevo avión modelo 757, a un costo asombroso de 120 millones de dólares más el costo de la decoración y del mobiliario interior realizado en Texas, según se informó en la prensa nacional de entonces. Es el mismo avión que ahora usa el presidente Calderón en sus viajes tanto nacionales como internacionales. Ya tiene 20 años de vida y sólo nos falta que el presidente Calderón decida cambiarlo por uno nuevo. Con los vientos que corren en los estados, nadie se sorprendería.
Un experto en aviación explicaba recientemente en la prensa del Distrito Federal, a propósito del accidente de la semana pasada, que el uso de aviones jet privados es delicado, porque no son tan seguros como los aviones jet grandes, por varias razones, pero sobre todo, porque como se supone que ocurrió con el avión del secretario Mouriño, es muy peligroso acercarse a un avión grande que precede al pequeño, porque la turbulencia que crean los dos potentes motores del avión grande pueden ocasionar la pérdida de control de los pilotos del avión pequeño y producir el desplome del mismo, como ya ha sucedido en Estados Unidos varias veces en el pasado, según el informante.
La paradoja de los presumidos políticos mexicanos es evidente: el afán de viajar con el lujo oriental y la ostentación y el gasto que demuestra el avión jet privado, combinado con el cada año mayor uso de aviones privados en los cielos mexicanos, producirá un número también mayor de accidentes mortales que obligará a renunciar al uso de ese medio de ostentación que hasta ahora ha demostrado ser contagioso entre la clase política mexicana. Sin embargo, como decía un viejo político veracruzano hace una década, a propósito de los aviones jet pequeños que empezaban a popularizarse entre los políticos de alto nivel: "para andar en los cielos y entre las nubes, nada mejor que un avión comercial grandote; que los jóvenes políticos se arriesguen en los pequeños, yo prefiero uno de Mexicana grande, muy grande, con pilotos en verdad expertos".
"El pecado de los aviones privados"
http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?tipo=1&id=17079
En resumen dice:
O P I N I Ó N
F E R N A N D O A . O R R A N T I A
El pecado de los aviones privados
La paradoja de los presumidos políticos mexicanos es evidente: el afán de viajar con el lujo oriental y la ostentación y el gasto que demuestra el avión jet privado, combinado con el cada año mayor uso de aviones privados en los cielos mexicanos, producirá un número también mayor de accidentes
Uno de los pecados más comunes de los políticos mexicanos es la soberbia, cuya expresión más evidente es la debilidad por el uso de los aviones privados cuyo costo, por supuesto, pagamos los contribuyentes. Cientos de millones de dólares cruzan los cielos de México, invertidos por el gobierno federal en la compra o arrendamiento de avioncitos jet, porque en cuanto alcanza cierto nivel o jerarquía, el político mexicano busca cumplir su más caro anhelo, después del cargo obtenido: tener a su disposición un avión jet privado, no importa que nuevos cuesten entre treinta y cuarenta millones de dólares y en el peor de los casos, lograr que su dependencia de gobierno compre uno usado, pero con poco uso, para tener el extremo placer sensual de volar a la hora que se desee, con la compañía que se elija y por supuesto, que el vuelo sea acompañado por la bebida favorita "del señor" y reclinado en un asiento amplio y mullido de piel.
...
Obviamente, la crítica por el uso de aviones privados deriva del dispendio injustificable que representa tanto la inversión en la compra del avión como en el muy alto costo mensual del mantenimiento del juguetito, que requiere de dos pilotos con certificación para volar aviones jet, cuando menos un mecánico especializado y además, el gasto del lugar donde se guarda el avión cuando no se usa, lo que en la jerga del ramo se denomina "hangar", cuya renta no es barata, todo ello sin contar el costo del combustible que se gasta en el viaje de una, dos o seis personas solamente, en un avión que consume mucho combustible, porque alcanza velocidades de crucero de 800 kilómetros por hora.
Lamentablemente, todos los gobernadores y secretarios del Ejecutivo Federal quieren tener su propio avión, para demostrar su capacidad de pago y también la importancia que equivocadamente le atribuyen los políticos mexicanos a la posibilidad de desplazarse en un avión jet privado con capacidad para seis u ocho pasajeros, pero cuyo peligro ha quedado evidenciado de sobra con el último accidente ocurrido en el Distrito Federal, en el cual murió el Secretario de Gobernación, víctima de su propia soberbia, que aunque común entre los políticos mexicanos, no deja de ser eso: presunción, ostentación, alarde de exclusividad, exceso de autoestima.
La respuesta que los políticos mexicanos ofrecen como inútil justificación ante las críticas por el uso injustificable de los aviones privados, es que deben viajar con frecuencia y a horas que no siempre coinciden con los horarios de los vuelos comerciales y además, por eso mismo es que en Estados Unidos es común el uso de esos muy caros juguetes entre los empresarios y también entre los políticos de alto nivel.
Pero nuestros políticos olvidan que no es posible establecer comparación entre el país más rico del mundo -a pesar de la crisis actual- y el país pobre, endeudado y subdesarrollado que es el nuestro, con un triste y lamentable cincuenta por ciento de pobres en su población general que impide el dispendio en cosas superfluas, como lo es volar en aviones privados, sean jet o no. No todos somos iguales, decía el entonces gobernador Alfonso Genaro Calderón Velarde, pero ninguna diferencia -digo yo y millones de mexicanos- puede justificar el gasto enorme de comprar y mantener un avión jet privado como los que usan nuestros políticos.
Por lo que respecta a los empresarios estadounidenses, conviene recordar a nuestros políticos que gustan de comparaciones imposibles, que los requisitos de deducción fiscal de los viajes en aviones privados son muchos y difíciles de satisfacer en ese país y en todo caso, es el dinero privado de una empresa o grupo de empresas lo que se está gastando y no dinero público sacado del erario, como es el caso de los aviones privados del gobierno federal y de los estados. Es inolvidable la justificación que pretendió hacer en el sexenio pasado el entonces Secretario de Hacienda Francisco Gil Díaz, por la compra de la dependencia a su cargo de dos aviones jet nuevos a la empresa brasileña Embraer, con un costo total de 40 millones de dólares: "¡es que el precio estaba muy barato!".
Ningún político mexicano, salvo el Presidente de la República, puede justificar la compra y el uso de aviones privados para el desempeño de su función pública. La seguridad de los servidores públicos está mejor garantizada si viaja el funcionario con su secretario privado y dos guardias, pero en avión comercial, sea el Secretario de la Defensa Nacional o el de Economía, el de Hacienda o el de la Reforma Agraria, si tomamos en cuenta el costo de un viaje en avión jet privado, que según tres informantes confiables, del Distrito Federal a Mazatlán y regreso, el costo aproximado mínimo es de 200 mil pesos, según el modelo de avión que se use, sin contar el costo proporcional de la inversión o amortización y el seguro del avión, todo lo cual se calcula en dólares, porque en esa moneda se estiman los precios de esos caros instrumentos de ostentación, inadmisibles en un país con las carencias del nuestro. El costo de esas mismas cuatro personas en Mexicana o Aeroméxico sería de 32 mil pesos, volando en primera clase.
Para añadir el insulto a la ostentación, me dicen mis informantes que el uso de los aviones jet privados es común entre funcionarios con un nivel muy inferior al de secretario del Ejecutivo, como son el director del Banco de México, el del Seguro Social, el del Infonavit, el del ISSSTE y hasta el de la Comisión Federal de Electricidad , cuyas delicadas posaderas seguramente se verían maltratadas si cometieran la imprudencia de usar aviones de línea comercial como Aeroméxico y Mexicana, como cualquier ciudadano y en especial los diputados y senadores, que viajan siempre en aviones de línea comercial a sus estados, cada semana.
Funcionarios de distintos niveles de la Procuraduría General de la República y de la Secretaría de Seguridad Pública, de la Policía Federal Preventiva, no pueden quedarse atrás y en aviones propiedad de la dependencia a la que prestan sus servicios viajan a todos los confines del país a prestar con su presencia la tranquilidad de la paz pública convulsionada ahora por el narcotráfico, pero siempre y cuando el viaje sea en avión jet privado.
Al inicio de su sexenio, el entonces presidente Miguel de la Madrid ordenó que se vendieran todos los aviones jet privados del gobierno federal, con excepción de unos pocos. Ante la falta de compradores, decidió el Presidente que se regalaran a los gobernadores de los estados, con lo cual se inició el vicio actual que padecemos en todo el país y Sinaloa no es una excepción, de que nuestros gobernadores ya no quieren viajar si no lo hacen en avión jet privado propiedad del gobierno de su estado. No es posible mezclarse con los ciudadanos comunes y corrientes. Varias veces viajé del Distrito Federal a Mazatlán en el mismo avión comercial que el gobernador Calderón, sin que a éste le pasara nada malo, ni se le pegara ninguna enfermedad. Los regalos de Miguel de la Madrid contaminaron los usos y costumbres de nuestros gobernadores y ahora el costo de esos viajes alcanza niveles sorprendentes por su injustificable y elevada erogación mensual.
Al final de su sexenio, en el sexto año, Miguel de la Madrid decidió que si no podía vencer el problema debía unirse a la procesión y ordenó la compra a la fábrica Boeing, de un nuevo avión modelo 757, a un costo asombroso de 120 millones de dólares más el costo de la decoración y del mobiliario interior realizado en Texas, según se informó en la prensa nacional de entonces. Es el mismo avión que ahora usa el presidente Calderón en sus viajes tanto nacionales como internacionales. Ya tiene 20 años de vida y sólo nos falta que el presidente Calderón decida cambiarlo por uno nuevo. Con los vientos que corren en los estados, nadie se sorprendería.
Un experto en aviación explicaba recientemente en la prensa del Distrito Federal, a propósito del accidente de la semana pasada, que el uso de aviones jet privados es delicado, porque no son tan seguros como los aviones jet grandes, por varias razones, pero sobre todo, porque como se supone que ocurrió con el avión del secretario Mouriño, es muy peligroso acercarse a un avión grande que precede al pequeño, porque la turbulencia que crean los dos potentes motores del avión grande pueden ocasionar la pérdida de control de los pilotos del avión pequeño y producir el desplome del mismo, como ya ha sucedido en Estados Unidos varias veces en el pasado, según el informante.
La paradoja de los presumidos políticos mexicanos es evidente: el afán de viajar con el lujo oriental y la ostentación y el gasto que demuestra el avión jet privado, combinado con el cada año mayor uso de aviones privados en los cielos mexicanos, producirá un número también mayor de accidentes mortales que obligará a renunciar al uso de ese medio de ostentación que hasta ahora ha demostrado ser contagioso entre la clase política mexicana. Sin embargo, como decía un viejo político veracruzano hace una década, a propósito de los aviones jet pequeños que empezaban a popularizarse entre los políticos de alto nivel: "para andar en los cielos y entre las nubes, nada mejor que un avión comercial grandote; que los jóvenes políticos se arriesguen en los pequeños, yo prefiero uno de Mexicana grande, muy grande, con pilotos en verdad expertos".
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