Hoy, 28 de febrero de 2019, es el séptimo aniversario de la legalización del consumo y tráfico de la mayoría de las drogas que se consideraban ilícitas. Y a pesar de esto, la violencia y la inseguridad no podían estar peor. México ya tiene 10 años siendo el país donde se llevan a cabo más secuestros.
Desde el 2011 este país recibió el dudoso reconocimiento de ser también la nación donde más carros se roban. También desde hace cinco años la mayoría de los mexicanos dejamos de usar tarjetas de crédito por el hecho de que nuestro país se convirtió en aquel con más fraude crediticio y robo de identidad.
Han pasado 10 años desde que el ex presidente Ernesto Zedillo, en 2009, hiciera un llamado a la comunidad internacional para despenalizar el consumo de mariguana. A los pocos años se cumplieron sus deseos. Pero no sólo se despenalizó la mariguana, sino la mayoría de los estupefacientes. ¿Cuándo sucedió todo esto?
Fue en 2012, cuando el nuevo presidente, desesperado por los niveles de violencia y porque seis estados de la República llevaban más de un año declarados en estado de sitio, en un arrebato de locura colectiva lanzó una campaña exitosa para legalizar todas las drogas posibles.
La idea era sencilla: replicar el efecto de cuando se levantó la prohibición a la venta del alcohol en EU. Al dejar de vender el producto que todos buscaban en el mercado negro, los precios bajaron y sólo algunos pudieron hacer negocio, el atractivo de hacer algo prohibido se eliminó y aunque algunos cayeron en el alcoholismo, era un costo aceptable. Pero había otra experiencia de la Unión Americana que nos hubiera dado un indicio de lo que sucedería en México. En 1975 se despenalizó el consumo personal de mariguana en Alaska, para 1988 se duplicó el consumo en este estado y en 1999 se volvió a la penalización del consumo de esta hierba.
Desde el 2002 se observaba un incremento importante en el consumo de drogas ilícitas en México, consumo que se reflejó en serios problemas para la sociedad mexicana, incluyendo un incremento importante de criminalidad relacionado a las adicciones. Pero los grupos de crimen organizado empezaron a reinar en esa década. Para el 2012, el año de la despenalización, ya se tenían cifras récords de adictos. Con la legalización, México rápidamente obtuvo niveles de consumo y adicción similares a los que se vivían en EU. La diferencia es que México no tuvo la capacidad de invertir lo suficiente en diferentes infraestructuras para apoyar a los adictos.
Las grandes mafias se adecuaron a las nuevas reglas: ante la baja del precio salieron de la clandestinidad, se instalaron como empresas formales y se dedicaron a hacer volumen de venta para compensar lo perdido.
En lo que respecta a la violencia, lejos de reducirse ante las nuevas libertades y realidades del mercado, las mafias que no pudieron o no quisieron adaptarse se volcaron a secuestrar, asaltar, chantajear, traficar con personas y asesinar, ya que todas estas actividades también son muy redituables, sobre todo si lo haces de manera organizada y en volumen; nos salió el tiro por la culata. Asimismo, EU dejó de preocuparse del gobierno de México porque selló la frontera. Con el uso de tecnología de punta y la militarización de la frontera controlaron a millones de mexicanos que buscaban escapar de la pobreza y la violencia.
El error histórico de México fue tratar de enfrentar el crimen organizado y la inseguridad del país sin haber desarrollado un sistema de justicia penal viable. Lo que el país continúa necesitando son policías capaces, ministerios públicos que sean eficaces en su labor y jueces que puedan enfrentar al crimen organizado. Hoy nos queda claro que legalizar los ilícitos no es la solución a los problemas; sólo fue buscar una salida fácil para evitar hacer el trabajo que se requiere.
Nos habían dicho que los países que habían legalizado las drogas blandas estaban arrepentidos de haberlo hecho; no obstante, ante la desesperación por la violencia pensamos que los mexicanos sí podíamos tener éxito en “regular” la venta de droga.
Desde el 2011 este país recibió el dudoso reconocimiento de ser también la nación donde más carros se roban. También desde hace cinco años la mayoría de los mexicanos dejamos de usar tarjetas de crédito por el hecho de que nuestro país se convirtió en aquel con más fraude crediticio y robo de identidad.
Han pasado 10 años desde que el ex presidente Ernesto Zedillo, en 2009, hiciera un llamado a la comunidad internacional para despenalizar el consumo de mariguana. A los pocos años se cumplieron sus deseos. Pero no sólo se despenalizó la mariguana, sino la mayoría de los estupefacientes. ¿Cuándo sucedió todo esto?
Fue en 2012, cuando el nuevo presidente, desesperado por los niveles de violencia y porque seis estados de la República llevaban más de un año declarados en estado de sitio, en un arrebato de locura colectiva lanzó una campaña exitosa para legalizar todas las drogas posibles.
La idea era sencilla: replicar el efecto de cuando se levantó la prohibición a la venta del alcohol en EU. Al dejar de vender el producto que todos buscaban en el mercado negro, los precios bajaron y sólo algunos pudieron hacer negocio, el atractivo de hacer algo prohibido se eliminó y aunque algunos cayeron en el alcoholismo, era un costo aceptable. Pero había otra experiencia de la Unión Americana que nos hubiera dado un indicio de lo que sucedería en México. En 1975 se despenalizó el consumo personal de mariguana en Alaska, para 1988 se duplicó el consumo en este estado y en 1999 se volvió a la penalización del consumo de esta hierba.
Desde el 2002 se observaba un incremento importante en el consumo de drogas ilícitas en México, consumo que se reflejó en serios problemas para la sociedad mexicana, incluyendo un incremento importante de criminalidad relacionado a las adicciones. Pero los grupos de crimen organizado empezaron a reinar en esa década. Para el 2012, el año de la despenalización, ya se tenían cifras récords de adictos. Con la legalización, México rápidamente obtuvo niveles de consumo y adicción similares a los que se vivían en EU. La diferencia es que México no tuvo la capacidad de invertir lo suficiente en diferentes infraestructuras para apoyar a los adictos.
Las grandes mafias se adecuaron a las nuevas reglas: ante la baja del precio salieron de la clandestinidad, se instalaron como empresas formales y se dedicaron a hacer volumen de venta para compensar lo perdido.
En lo que respecta a la violencia, lejos de reducirse ante las nuevas libertades y realidades del mercado, las mafias que no pudieron o no quisieron adaptarse se volcaron a secuestrar, asaltar, chantajear, traficar con personas y asesinar, ya que todas estas actividades también son muy redituables, sobre todo si lo haces de manera organizada y en volumen; nos salió el tiro por la culata. Asimismo, EU dejó de preocuparse del gobierno de México porque selló la frontera. Con el uso de tecnología de punta y la militarización de la frontera controlaron a millones de mexicanos que buscaban escapar de la pobreza y la violencia.
El error histórico de México fue tratar de enfrentar el crimen organizado y la inseguridad del país sin haber desarrollado un sistema de justicia penal viable. Lo que el país continúa necesitando son policías capaces, ministerios públicos que sean eficaces en su labor y jueces que puedan enfrentar al crimen organizado. Hoy nos queda claro que legalizar los ilícitos no es la solución a los problemas; sólo fue buscar una salida fácil para evitar hacer el trabajo que se requiere.
Nos habían dicho que los países que habían legalizado las drogas blandas estaban arrepentidos de haberlo hecho; no obstante, ante la desesperación por la violencia pensamos que los mexicanos sí podíamos tener éxito en “regular” la venta de droga.



2018: mundo con drogas
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