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Claro que se vota por alguien que crees te va a beneficiar, de eso se tratan las elecciones... digo, a menos que quieras votar por alguien que te diga que te va a joder.
La ciudad de México en particular y toda la República Mexicana en general, es el lugar donde el ciudadano es el que cuenta, pero para asaltarlo, secuestrarlo, asesinarlo, exprimirlo, engañarlo y hacinarlo
Anular el voto es una tonteria, tanto que nos cuestan los partidos politicos, las campañas, las elecciones, etc.etc. para que al final lo botemos a la basura... el voto ya no es un derecho, es un privilegio y bieeeeeeeeeen caro
Anular el voto es una tonteria, tanto que nos cuestan los partidos politicos, las campañas, las elecciones, etc.etc. para que al final lo botemos a la basura... el voto ya no es un derecho, es un privilegio y bieeeeeeeeeen caro
Debo confesar que no fue un ejercicio fácil. Pero me impuse la tarea de leer las plataformas presentadas por nuestros partidos para los próximos comicios y hubo tres cosas que me llamaron especialmente la atención: 1) que siguen viendo al Estado como un creador casi omnipotente; 2) que no tenemos un diagnóstico acabado, ni mucho menos compartido sobre los problemas del país; y 3) que la pobreza y la desigualdad siguen siendo las cartas de cambio más valiosas para hacer campañas.
También me quedó la impresión de que las plataformas para 2009 no fueron escritas para el gran público ni para todos los electores, sino para el consumo interno de los candidatos y los militantes más activos. Son textos que fluctúan, según la presentación y los formatos que cada uno emplea, entre 31 y 200 páginas, en las que los partidos muestran la confianza que tienen en sí mismos, en sus ideas y en su capacidad para resolver prácticamente todos los problemas.
Comprendo que sería absurdo pedirles que renuncien de plano al optimismo que ha de ofrecer una campaña. Pero me habría gustado ver un toque de autocrítica y de autocontención. Menos megalomanía y más precisión en el diagnóstico, en la selección y en la definición de los problemas públicos y, desde luego, en la formulación de las propuestas. Me habría gustado que alguna de las plataformas hubiera capturado mi atención por sus propias cualidades, y no sólo porque me propuse leerlas.
Para mi sorpresa, sin embargo, los mejores momentos no los encontré en los textos de los tres grandes partidos, sino en la puntualidad de las cinco propuestas formuladas por el Socialdemócrata o en el diagnóstico crítico escrito al comienzo de la plataforma del Partido del Trabajo. Pero en ambos casos, tras esas primeras páginas interesantes (aunque discutibles), vienen muchas otras de abundante ideología y palabrería sobrada, que las vuelve equivalentes a las demás. También pude ver que en las plataformas del PVEM y el PRI hay más trabajo empírico y más datos, pero acompañados del mismo posibilismo que se lee en los textos de los demás partidos. Todos pueden todo. Nomás falta que les demos el poder.
Con todo, de la lectura de las plataformas no se desprende un diagnóstico común. Podría pensarse quizá que esa conclusión es obvia, pues en ellas se confronta la visión más o menos diferente y aun opuesta de los ocho partidos en disputa. Pero la verdad es que no es evidente que cada uno de ellos tenga una visión completa del país y de los problemas que deben afrontarse desde el Poder Legislativo. Los textos que leí son, más bien, una suerte de miscelánea de diagnósticos parciales, casi todos incompletos y desconectados entre sí, que les permiten a los partidos dirigirse a todos los públicos en una amplia variedad de temas. Pero no logran ofrecen una idea clara del conjunto. En esas plataformas hay muchos países, muchos intereses, muchas voces diferentes que no alcanzan a generar una mirada armónica, integrada, exacta.
Finalmente, salta a la vista que nuestros partidos apuestan por ideologías más bien diluidas, que se presentan deslavadas en un lenguaje genérico (incluso cuando defienden banderas muy identificables), que buscan atrapar el mayor número posible de votos.
Pero lo más notable es que la única clave de lectura que cruza por todas las plataformas reside en la negociación de las desigualdades que vive el país, en sus múltiples manifestaciones: económica, social, política, regional, ambiental, racial, sexual. La desigualdad como la seña de referencia más importante para los partidos que buscarán el voto el próximo mes de julio. Esa desigualdad sí está muy bien retratada en las plataformas electorales.
No me sorprende, pues esos documentos no sólo están escritos para ganar electores futuros, sino para identificar a los que son propios. Y si una de las tareas estratégicas más relevantes de los partidos consiste, precisamente, en situar a las personas que pueden simpatizar con sus posiciones, es obvio que buscarán formular ofertas políticas para el mayor número posible de grupos en situación de desigualdad. Identificar a quienes pueden necesitar el respaldo de una fuerza política es una táctica básica para emprender campañas electorales. Pero tras la lectura de todas las plataformas, ese largo listado de desigualdades de toda índole resulta tan abrumador como la oferta de redención negociada por los partidos y su fe en la voluntad propia. Como si de veras pudieran.
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