EXCELSIOR JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ 29/04/09
Influenza, protagonismo, mezquindad
Como si el Distrito Federal fuera una ínsula que pudiera tener políticas sanitarias diferentes a las del resto del pais.
Cuando hace exactamente una semana comenzaron a confirmarse las informaciones sobre la posibilidad de una epidemia de influenza de origen desconocido, las fuerzas políticas y los distintos niveles de gobierno actuaron con seriedad y responsabilidad, incluso una página web muy cercana al EPR se dedicó el fin de semana a reiterar las indicaciones de la Secretaría de Salud y pidió colaborar con ellas. Pero han pasado los días y el protagonismo y la mezquindad que suelen caracterizar a nuestras fuerzas políticas han, desgraciadamente, reaparecido.
Uno de los actores que cambió en forma notable su actitud en las últimas 48 horas es el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, no sólo por la insistencia de proporcionar ruedas de prensa por su lado y tomar decisiones en forma autónoma (como si la ciudad fuera una ínsula que pudiera tener políticas sanitarias diferentes a las del resto del país o si la epidemia fuera controlable de forma distinta en los límites del Periférico), sino también por un afán de protagonismo político difícil de disimular. Para colmo, algunos de sus funcionarios, que actuaron con notable retraso al inicio de la epidemia, adoptan decisiones tan espectaculares como inútiles, con miras a demostrar que se están haciendo cosas “diferentes”, como el cierre de restaurantes, que no tiene ningún sentido ni epidemiológico ni preventivo. Entre otras razones porque se permite que los mismos transporten comida para llevar o se compre en ellos y se coma en otro sitio y, sobre todo, porque no se prohíben los principales focos contaminantes en ese ámbito en la ciudad, es decir, los puestos de comida instalados, sin control alguno, en las calles. La diferencia es que estos últimos son de los grupos clientelares del GDF.
Y no se trata de saber quién es más duro ni de inventar el hilo negro. Para abordar una epidemia de este tipo existe un protocolo internacional de procedimientos, establecido por la Organización Mundial de la Salud, que se está aplicando en forma estricta. La diferencia es que esos protocolos se deben aplicar por los gobiernos federales a través de comités que centralizan los esfuerzos: por esa razón, en Estados Unidos, un país mucho más federalizado que el nuestro, el control lo tiene la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, y no los gobernadores de Nueva York, California, Ohio o Texas, donde se han presentado casos de este nuevo tipo de influenza. Se adoptan medidas que deben ser seguidas en cada uno de los estados y éstos cumplen con rigurosidad las decisiones federales, precisamente porque se está en una situación de emergencia. En nuestro caso, ese consejo también existe, lo encabeza el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos (que ha jugado un magnífico papel en todo este proceso y demostrado, entre otras cosas, que la Secretaría estaba preparada para afrontar la situación), y todos los estados han respondido correctamente a las indicaciones de allí emanadas… salvo en las últimas horas el GDF, a cuyo jefe de Gobierno alguien le debe haber comentado que ante la crisis quedaba fuera de la jugada política y está haciendo lo que sea para recuperar protagonismo. Ni Marcelo de los Santos, de San Luis Potosí, ni Enrique Peña Nieto del Estado de México, las otras dos entidades con mayores problemas, han buscado un espacio protagónico ante una situación tan delicada y que requiere esfuerzos altamente centralizados. Pero sí lo ha hecho, una y otra vez, Marcelo Ebrard. Y adopta, entonces, medidas unilaterales y en muchos sentidos absurdas, porque ni siquiera se dan en un contexto coherente, como el cierre de restaurantes. ¿Con base en qué, si esas medidas no están contempladas en la actual fase de la epidemia, en ninguno de los protocolos de la OMS? ¿O acaso debemos esperar que intente declarar una cuarentena en el DF en las próximas horas?
Pero si en Ebrard hay un infundado protagonismo, en otros actores, en general ligados al lopezobradorismo, lo que existe es una mezquindad inadmisible, que debería ser condenada por la sociedad. ¿Cómo puede la senadora Yeidckol Polevnsky decir que la epidemia es un invento panista para distraer a la gente ante la situación de hambre y crisis que se vive en el país, acordada con los grandes laboratorios para vender más medicamentos?, ¿cree la senadora que los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, el resto de América Latina y la Unión Europea, que la OMS y muchas otras instituciones nacionales e internacionales que están involucradas y participando activamente en el monitoreo y el control de la epidemia son parte de este complot “panista” o simplemente los cree, a ellos y a nosotros, idiotas? No tiene derecho la senadora a decir algo con tal grado de falsedad e irresponsabilidad.
Pero no es un hecho aislado. Ante la epidemia, volvió a aparecer el inefable, impresentable, Gerardo Fernández Noroña, ahora con la intención, en plena epidemia, de clausurar “simbólicamente” las instalaciones de la Secretaría de Salud federal. ¿Por qué? Quién sabe, el hecho es que en otras condiciones ello merecería no sólo una dura condena ciudadana, sino también penal. A nadie se le permitiría ni nadie lo aceptaría, por ejemplo, que hoy en plena crisis epidemiológica se intentara “clausurar simbólicamente” las oficinas de la OMS en Ginebra. Según Ricardo Monreal, más moderado, las medidas adoptadas en realidad son políticas, porque no resultan necesarias: son para generar pánico y tener utilidad política. Es obvio que López Obrador, que no ha dado la cara en todos estos días, ya ordenó boicotear los esfuerzos de control de la epidemia, quizá porque éstos ya van bien encaminados, si no fuera así, ¿de qué otra forma se comprendería la paranoia conspirativa que ha caracterizado esta semana a su más cercano medio de comunicación? Tarde o temprano tendrá que haber un castigo social a tanta irresponsabilidad.
©Derechos Reservados Periódico Excélsior, S.A. de C.V., 2007. Bucareli No. 1, Col. Centro. C.P. 06000 México, D.F. Tel. + 52 (55) 5128 3000. Diseñado por Excélsior
Influenza, protagonismo, mezquindad
Como si el Distrito Federal fuera una ínsula que pudiera tener políticas sanitarias diferentes a las del resto del pais.
Cuando hace exactamente una semana comenzaron a confirmarse las informaciones sobre la posibilidad de una epidemia de influenza de origen desconocido, las fuerzas políticas y los distintos niveles de gobierno actuaron con seriedad y responsabilidad, incluso una página web muy cercana al EPR se dedicó el fin de semana a reiterar las indicaciones de la Secretaría de Salud y pidió colaborar con ellas. Pero han pasado los días y el protagonismo y la mezquindad que suelen caracterizar a nuestras fuerzas políticas han, desgraciadamente, reaparecido.
Uno de los actores que cambió en forma notable su actitud en las últimas 48 horas es el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, no sólo por la insistencia de proporcionar ruedas de prensa por su lado y tomar decisiones en forma autónoma (como si la ciudad fuera una ínsula que pudiera tener políticas sanitarias diferentes a las del resto del país o si la epidemia fuera controlable de forma distinta en los límites del Periférico), sino también por un afán de protagonismo político difícil de disimular. Para colmo, algunos de sus funcionarios, que actuaron con notable retraso al inicio de la epidemia, adoptan decisiones tan espectaculares como inútiles, con miras a demostrar que se están haciendo cosas “diferentes”, como el cierre de restaurantes, que no tiene ningún sentido ni epidemiológico ni preventivo. Entre otras razones porque se permite que los mismos transporten comida para llevar o se compre en ellos y se coma en otro sitio y, sobre todo, porque no se prohíben los principales focos contaminantes en ese ámbito en la ciudad, es decir, los puestos de comida instalados, sin control alguno, en las calles. La diferencia es que estos últimos son de los grupos clientelares del GDF.
Y no se trata de saber quién es más duro ni de inventar el hilo negro. Para abordar una epidemia de este tipo existe un protocolo internacional de procedimientos, establecido por la Organización Mundial de la Salud, que se está aplicando en forma estricta. La diferencia es que esos protocolos se deben aplicar por los gobiernos federales a través de comités que centralizan los esfuerzos: por esa razón, en Estados Unidos, un país mucho más federalizado que el nuestro, el control lo tiene la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, y no los gobernadores de Nueva York, California, Ohio o Texas, donde se han presentado casos de este nuevo tipo de influenza. Se adoptan medidas que deben ser seguidas en cada uno de los estados y éstos cumplen con rigurosidad las decisiones federales, precisamente porque se está en una situación de emergencia. En nuestro caso, ese consejo también existe, lo encabeza el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos (que ha jugado un magnífico papel en todo este proceso y demostrado, entre otras cosas, que la Secretaría estaba preparada para afrontar la situación), y todos los estados han respondido correctamente a las indicaciones de allí emanadas… salvo en las últimas horas el GDF, a cuyo jefe de Gobierno alguien le debe haber comentado que ante la crisis quedaba fuera de la jugada política y está haciendo lo que sea para recuperar protagonismo. Ni Marcelo de los Santos, de San Luis Potosí, ni Enrique Peña Nieto del Estado de México, las otras dos entidades con mayores problemas, han buscado un espacio protagónico ante una situación tan delicada y que requiere esfuerzos altamente centralizados. Pero sí lo ha hecho, una y otra vez, Marcelo Ebrard. Y adopta, entonces, medidas unilaterales y en muchos sentidos absurdas, porque ni siquiera se dan en un contexto coherente, como el cierre de restaurantes. ¿Con base en qué, si esas medidas no están contempladas en la actual fase de la epidemia, en ninguno de los protocolos de la OMS? ¿O acaso debemos esperar que intente declarar una cuarentena en el DF en las próximas horas?
Pero si en Ebrard hay un infundado protagonismo, en otros actores, en general ligados al lopezobradorismo, lo que existe es una mezquindad inadmisible, que debería ser condenada por la sociedad. ¿Cómo puede la senadora Yeidckol Polevnsky decir que la epidemia es un invento panista para distraer a la gente ante la situación de hambre y crisis que se vive en el país, acordada con los grandes laboratorios para vender más medicamentos?, ¿cree la senadora que los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, el resto de América Latina y la Unión Europea, que la OMS y muchas otras instituciones nacionales e internacionales que están involucradas y participando activamente en el monitoreo y el control de la epidemia son parte de este complot “panista” o simplemente los cree, a ellos y a nosotros, idiotas? No tiene derecho la senadora a decir algo con tal grado de falsedad e irresponsabilidad.
Pero no es un hecho aislado. Ante la epidemia, volvió a aparecer el inefable, impresentable, Gerardo Fernández Noroña, ahora con la intención, en plena epidemia, de clausurar “simbólicamente” las instalaciones de la Secretaría de Salud federal. ¿Por qué? Quién sabe, el hecho es que en otras condiciones ello merecería no sólo una dura condena ciudadana, sino también penal. A nadie se le permitiría ni nadie lo aceptaría, por ejemplo, que hoy en plena crisis epidemiológica se intentara “clausurar simbólicamente” las oficinas de la OMS en Ginebra. Según Ricardo Monreal, más moderado, las medidas adoptadas en realidad son políticas, porque no resultan necesarias: son para generar pánico y tener utilidad política. Es obvio que López Obrador, que no ha dado la cara en todos estos días, ya ordenó boicotear los esfuerzos de control de la epidemia, quizá porque éstos ya van bien encaminados, si no fuera así, ¿de qué otra forma se comprendería la paranoia conspirativa que ha caracterizado esta semana a su más cercano medio de comunicación? Tarde o temprano tendrá que haber un castigo social a tanta irresponsabilidad.
©Derechos Reservados Periódico Excélsior, S.A. de C.V., 2007. Bucareli No. 1, Col. Centro. C.P. 06000 México, D.F. Tel. + 52 (55) 5128 3000. Diseñado por Excélsior
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