No es fácil en unos cuantos párrafos señalar las anormalidades, la corrupción que prevalece en muchas de las delegaciones gobernadas por el PRD, Tlalpan y Coyoacán entre ellas. Me concentraré en el Bosque de Tlalpan por ser área natural protegida en una ciudad que ha perdido aceleradamente su vegetación. No dejemos de lado que durante el gobierno de López Obrador la “ecologista” Claudia Sheinbaum, esposa de Carlos Ímaz, se especializó en derribar árboles para centrar su atención en las obras espectaculares que el gobierno capitalino exigía para posicionar al Peje como candidato presidencial. Se trató de una masacre de árboles y, de este modo, sin mirar hacia un adecuado reordenamiento de transporte público, privilegiaron al automóvil en detrimento del peatón, del uso de la bicicleta y de la ampliación del Metro. Eso no se veía.
El Bosque de Tlalpan ha perdido muchos kilómetros. La voracidad de los fraccionadores y los malos gobiernos fueron degradándolo. Hoy poco queda de una amplia zona que produjo la erupción del Xitle, el Pedregal, y que permitió una flora distinta y hermosa para que proliferaran ardillas, conejos y otras especies que apenas sobreviven. No cabe duda, el deterioro comenzó con el PRI, pero la llegada del PRD a Tlalpan, aceleró la destrucción. Una nueva camada de políticos inexpertos, pero con enormes deseos de hacer fortuna, se apoderó de la capital.
Los vendedores ambulantes fueron entrando primero con discreción, luego de forma escandalosa. Donde hay gente, hay ambulantaje. Es una forma de sobrevivir en un país con un alto índice de desempleo y veloz crecimiento demográfico, sin políticas adecuadas. Los vendedores llegaron al Bosque y las autoridades perredistas vieron el negocio. “Chapultepequizar” esa zona verde. La forma de ingresar a dicho parque es por Zacatépetl y Santa Teresa, un embudo donde ahora se estacionan multitud de automóviles de personas que trabajan en oficinas, que debieron tener estacionamiento propio. Allí, los vendedores ambulantes, especialmente de comida, se han hecho los dueños de la calle, junto con franeleros y lavacoches.
Desde un principio solicitamos una ubicación racional y no más crecimiento del ambulantaje. La respuesta de El Pino superó a Maquiavelo: “Más vale un taquero que un ratero”, pero se le olvidó, como a todo político mexicano, el futuro. Ahora, según un amplio reportaje de Excélsior publicado el domingo pasado, el Bosque de Tlalpan es uno de los puntos álgidos de la capital: secuestros, robos, violaciones, inseguridad para los deportistas y los paseantes que, por cierto, suelen dejar un enorme rastro de basura que nadie barre. El Bosque era el lugar adecuado para hacer fiestas y toda clase de conciertos de música de la “resistencia” (término enigmático, utilizado por un empresario perredista). Las noches se hicieron insoportables para quienes sólo exigíamos el derecho al descanso en su propia casa. Un ruido infernal abrumaba hasta las tres de la mañana. Del otro extremo de la calle, la venta de mascotas, tacos de canasta y cualquier cantidad de objetos, aumentaba. Los ciudadanos nos organizamos y dimos la pelea para impedir mayor degradación del Bosque.
En eso estamos. Tratando que los delegados sean de utilidad a los vecinos, no a sus propios intereses. Salvo Gilberto López y Rivas, los demás, sin excepción, han sido auténticos ladrones, visibles nuevos ricos. Hay que añadir que Gilberto, en su total decepción, hizo pública su renuncia al PRD. No podía trabajar con corruptos.
Sobre este tema he escrito multitud de páginas. Los vecinos hemos hecho reuniones de todo tipo para demandar el derecho a vivir con tranquilidad. La reacción de los delegados perredistas, hasta Guillermo Sánchez Torres, uno de los peores funcionarios que hemos padecido, ha sido ignorarnos. Tenemos expedientes repletos de información, hemos documentado sus pillerías y francachelas, y la forma en que se hacen ricos. A pesar de todas las dificultades algo hemos logrado: ya no hay más tocadas de rock en el Bosque ni pusieron la pista de hielo, ahora estamos buscando un programa de manejo adecuado.
Pero la voracidad perredista es infinita. Un señor puso en la citada esquina una florería, sucursal de otras, fijó su puesto y pensó que le iría tan bien como al taquero millonario que vende bajo el Periférico y cuya fama es notable, pues coopera con las campañas políticas del PRD. El puesto de flores fue un fracaso, ahora será un distinguido comedero más al aire libre, que dificulta el paso.
Sin embargo, la desigual lucha, en un país donde la sociedad desconoce su fuerza, no va con la debida celeridad. Estas elecciones próximas son un ensayo general. No podemos seguir arropando a un partido sin ética, que acude a la mentira y al fraude, que no piensa más que en su propio peculio. Como dicen tlalpenses de distintas zonas: Si queremos una casa digna, ni un voto para el PRD.
www.reneavilesfabila.com.mx
El Bosque de Tlalpan ha perdido muchos kilómetros. La voracidad de los fraccionadores y los malos gobiernos fueron degradándolo. Hoy poco queda de una amplia zona que produjo la erupción del Xitle, el Pedregal, y que permitió una flora distinta y hermosa para que proliferaran ardillas, conejos y otras especies que apenas sobreviven. No cabe duda, el deterioro comenzó con el PRI, pero la llegada del PRD a Tlalpan, aceleró la destrucción. Una nueva camada de políticos inexpertos, pero con enormes deseos de hacer fortuna, se apoderó de la capital.
Los vendedores ambulantes fueron entrando primero con discreción, luego de forma escandalosa. Donde hay gente, hay ambulantaje. Es una forma de sobrevivir en un país con un alto índice de desempleo y veloz crecimiento demográfico, sin políticas adecuadas. Los vendedores llegaron al Bosque y las autoridades perredistas vieron el negocio. “Chapultepequizar” esa zona verde. La forma de ingresar a dicho parque es por Zacatépetl y Santa Teresa, un embudo donde ahora se estacionan multitud de automóviles de personas que trabajan en oficinas, que debieron tener estacionamiento propio. Allí, los vendedores ambulantes, especialmente de comida, se han hecho los dueños de la calle, junto con franeleros y lavacoches.
Desde un principio solicitamos una ubicación racional y no más crecimiento del ambulantaje. La respuesta de El Pino superó a Maquiavelo: “Más vale un taquero que un ratero”, pero se le olvidó, como a todo político mexicano, el futuro. Ahora, según un amplio reportaje de Excélsior publicado el domingo pasado, el Bosque de Tlalpan es uno de los puntos álgidos de la capital: secuestros, robos, violaciones, inseguridad para los deportistas y los paseantes que, por cierto, suelen dejar un enorme rastro de basura que nadie barre. El Bosque era el lugar adecuado para hacer fiestas y toda clase de conciertos de música de la “resistencia” (término enigmático, utilizado por un empresario perredista). Las noches se hicieron insoportables para quienes sólo exigíamos el derecho al descanso en su propia casa. Un ruido infernal abrumaba hasta las tres de la mañana. Del otro extremo de la calle, la venta de mascotas, tacos de canasta y cualquier cantidad de objetos, aumentaba. Los ciudadanos nos organizamos y dimos la pelea para impedir mayor degradación del Bosque.
En eso estamos. Tratando que los delegados sean de utilidad a los vecinos, no a sus propios intereses. Salvo Gilberto López y Rivas, los demás, sin excepción, han sido auténticos ladrones, visibles nuevos ricos. Hay que añadir que Gilberto, en su total decepción, hizo pública su renuncia al PRD. No podía trabajar con corruptos.
Sobre este tema he escrito multitud de páginas. Los vecinos hemos hecho reuniones de todo tipo para demandar el derecho a vivir con tranquilidad. La reacción de los delegados perredistas, hasta Guillermo Sánchez Torres, uno de los peores funcionarios que hemos padecido, ha sido ignorarnos. Tenemos expedientes repletos de información, hemos documentado sus pillerías y francachelas, y la forma en que se hacen ricos. A pesar de todas las dificultades algo hemos logrado: ya no hay más tocadas de rock en el Bosque ni pusieron la pista de hielo, ahora estamos buscando un programa de manejo adecuado.
Pero la voracidad perredista es infinita. Un señor puso en la citada esquina una florería, sucursal de otras, fijó su puesto y pensó que le iría tan bien como al taquero millonario que vende bajo el Periférico y cuya fama es notable, pues coopera con las campañas políticas del PRD. El puesto de flores fue un fracaso, ahora será un distinguido comedero más al aire libre, que dificulta el paso.
Sin embargo, la desigual lucha, en un país donde la sociedad desconoce su fuerza, no va con la debida celeridad. Estas elecciones próximas son un ensayo general. No podemos seguir arropando a un partido sin ética, que acude a la mentira y al fraude, que no piensa más que en su propio peculio. Como dicen tlalpenses de distintas zonas: Si queremos una casa digna, ni un voto para el PRD.
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