Ciro Gómez Leyva
Carlos Ahumada me entregó en diciembre y enero el borrador de Derecho de réplica y me invitó a escribir el prólogo. Luego de leer su trabajo (despiadado al tocar famas y prestigios), le propuse que, en vez de un prólogo clásico, fuera una extensa crónica de nuestra relación personal y profesional. La escribí. La leyó. Hizo un par de precisiones sobre hechos que tenían que ver con el Reclusorio Norte.
Semanas después me comentó que había cambiado de editorial y que la que publicaría finalmente el libro, Grijalbo, prefería un prólogo clásico y breve. Fue una especie de amistosa justificación para que el libro en el que se empeñó dos años no arrancara con un prólogo que, tengo la impresión, no le gustó (nunca me lo dijo; incluso en los peores momentos de la cárcel fue de una delicadeza notable conmigo). Y también para que yo me apartara de la aventura extrema de prologar una obra, dejémoslo así, tan heterodoxa. Quedamos en paz, satisfechos los dos.
Con ajustes mínimos, la crónica que pudo haber acompañado el Derecho de réplica de Ahumada se publica en la edición de junio de la revista Nexos.
Mi agradecimiento a Héctor Aguilar Camín y a Héctor de Mauleón por permitirme desplegar en sus páginas esa historia, de la que ahora puedo contar cosas que, por las circunstancias, tuvieron que permanecer archivadas tres, cuatro, cinco años (por ejemplo, dos visitas secretas a la cárcel autorizadas por Andrés Manuel López Obrador), y que comienza así: “El lunes 15 de diciembre de 2003, como a las ocho y media de la mañana, me encontré a Carlos Ahumada en el Sport City de Plaza Loreto. Lo veía de vez en cuando, y muy de vez en cuando jugábamos un partido de squash…”
Enlace al texto en NEXOS.
http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=457
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