SOBREAVISO
De regreso
Por René Delgado
Avanzamos con firmeza... en reversa. Vamos de regreso.
De nada vale la justificación de que la crisis económica viene de fuera o que la crisis sanitaria era imprevisible o que la crisis criminal es la antesala de una victoria. El revés que sufre el país es producto del desacuerdo político que se arrastra desde hace décadas. Ese desencuentro no sólo lo paraliza, ahora lo echa para atrás.
El viejo régimen plural con partido dominante reaparece en el horizonte. Ese destino no es resultado de la evolución del Partido Revolucionario Institucional, sino de la involución de Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática. No es que el PRI convenza y reconquiste espacios; no, es que el panismo y el perredismo decepcionaron y ni siquiera ocuparon el lugar donde llegaron.
El pasado, ahora, es futuro.
* * *
El tricolor se perfila ya no como una gran fuerza opositora, sino como un partido en vías de recuperación del poder, mientras la administración calderonista se desmorona y el panismo así como el perredismo naufragan sin dejar de pelear por el respectivo bote salvavidas.
Vamos de vuelta al régimen plural con partido dominante, mientras vastas regiones del país todavía se preguntan qué es eso de la alternancia. No la conocieron y, quizá, es mejor que así haya sido: se libraron de un fraude. El ascenso de Acción Nacional al Poder Ejecutivo no tiene paralelo: nueve años le han resultado insuficientes para constituir un gobierno.
¿Y la izquierda? Ah, los caníbales están de fiesta: viene la ocasión de simular un armisticio para, en la primera oportunidad, tirarse de mordidas y ver si, finalmente, una tribu devora a otra. Ya después verán si salvan o no al país; primero deben ajustar cuentas entre ellos.
¡Muerto el PRI, viva el PRI! Panistas y perredistas marchan con ellos de regreso.
* * *
La compleja, difícil y costosísima construcción de un régimen electoral fincado en el trípode de la legalidad, la legitimidad y la credibilidad repuso temporalmente la confianza en el voto. Pero, en el fondo, los partidos fueron incapaces de entender que así como había que replantear el continente del concurso electoral, había que renovar su contenido. No se renovaron los partidos, y menos supieron abrirle espacio a la ciudadanía. Nuevas y sofisticadas formas de compra, manipulación y coacción del voto aparecieron.
El resumen de esa circunstancia es simple: cuando por fin se pudo elegir, no hubo de dónde escoger.
La deuda de Vicente Fox, tan dispuesto ahora a asumir su ineptitud pero no su bribonería, consiste en no haber hecho de la alternancia una alternativa. Si su hazaña concluyó el mismo día de su elección, cualquier reforma al régimen político -por minúscula que fuera- hubiera posibilitado avanzar hacia adelante... no hacia atrás. La derrota de un partido instalado por décadas en el poder presidencial y la condición económica en que Vicente Fox recibió el país le daban la paz, la oportunidad, la fuerza, el respaldo y la autoridad necesaria para transformar el régimen, pero no: ese enorme capital lo dilapidó en prácticas populistas, dictadas por la medición constante de su popularidad. Ah, qué chistosito resultó.
(Entre paréntesis: por esa razón resulta increíble que dos de los alfiles foxistas, Santiago Creel y Manuel Espino, vengan ahora con el cuento de contar con el brebaje para salvar al partido que, curiosamente, en buena parte enfermaron).
Las varas que hoy recoge Felipe Calderón son de los cohetes de Vicente Fox, pero con dos agravantes: el paraíso económico que disfrutó el guanajuatense es un infierno para el michoacano; y éste resiste entender el gobierno como algo más que una pandilla, integrada por los cuates.
* * *
En esa circunstancia, las paradojas afloran.
El priismo se perfila para recuperar el Poder Ejecutivo no porque haya aprendido la lección, sino porque el panismo y el perredismo dejaron de hacer la tarea. No es que el priismo haya copiado las virtudes del panismo y el perredismo, sino que éstos copiaron los vicios del priismo. No es que el priismo haya convencido, sino que el panismo y el perredismo decepcionaron. No es que el priismo haya avanzado, sino que el panismo y el perredismo retrocedieron. No es que el priismo se haya alzado con la victoria, sino que el panismo y el perredismo se cayeron con la derrota.
Esas paradojas llevan a una mayor. El electorado parece condenado a votar no "por", sino a votar "en contra". No a votar por lo que quiere, sino en contra de lo que rechaza.
Probablemente eso se explica en la resistencia de los partidos a leer el mensaje que, desde 1997, les envía el electorado. La ciudadanía quiere un gobierno dividido, esto es, reparte el poder para favorecer decisiones nacionales derivadas del acuerdo entre las fuerzas políticas. Ése es el mensaje pero los partidos lo tergiversan. Por gobierno dividido entienden gobierno confrontado y, entonces, paralizan el desarrollo económico, político y social del país.
Una y otra vez los partidos en su conjunto han recibido ese mandato y una y otra vez lo desobedecen. Declaran creer fervientemente en la pluralidad, pero practican la política del todo o nada.
* * *
Esa lógica lleva inexorablemente al país a un desastre que, hasta ahora, se presenta como un fraude político pero que, en un descuido, puede hundirlo en una crisis superior a la que se está viviendo.
Si el jefe del Ejecutivo sigue creyendo que su partido y no él sufrió una derrota, seguirá dando tumbos sin constituir un gobierno. Si no muestra capacidad y habilidad para emprender una acción distinta, así sea una, a la de combatir sin estrategia el crimen, sumirá al país en la industria de la guerra sin victoria. Si no reconoce la necesidad de reajustar el gabinete, el segundo trienio verá su desmoronamiento.
Si el perredismo no reconoce el tamaño de su fracaso e insiste en consumirse en la lucha intestina por las siglas y las prerrogativas, profundizará su pequeñez. Si no resuelve la diferencia entre un partido y un movimiento buscando la armonía entre ellos, no podrá encabezar la sombra ni de uno ni del otro. Si no decide jugar o no en el marco de las instituciones, irá perdiendo fuerza.
Si el priismo confunde la derrota de sus adversarios como su victoria, reproducirá fórmulas que si bien pueden devolverlo a Los Pinos, no necesariamente le garantizan ejercer el poder. Si el priismo no resuelve la ecuación de contar con un poder multipolar, su fuerza se perderá en pleitos intestinos y su desgobierno terminará por dividirlo otra vez.
Por lo pronto, lo único claro es que el país avanza... en reversa.
Correo electrónico: sobreaviso@latinmail.com
Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo
Fecha de publicación: 25 Jul
De regreso
Por René Delgado
Avanzamos con firmeza... en reversa. Vamos de regreso.
De nada vale la justificación de que la crisis económica viene de fuera o que la crisis sanitaria era imprevisible o que la crisis criminal es la antesala de una victoria. El revés que sufre el país es producto del desacuerdo político que se arrastra desde hace décadas. Ese desencuentro no sólo lo paraliza, ahora lo echa para atrás.
El viejo régimen plural con partido dominante reaparece en el horizonte. Ese destino no es resultado de la evolución del Partido Revolucionario Institucional, sino de la involución de Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática. No es que el PRI convenza y reconquiste espacios; no, es que el panismo y el perredismo decepcionaron y ni siquiera ocuparon el lugar donde llegaron.
El pasado, ahora, es futuro.
* * *
El tricolor se perfila ya no como una gran fuerza opositora, sino como un partido en vías de recuperación del poder, mientras la administración calderonista se desmorona y el panismo así como el perredismo naufragan sin dejar de pelear por el respectivo bote salvavidas.
Vamos de vuelta al régimen plural con partido dominante, mientras vastas regiones del país todavía se preguntan qué es eso de la alternancia. No la conocieron y, quizá, es mejor que así haya sido: se libraron de un fraude. El ascenso de Acción Nacional al Poder Ejecutivo no tiene paralelo: nueve años le han resultado insuficientes para constituir un gobierno.
¿Y la izquierda? Ah, los caníbales están de fiesta: viene la ocasión de simular un armisticio para, en la primera oportunidad, tirarse de mordidas y ver si, finalmente, una tribu devora a otra. Ya después verán si salvan o no al país; primero deben ajustar cuentas entre ellos.
¡Muerto el PRI, viva el PRI! Panistas y perredistas marchan con ellos de regreso.
* * *
La compleja, difícil y costosísima construcción de un régimen electoral fincado en el trípode de la legalidad, la legitimidad y la credibilidad repuso temporalmente la confianza en el voto. Pero, en el fondo, los partidos fueron incapaces de entender que así como había que replantear el continente del concurso electoral, había que renovar su contenido. No se renovaron los partidos, y menos supieron abrirle espacio a la ciudadanía. Nuevas y sofisticadas formas de compra, manipulación y coacción del voto aparecieron.
El resumen de esa circunstancia es simple: cuando por fin se pudo elegir, no hubo de dónde escoger.
La deuda de Vicente Fox, tan dispuesto ahora a asumir su ineptitud pero no su bribonería, consiste en no haber hecho de la alternancia una alternativa. Si su hazaña concluyó el mismo día de su elección, cualquier reforma al régimen político -por minúscula que fuera- hubiera posibilitado avanzar hacia adelante... no hacia atrás. La derrota de un partido instalado por décadas en el poder presidencial y la condición económica en que Vicente Fox recibió el país le daban la paz, la oportunidad, la fuerza, el respaldo y la autoridad necesaria para transformar el régimen, pero no: ese enorme capital lo dilapidó en prácticas populistas, dictadas por la medición constante de su popularidad. Ah, qué chistosito resultó.
(Entre paréntesis: por esa razón resulta increíble que dos de los alfiles foxistas, Santiago Creel y Manuel Espino, vengan ahora con el cuento de contar con el brebaje para salvar al partido que, curiosamente, en buena parte enfermaron).
Las varas que hoy recoge Felipe Calderón son de los cohetes de Vicente Fox, pero con dos agravantes: el paraíso económico que disfrutó el guanajuatense es un infierno para el michoacano; y éste resiste entender el gobierno como algo más que una pandilla, integrada por los cuates.
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En esa circunstancia, las paradojas afloran.
El priismo se perfila para recuperar el Poder Ejecutivo no porque haya aprendido la lección, sino porque el panismo y el perredismo dejaron de hacer la tarea. No es que el priismo haya copiado las virtudes del panismo y el perredismo, sino que éstos copiaron los vicios del priismo. No es que el priismo haya convencido, sino que el panismo y el perredismo decepcionaron. No es que el priismo haya avanzado, sino que el panismo y el perredismo retrocedieron. No es que el priismo se haya alzado con la victoria, sino que el panismo y el perredismo se cayeron con la derrota.
Esas paradojas llevan a una mayor. El electorado parece condenado a votar no "por", sino a votar "en contra". No a votar por lo que quiere, sino en contra de lo que rechaza.
Probablemente eso se explica en la resistencia de los partidos a leer el mensaje que, desde 1997, les envía el electorado. La ciudadanía quiere un gobierno dividido, esto es, reparte el poder para favorecer decisiones nacionales derivadas del acuerdo entre las fuerzas políticas. Ése es el mensaje pero los partidos lo tergiversan. Por gobierno dividido entienden gobierno confrontado y, entonces, paralizan el desarrollo económico, político y social del país.
Una y otra vez los partidos en su conjunto han recibido ese mandato y una y otra vez lo desobedecen. Declaran creer fervientemente en la pluralidad, pero practican la política del todo o nada.
* * *
Esa lógica lleva inexorablemente al país a un desastre que, hasta ahora, se presenta como un fraude político pero que, en un descuido, puede hundirlo en una crisis superior a la que se está viviendo.
Si el jefe del Ejecutivo sigue creyendo que su partido y no él sufrió una derrota, seguirá dando tumbos sin constituir un gobierno. Si no muestra capacidad y habilidad para emprender una acción distinta, así sea una, a la de combatir sin estrategia el crimen, sumirá al país en la industria de la guerra sin victoria. Si no reconoce la necesidad de reajustar el gabinete, el segundo trienio verá su desmoronamiento.
Si el perredismo no reconoce el tamaño de su fracaso e insiste en consumirse en la lucha intestina por las siglas y las prerrogativas, profundizará su pequeñez. Si no resuelve la diferencia entre un partido y un movimiento buscando la armonía entre ellos, no podrá encabezar la sombra ni de uno ni del otro. Si no decide jugar o no en el marco de las instituciones, irá perdiendo fuerza.
Si el priismo confunde la derrota de sus adversarios como su victoria, reproducirá fórmulas que si bien pueden devolverlo a Los Pinos, no necesariamente le garantizan ejercer el poder. Si el priismo no resuelve la ecuación de contar con un poder multipolar, su fuerza se perderá en pleitos intestinos y su desgobierno terminará por dividirlo otra vez.
Por lo pronto, lo único claro es que el país avanza... en reversa.
Correo electrónico: sobreaviso@latinmail.com
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Fecha de publicación: 25 Jul
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