Vaya vulgaridad!
Francisco Garduño
2009-09-19•Política
Es aterrador vivir en un país que en medio de una crisis de dimensiones apocalípticas tiene que padecer episodios de tanta vulgaridad y vergüenza como los protagonizados por algunos personajes de la vida pública nacional.
Es de sobra sabido que el nivel de los legisladores mexicanos históricamente ha dejado mucho que desear y que, con honrosas excepciones, el Congreso de la Unión ha servido únicamente para dar refugio a sujetos magníficamente aleccionados para responder a los intereses políticos de partidos, gobernadores y hasta de la iniciativa privada.
Estos “levantadedos” saben que sus mayores obligaciones son las de obedecer cuando hay que votar en bloque cuando sus jefes, internos y externos, decidan que deben hacerlo.
Ni modo, la existencia de estos políticos especializados en calentar curules y escaños es parte de la maldición de un sistema político endeble y viciado.
Pero hay otros que no se cansan de estar en la boca de todos, aunque no por su empeño en trabajar con seriedad para buscar o analizar propuestas que ayuden a resolver la cada vez más complicada crisis por la que atraviesa México.
No, se trata de aquellos que buscan por todos los medios convertirse en un factor de desestabilización. Es el caso de Gerardo Fernández Noroña, ese hombre que se ha esmerado en convertirse en la verdadera amenaza para la seriedad de los trabajos legislativos.
Una cosa hay que reconocerle al flamante petista, su increíble capacidad para mantener asombrada a la sociedad con sus nefastas ocurrencias. De ninguna manera se trata de criticar a la oposición, no, la oposición razonada, reflexiva y con propuestas es fundamental para el desarrollo de una sociedad democrática.
Pero de eso a las groserías mitoteras de Fernández Noroña hay una gran distancia. Lo ocurrido en el informe de Felipe Calderón, cuando el diputado, escudándose en su fuero, hasta le robó su gorra a un policía, apenas fue un botón de muestra de lo que su radicalismo es capaz de llevarlo a hacer.
Lo que hizo el jueves, vulgarizando el uso de la máxima tribuna, para muchos puede resultar hasta gracioso, pero en la realidad debe ser preocupante, no se trata de la sarta de tonterías con la que increpó al secretario de Gobernación, sino de su atrevimiento para usar su actual cargo y atacar sin ton ni son, con absurdos y sin una pizca de raciocinio.
El colmo fue cuando Fernández Noroña aseguró que Andrés Manuel López Obrador irá a la Cámara de Diputados como presidente de la República y le preguntó a Fernando Gómez Mont si le había dado a Calderón su mensaje de que debe renunciar.
Ante esto, los panistas le gritaron a coro “payaso”, lo que ni lo inmutó y siguió con su arenga contra el “gobierno de facto” y a favor del presidente legítimo.
Y mientras Fernández Noroña se daba gusto en San Lázaro, López Obrador estaba enfrascado en su guerra con… Juanito, por el control de Iztapalapa.
¡Vaya que hay niveles!
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Francisco Garduño
2009-09-19•Política
Es aterrador vivir en un país que en medio de una crisis de dimensiones apocalípticas tiene que padecer episodios de tanta vulgaridad y vergüenza como los protagonizados por algunos personajes de la vida pública nacional.
Es de sobra sabido que el nivel de los legisladores mexicanos históricamente ha dejado mucho que desear y que, con honrosas excepciones, el Congreso de la Unión ha servido únicamente para dar refugio a sujetos magníficamente aleccionados para responder a los intereses políticos de partidos, gobernadores y hasta de la iniciativa privada.
Estos “levantadedos” saben que sus mayores obligaciones son las de obedecer cuando hay que votar en bloque cuando sus jefes, internos y externos, decidan que deben hacerlo.
Ni modo, la existencia de estos políticos especializados en calentar curules y escaños es parte de la maldición de un sistema político endeble y viciado.
Pero hay otros que no se cansan de estar en la boca de todos, aunque no por su empeño en trabajar con seriedad para buscar o analizar propuestas que ayuden a resolver la cada vez más complicada crisis por la que atraviesa México.
No, se trata de aquellos que buscan por todos los medios convertirse en un factor de desestabilización. Es el caso de Gerardo Fernández Noroña, ese hombre que se ha esmerado en convertirse en la verdadera amenaza para la seriedad de los trabajos legislativos.
Una cosa hay que reconocerle al flamante petista, su increíble capacidad para mantener asombrada a la sociedad con sus nefastas ocurrencias. De ninguna manera se trata de criticar a la oposición, no, la oposición razonada, reflexiva y con propuestas es fundamental para el desarrollo de una sociedad democrática.
Pero de eso a las groserías mitoteras de Fernández Noroña hay una gran distancia. Lo ocurrido en el informe de Felipe Calderón, cuando el diputado, escudándose en su fuero, hasta le robó su gorra a un policía, apenas fue un botón de muestra de lo que su radicalismo es capaz de llevarlo a hacer.
Lo que hizo el jueves, vulgarizando el uso de la máxima tribuna, para muchos puede resultar hasta gracioso, pero en la realidad debe ser preocupante, no se trata de la sarta de tonterías con la que increpó al secretario de Gobernación, sino de su atrevimiento para usar su actual cargo y atacar sin ton ni son, con absurdos y sin una pizca de raciocinio.
El colmo fue cuando Fernández Noroña aseguró que Andrés Manuel López Obrador irá a la Cámara de Diputados como presidente de la República y le preguntó a Fernando Gómez Mont si le había dado a Calderón su mensaje de que debe renunciar.
Ante esto, los panistas le gritaron a coro “payaso”, lo que ni lo inmutó y siguió con su arenga contra el “gobierno de facto” y a favor del presidente legítimo.
Y mientras Fernández Noroña se daba gusto en San Lázaro, López Obrador estaba enfrascado en su guerra con… Juanito, por el control de Iztapalapa.
¡Vaya que hay niveles!
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