Rafael Segovia / Al borde de la catástrofe
Por Rafael Segovia
(23 octubre 2009).- No se sabe cuáles son las ideas que abriga el gobierno acerca de la recién disuelta compañía. Lo lógico sería que se disolviera el gobierno por las mismas razones que utilizó la semana pasada: por inútil, por caro, por engañar a toda la nación. Al menos eso dijo. Algunos lo creyeron sin mayor explicación. No tenía por qué darla, pues se trataba del país entero y a éste no hay porque darle explicación alguna pues aún no ha alcanzado la mayoría de edad. Pero al margen de sus años hay en este momento un problema grave, que es el de los 40,000 hombres y mujeres sin trabajo, hay una manifestación como no se había visto en México y hay el malestar que todavía no ha explotado.
El gobierno no se atreve ni a respirar, está conteniendo la respiración, rezando rosarios y pidiéndole al Altísimo que no pase nada demasiado grave. Ofrece becas a los hijos de los desempleados, cursos de capacitación para unos empleos imaginarios y muestra su conocida incapacidad para dirigirse a la gente. Cuando se atreve a asomarse a la televisión es para prometer las perlas de la Virgen pero no dice para cuándo, como en su heroica lucha contra los narcos. La culpa es siempre de otro: él no ha podido hacerlo mejor, prometió empleo, educación, infraestructura que ya empezamos a sentir, al menos en un anuncio bancario, que ya pone las afores en su cabecera. Bien, muy bien. Nada más dijo, como quien no quiere la cosa, que iba a utilizar este capital que no le pertenece para desarrollar la infraestructura, es decir, para que unos cuantos empresarios compren este capital de los trabajadores y empleados de México y con lo que paguen en Bolsa enfrentar las deudas que él ha contraído sin permiso de nadie. Lo interesante sería conocer -no sólo hacer de ello un juego con sus amigos- cómo se castigan en esta Bolsa las afores, qué clase de negocios se van a hacer con ellas.
Por el momento lo interesante es la angustia de quienes mandan, su necesidad de silencio, su temor a que se conozcan sus disposiciones, cómo pretenden manejar nuestro dinero -si es que dejan algo- y sus intenciones. Sólo conocemos cómo se vota, la confianza que se le da al Presidente y a su partido cuando al pueblo se le deja abrir la boca. Puede, alegan, que el voto en Tabasco o en Coahuila no refleje al país como las encuestas donde dan al Presidente una popularidad que al colombiano Uribe le ponen verde de envidia. Si bien el PRI por ahora con sus chapuzas se convierte en un aliado del gobierno que no se atreve a decir su nombre y en un patriota dispuesto a votar nuevos impuestos para la salvación de la nación. Hará lo que se le pida, o más bien se le ordene.
La división de las opiniones dentro del PRI entre los partidarios de aumentar el IVA o dejar todo a disposición del 2 por ciento no se antoja muy clara, tanto en un caso como en el otro abandonan la decisión en manos de Carstens. Una vez más el común de los mortales no tiene más que una opción: ver cómo se impone un nuevo impuesto no deseado por los empresarios, cosa de por sí extraña, que los hombres de negocios vean subir la tasa impositiva. Será el convencimiento de que encontrarán la manera de evitar pagarla ellos. No hay protesta de este grupo porque ya se ha dicho que sería la clase media la encargada de soportar esta nueva carga. La inquietud del gobierno es clara: hay un temor evidente a una reacción dura de los que han soportado todo sin rechistar.
El discurso no llega a serlo porque no se quieren más compromisos, no menciona -una vez más, ni un compromiso político- que el Estado se mantiene en sus límites, nada que anuncie un nuevo autoritarismo sino una extraña benevolencia y si se pudiera una nueva generosidad. Pero lo más importante es un temor a la explosión social de la cual fue anuncio la manifestación de los electricistas y de todos los que se les unieron. Una vez más se comprobó que esta ciudad tiene una mayoría que se sitúa a la izquierda tan pronto como aparece un auténtico líder. De ahí el conflicto latente del gobierno, obligado a gobernar con la derecha, pero siempre al borde de la catástrofe, tener por obligación un secretario del Trabajo insoportable para los obreros sindicalizados, una secretaria de Energía que carece de ella y otro de Gobernación del cual más vale no hablar.
Los obreros agraviados por la disolución de la Compañía de Luz y Fuerza, ante una actitud de puñetazo en la mesa, de negativa del gobierno de revisar esa medida, la única que cuenta por ahora, se han negado a seguir los encuentros. Los secretarios están temerosos, pero como todos los que tienen miedo dicen no comprender esa actitud de ruptura con ellos, que les han ofrecido todo: los han dejado sin trabajo y a cambio les proponen aprender inglés. No carecen de razón. Si el país ya pertenece a Estados Unidos, lo lógico es que se estudie y aprenda su lengua. No se puede comprender la actitud de los obreros.
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Fecha de publicación: 23 octubre 2009
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