Interesante artÃculo....
Por Moisés NaÃm /EL PaÃs, 25 Oct 09.
El petróleo empobrece.
Los diamantes, el gas y el cobre también.
Los paÃses pobres que cuentan con abundantes recursos naturales suelen ser subdesarrollados.
Esto ocurre no a pesar de sus riquezas naturales, sino debido a ellas.
¿Cómo puede ser que la riqueza natural de un paÃs perpetúe la pobreza de la mayorÃa de sus habitantes? Debido a un fenómeno conocido como "la maldición de los recursos naturales".
Hay paÃses que logran conjurar esta maldición.
Noruega o Estados Unidos, por ejemplo, son a la vez petroleros y desarrollados.
Pero son excepciones que no sólo confirman la regla, sino que también ilustran los antÃdotos contra esta maldición: Democracia e instituciones que limitan la concentración del poder.
Además, para neutralizar la maldición también es necesario mantener la estabilidad económica, controlar el gasto público, ahorrar para los años de vacas flacas, diversificar la economÃa, impedir la concentración del ingreso y evitar que la moneda del paÃs sea demasiado costosa comparada con las de otras naciones.
Los paÃses exportadores de recursos naturales que no adoptan estas medidas empobrecen y maltratan a la gran mayorÃa de su población.
La tragedia es que pocos logran evitar estos nocivos efectos.
¿Por qué?
La maldición de los recursos es como una enfermedad adictiva: Le quita a la vÃctima la voluntad de curarse.
Los grupos más poderosos de estas sociedades no tienen muchos incentivos para luchar contra los efectos perversos de la excesiva dependencia de los recursos naturales.
Los efectos son perversos para el resto de la población, no para las élites.
Éstas, por el contrario, se benefician de la situación.
El venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo, uno de los fundadores de la Organización de PaÃses Exportadores de Petróleo (OPEP), fue el primero en llamar la atención sobre esto.
El petróleo, dijo, no es oro negro; es el excremento del Diablo.
La intuición de Pérez Alfonzo ha sido rigurosamente confirmada.
Desde 1975, por ejemplo, las economÃas de los paÃses ricos en recursos naturales han crecido menos que las de los paÃses que no exportan principalmente materias primas.
Peor aún, en los paÃses afectados por la maldición, los beneficios del crecimiento económico se concentran en pequeños grupos polÃticos, militares y empresariales.
Además, su moneda se encarece con respecto a las de otras naciones, lo cual frena las exportaciones de todo lo que no sea el recurso natural que tienen en abundancia.
Esto, a su vez, inhibe la diversificación de la economÃa y condena a los paÃses a depender cada vez más de las exportaciones de su principal materia prima.
En el caso del petróleo, el crecimiento que este genera no crea puestos de trabajo en proporción a su peso en la economÃa.
AsÃ, en los paÃses cuya principal exportación es el petróleo, esa industria genera más del 80% de los ingresos totales, pero tan sólo el 10% del empleo.
Inevitablemente, esto aumenta la desigualdad económica.
Dado que los gobiernos de los paÃses exportadores de materias primas no dependen de los impuestos de su población para financiarse, sus lÃderes pueden darse el lujo de ignorar las exigencias y necesidades de sus ciudadanos.
Éstos, a su vez, desarrollan relaciones tenues y parasitarias con el Estado.
Además, cuando mucho dinero público es controlado por pocos individuos que no rinden cuentas al resto de la sociedad, la corrupción es inevitable.
Las similitudes de paÃses tan diferentes como Rusia, Irán o Venezuela no son una casualidad.
Son el resultado de la maldición.
Es muy difÃcil sacar del poder a gobiernos ricos en petróleo que, además, tienen la posibilidad de usar sus vastos recursos financieros para comprar o reprimir a sus opositores.
Las estadÃsticas demuestran que es mucho menos probable que un paÃs petrolero autoritario se transforme en una democracia de lo que resulta para una dictadura que no cuenta con abundantes recursos naturales.
Las estadÃsticas también confirman que, en todas partes, las autocracias petroleras gastan más en armas y ejércitos y son más propensas a tener conflictos armados.
Esto no quiere decir que los paÃses pobres con abundantes recursos naturales estén condenados al subdesarrollo.
Chile y Botsuana son extraordinarios ejemplos de paÃses menos desarrollados que a pesar de ser exportadores de materias primas han escapado de la maldición.
Sus experiencias confirman cuáles son las vacunas que protegen a un paÃs contra sus efectos.
Pero ¿por qué estos paÃses estuvieron dispuestos a vacunarse y otros no? Nadie sabe.
A quien encuentre la respuesta a esta pregunta habrÃa que darle el premio Nobel.
No el de EconomÃa.
El de la Paz.
Por Moisés NaÃm /EL PaÃs, 25 Oct 09.
El petróleo empobrece.
Los diamantes, el gas y el cobre también.
Los paÃses pobres que cuentan con abundantes recursos naturales suelen ser subdesarrollados.
Esto ocurre no a pesar de sus riquezas naturales, sino debido a ellas.
¿Cómo puede ser que la riqueza natural de un paÃs perpetúe la pobreza de la mayorÃa de sus habitantes? Debido a un fenómeno conocido como "la maldición de los recursos naturales".
Hay paÃses que logran conjurar esta maldición.
Noruega o Estados Unidos, por ejemplo, son a la vez petroleros y desarrollados.
Pero son excepciones que no sólo confirman la regla, sino que también ilustran los antÃdotos contra esta maldición: Democracia e instituciones que limitan la concentración del poder.
Además, para neutralizar la maldición también es necesario mantener la estabilidad económica, controlar el gasto público, ahorrar para los años de vacas flacas, diversificar la economÃa, impedir la concentración del ingreso y evitar que la moneda del paÃs sea demasiado costosa comparada con las de otras naciones.
Los paÃses exportadores de recursos naturales que no adoptan estas medidas empobrecen y maltratan a la gran mayorÃa de su población.
La tragedia es que pocos logran evitar estos nocivos efectos.
¿Por qué?
La maldición de los recursos es como una enfermedad adictiva: Le quita a la vÃctima la voluntad de curarse.
Los grupos más poderosos de estas sociedades no tienen muchos incentivos para luchar contra los efectos perversos de la excesiva dependencia de los recursos naturales.
Los efectos son perversos para el resto de la población, no para las élites.
Éstas, por el contrario, se benefician de la situación.
El venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo, uno de los fundadores de la Organización de PaÃses Exportadores de Petróleo (OPEP), fue el primero en llamar la atención sobre esto.
El petróleo, dijo, no es oro negro; es el excremento del Diablo.
La intuición de Pérez Alfonzo ha sido rigurosamente confirmada.
Desde 1975, por ejemplo, las economÃas de los paÃses ricos en recursos naturales han crecido menos que las de los paÃses que no exportan principalmente materias primas.
Peor aún, en los paÃses afectados por la maldición, los beneficios del crecimiento económico se concentran en pequeños grupos polÃticos, militares y empresariales.
Además, su moneda se encarece con respecto a las de otras naciones, lo cual frena las exportaciones de todo lo que no sea el recurso natural que tienen en abundancia.
Esto, a su vez, inhibe la diversificación de la economÃa y condena a los paÃses a depender cada vez más de las exportaciones de su principal materia prima.
En el caso del petróleo, el crecimiento que este genera no crea puestos de trabajo en proporción a su peso en la economÃa.
AsÃ, en los paÃses cuya principal exportación es el petróleo, esa industria genera más del 80% de los ingresos totales, pero tan sólo el 10% del empleo.
Inevitablemente, esto aumenta la desigualdad económica.
Dado que los gobiernos de los paÃses exportadores de materias primas no dependen de los impuestos de su población para financiarse, sus lÃderes pueden darse el lujo de ignorar las exigencias y necesidades de sus ciudadanos.
Éstos, a su vez, desarrollan relaciones tenues y parasitarias con el Estado.
Además, cuando mucho dinero público es controlado por pocos individuos que no rinden cuentas al resto de la sociedad, la corrupción es inevitable.
Las similitudes de paÃses tan diferentes como Rusia, Irán o Venezuela no son una casualidad.
Son el resultado de la maldición.
Es muy difÃcil sacar del poder a gobiernos ricos en petróleo que, además, tienen la posibilidad de usar sus vastos recursos financieros para comprar o reprimir a sus opositores.
Las estadÃsticas demuestran que es mucho menos probable que un paÃs petrolero autoritario se transforme en una democracia de lo que resulta para una dictadura que no cuenta con abundantes recursos naturales.
Las estadÃsticas también confirman que, en todas partes, las autocracias petroleras gastan más en armas y ejércitos y son más propensas a tener conflictos armados.
Esto no quiere decir que los paÃses pobres con abundantes recursos naturales estén condenados al subdesarrollo.
Chile y Botsuana son extraordinarios ejemplos de paÃses menos desarrollados que a pesar de ser exportadores de materias primas han escapado de la maldición.
Sus experiencias confirman cuáles son las vacunas que protegen a un paÃs contra sus efectos.
Pero ¿por qué estos paÃses estuvieron dispuestos a vacunarse y otros no? Nadie sabe.
A quien encuentre la respuesta a esta pregunta habrÃa que darle el premio Nobel.
No el de EconomÃa.
El de la Paz.
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