Marzo de 2009. Sin presentir que pronto le caería el cielo encima, el elegante charro premió a los mejores jinetes, los más destacados amansadores de toros brutos, los que hacían florituras con la reata y los diestros pialadores.
La reina del festejo, su hija Gaby, lució montada “a lo mujeriega” en brioso corcel, ataviada con colorido vestido de Adelita, en tanto su hermano Martín fungía como anfitrión del quinto campeonato charro celebrado en Hacienda Vieja, Tetepango, donde uno de los hermanos del patrocinador, Alejandro, es presidente municipal, y el primo, Marco Aurelio, munícipe de Juandhó, ubicación de la Hacienda.
Los premios del charro mayor a los participantes en la justa no fueron nada despreciables: 50 mil pesos en efectivo al tercer lugar, mientras el primero recibió una hermosa camioneta Lobo, de agencia, y el segundo un vehículo igualmente lujoso.
Antes, durante y después del festejo que el charro mayor ofreció a los asistentes, destacando la tradición hospitalaria de los habitantes de la región, corrieron raudales de bebidas espirituosas, las preferidas, claro, tequila y coñac, mientras que los ricos asados de cerdo, chivo, borrego y res aromaban el aire junto con el perfume de las tortillitas torteadas a mano.
Para dejar constancia de la maravillosa celebración, que por quinta vez tiene como escenario la Vieja Hacienda, se grabó un programa de televisión, en su parte inicial conducido por una jovencita de nombre Ana Cecilia; las televisoras estatales transmitieron las imágenes al principio completas, y los días subsecuentes sólo fracciones. Todo un éxito.
El charro grande citó a los competidores para celebrar en el mismo lugar, el mismo día pero de 2010, la siguiente versión del concurso que con dinero de la agrupación que dirige, o dirigía, organiza su hijo charrito chico, quien quiere darle carácter de competencia nacional oficial.
Según malquerientes del patrocinador, esta fiesta que tiene el peligro de convertirse en tradicional tuvo su origen en una celebración personal, cumpleaños o algo así, pero no antes de que construyó, a todo lujo, lienzo y caballerizas apropiadas para las bestias de concurso, además de alojamientos, igualmente apropiados, para los visitantes.
¡Lejos, muy lejos quedaron los tiempos de las vacas flacas! En 1968, afirman, en el seno de una familia muy humilde vio su primera luz el charro grande quien, apenas rebasados los 20 años de vida, dio comienzo a una fructífera actividad laboral que lo llevó a encabezar a los trabajadores de la región en 1996 y muy pronto, después, a responsabilizarse de todos los grupos laborantes en estados vecinos.
Se trepó al máximo puesto en 2005 y se reeligió dos años después; transcurridos otros 24 meses, decidió perpetuarse en la mejor tradición de los sindicatos nacionales. Pero ya no pudo.
Mientras, aprovechó, gozó de las mieles del poder llevando a hermanos y primos a cargos políticos y sindicales de primera magnitud. Sacó a la familia de la pobreza, si no es que de la miseria.
Para visitarlos o asistir a la hacienda, el humilde trabajador de otros tiempos se movilizaba en helicóptero. Y ni hablar de su colección de automotores, el de uso diario, una camioneta Cadillac Escalade.
Pero no reclamará indemnización ante el despido que lo amenaza, al igual que a los miembros del sindicato en el que militaba. Con menos de 20 mil pesos mensuales de salario compró ranchos, casas, autos, caballos finos, y gracias a su frugalidad logró ahorros para su futuro. Nada debe preocuparle.
La reina del festejo, su hija Gaby, lució montada “a lo mujeriega” en brioso corcel, ataviada con colorido vestido de Adelita, en tanto su hermano Martín fungía como anfitrión del quinto campeonato charro celebrado en Hacienda Vieja, Tetepango, donde uno de los hermanos del patrocinador, Alejandro, es presidente municipal, y el primo, Marco Aurelio, munícipe de Juandhó, ubicación de la Hacienda.
Los premios del charro mayor a los participantes en la justa no fueron nada despreciables: 50 mil pesos en efectivo al tercer lugar, mientras el primero recibió una hermosa camioneta Lobo, de agencia, y el segundo un vehículo igualmente lujoso.
Antes, durante y después del festejo que el charro mayor ofreció a los asistentes, destacando la tradición hospitalaria de los habitantes de la región, corrieron raudales de bebidas espirituosas, las preferidas, claro, tequila y coñac, mientras que los ricos asados de cerdo, chivo, borrego y res aromaban el aire junto con el perfume de las tortillitas torteadas a mano.
Para dejar constancia de la maravillosa celebración, que por quinta vez tiene como escenario la Vieja Hacienda, se grabó un programa de televisión, en su parte inicial conducido por una jovencita de nombre Ana Cecilia; las televisoras estatales transmitieron las imágenes al principio completas, y los días subsecuentes sólo fracciones. Todo un éxito.
El charro grande citó a los competidores para celebrar en el mismo lugar, el mismo día pero de 2010, la siguiente versión del concurso que con dinero de la agrupación que dirige, o dirigía, organiza su hijo charrito chico, quien quiere darle carácter de competencia nacional oficial.
Según malquerientes del patrocinador, esta fiesta que tiene el peligro de convertirse en tradicional tuvo su origen en una celebración personal, cumpleaños o algo así, pero no antes de que construyó, a todo lujo, lienzo y caballerizas apropiadas para las bestias de concurso, además de alojamientos, igualmente apropiados, para los visitantes.
¡Lejos, muy lejos quedaron los tiempos de las vacas flacas! En 1968, afirman, en el seno de una familia muy humilde vio su primera luz el charro grande quien, apenas rebasados los 20 años de vida, dio comienzo a una fructífera actividad laboral que lo llevó a encabezar a los trabajadores de la región en 1996 y muy pronto, después, a responsabilizarse de todos los grupos laborantes en estados vecinos.
Se trepó al máximo puesto en 2005 y se reeligió dos años después; transcurridos otros 24 meses, decidió perpetuarse en la mejor tradición de los sindicatos nacionales. Pero ya no pudo.
Mientras, aprovechó, gozó de las mieles del poder llevando a hermanos y primos a cargos políticos y sindicales de primera magnitud. Sacó a la familia de la pobreza, si no es que de la miseria.
Para visitarlos o asistir a la hacienda, el humilde trabajador de otros tiempos se movilizaba en helicóptero. Y ni hablar de su colección de automotores, el de uso diario, una camioneta Cadillac Escalade.
Pero no reclamará indemnización ante el despido que lo amenaza, al igual que a los miembros del sindicato en el que militaba. Con menos de 20 mil pesos mensuales de salario compró ranchos, casas, autos, caballos finos, y gracias a su frugalidad logró ahorros para su futuro. Nada debe preocuparle.
Cuento triste de un líder charro
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