Mal, va mal
Por Jaime Sánchez Susarrey
El gobierno de Felipe Calderón va perdiendo el debate sobre la reforma energética. La coyuntura era y es complicada. Nada podía hacerse antes de la elección interna del PRD el próximo 16 de marzo. López Obrador ha utilizado su "campaña para defender el petróleo" a favor de la candidatura de Alejandro Encinas. Por razones parecidas era lógico esperar la celebración del 18 de marzo. Pasadas estas fechas habrá que echarle toda la carne al asador. Porque conforme se acerque la elección del 2009 más complicadas se tornarán las negociaciones. La ventana de oportunidad es, en realidad, muy pequeña. Pero no sólo eso. La especie de impasse que se vivió en estos meses fue muy bien aprovechada por el "presidente legítimo".
1. AMLO logró fijar los términos del debate: el fantasma de la privatización de Pemex recorre el país. La tesis de que hay que defender el petróleo de un complot permeó en amplios sectores de la población. De poco o nada sirvió el compromiso público y explícito del gobierno de la República en el sentido de que no tiene un proyecto privatizador. De poco o nada sirvió la advertencia del senador Beltrones de que no se modificaría el artículo 27 constitucional. López logró fijar, como dicen los abogados, la litis: no a la privatización de Pemex. De un lado los patriotas (López y los que piensan como él) y del otro los traidores, los vendepatrias. La polarización es total. No admite grises ni medias tintas. Es todo o nada.
2. AMLO logró jalar al PRD a sus posiciones. Jesús Ortega, en aras de no perder la iniciativa, está enarbolando la misma bandera: la defensa del petróleo frente al complot privatizador. La reacción se entiende. En medio de la contienda interna, Nueva Izquierda no podía dejar esa consigna en manos de su principal contrincante. El problema está en que la elección del 16 de marzo no cambiará radicalmente el contexto. Si gana Alejandro Encinas no hay nada que puntualizar: la hegemonía del Peje sobre la dirección nacional perredista será total. Pero si gana Jesús Ortega, contra lo que se podría esperar, las cosas no serán muy distintas; no, al menos, en materia energética. López denunciará cualquier cambio o negociación como una traición al PRD y a la patria. Los márgenes de Nueva Izquierda serán, consecuentemente, muy reducidos.
3. El torpedo contra Juan Camilo Mouriño pegó por debajo de la línea de flotación del gobierno de la República. La encomienda del novel secretario era justamente sacar adelante la reforma energética. Pero ahora él se ha convertido en el problema. Su reacción frente a las acusaciones fue muy desafortunada. Le faltó la malicia y la astucia que sólo se adquieren con la experiencia. Felipe Calderón ya está empleando más recursos y tiempo en salvarlo que en atender la tareas de la reforma. La advertencia de Ruth Zavaleta debería ser tomada en cuenta: ya no es ni podrá ser interlocutor con el Partido de la Revolución Democrática. Pero no sólo eso. Su permanencia en el gabinete deja un flanco abierto que López aprovechará tanto como pueda. Su demanda de debatir lo confirma. Dicho de manera simple, la permanencia de Mouriño en Gobernación complica aún más el escenario de las negociaciones de la reforma energética.
4. El impacto mediático que esto ha tenido entre la población ha sido muy negativo para el gobierno de la República. Una encuesta reciente de Demotecnia arroja los siguientes resultados: el 85 por ciento condena los actos de Juan Camilo Mouriño; el 68 por ciento pide su renuncia. Y lo más grave: el 53 por ciento considera que el presidente Felipe Calderón sí tenía conocimiento de los hechos. Todo ocurre en medio de la campaña de López contra la privatización de Pemex. Los documentos que exhibió le cayeron como agua de mayo. Porque más allá de la sustancia, lo que cuenta es la impresión que dejan en la población. Y esa impresión es muy clara: quienes impulsan la reforma energética tienen negocios e intereses directamente ligados con la paraestatal...
5. El hecho de que no haya consenso en el PRI complica el contexto aún más. Los priistas están enfrentados. Los más radicales sostienen tesis semejantes a las de López Obrador y no tendrían empacho en participar en marchas y movimientos por la defensa del petróleo. Son los que afirman que no se debe compartir la renta petrolera, que Pemex sí cuenta con recursos para exploración y explotación, que los mantos en tierra y en aguas someras son suficientes para los próximos años. En suma, se oponen a cualquier forma de alianza estratégica con otras empresas para explotar el petróleo en aguas profundas. Del otro lado están los que advierten el riesgo de una crisis de grandes proporciones si no se opera una reforma de Pemex. Esta división complica las cosas y encarece enormemente el costo político de apoyar cualquier proyecto.
6. El debate se ha polarizado de manera irracional. Y no es extraño que así sea. La información que se genera es confusa y contradictoria. Preguntas elementales que deberían ser parte de un diagnóstico objetivo y científico reciben respuestas radicalmente diferentes. Ejemplifico: ¿existe el efecto popote en las aguas profundas que colindan con Estados Unidos? Respuesta de Francisco Rojas, ex director de Pemex: no, eso es una vacilada. Respuesta de Francisco Labastida, senador del PRI y miembro de la Comisión de Energía: sí, y por eso es indispensable buscar alianzas estratégicas con otras empresas. ¿Existe en el mercado la tecnología para realizar explotación en aguas profundas? Respuesta de Francisco Rojas: sí, por supuesto. Respuesta de Juan José Rodríguez Prats, diputado panista: es una tecnología tan compleja como la de poner un hombre en la luna; no hay tiempo que perder, urge asociarse. Ante semejante torre de Babel no debe sorprender que predomine la diatriba.
7. Los malos entendidos, las confusiones y las acusaciones van de la mano. La estrategia del gobierno ha sido desastrosa. Primero salió la secretaria de Energía, Georgina Kessel, y luego la retiraron para cederle el paso a Juan Camilo Mouriño. Después vino la andanada contra el secretario de Gobernación y el desconcierto. El director de Pemex ha brillado por su ausencia. Su estrategia se limita a editar una serie de spots que antes de salir al aire han causado gran revuelo. El paso del tiempo, vale repetirlo, corre contra el gobierno de la República. El saldo hasta ahora es 10 a 0 a favor del Peje. ¿Se perdió en definitiva la batalla? Tal vez no. Pero el escenario no es para nada favorable. Si las cosas siguen como van no habrá reforma o será pírrica.
Publicado por el periódico Reforma, el sábado 15 de marzo de 2008
Por Jaime Sánchez Susarrey
El gobierno de Felipe Calderón va perdiendo el debate sobre la reforma energética. La coyuntura era y es complicada. Nada podía hacerse antes de la elección interna del PRD el próximo 16 de marzo. López Obrador ha utilizado su "campaña para defender el petróleo" a favor de la candidatura de Alejandro Encinas. Por razones parecidas era lógico esperar la celebración del 18 de marzo. Pasadas estas fechas habrá que echarle toda la carne al asador. Porque conforme se acerque la elección del 2009 más complicadas se tornarán las negociaciones. La ventana de oportunidad es, en realidad, muy pequeña. Pero no sólo eso. La especie de impasse que se vivió en estos meses fue muy bien aprovechada por el "presidente legítimo".
1. AMLO logró fijar los términos del debate: el fantasma de la privatización de Pemex recorre el país. La tesis de que hay que defender el petróleo de un complot permeó en amplios sectores de la población. De poco o nada sirvió el compromiso público y explícito del gobierno de la República en el sentido de que no tiene un proyecto privatizador. De poco o nada sirvió la advertencia del senador Beltrones de que no se modificaría el artículo 27 constitucional. López logró fijar, como dicen los abogados, la litis: no a la privatización de Pemex. De un lado los patriotas (López y los que piensan como él) y del otro los traidores, los vendepatrias. La polarización es total. No admite grises ni medias tintas. Es todo o nada.
2. AMLO logró jalar al PRD a sus posiciones. Jesús Ortega, en aras de no perder la iniciativa, está enarbolando la misma bandera: la defensa del petróleo frente al complot privatizador. La reacción se entiende. En medio de la contienda interna, Nueva Izquierda no podía dejar esa consigna en manos de su principal contrincante. El problema está en que la elección del 16 de marzo no cambiará radicalmente el contexto. Si gana Alejandro Encinas no hay nada que puntualizar: la hegemonía del Peje sobre la dirección nacional perredista será total. Pero si gana Jesús Ortega, contra lo que se podría esperar, las cosas no serán muy distintas; no, al menos, en materia energética. López denunciará cualquier cambio o negociación como una traición al PRD y a la patria. Los márgenes de Nueva Izquierda serán, consecuentemente, muy reducidos.
3. El torpedo contra Juan Camilo Mouriño pegó por debajo de la línea de flotación del gobierno de la República. La encomienda del novel secretario era justamente sacar adelante la reforma energética. Pero ahora él se ha convertido en el problema. Su reacción frente a las acusaciones fue muy desafortunada. Le faltó la malicia y la astucia que sólo se adquieren con la experiencia. Felipe Calderón ya está empleando más recursos y tiempo en salvarlo que en atender la tareas de la reforma. La advertencia de Ruth Zavaleta debería ser tomada en cuenta: ya no es ni podrá ser interlocutor con el Partido de la Revolución Democrática. Pero no sólo eso. Su permanencia en el gabinete deja un flanco abierto que López aprovechará tanto como pueda. Su demanda de debatir lo confirma. Dicho de manera simple, la permanencia de Mouriño en Gobernación complica aún más el escenario de las negociaciones de la reforma energética.
4. El impacto mediático que esto ha tenido entre la población ha sido muy negativo para el gobierno de la República. Una encuesta reciente de Demotecnia arroja los siguientes resultados: el 85 por ciento condena los actos de Juan Camilo Mouriño; el 68 por ciento pide su renuncia. Y lo más grave: el 53 por ciento considera que el presidente Felipe Calderón sí tenía conocimiento de los hechos. Todo ocurre en medio de la campaña de López contra la privatización de Pemex. Los documentos que exhibió le cayeron como agua de mayo. Porque más allá de la sustancia, lo que cuenta es la impresión que dejan en la población. Y esa impresión es muy clara: quienes impulsan la reforma energética tienen negocios e intereses directamente ligados con la paraestatal...
5. El hecho de que no haya consenso en el PRI complica el contexto aún más. Los priistas están enfrentados. Los más radicales sostienen tesis semejantes a las de López Obrador y no tendrían empacho en participar en marchas y movimientos por la defensa del petróleo. Son los que afirman que no se debe compartir la renta petrolera, que Pemex sí cuenta con recursos para exploración y explotación, que los mantos en tierra y en aguas someras son suficientes para los próximos años. En suma, se oponen a cualquier forma de alianza estratégica con otras empresas para explotar el petróleo en aguas profundas. Del otro lado están los que advierten el riesgo de una crisis de grandes proporciones si no se opera una reforma de Pemex. Esta división complica las cosas y encarece enormemente el costo político de apoyar cualquier proyecto.
6. El debate se ha polarizado de manera irracional. Y no es extraño que así sea. La información que se genera es confusa y contradictoria. Preguntas elementales que deberían ser parte de un diagnóstico objetivo y científico reciben respuestas radicalmente diferentes. Ejemplifico: ¿existe el efecto popote en las aguas profundas que colindan con Estados Unidos? Respuesta de Francisco Rojas, ex director de Pemex: no, eso es una vacilada. Respuesta de Francisco Labastida, senador del PRI y miembro de la Comisión de Energía: sí, y por eso es indispensable buscar alianzas estratégicas con otras empresas. ¿Existe en el mercado la tecnología para realizar explotación en aguas profundas? Respuesta de Francisco Rojas: sí, por supuesto. Respuesta de Juan José Rodríguez Prats, diputado panista: es una tecnología tan compleja como la de poner un hombre en la luna; no hay tiempo que perder, urge asociarse. Ante semejante torre de Babel no debe sorprender que predomine la diatriba.
7. Los malos entendidos, las confusiones y las acusaciones van de la mano. La estrategia del gobierno ha sido desastrosa. Primero salió la secretaria de Energía, Georgina Kessel, y luego la retiraron para cederle el paso a Juan Camilo Mouriño. Después vino la andanada contra el secretario de Gobernación y el desconcierto. El director de Pemex ha brillado por su ausencia. Su estrategia se limita a editar una serie de spots que antes de salir al aire han causado gran revuelo. El paso del tiempo, vale repetirlo, corre contra el gobierno de la República. El saldo hasta ahora es 10 a 0 a favor del Peje. ¿Se perdió en definitiva la batalla? Tal vez no. Pero el escenario no es para nada favorable. Si las cosas siguen como van no habrá reforma o será pírrica.
Publicado por el periódico Reforma, el sábado 15 de marzo de 2008
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