El Distrito Federal en mi vida
René Aviles Fabila | Opinión
Lunes 28 de Dic., 2009 | Hora de creación: 02:05| Ultima modificación: 02:05
Nací en la Ciudad de México, hijo de padres capitalinos. No puedo quejarme de mis primeros años: sólo viví con mi madre, maestra de primaria, trabajaba dos turnos, pero a cambio teníamos casa propia en Villa de Cortés, entonces hermosa zona de clase media. Lejos de la miseria y el descuido que ahora veo por todos lados, fui a excelentes escuelas públicas de principio a fin. Concluí en la UNAM, donde incluso me formé como profesor universitario. Todavía hace 35 años, cuando me cambié de Ciencias Políticas y Sociales a la recién creada UAM-X, era posible vivir bien, dignamente. Pude comprar una casa en Tlalpan, a media calle del Bosque, área natural protegida. Un amigo mío, Jesús Salazar Toledano, habitante de la delegación, la que llegó a gobernar con tino y decencia, elogió mi buena suerte: “Llegaste al Paraíso por poco dinero”. Los recursos, por cierto, los obtuve de un préstamo del ISSSTE.
En poco tiempo llegaron los bárbaros, es decir, los perredistas. Había, en efecto corrupción, pero no la cínica y descarada que hoy existe. El respeto por la ley y los ciudadanos desaparecieron por completo desde el triunfo de Salvador Martínez, alias El Pino, hasta hoy que está un hombre que apenas lee y escribe: Higinio Chávez. Es verdad, hubo delegaciones peores, pero, perdón por el egoísmo, me preocupa el creciente deterioro de la mía. Los ambulantes comenzaron a llegar por torrentes, luego las autoridades modificaron a placer el uso de suelo y los atropellos a la ciudadanía se hicieron rutinarios. El Bosque de Tlalpan fue transformado en salón de fiestas para los funcionarios perredistas hasta que le encontraron utilización económica y política: tocadas de rock. Ha sido visible el enriquecimiento de los funcionarios del PRD que llegaron a gobernar Tlalpan. De nada valieron las protestas vecinales; mi calle, Zacatépetl, entre Santa Teresa y Periférico, se hizo una romería y al final, negocios de Guillermo Sánchez Torres, el delegado anterior, hoy asambleísta, hicieron un largo y monstruoso estacionamiento donde el despilfarro de agua es notable y los franeleros se hacen cargo de la vía pública. El desorden es completo, pues nunca pasa un barrendero. El Paraíso se hizo un infierno.
Ahora suben los impuestos, el predial en particular. Por pésimos o inexistentes servicios, hay que pagar más. La policía protege a los vendedores y la complicidad entre miembros del PRD es perfecta. Si las protestas vecinales de Tlalpan aumentan de intensidad, parte de los ambulantes pasa a Coyoacán y a la inversa. Pese a la escasez de agua nos han puesto playas artificiales, han aumentado la venta ilegal dentro del Bosque de Tlalpan, la basura se acumula, pero El Pino, Ímaz, Sánchez Torres, Chávez y demás pillos se han enriquecido haciendo negocios de evidente cinismo. Nada pasa, ninguna queja procede. Se protegen unos a otros. Pobres diablos de pronto viven en colonias de ricos, viajan en primera y comen en los mejores restaurantes de la capital. Hemos protestado una y otra vez, formado organizaciones ciudadanas, salido a las calles a manifestar nuestros malestares, escrito artículos (mi caso, desde luego) y nada, no hay reacción. Como respuesta, sólo mentiras, el silencio o los ataques policíacos a vecinos como aquellos que protestaron abiertamente su oposición a una peligrosa gasolinería. La impunidad es total: por ejemplo, nos costó un auténtico sacrificio que suspendieran los conciertos de rock que en el Bosque de Tlalpan, área natural protegida (los perredistas organizaban tres o cuatro a la semana y duraban hasta las tres de la madrugada, durante un mes), e impedir la construcción de una pista de hielo. Por fortuna, un juez entendió el problema, no estaba vinculado a las autoridades capitalinas y pudimos ampararnos.
Su votación en el DF ha venido a menos, pero el PRI no existe en la capital y el PAN tiene una gran incapacidad para hacer política y aprovechar los errores y la corrupción del PRD. Aún así, le ha arrebatado tres delegaciones y podría quitarle el propio gobierno con un trabajo eficaz, haciendo notar sus defectos y vicios, la estupidez con la que es gobernada la ciudad más grande del mundo. Hay que frenar la demagogia de AMLO y Ebrard, suspender los recursos ilimitados que reciben del DF y devolver a los perredistas al lugar donde salieron: las coladeras políticas. De lo contrario, seguiremos abrumados por filibusteros. El año comenzará con mayores impuestos: Metro, agua, predial. ¿Y a cambio? Nada. Vergonzosos servicios, inmoralidad plena y un saqueo inaudito. ¿Cuánto más los capitalinos vamos a resistir? ¿Qué más necesitamos aparte de ver a ex priistas como Ebrard, Camacho, Muñoz Ledo, Socorro Díaz y el propio AMLO o a personajes siniestros como Fernández Noroña, Clara Brugada, el iluso Juanito, René Bejarano, Dolores Padierna y Alejandra Barrales? Como triste experiencia de mal gobierno y robos, once años fueron mucho tiempo, ¿no lo cree usted?
www.reneavilesfabila.com.mx
René Aviles Fabila | Opinión
Lunes 28 de Dic., 2009 | Hora de creación: 02:05| Ultima modificación: 02:05
Nací en la Ciudad de México, hijo de padres capitalinos. No puedo quejarme de mis primeros años: sólo viví con mi madre, maestra de primaria, trabajaba dos turnos, pero a cambio teníamos casa propia en Villa de Cortés, entonces hermosa zona de clase media. Lejos de la miseria y el descuido que ahora veo por todos lados, fui a excelentes escuelas públicas de principio a fin. Concluí en la UNAM, donde incluso me formé como profesor universitario. Todavía hace 35 años, cuando me cambié de Ciencias Políticas y Sociales a la recién creada UAM-X, era posible vivir bien, dignamente. Pude comprar una casa en Tlalpan, a media calle del Bosque, área natural protegida. Un amigo mío, Jesús Salazar Toledano, habitante de la delegación, la que llegó a gobernar con tino y decencia, elogió mi buena suerte: “Llegaste al Paraíso por poco dinero”. Los recursos, por cierto, los obtuve de un préstamo del ISSSTE.
En poco tiempo llegaron los bárbaros, es decir, los perredistas. Había, en efecto corrupción, pero no la cínica y descarada que hoy existe. El respeto por la ley y los ciudadanos desaparecieron por completo desde el triunfo de Salvador Martínez, alias El Pino, hasta hoy que está un hombre que apenas lee y escribe: Higinio Chávez. Es verdad, hubo delegaciones peores, pero, perdón por el egoísmo, me preocupa el creciente deterioro de la mía. Los ambulantes comenzaron a llegar por torrentes, luego las autoridades modificaron a placer el uso de suelo y los atropellos a la ciudadanía se hicieron rutinarios. El Bosque de Tlalpan fue transformado en salón de fiestas para los funcionarios perredistas hasta que le encontraron utilización económica y política: tocadas de rock. Ha sido visible el enriquecimiento de los funcionarios del PRD que llegaron a gobernar Tlalpan. De nada valieron las protestas vecinales; mi calle, Zacatépetl, entre Santa Teresa y Periférico, se hizo una romería y al final, negocios de Guillermo Sánchez Torres, el delegado anterior, hoy asambleísta, hicieron un largo y monstruoso estacionamiento donde el despilfarro de agua es notable y los franeleros se hacen cargo de la vía pública. El desorden es completo, pues nunca pasa un barrendero. El Paraíso se hizo un infierno.
Ahora suben los impuestos, el predial en particular. Por pésimos o inexistentes servicios, hay que pagar más. La policía protege a los vendedores y la complicidad entre miembros del PRD es perfecta. Si las protestas vecinales de Tlalpan aumentan de intensidad, parte de los ambulantes pasa a Coyoacán y a la inversa. Pese a la escasez de agua nos han puesto playas artificiales, han aumentado la venta ilegal dentro del Bosque de Tlalpan, la basura se acumula, pero El Pino, Ímaz, Sánchez Torres, Chávez y demás pillos se han enriquecido haciendo negocios de evidente cinismo. Nada pasa, ninguna queja procede. Se protegen unos a otros. Pobres diablos de pronto viven en colonias de ricos, viajan en primera y comen en los mejores restaurantes de la capital. Hemos protestado una y otra vez, formado organizaciones ciudadanas, salido a las calles a manifestar nuestros malestares, escrito artículos (mi caso, desde luego) y nada, no hay reacción. Como respuesta, sólo mentiras, el silencio o los ataques policíacos a vecinos como aquellos que protestaron abiertamente su oposición a una peligrosa gasolinería. La impunidad es total: por ejemplo, nos costó un auténtico sacrificio que suspendieran los conciertos de rock que en el Bosque de Tlalpan, área natural protegida (los perredistas organizaban tres o cuatro a la semana y duraban hasta las tres de la madrugada, durante un mes), e impedir la construcción de una pista de hielo. Por fortuna, un juez entendió el problema, no estaba vinculado a las autoridades capitalinas y pudimos ampararnos.
Su votación en el DF ha venido a menos, pero el PRI no existe en la capital y el PAN tiene una gran incapacidad para hacer política y aprovechar los errores y la corrupción del PRD. Aún así, le ha arrebatado tres delegaciones y podría quitarle el propio gobierno con un trabajo eficaz, haciendo notar sus defectos y vicios, la estupidez con la que es gobernada la ciudad más grande del mundo. Hay que frenar la demagogia de AMLO y Ebrard, suspender los recursos ilimitados que reciben del DF y devolver a los perredistas al lugar donde salieron: las coladeras políticas. De lo contrario, seguiremos abrumados por filibusteros. El año comenzará con mayores impuestos: Metro, agua, predial. ¿Y a cambio? Nada. Vergonzosos servicios, inmoralidad plena y un saqueo inaudito. ¿Cuánto más los capitalinos vamos a resistir? ¿Qué más necesitamos aparte de ver a ex priistas como Ebrard, Camacho, Muñoz Ledo, Socorro Díaz y el propio AMLO o a personajes siniestros como Fernández Noroña, Clara Brugada, el iluso Juanito, René Bejarano, Dolores Padierna y Alejandra Barrales? Como triste experiencia de mal gobierno y robos, once años fueron mucho tiempo, ¿no lo cree usted?
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