Excelente análisis de Leonardo Curzio:
Las opciones del PRD Leonardo Curzio 24 de marzo de 2008 |
No predican con el ejemplo. Exigen democracia, transparencia, rendición de cuentas y dan clases de ética política en las plazas, pero los perredistas parecen refractarios a poner en funcionamiento estos principios en sus propias filas. Su proceso interno empezó mal y ha acabado peor de lo que el pronóstico más adverso pudo anticipar. En sus primeros años los perredistas invocaban su inexperiencia para justificar prácticas propias del priísmo más rancio; se decía que el influjo de una cultura política basada en la estafa electoral se iría reduciendo a medida que las benéficas aguas de la nueva cultura democrática fueran purificando a sus militantes. La realidad, después de casi 20 años de existencia, no es acorde con aquellas previsiones. Arturo Núñez declaró que el PRD está en crisis. La crisis es producto de un cúmulo de irregularidades que ponen a ese instituto político ante una bancarrota moral. En su afán por conquistar el poder hicieron todo aquello de lo que hay que renegar. Ganar la presidencia del partido a costa de perder el último reducto de la honorabilidad, es una victoria pírrica. No hago moralinas, ni tampoco olvido que en 2006 estuvieron dispuestos a todo por llegar a Los Pinos, pero aplicar todas las artimañas de la guerra política a tus propios compañeros, es llevar las cosas a un extremo increíble. Anular la elección, como propone Cárdenas, no resuelve el problema de fondo que no es otra cosa que esa dispensa moral que se dan quienes hoy tienen influencia en el partido al plantear todas sus disputas como “la madre de todas las batallas” y por ello todo se considera válido. Al plantear sus objetivos políticos en el tono más epopéyico (están salvando al partido, a la izquierda misma, a la nación y la moral pública) se dan a ellos mismos la licencia moral de usar todas las triquiñuelas (finalmente ellos se sienten bendecidos por el objetivo edificante) en contra de un enemigo. Poner a dieta su retórica los hará ver que sus objetivos políticos (en este caso ganar la dirigencia de su partido y por lo tanto el control de su millonario presupuesto) son absolutamente pedestres y por ello usar recursos extremos, propios de una situación desesperada, los hace doblemente viles. La crisis por la que pasa ese partido lo pone ante tres dilemas. El primero es garantizar la unidad. Sea cual sea el resultado final, el partido está dividido en dos mitades. Las urnas no pudieron resolver esto y ahora sólo queda un acuerdo cupular. El acuerdo político es importante para las dos partes —y este el segundo dilema— ya que es la única forma de contener la erosión de su base moral, pues las irregularidades detectadas desde la conformación del padrón hasta la caída del sistema, proyectan las mismas dudas sobre la integridad de sus dirigentes que las de Manuel Bartlett en 1988. Como en las buenas familias, el PRD tendrá que mandar este episodio deshonroso con cierta rapidez al desván de los recuerdos para poder recuperar iniciativa política. Si no lo hacen, ya pueden quitarse la D y llamarse el Partido de la Revolución a secas. El tercero es el cuestionamiento de sus credenciales democráticas. ¿Con qué autoridad moral AMLO seguirá movilizando a la gente para cercar el Congreso (legítimamente constituido) mientras que en su propia casa la democracia no puede operar bajo bases mínimas? Para acosar a un poder del Estado se debe contar con una base moral tan fuerte que pueda superar la legitimidad de una cámara, cosa que en este caso, por supuesto, no ocurre. Analista político |
Comment