La desventaja de ser niño en México
Ser niño en México es peor que ser inmigrante en Arizona. Tanto, que uno de ellos, harto de ser condenado al abuso y la vergüenza, tuvo que aplicarse en la escuela para que gracias a sus calificaciones pudiera convertirse en legislador por un día y, desde la palestra del Congreso tlaxcalteca hablar de la defensa de los derechos humanos, en especial los suyos. Ahí denunció que él y sus dos hermanos son víctimas de abuso sexual por parte de su padrastro, con el consentimiento de su madre, quien debe ser una fanática del padre Maciel, mejor conocido después de un exhaustivo dictamen en el Vaticano como El sin escrúpulos. Después de años y años de medrar con las protección y las influencias de Juan Pablo II —cuyos procesos de canonización se han parado en seco—, finalmente en Roma señalan con índice acusador al Yoda de los Legionarios de Cristo. Claro que, todo parece indicar, serán requisados de peor manera que el SME y los mineros de Cananea, perseguidos con rabio por ese gran brother del proletariado sin cabeza que es el secretario del Trabajo, mejor conocido como El coopelas o cuellos.
Pero al papa Benedicto XVI le faltó dirigirse con ferocidad también a quienes desde la plutocracia, envueltos en la botarga del osito Bimbo, defendieron a este pecador en serie como si fuera Calderón defendiendo, 23 mil muertos después, a su fallídisima narcoguerra.
Pero estábamos con que en pleno Día del Niño, un chico de 11 años utilizó la tribuna legislativa de Tlaxcala para ser rescatado de una historia de terror que ninguna autoridad quiso escuchar. Un niño que representa a todos esos niños que no son vistos ni oídos, condenados al olvido y la condición de ciudadanos de octava. La PGR, en vez de organizar dudosos ejercicios mediáticos para salir al quite [B]de la soldadesca con el dudoso caso de los estudiantes asesinados en el Tec de Monterrey, tendría que atender estos casos. Y con la virulencia desmecatada con la que Chávez & Chávez se puso a perseguir a los matrimonios gays. El video era tan chafa que genera todavía más dudas sobre el Ejército, que no puede poner en juego su prestigio —cada vez más a la baja— queriendo evadir sus responsabilidades frente a los daños colaterales.
Los militares no pueden acabar como Ulises Ruin haciendo acusaciones de maniaco contra Gabino Cué por aquella matazón en Copala, que suena muy tricolor. El Ejército no puede caer en la tentación de decir que fueron los estudiantes del Tec los que se suicidaron, y que fueron unos niños los que provocaron a los soldados en un retén en Mier, Tamaulipas. Ni que fuera la PGR.
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