Re: México Estado Fallido
Sigue.............
-Ha salido recientemente. Hay unas declaraciones de algún exgobernador. No me preocuparon mucho, porque se desmintieron. Pero sí hay esa tesitura. Sí, la cultura política en México antes preveía que la solución era arreglarse con los criminales y ya. Cosas que encajan en la vieja cultura política donde la corrupción era un engranaje modular. Entonces el acuerdo era, mira yo no te veo porque ese es un asunto federal.... tú no me ves, todos contentos. No me meto contigo, tú no te metes conmigo y se acabó. Suponiendo sin conceder, como dicen, que eso fuera cierto, ya no tiene sentido. Eso se acabó. Porque yo no sé si funcionaba cuando ellos se dedicaban a pasar rápido y ya. Pero arreglarse con ellos, el arreglo solo consigue que les dejes las llaves del pueblo que tú gobiernas, del municipio del que tú eres alcalde, del Estado en el que tú eres gobernador, o del país del que tú eres presidente, y decirle, bueno, si tú quieres el control territorial de esto te lo dejo. ¿Cuál puede ser el arreglo conveniente? El día que quieras detenerlos, cuando están metidos en la vida de todos, no los puedes detener, ya no. Y aunque todo el mundo dice rechazar esa cultura de transa y de corrupción, mi temor es que sí hay una tentación en algunas partes porque esa cultura prevalezca. El único arreglo posible entonces sería un presidente que dé las llaves a los criminales y les diga mira, haz exactamente lo que quieras, pero con ciertos límites.
2 EE UU. "LA IGNORANCIA DEL SEÑOR..."
El desenlace fue rápido, pero doloroso. El sábado pasado, el Departamento de Estado dio a conocer una escueta nota sobre México titulada simplemente Ambassador Pascual. En ella se daba cuenta de que su embajador en la capital mexicana, Carlos Pascual, presentaba su dimisión apenas año y medio después de tomar posesión.
El presidente Obama lamentaba la decisión. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, agradecía los esfuerzos del diplomático en su breve mandato e informaba de que seguiría en su puesto hasta encontrarle un sustituto, lo que daba idea de la premura con la que se tomó la medida. La nota evitaba cualquier explicación de la verdadera razón de un desarrollo inaudito en las relaciones mexicano-estadounidenses: es la primera vez que un embajador presenta su dimisión. Al menos, nadie en México recuerda un desenlace semejante. No hay relación más importante para México que la de Estados Unidos. No hay embajador con más influencia en el país que el estadounidense.
Lo cierto es que Calderón y Pascual no se dirigían la palabra y que todos los intentos del diplomático por restablecer una relación normal de trabajo habían fracasado desde que estallase la crisis el 2 de diciembre pasado. Ese día, EL PAÍS publicó una información firmada por el corresponsal en México, Pablo Ordaz, en la que se daba cuenta de un cable de WikiLeaks con opiniones devastadoras del embajador Pascual sobre el Ejército mexicano, sobre sus capacidades para la lucha contra el narcotráfico y sobre la supuesta descoordinación de las instituciones mexicanas. La embajada aseguraba, según el despacho secreto, que los militares mexicanos actúan con lentitud y tienen aversión al riesgo.
Calderón montó en cólera y no se molestó en ocultarlo. Es más, se ocupó de que su malestar con Pascual resonase alto y claro en Washington. La estrategia comenzó con una entrevista al diario El Universal, en la que declaró: "Yo al embajador estadounidense no tengo por qué decirle cuántas veces me reúno con el gabinete de seguridad ni qué digo; la verdad es que no es un asunto de su incumbencia. No acepto ni tolero ningún tipo de intervención. Pero la ignorancia del señor se traduce en una distorsión de lo que ocurre en México y se cae en una afectación y una molestia en nuestro propio equipo".
Y prosiguió en Washington, donde en una reunión con la dirección del diario estadounidense The Washington Post afirmó sobre el polémico cable: "Es difícil, cuando ves el coraje del Ejército. Por ejemplo, ellos han perdido probablemente 300 soldados... y de pronto alguien en la embajada americana dice que no son lo suficientemente valientes".
El día que se celebró esta entrevista, el embajador no había dimitido todavía. Pero buen conocedor de los delicados mecanismos que regulan las relaciones entre ambos países, resulta más que probable que Calderón ya supiese que la presión que había ejercido era más que suficiente.
-¿Se habla usted con el embajador Carlos Pascual?
-Generalmente, el trato con los embajadores lo lleva la Cancillería, salvo algunos casos excepcionales.
Se trata de la primera vez, en toda la conversación, en la que Calderón se muestra abiertamente incómodo. Piensa varios segundos antes de responder, se revuelve en su asiento, se echa para atrás, levanta el brazo.
-Lo digo porque usted le ha llamado ignorante. Yo tengo dudas de que un embajador pueda seguir en su cargo cuando el presidente del país le califica públicamente de ignorante.
-En ese tema ya he dicho todo lo que he tenido que decir y para mí es muy importante la relación con Estados Unidos y es una relación muy compleja y mucho más amplia que el tema relativo a las personas.
-Es innegable que las críticas del embajador sobre la lentitud y la aversión al riesgo del Ejército en la lucha contra la violencia y la descoordinación de los organismos en México encargados de la lucha contra la violencia causaron mucho malestar aquí.
-Hay muchas cosas, pero insisto, para mí es un tema en el que está ya señalado lo que debía señalar.
Efectivamente, eso era lo fundamental. El embajador dimitía cinco días después. El presidente continúa su relato.
-Y sí quiero reiterar, primero, claro que el Ejército mexicano es un Ejército valiente, un Ejército popular, un Ejército leal y un Ejército eficaz, en general las Fuerzas Armadas, la Marina también y ahora la Policía Federal; y segundo que una de las grandes aportaciones que ha tenido esta etapa tan dura es que hemos construido una institucionalidad a nivel federal de una coordinación me atrevo a decir sin precedentes. Yo doy seguimiento personal cada semana en reuniones del gabinete de seguridad y diariamente me reúno por lo menos una o dos horas con algunos de los miembros del Gabinete para abordar los temas y eso ha contribuido a generar una coordinación que a la vez se traduce en resultados cada vez más eficaces.
El fiasco Pascual, sin embargo, constituye con toda probabilidad tan solo la muestra más visible de una relación que no ha acabado de funcionar bien desde el principio. La llegada de la Administración Obama supuso unos meses iniciales de dificultad para establecer una relación de trabajo, con el interés del nuevo presidente centrado sobre todo en Oriente Medio y Asia.
El tirón de la demanda de droga no cede, el tráfico de armas desde el sur de Estados Unidos hacia México se incrementa y los pactos que Calderón firmó con el presidente George Bush, denominados Plan Mérida, con los que el mexicano contaba para sostener la batalla que inició con su mandato se retrasan continuamente por asuntos administrativos.
-Usted insiste en sus discursos en que Estados Unidos debería antes que nada atajar su consumo. ¿Por qué lo plantea como algo crucial, si sabe que no va a suceder?
-Porque sí se requieren políticas públicas que desalienten e inhiban el uso de drogas como una parte de una solución completa, integral, holística, como se dice de repente, convergente como dicen los americanos. Es una parte que no puedes olvidar. Segundo, otra cosa muy importante que hemos platicado el presidente Obama y yo en mi reciente visita a Washington es el tema de armas.
-Pero la venta y tráfico de armas de Estados Unidos hacia México no solo no baja, sino que está aumentando. Y usted ha declarado que Estados Unidos no coopera lo suficiente a nivel institucional.
-Bueno, vamos por partes. Ciertamente a mí desde niño me dijeron que nunca iba a ganar el PAN y eso no fue cierto; y también cuando fui candidato, me dijeron nunca vas a ganar, y tampoco fue cierto; entonces eso de que nunca va a ocurrir ...yo por lo menos lo pongo en duda. El tráfico de armas sí puede bajar.
-Puede bajar, pero no ha bajado.
-Si Estados Unidos restableciera la normativa que estableció el presidente Clinton bajaría, y eso está en el ámbito político [George Bush dejó expirar en 2004 una norma de Clinton que prohibía la venta de armas de asalto en EE UU. Obama no la ha restablecido, pese a las peticiones de Calderón]. El presidente Obama es político y yo también soy político. Y lo primero que tienes que hacer para ganar una batalla es ir por ella o al revés, lo primero que tienes que hacer para perderla es simplemente rendirte. En el tema de las armas yo no me voy a rendir. Al contrario, mejor presionar, porque es un tema fuerte. La normativa terminó en 2004. En 2005 tú ves claramente como empiezan tanto los decomisos de armas como los incidentes de violencia entre bandas criminales. Eso es un factor estructural del problema.
2 EE UU. "LA IGNORANCIA DEL SEÑOR..."
El desenlace fue rápido, pero doloroso. El sábado pasado, el Departamento de Estado dio a conocer una escueta nota sobre México titulada simplemente Ambassador Pascual. En ella se daba cuenta de que su embajador en la capital mexicana, Carlos Pascual, presentaba su dimisión apenas año y medio después de tomar posesión.
El presidente Obama lamentaba la decisión. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, agradecía los esfuerzos del diplomático en su breve mandato e informaba de que seguiría en su puesto hasta encontrarle un sustituto, lo que daba idea de la premura con la que se tomó la medida. La nota evitaba cualquier explicación de la verdadera razón de un desarrollo inaudito en las relaciones mexicano-estadounidenses: es la primera vez que un embajador presenta su dimisión. Al menos, nadie en México recuerda un desenlace semejante. No hay relación más importante para México que la de Estados Unidos. No hay embajador con más influencia en el país que el estadounidense.
Lo cierto es que Calderón y Pascual no se dirigían la palabra y que todos los intentos del diplomático por restablecer una relación normal de trabajo habían fracasado desde que estallase la crisis el 2 de diciembre pasado. Ese día, EL PAÍS publicó una información firmada por el corresponsal en México, Pablo Ordaz, en la que se daba cuenta de un cable de WikiLeaks con opiniones devastadoras del embajador Pascual sobre el Ejército mexicano, sobre sus capacidades para la lucha contra el narcotráfico y sobre la supuesta descoordinación de las instituciones mexicanas. La embajada aseguraba, según el despacho secreto, que los militares mexicanos actúan con lentitud y tienen aversión al riesgo.
Calderón montó en cólera y no se molestó en ocultarlo. Es más, se ocupó de que su malestar con Pascual resonase alto y claro en Washington. La estrategia comenzó con una entrevista al diario El Universal, en la que declaró: "Yo al embajador estadounidense no tengo por qué decirle cuántas veces me reúno con el gabinete de seguridad ni qué digo; la verdad es que no es un asunto de su incumbencia. No acepto ni tolero ningún tipo de intervención. Pero la ignorancia del señor se traduce en una distorsión de lo que ocurre en México y se cae en una afectación y una molestia en nuestro propio equipo".
Y prosiguió en Washington, donde en una reunión con la dirección del diario estadounidense The Washington Post afirmó sobre el polémico cable: "Es difícil, cuando ves el coraje del Ejército. Por ejemplo, ellos han perdido probablemente 300 soldados... y de pronto alguien en la embajada americana dice que no son lo suficientemente valientes".
El día que se celebró esta entrevista, el embajador no había dimitido todavía. Pero buen conocedor de los delicados mecanismos que regulan las relaciones entre ambos países, resulta más que probable que Calderón ya supiese que la presión que había ejercido era más que suficiente.
-¿Se habla usted con el embajador Carlos Pascual?
-Generalmente, el trato con los embajadores lo lleva la Cancillería, salvo algunos casos excepcionales.
Se trata de la primera vez, en toda la conversación, en la que Calderón se muestra abiertamente incómodo. Piensa varios segundos antes de responder, se revuelve en su asiento, se echa para atrás, levanta el brazo.
-Lo digo porque usted le ha llamado ignorante. Yo tengo dudas de que un embajador pueda seguir en su cargo cuando el presidente del país le califica públicamente de ignorante.
-En ese tema ya he dicho todo lo que he tenido que decir y para mí es muy importante la relación con Estados Unidos y es una relación muy compleja y mucho más amplia que el tema relativo a las personas.
-Es innegable que las críticas del embajador sobre la lentitud y la aversión al riesgo del Ejército en la lucha contra la violencia y la descoordinación de los organismos en México encargados de la lucha contra la violencia causaron mucho malestar aquí.
-Hay muchas cosas, pero insisto, para mí es un tema en el que está ya señalado lo que debía señalar.
Efectivamente, eso era lo fundamental. El embajador dimitía cinco días después. El presidente continúa su relato.
-Y sí quiero reiterar, primero, claro que el Ejército mexicano es un Ejército valiente, un Ejército popular, un Ejército leal y un Ejército eficaz, en general las Fuerzas Armadas, la Marina también y ahora la Policía Federal; y segundo que una de las grandes aportaciones que ha tenido esta etapa tan dura es que hemos construido una institucionalidad a nivel federal de una coordinación me atrevo a decir sin precedentes. Yo doy seguimiento personal cada semana en reuniones del gabinete de seguridad y diariamente me reúno por lo menos una o dos horas con algunos de los miembros del Gabinete para abordar los temas y eso ha contribuido a generar una coordinación que a la vez se traduce en resultados cada vez más eficaces.
El fiasco Pascual, sin embargo, constituye con toda probabilidad tan solo la muestra más visible de una relación que no ha acabado de funcionar bien desde el principio. La llegada de la Administración Obama supuso unos meses iniciales de dificultad para establecer una relación de trabajo, con el interés del nuevo presidente centrado sobre todo en Oriente Medio y Asia.
El tirón de la demanda de droga no cede, el tráfico de armas desde el sur de Estados Unidos hacia México se incrementa y los pactos que Calderón firmó con el presidente George Bush, denominados Plan Mérida, con los que el mexicano contaba para sostener la batalla que inició con su mandato se retrasan continuamente por asuntos administrativos.
-Usted insiste en sus discursos en que Estados Unidos debería antes que nada atajar su consumo. ¿Por qué lo plantea como algo crucial, si sabe que no va a suceder?
-Porque sí se requieren políticas públicas que desalienten e inhiban el uso de drogas como una parte de una solución completa, integral, holística, como se dice de repente, convergente como dicen los americanos. Es una parte que no puedes olvidar. Segundo, otra cosa muy importante que hemos platicado el presidente Obama y yo en mi reciente visita a Washington es el tema de armas.
-Pero la venta y tráfico de armas de Estados Unidos hacia México no solo no baja, sino que está aumentando. Y usted ha declarado que Estados Unidos no coopera lo suficiente a nivel institucional.
-Bueno, vamos por partes. Ciertamente a mí desde niño me dijeron que nunca iba a ganar el PAN y eso no fue cierto; y también cuando fui candidato, me dijeron nunca vas a ganar, y tampoco fue cierto; entonces eso de que nunca va a ocurrir ...yo por lo menos lo pongo en duda. El tráfico de armas sí puede bajar.
-Puede bajar, pero no ha bajado.
-Si Estados Unidos restableciera la normativa que estableció el presidente Clinton bajaría, y eso está en el ámbito político [George Bush dejó expirar en 2004 una norma de Clinton que prohibía la venta de armas de asalto en EE UU. Obama no la ha restablecido, pese a las peticiones de Calderón]. El presidente Obama es político y yo también soy político. Y lo primero que tienes que hacer para ganar una batalla es ir por ella o al revés, lo primero que tienes que hacer para perderla es simplemente rendirte. En el tema de las armas yo no me voy a rendir. Al contrario, mejor presionar, porque es un tema fuerte. La normativa terminó en 2004. En 2005 tú ves claramente como empiezan tanto los decomisos de armas como los incidentes de violencia entre bandas criminales. Eso es un factor estructural del problema.
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