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Hace 200 años . . . . .

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  • #61
    Re: Hace 200 años . . . . .

    Pues muchas gracias por su dedicacion y te felicito por tu acertado tema....he aprendido y con gusto te digo nuevamente gracias
    ARMAOS LOS UNOS A LOS OTROS...

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    • #62
      Re: Hace 200 años . . . . .

      . . . . En pocos días logró alistar varios cuerpos de caballería y de infantería, distinguiéndose un regimiento de esta última arma levantado por el coronel don Juan de Foncerrada y Soravilla y que constaba de siete compañías armadas; activó la construcción de cañones, y procuró disciplinar las tropas de caballería, que compuestas por gente del campo, se mostraban reacias a la organización militar.

      El 14 de noviembre de 1810 recibió Hidalgo la noticia de la ocupación de Guadalajara por el jefe independiente don José Antonio Torres, y nueva tan importante para la causa de la patria fue solemnizada en Valladolid; al mismo tiempo ocupóse el Generalísimo en escribir un manifiesto, que mandó leer en todas las iglesias, en el que refutó el edicto lanzado contra él por el tribunal de la Inquisición, pero la declaración mas importante de las contenidas en el manifiesto es, sin duda, la que se refiere al sistema de gobierno que se proponía adoptar.

      Hemos visto que las reiteradas instancias de Allende para que acudiera en su auxilio no hicieron prescindir a Hidalgo de su resolución de trasladarse a Guadalajara, en cuya ciudad consideraba necesaria su presencia con el fin de terminar las diferencias que se habías suscitado entre los jefes independientes de Nueva Galicia. Antes de partir de Valladolid y cediendo torpemente a la exigencias de las masas que le rodeaban, ordenó la matanza de los españoles que tenía presos; cuarenta de estos infelices fueron llevados la noche del 13 de noviembre al cerro de Las Bateas por don Manuel Muñiz, antiguo capitán del regimiento de Valladolid, y allí pasados a cuchillo. Otros cuarenta, sacados de su prisión por el padre don Luciano Navarrete, de lúgubre y odiosa memoria, tuvieron igual fin algunas noches después en las faldas del cerro de Molcajete.

      Hidalgo al frente de siete mil caballos y trescientos infantes salió rumbo a Guadalajara el 17 de noviembre de 1810; en Zamora fue recibido con grandes demostraciones de júbilo por los vecinos y autoridades, quienes le entregaron siete mil pesos para los gastos de guerra; el 26 del mismo mes hizo su entrada solemne en Guadalajara. En Nueve Galicia, vasta porción de Nueva España, gobernaba hacía cinco años el brigadier don Roque Abarca, con el triple carácter de comandante general, intendente de Guadalajara y presidente de la Real Audiencia allí establecida. Hombre de edad avanzada y carácter débil, no era el mas apropiado para enfrentar una situación difícil como la creada por la proclamación de la Independencia. Amigo de Iturrigaray, cuya caída violenta y estrepitosa desaprobó, lo indispuso con los ricos comerciantes y demás miembros del partido español, quienes trataron de deponerlo del mando, lo que no llegó a efectuarse por no haber podido convenir el modo de sorprenderle. En tan difícil situación, Abarca solicitó permiso para regresar a España, pero antes de que se resolviera a cerca de su petición, vino el grito de Independencia y se vio obligado a permanecer en u puesto tan agitado y azaroso. Procedió con actividad a organizar sus tropas, pero sus enemigos lograron imponerle una junta con el nombre de Auxiliar de Gobierno, Seguridad y Defensa de la Provincia, formada por letrados y eclesiásticos, que le despojó de sus legítimas facultades, anuló su autoridad y repartió su ejercicio entre muchos.

      Así las cosas, apareció en tierras de Jalisco proclamando la Independencia don José Antonio Torres, honrado campesino de San Pedro Piedragorda (intendencia de Guanajuato), hombre de pocas luces, pero valiente, activo, astuto y patriota. Habíase presentado a Hidalgo en los últimos días de setiembre, y cumpliendo con diligente patriotismo las órdenes que de este recibiera, muy pocos días después levantó en armas a los pueblos de Colima y las comarcas de Zayula y Zacoalco; siguieron su ejemplo Gómez Portugal, Godínez, Alatorre y Huidobro, encendiendo la revolución en los distritos de Nueva Galicia confinantes con las intendencias de Guanajuato y Valladolid, de modo que a mediados de octubre de 1810 la segunda ciudad del Virreinato, ceñida de enemigos por el oriente y el sur, se sentía en situación apuradísima.

      En presencia del peligro, ineludible ya, Abarca armó doce mil hombres, comprendiéndose en este número el batallón de infantería de Guadalajara, el regimiento de dragones de Aguascalientes, los indios de la frontera de Colotlán y dos compañías de voluntarios, compuestas por jóvenes del comercio y de seminaristas de aquella capital. Pero las tropas apenas movilizadas, desertaban de sus banderas pasándose a los Independientes. El Obispo Ruiz de Cabañas mostró decidido empeño en resistir; con los individuos del clero secular y regular formó un batallón que se llamó de la Cruzada; convocábalos diariamente al son de la campana mayor de la catedral, y reunidos, marchaban por las calles a caballo y sable en mano, precedidos de un estandarte blanco con una cruz roja y seguidos de numerosa turba que gritaba: ¡Viva la fe católica!

      Decidióse al fin, la desorganizada Junta a enviar dos secciones contra los Independientes; una de quinientos hombres hacia el rumbo del oriente al mando del oidor don Juan José Recacho, y otra con igual fuerza contra los insurrectos del sur a las órdenes del teniente don Tomás Ignacio Villaseñor. La pequeña sección confiada a la petulante suficiencia de Recacho, salió en los últimos días del mes de octubre y avanzó sin tropiezo hasta La Barca, cuya población, abandonada previamente por los Insurgentes mandados por Godínez y Huidobro, ocupó en 2 de noviembre. Al día siguiente fue atacada vigorosamente y logró rechazar a sus contrarios, pero asaltada de nuevo el 4 de noviembre de 1810, hubo de retirarse a Guadalajara con grandes pérdidas de muertos y de heridos.

      Mas desastrosa fue la derrota la división mandada por Villaseñor formada de las compañías de voluntarios de Guadalajara y de los milicianos de Colima, la tropa realista avanzó hasta los ranchos de Santa Catarina, y el 4 de noviembre se hallaban frente a los Independientes mandados por Torres en persona. Estos en número de tres mil hombres, armados en su mayor parte de piedra, avanzaron velozmente en forma de semicírculo sobre los realistas, que los recibieron con un vivo cañoneo; a cada descarga, la extensa línea de los asaltantes por orden del jefe, echaba pecho a tierra y luego seguía corriendo hacia el enemigo. Maniobra tan osada alcanzó un éxito completo: los soldados de Torres llegaron así hasta los cañones y se apoderaron de ellos; la caballería realista huyó despavorida, los jóvenes voluntarios, pertenecientes a las familias mas distinguidas de Guadalajara, quedaron tendidos en el campo a los terribles golpes de las piedras, y después de una hora de lucha, los Independientes celebraron una victoria completa.

      Torres viendo aumentado su ejército hasta veinte mil hombres, avanzó sobre la capital de la intendencia el 10 de noviembre. Salió a recibirle una comisión compuesta por don Ignacio Cañedo y don Rafael Villaseñor, a quienes prometió respetar las propiedades y personas de los vecinos, y al día siguiente hizo su entrada al frente de sus tropas.

      En el occidente de esta extrema provincia triunfaban también las armas de los Independientes. . . . .
      Por la calle voy tirando la envoltura del dolor
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      • #63
        Re: Hace 200 años . . . . .

        hasta temblo la tierra...que buen posteo...
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        • #64
          Re: Hace 200 años . . . . .

          El parte en que informó Torres este importante acontecimiento, revela la rusticidad del valiente vencedor de Zacoalco:

          “ A las nueve de la mañana de este día he hecho mi entrada en esta Capital de Guadalajara de paz, pues la N. C. desde el día siete del corriente me la propuso por medio de tres sujetos principales que mandó a parlamentarla conmigo al Pueblo de Santa Ana. Los Europeos que tenían en movimiento esta gran Ciudad se han profugado y llevando muchos caudales así suyos como ajenos tocante a Reales Rentas; pero ya he dado comisión para que los sigan, y creo no escaparán.

          Estoy arreglando este Gobierno como mejor hallo por conveniente hasta que V. E. me mande sus órdenes, o si le es asequible pase a tomar posesión de la Corte de este Reino sujeta ya a su gobierno.

          Pongo a V. E. igualmente en su noticia que el día citado se habrá tomado a la Villa de Colima por un hijo mío D. José Antonio Torres en compañía del capitán D. Rafael Arteaga según se me ha asegurado, aunque nada se de oficio. Por si no hubiere llegado a manos de V.E. mi Oficio en que le comunico haber ganado una Batalla a Guadalajara en el pueblo de Zacoalco en donde murieron doscientos sesenta y seis, y entre ellos cien Europeos, y los demás Criollos a quienes forzadamente sacaron a lidiar lo participo a V. E. para su inteligencia, y gobierno, desde cuyo día se me indicó se rendiría, esta Ciudad sin tropiezo como se ha verificado. En esta cárcel hay cerca de quinientos Reos los mas de demasiada gravedad a quienes no he dado libertad hasta la Resolución del Exmo. Sr. que espero conteste a la consulta que le tengo hecha, pues este Ayuntamiento me ha presentado, y hecho ver sus justos temores si se le da a todos la referida libertad.

          Todo esto tengo la satisfacción de ponerlo a las órdenes, y disposiciones de V. E.

          Dios guarde a V. E. muchos años. Guadalajara y noviembre 11 de 1810.- Joseph Antonio Torres.- Sr. Exmo. D. Ignacio Allende, Teniente General de los Ejércitos Americanos.”


          Don José María Mercado, hombre universalmente estimado por sus luces y virtudes, era cura de Ahualulco al estallar la revolución. Ardiendo en entusiasmo por la causa de la patria, se había declarado a su favor, en unión del subdelegado Zea, desde los primeros día de noviembre. Dirigióse luego a Torres pidiéndole autorización para emprender la campaña de Tepic y San Blas, la que fue inmediatamente concedida.

          Sin pérdida de tiempo marchó Mercado a su destino, y el día 20 de noviembre de 1810 entraba en Tepic sin disparar un solo tiro, apoderándose de seis piezas de artillería e incorporando a su pequeña fuerza de los veteranos que allí se hallaban. Después de permanecer siete días en ese lugar , empleados en propagar la revolución en aquella montañosa comarca y en aumentar sus tropas hasta dos mil hombres, casi desarmados, dirigióse sobre San Blas resuelto a apoderarse de él. El día 28 hallábase frente a la plaza e intimaba rendición al comandante don José Lavayen, oficial de la marina española, ofreciéndole bajo su palabra de honor que los españoles y todos los habitantes, si voluntariamente se rendían, serían tratados con toda consideración y salvarían sus vidas y parte de sus intereses, y acaso la totalidad de ellos; pero de no salir en término de madia hora comisionados a tratar de capitulación se vería obligado a llevarlo todo a sangre y fuego sin que le fuera posible, en ese caso, contener el ímpetu de sus soldados.

          Esta arrogancia impuso a Lavayen e intimidó de tal manera al obispo Ruiz de Cabañas, a los oidores Recacho y Alva y a los españoles que de Guadalajara habían emigrado, que mientras el primero enviaba al campo del cura Mercado al alférez de fragata don Agustín Bocalán con el carácter e instrucciones de parlamentario, los demás se trasladaron amedrentados a bordo de los bergantines San Calos y el Activo haciendo inmediatamente la vela para el puerto de Acapulco. Mercado y Bocalán ajustaron un convenio y después de algunas modificaciones, fue aprobado por el comandante de la plaza, y el 1° de diciembre de 1810, entró en ella Mercado con el carácter de Comandante General de las del Poniente, cuyo nombramiento acababa de recibir del jefe de la Revolución.
          kabrakan
          Forista Esmeralda
          Last edited by kabrakan; 11-abril-2011, 20:52.
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          • #65
            Re: Hace 200 años . . . . .

            Muy bueno solo hay una queja ...porque dentro del millon que se murieron no estaba jacobo casal....chin que mala suerte
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            • #66
              Re: Hace 200 años . . . . .

              La noticia de la revolución proclamada en Dolores llegó a la capital de la intendencia de Zacatecas el 21 de septiembre de 1810. El intendente don Francisco Rendón, distinguido y celoso magistrado, dictó todas las disposiciones que juzgó oportunas para atender la seguridad del territorio a su mando. Convocó a los españoles para que patrullasen la ciudad; abrió una suscrición dedicando su producto a la fabricación de lanzas; ordenó a todos los subdelegados en el territorio de su mando que se apercibiesen a la defensa y que enviasen a la capital la gente y armas que pudieran, y pidió a los propietarios y administradores de las haciendas mil hombres armados y montados, cuyo sueldo sería de cuenta del tesoro real. Púsose en comunicación con los intendentes de Guadalajara, Durango y San Luis Potosí para obrar combinadamente y que en caso preciso le auxiliasen, y pidió tropas al gobernador de Colotlán, comarca situada al sudoeste de Zacatecas y enclavada en la provincia de Nueva Galicia.

              El gobernador de Colotlán cumplió los deseos de Rendón, le envió a poco dos compañías que fueron destinadas a cubrir Aguascalientes; los subdelegados, en cambio, no obedecieron las reiteradas órdenes y exhortaciones del intendente. Ocupado en estos aprestos y temiendo que de un momento a otro los levantiscos mineros zacatecanos cometiesen los mismo desórdenes que los de Guanajuato, Rendón recibió aviso de Calleja, el 6 de octubre de 1810, de que los independientes que habían ocupado esta última ciudad, se dirigían a Zacatecas, e igual noticia le fue comunicada por las autoridades de León, de Lagos y de Aguascalientes. Grande e inminente era el peligro; los medios de afrontarlo insuficientes; la agitación en las turbulentas masas de mineros amenazadora, y el sobresalto de los españoles y las clases acomodadas intenso.

              El intendente de Zacatecas convocó a junta al ayuntamiento, diputaciones de minería y comercio, administradores de rentas, clérigos, prelados de las regiones y vecinos notables, a quienes informó de detalladamente de la situación pidiéndoles asistencia y consejo. Unánime fue el dictamen de la junta declarando indefendible la ciudad de Zacatecas, tanto por su situación entre altos y dominantes cerros, como por la falta de tropas para resistir con éxito. A consecuencia de este parecer, casi todos los españoles salieron esa misma noche, llevando consigo lo que pudieron de sus caudales y efectos mas valiosos, dirigiéndose el mayor número a San Luis. Huyeron también los miembros del ayuntamiento, los empleados y los individuos que formaban las diputaciones del comercio y minería.

              No fue bastante a contener el pánico la llegada, en ese mismo día, del conde de Santiago de la Laguna a la cabeza de doscientos de sus sirvientes armados y montados, ni las seguridades que este rico propietario dio al intendente de que su influencia sobre el pueblo bajo de la ciudad le mantendría quieto y tranquilo. El gobernador de Colotlán salió también la noche del día 6 rumbo a Guadalajara. Ya desde las primeras horas del día 7 el pueblo, agitado y sombrío, parecía dispuesto a cometer deplorables excesos; grupos numerosos se agolpaban en las tiendas de lo españoles impidiendo que sacasen los efectos; comisiones de mineros exigían el pago de sus salarios, amenazando en caso contrario, con el saqueo; y la plebe pedía a gritos la cabeza de Apezechea, rico propietario de la mina de la Quebradita. Sin tropas ni recursos, desconocida su autoridad, amagado por una invasión tanto mas temible cuanto mas ignorado era el número y calidad de los enemigos, el intendente de Zacatecas, salió huyendo la mañana del 8 de octubre con dirección a Guadalajara.

              La presencia del conde de Santiago de la Laguna evitó a Zacatecas los horrores de saqueo, y sabiendo algunos días después que el jefe de los Independientes don Rafael Iriarte se aproximaba a la ciudad al frente de una fuerza respetable, reunió a los vecinos mas notables para que acordasen lo que estimaran conveniente. La junta resolvió que el doctor don José María Cos, cura del Burgo de San Cosme, marchara al encuentro de Iriarte con la misión de inquirir a este:

              “Si la guerra que hacían los independientes salvaba los derechos de la religión, rey y patria, y si en el caso de ceñirse su objeto a la expulsión de los españoles, admitía excepciones y cuales eran estas, con el fin de que las explicaciones de que sobre estos puntos se diesen, sirviera de gobierno a las provincias para unirse todas en un mismo sistema de paz o de guerra, según la naturaleza de las pretensiones que se manifestasen.”

              Esta disposición fue comunicada al brigadier Calleja, quien receloso y desconfiado la hizo llegar al virrey Venegas, quien señaló el proyecto como medio peligroso de desunión para los sostenedores de la autoridad real. Que las explicaciones dadas por Iriarte hubieran parecido a este satisfactorias o no, no queda claro en los documentos generados al respecto; en comunicación escrita con el confuso estilo de la época, dice el doctor Cos que sale con dirección al cuartel general de los Independientes; pero lo cierto fue que tomó el camino de la capital del virreinato y que a su paso por Querétaro fue aprehendido por el comandante de aquella ciudad Gracia Rebollo, quien lo encerró en el convento de San Francisco, de donde salió algunos meses después para ejercer muy grande influencia en la marcha de la revolución.

              Iriarte avanzó con sus tropas hacia Zacatecas, en cuya ciudad entró sin oposición, pues el conde de Santiago de la Laguna se retiró a Guadalajara, en los primeros días del mes de noviembre.

              Fray Gregorio de la Concepción (Gregorio Melero y Piña), natural de Toluca y religioso de la orden del Carmen, residía en San Luis desde el año de 1808 y mantenía activa correspondencia con Hidalgo. Entusiasta partidario de la Independencia, ardía en deseos de propagar en aquella ciudad la revolución. . . . .
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              • #67
                Re: Hace 200 años . . . . .

                Hombre de gran valor, Fray Gregorio de la Concepción, no tardó en abrir su pecho a Lanzagorta, a Herrera y a los demás presos que se hallaban en su mismo convento, ofreciéndoles que dentro de pocos días les libertaría del cautiverio que sufrían. Y en efecto, preparaba con el mayor afán el movimiento a favor de la Independencia. Púsose de acuerdo con otro lego de San Juan de Dios llamado Villerías y con don Joaquín Sevilla y Olmedo, oficial de lanceros de San Carlos, prometiéndole cada uno el auxilio de 25 hombres armados; hizo acopio de municiones, y logró hacer entrar en sus miras a los oficiales y soldados que custodiaban a los presos.

                Llegó la noche del 10 de noviembre de 1810, y según lo convenido con Sevilla y Villerías, acercáronse estos a las diez a la portería del convento del Carmen seguidos de sus cincuenta hombres, y llamaron con la campana destinada a hacer seña de confesión durante la noche, pidiéndola para el español don Juan Pablo de la Serna, persona muy conocida en San Luis. Engañado el prior, ordenó que uno de los frailes marchase a la casa que se indicaba, pero al momento de salir este fue hecho prisionero por Fray Gregorio de la Concepción ayudado de varios soldados de la guardia, y despojándole de la llave dio paso a los hombres de Sevilla y Villerías, que, unidos a los de la misma guardia, pusieron en libertad a todos los presos y arrestaron a los veinte frailes del Carmen, que todos eran españoles.

                Fray Gregorio, después de emplear en esto el tiempo estrictamente necesario, salió del convento acompañado del teniente Lanzagorta, dejando al lego Herrera al frente de los soldados y de los presos que acababa de liberar; dirigióse a la guardia de prevención, y después de hablar con el oficial que la mandaba, este le ofreció secundar el movimiento a favor de la Independencia. Volvió con gran prisa al convento, y los doscientos hombres de que podía disponer, incluso los noventa y seis presos, los repartió del modo siguiente: cien a sus inmediatas órdenes a las del lego Herrera, destinados a ocupar la prevención; cincuenta a las órdenes de Villerías, para apoderarse de la cárcel; y el resto, bajo el mando de Sevilla, con la misión de tomar el cuartel de la compañía. Todo se ejecutó con rapidez y sin derramamiento de sangre, y a las tres de la mañana quince cañonazos que mandó disparar Fray Gregorio de la Concepción con algunas de las once piezas de artillería que se hallaban en la prevención anunciaron a los habitantes de San Luis el fácil triunfo que acababan de alcanzar los osados conspiradores. Ese mismo día 11 de noviembre de 1810, escribió a Hidalgo y Allende informándoles de los acontecimientos y las disposiciones que había dictado para organizar el gobierno

                Dos días después Iriarte, que ya era dueño de Zacatecas, avisó que se hallaba al frente de su división en la hacienda de Muleros en marcha para Guanajuato con el propósito de auxiliar a Allende, y preguntaba a los jefes de la revolución en San Luis si podría entrar en esta ciudad. No gozaba Iriarte de buena fama ni era mejor la de sus indisciplinadas tropas, por lo que Fray Gregorio de la Concepción le contestó que estando ya ganada la ciudad parecía excusado que se presentase en ella exponiendo a sus moradores a las tropelías que pudieran cometer los indios que le seguían; pero yendo, como decía, en Auxilio de Allende, próximo a ser atacado por Calleja, podía entrar y sería bien recibido.

                Iriarte hizo su entrada en San Luis el 14 de noviembre de 1810 seguido de el gran número de indios y de turbas desordenadas que demostraban suficientemente por su aspecto de lo que eran capaces; por lo que temiendo Fray Gregorio de la Concepción alguna traición de su jefe y no queriendo ser responsable de los desórdenes que fundadamente preveía, salió esa misma noche de la ciudad con setecientos hombres y cuatro cañones, marchando primeramente a la hacienda del Pozo, propiedad del convento del Carmen, donde se proveyó de dinero y caballos, y dirigiose al norte de San Luis donde se uniría al teniente general don José Mariano Jiménez.

                No eran vanos los temores del patriota fraile carmelita, pues las chusmas de Iriarte no tardaron en entregarse al saqueo que con gran esfuerzo hizo cesar el lego Herrera. A continuación y para corresponder a las demostraciones de júbilo que había recibido al entrar en San Luis, Iriarte dio un baile al que invitó a Herrara, Villerías y Sevilla, y los mandó aprehender, al mismo tiempo que otros de los suyos se hacían dueños de la ciudad que hubo de deplorar nuevos ataques. Villerías logró escapar, y Herrara y Sevilla fueron a poco puestos en libertad, diciéndoles Iriarte que la causa de aquel procedimiento había sido evitar que fueran víctimas de las tropas que le seguían y que habían pedido licencia para saquear.

                Después de haber permanecido algunos días en San Luis, Iriarte salió con su división en auxilio de Allende, quien le llamaba con urgencia para resistir el ataque de Calleja. Guanajuato sucumbió al fin, y su ilustre defensor salió de esa ciudad el día 24 de noviembre de 1810; halló dos días después al perezoso Iriarte en San Felipe. Ambos se dirigieron entonces a Aguascalientes, separándose Iriarte antes de llegar a esta población, y Allende se ocupó de disciplinar a los soldados que tenía a sus órdenes adiestrándolos en el manejo de la artillería.

                Allende marchó en seguida a Zacatecas, pero fuese porque Iriarte no le inspiraba confianza o porque creyese mas útil su presencia en Guadalajara, se dirigió violentamente a esa capital, y habiendo llegado el día 12 de diciembre de 1810, fue recibido por Hidalgo con extraordinaria magnificencia, no obstante las enojosas cartas escritas un mes antes por el fogoso capitán general.

                Habíanse movido entre tanto nuevas tropas realista desde la capital del virreinato hacia el occidente, por cuyo rumbo se concentraba el alzamiento revolucionario. La retirada de Hidalgo, seguida del triunfo alcanzado en Aculco, permitió al virrey Venegas disponer la salida de otra sección de las fuerzas que, operando en el rumbo de Huichapam, asegurase la expedita comunicación entre el interior y el ejército de Calleja y la capital. Acababa de llegar de España el brigadier don José de la Cruz, quien, si no alcanzó en la península fama de esforzado, adquirió en la colonia triste y merecido renombre de feroz. A este jefe confió Venegas el mando de la división que llamó de reserva; diósele por segundo al teniente coronel Trujillo, el derrotado del Monte de las Cruces, cuya crueldad emulaba la de Cruz, y se le hizo salir de México al frente de esa sección el 16 de noviembre.

                Sonaba entonces entre los mas temibles guerrilleros en tierras de Nopala y de Huichapan don Julián Villagrán, a quien hemos visto unido a Sánchez atacar a Querétaro, aunque sin éxito, el 30 de octubre. Seguido de su hijo, a quien daban el sobrenombre de Chito, de los Anayas y de algunos centenares de indios, descendientes de los antiguos y broncos Otomíes, Villagrán era el terror de los pueblos de aquella comarca. Tan pronto aparecía en la llanura como se ocultaba en la cercana sierra del Real del Doctor, y luego, en acecho del camino entre México y Querétaro, caía sobre los convoyes, y después de destrozar a sus guardianes huía con la presa a los ásperos riscos que le servían de impenetrable asilo.

                Contra este importuno y temible enemigo dirigióse el brigadier Cruz, mandando ahorcar en su tránsito a tres individuos que le parecieron sospechosos y llegando a Nopala la noche del 20 de noviembre de 1810. . . .
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                • #68
                  Re: Hace 200 años . . . . .

                  A su arribo a Nopala el brigadier Cruz fue recibido con muestras de alegría, pero el jefe realista, decidido a desplegar extremado rigor, que tan bien cuadraba con su ingénita crueldad, despreció esas manifestaciones y ordenó desde luego al cura don José Manuel de Correa que se presentara en México al virey, quien a su vez lo remitió al arzobispo Lizama que lo despojó de su curato. Correa no tardó en aparecer al frente de una guerrilla apellidando la independencia. Al día siguiente salió Cruz para Huichapan y esperaba alcanzar allí a Villagrán; pero este, instruido a tiempo de los movimientos del jefe realista, se retiró a la Sierra Real del Doctor, situándose en el cerro de Nastejé o de la Muñeca. La entrada de Cruz en Huichapan fue también el principio de sus crueles providencias: publicó un bando imponiendo penas severísimas a los individuos y a los pueblos en masa que de alguna manera auxiliasen la revolución; ´procedió a recoger todo cuanto pudiera ser empleado como arma ofensiva, sin exceptuar los instrumentos mas comunes de uso doméstico, tales como cuchillos de mesa, tijeras y herramientas de carpinteros y herreros, y dio órdenes a sus tenientes de pasar a cuchillo todo pueblo donde hubiese independientes o que les prestasen auxilio, reduciéndolo a cenizas.

                  Como los Anayas, compañeros de Villagrán, hubiesen dado muerte al doctor Vélez de la Campa, que iba a Querétaro de auditor de guerra de Calleja, y apoderándose algunos días antes de un convoy a la entrada del monte de Calpulalpan, mandó colgar a muchos individuos desde la hacienda de La Goleta hasta el pueblo de San Miguelito. Entre los cadáveres se encontraba el del gobernador de los indios de San Miguelito, que estaba suspendido de un árbol junto a la iglesia; y el del mayordomo de la hacienda de la Goleta, que quedó colgado de una viga en el sitio donde estaba la remuda de la diligencia. El pueblo y todo el caserío fue quemado. Villagrán se mantuvo en sus inaccesibles guaridas, y cuando los realistas se retiraron de aquel rumbo volvió a sus habituales correrías y a ser en terror de la comarca.

                  Cruz salió de aquel lugar el 14 de diciembre de 1810 con mil cuatrocientos hombres de infantería y caballería y dos cañones; en aquel mismo día se unieron a su división un batallón del regimiento provincial de Puebla, uno de marina compuesto por la tripulación de los buques surtos en Veracruz. Trujillo había vuelto a México para ponerse al frente de otra división que, marchando por Maravatio, debía obrar combinadamente con Cruz en el movimiento de este sobre Valladolid. Cruz entró a Querétaro donde se detuvo algunos días y el 20 de diciembre salió para Celaya. Tres días después llegó a Indaparapeo, distante seis leguas de Valladolid. La entrada de Cruz se efectuó en la mañana del 28 de diciembre en medio de la alegría de los realistas. El gobernador de la mitra, don Mariano Escandón, conde de Sierra Gorda, quien a la entrada de Hidalgo había levantado la excomunión lanzada contra este caudillo por el obispo electo Abad y Queipo, la renovó. Reorganizado el gobierno de Valladolid, Cruz nombró comandante militar de la ciudad al teniente coronel don Torcuato Trujillo, quien llegó al frente de algunas tropas el 2 de enero de 1811.

                  Antes de seguir a Hidalgo en Guadalajara y de dar cuenta del plan militar en cuya virtud habían de moverse sobre esa ciudad las divisiones combinadas de Calleja y Cruz, cúmplenos darla de lo que había ocurrido en el sur de la intendencia de México durante los últimos meses de 1810. Allí aparecía un nuevo campeón de la independencia. . . . .
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                  • #69
                    Re: Hace 200 años . . . . .

                    hoy la entrega fue muy pequeña...
                    bueno.......... de lo bueno poco
                    ARMAOS LOS UNOS A LOS OTROS...

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                    • #70
                      Re: Hace 200 años . . . . .

                      La atención del gobierno vireinal, fija sobre los principales caudillos de la Independencia, no había reparado lo bastante en el jefe que traía ya encendida la vasta y montuosa comarca que se extiende desde el Mexcala hasta la costa del Grande Océano. El cura de Carácuaro, sin exigir hombres, armas ni dinero, se había separado del caudillo de la Independencia resuelto a cumplir las órdenes que le había dado el cura Hidalgo. La ciudad de Valladolid, que hoy se llama Morelia en honor del héroe, fue la cuna de don José María Morelos y Pavón, quien nació el 30 de setiembre de 1765. Humilde de condición fue su padre Manuel Morelos, que ejerció el oficio de carpintero en Valladolid; su madre Juana Pavón, era hija de un maestro de escuela. La niñez de Morelos transcurrió en medio de la privaciones de la clase desvalida. Su juventud se consumió en un trabajo corporal y rudísimo para proveer a su subsistencia y a la de su madre. Muerto el padre de Morelos desvanecióse la ilusión que la pobre viuda había abrigado de dedicar a su hijo a la carrera eclesiástica y le confió al cuidado de su tío Felipe Morelos, que era dueño de una recua con la que trajinaba entre México y el puerto de Acapulco; hasta los 30 años de edad, recorrió el camino que liga estas dos ciudades dedicado a la arriería, sin que haya noticias de que en su niñez ni en su juventud hubiese adquirido instrucción ninguna; por eso es admirable la fuerza de voluntad que demostró abandonando su antiguo y humilde oficio para dedicarse al estudio en el colegio de San Nicolás de Valladolid, bajo la dirección del cura Hidalgo.

                      Era Morelos de mediana estatura, robusta complexión y color moreno. Sus ojos negros, limpios, rasgados y brillantes, tenía una mirada profunda e imponente, y unas cejas pobladas y unidas daban a su rostro la expresión de incontrastable energía, que acentuaba mas una barba vigorosamente redondeada. Su aspecto grave, y hasta sañudo, se modificaba, sin embargo, por una boca franca y risueña. A la hora del combate, según los que de cerca lo observaron, sus ojos relampagueaban siniestros y su voz adquiría tonante inflexión para animar a las tropas; en los demás lances de la vida mostraba grande impasibilidad y en su rostro sereno no revelaba los efectos de su ánimo; la prosperidad no le ensoberbecía, ni el infortunio quebrantaba su altiva y digna entereza.

                      Después de su entrevista con Hidalgo en el pueblo de Indaparapeo, volvió al pueblo de Carácuaro y armando allí veinticinco hombres con lanzas y escopetas marchó con ellos rumbo a Churumuco; atravesó el Mexcala en la hacienda de Las Balsas, y entró en el territorio que hoy pertenece al estado de Guerrero. En Coahuayutla se le unieron algunos hombres armados a las órdenes de don Rafael Valdovinos, y avanzando hasta las orillas del Gran Océano, engrosó en Zacatula su pequeña tropa con cincuenta soldados al mando del capitán de milicias de ese puerto, don Marcos Martínez. Animado Morelos con tal feliz principio, recorrió la costa en dirección al sudeste, y cayó rápidamente sobre Petatlán, donde se apoderó de algún armamento y se le unieron poco mas de doscientos hombres. Con estos refuerzos se dirigió a Tecpan, donde el capitán realista don Juan Antonio Fuentes, comandante de la tercera división de milicias del Sur, había fortificado el paso del río que baña las orillas de la población; pero sintiéndose débil para resistir al jefe de la Independencia huyó a Acapulco con la gente que tenía a sus órdenes, y que desertó en su mayor parte, volviendo a Tecpan, adonde engrosó las tropas de Morelos.

                      Entró en la importante villa que se acaba de nombrar el 7 de noviembre de 1810. Hasta entonces había aumentado considerablemente sus tropas y armamento sin disparar un solo tiro. Tecpan, lugar populoso de la costa, le proporcionó abundantes recursos; pero ninguno sin duda fue de mas valía que la incorporación a sus filas de don Hermenegildo Galeana. Al día siguiente salió de Tecpan el caudillo del Sur: en el Zanjón se le unieron don Juan y don Fermín Galeana, seguidos de setecientos hombres, en su mayor parte sin armas. Allí comenzó Morelos a tener artillería, siendo su primera pieza un cañón pequeño que recibió en nombre de Niño y que servía para hacer salvas en la hacienda de los Galeana, llamada San José.

                      El 9 de noviembre la división de Morelos fuerte de dos mil hombres armados con fusiles, lanzas, espadas, y flechas, después de tocar en Coyuca, avanzó hasta el Aguacatillo, donde llegó el 13 de noviembre de 1810, formándose en este lugar un campo a.t.r.i.n.c.h.e.r.a.d.o con tercios de algodón. Ese mismo día setecientos hombres que Morelos había destacado a las órdenes de Valdovinos para ocupar el Veladero, posición que domina a Acapulco, tuvieron que sostener un combate con cuatrocientos realistas enviados por el jefe de la plaza Carreño. Trabose la lucha al pie de la montaña, y después de un ligero tiroteo, huyeron los realistas dejando muchas armas tiradas y pasándose a los Independientes un número considerable de soldados. Morelos, entretanto, aseguraba sus posiciones, y además del campo a.t.r.i.n.c.h.e.r.a.d.o de Aguacatillo, fortificó los puntos de Las Cruces, el Marqués, la Cuesta y el Veladero.

                      Noticioso el virey de la aparición del nuevo enemigo, creyó que bastaría a contenerlo las tropas realistas de Acapulco; pero las nuevas que recibió de la rápida y feliz correría de Morelos a lo largo de la costa y del asedio que contra aquel puerto había establecido, le obligaron a dictar otras medidas, y en consecuencia, dispuso que la brigada de Oaxaca marchase a atacar a los Insurgentes del Sur; mil quinientos hombres a las órdenes del comandante de la quinta división de milicias don Francisco Paris. La suerte de las armas en el primer encuentro fue favorable a este jefe, pues el 1º. de diciembre logró dispersan en Arroyo-Moledor a una sección de las fuerzas de Morelos al mando de don Rafael Valdovinos; pero en cambio, uno de los capitanes de Morelos, don Miguel de Avila, al frente de setecientos hombres, rechazaba en Llano Grande una fuerza salida de Acapulco a las órdenes de don Juan Antonio Fuentes y del sub delegado de Tecpan, Rodríguez, que murió algunos días después, de la heridas que recibió en el combate.

                      Resuelto Paris a tomar las posiciones de Morelos, atacó vigorosamente el 8 de diciembre de 1810 las de San Marcos y Las Cruces: peleóse con furia durante todo el día, y solo la noche separó a los combatientes, sin que de parte alguna se alcanzase señalada ventaja. El jefe realista, cinco días mas tarde, renovó su ataque. . . .
                      kabrakan
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                      Last edited by kabrakan; 23-mayo-2011, 06:32.
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                      • #71
                        Re: Hace 200 años . . . . .

                        Paris dirigiose esta vez sobre las fortificaciones de la Sábana defendidas por el coronel Ávila con setecientos hombres. Las tropas de Paris, que aumentadas con un re3fuerzo salido de Acapulco ascendían a dos mil soldados con dos cañones, se dicidieron en tres columnas, poniéndose al frente de la del centro el mismo Paris, encomendando la de la derecha a Sánchez Pareja, y confiriendo el mando de la de la izquierda a don Francisco Rionada. En este orden y apoyadas por una sección de cien hombres, que debía flanquear la posición de Ávila, marcharon las columnas haciendo jugar su artillería, que fue contestada con los certeros disparos de El Niño. Terrible fue la acometida y grande el esfuerzo de los realistas por apoderarse de las fortificaciones de sus enemigos, y después de muchas largas horas de combate tuvo que retirarse Paris hasta el paraje de Tres-Palos dejando el campo regado de muertos y heridos.

                        No obstante las ventajas que por medio de sus tenientes había logrado Morelos alcanzar, su situación hacíase cada vez mas crítica, pues carecía de municiones de guerra y escaseaban los medios de subsistencia para sus sufridos soldados. Retirado Paris a Tres-Palos, realmente el situado era Morelos, pues se hallaba colocado entre las tropas de aquel y la guarnición de Acapulco. Preciso era salir cuanto antes de tan difícil posición, y para ello recurrió el jefe Independiente a la astucia de que tantas veces hizo uso en el curso de sus campañas. Sabedor de que en el campo de Paris un capitán llamado Mariano Tabares se hallaba descontento por una injusta prisión que había sufrido poco antes, entabló con él inteligencia, y en virtud del plan entre ambos acordado, hizo marchar Morelos, la noche del 4 de enero de 1811, al coronel don Julián Ávila con seiscientos hombres al campamento de los realistas. Dada la señal convenida de antemano con Tabares, Ávila atacó con ímpetu, y después de vencer alguna resistencia se apoderó de ochocientos prisioneros, setecientos fusiles, cinco cañones, cincuenta y dos cajones de parque, porción de víveres y otros pertrechos. Paris, sorprendido en medio del sueño, comprendió desde el primer momento que era inútil resistir y huyó protegido por la oscuridad y por el mismo desorden que había en su campamento.

                        Morelos sin haberse presentado todavía el mismo en el campo de batalla, había logrado por medio de sus tenientes, los Ávilas, batir con fuerzas inferiores a los realistas; y en el corto espacio de sus dos meses, habiendo empezado la campaña con veinticinco hombres que sacó de su curato, había reunido mas de dos mil fusiles, cinco cañones, porción de víveres y municiones, tomado todo al enemigo.

                        Tiempo es ya de que digamos lo que hacía en Guadalajara el generalísimo Hidalgo, en cuya ciudad le hemos visto entrar con gran pompa el 26 de noviembre de 1810, y recibir a Allende con marcadas demostraciones de aprecio a mediados del siguiente mes.

                        Tres días después de su llegada, el 29 de noviembre, publicó un bando aboliendo la esclavitud: “Que siendo, decía el primer considerando del decreto, contra los clamores de la naturaleza el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no solo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también en lo relativo a las adquisiciones; de manera que conforme al plan del reciente gobierno puedan adquirir para si, como unos individuos libres al modo que se observa en las demás clases de la república, un cuya consecuencia, supuestas las declaraciones asentadas, deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de diez días, so la pena de muerte que por inobservancia de este artículo se les aplicará”. La esclavitud, oprobio de la historia, existía en las colonias españolas de América para la raza africana, que vino a sustituir a la indígena en los trabajos de los campos ardientes de las costas.

                        En el mismo bando prescribía “que ninguno de los individuos de las castas de la antigua legislación que llevaban consigo la ejecutoría de su envilecimiento en las mismas cartas de pago del tributo que se les exigía, no lo pagasen en lo sucesivo, quedando sustituido este nocivo impuesto con el de un dos por ciento de alcabala para los efectos de la tierra y con el de tres para los de Europa”. Hidalgo continuó con la organización de su gobierno; nombró para el giro de los negocios dos ministros, el uno con el título de Gracia y Justicia, y el otro con el mas extenso e indeterminado de Estado y del Despacho. El primero fue confiado al joven abogado guanajuatense don José María Chico; el segundo se dio al abogado don Ignacio López Rayón, que ejercía las funciones de secretario del generalísimo. Este último fue quien propuso a Hidalgo la adopción de un plan que evitando la dilapidación de los bienes embargados a los españoles, les hiciese servir al sostenimiento de la guerra de Independencia.

                        Por estos días el gobierno de la revolución nombró a don Pascual Ortiz de Letona, joven Guatemalteco que residía en Guadalajara y que había obtenido el empleo de mariscal de campo, plenipotenciario ante el Congreso de los Estados Unidos de América, para ajustar y arreglar con alianza ofensiva y defensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas naciones y en cuanto mas conviniese a la felicidad de los dos países. Mientras tanto, del otro lado, en Texas se alzaba un pueblo libre que a costa de grandes esfuerzos había afianzado su independencia por lo que los revolucionarios Mexicanos creyesen hallar auxilio y sostén en ese pueblo.

                        Hasta entonces la revolución había carecido del poderoso medio de la imprenta para propagar sus principios. Dueños los Indpendientes de la ciudad de Guadalajara, aprovecharon arma tan eficaz y el primer número del DESPERTADOR AMERICANO, periódico establecido por Hidalgo, apareció el 20 de diciembre de 1810. Lo redactaba el doctor don Francisco Severo Maldonado.

                        En el transcurso del mes de diciembre de 1810, los Independientes lograron armar y disciplinar siete batallones, seis escuadrones y dos compañías de artillería, que en todo formaban tres mil cuatrocientos hombres. Los almacenes del arsenal de San Blas proveyeron de municiones y de buena y poderosa artillería: cuarenta y tres cañones que sumados a los logrados en otros lugares, hicieron subir a cerca de cien bocas de fuego. Hidalgo resolvía por esos días, dar muerte a los españoles presos en Guadalajara; esta execrable disposición fue motivada, según algunos, por una denuncia que se hizo al caudillo de la Independencia de una conspiración tramada por los mismos presos. Mandó degollar mas de ochenta personas en el cerro de Las Bateas; las que ejecutaron en las barrancas de Guadalajara pasaron de setecientas; en el silencio de la noche, el torero Marroquín, un capitán llamado Vicente Loya, Muñiz, el terrible ejecutor de los asesinatos de Valladolid, Alatorre, Cajifa de Pénjamo, y Vargas de Cotija, sacaban a los españoles del Colegio de San Juan, del Seminario y otros edificios en que estaban presos. Llevábanlos a las barrancas cercanas a la ciudad y dábanles muerte, sepultando luego los cadáveres en largas y profundas zanjas. Este horrible degüello principió la noche del 12 de diciembre y se prolongó hasta las últimas del mismo mes.

                        Convenía a los jefes Independientes que entraron los primeros en Guadalajara cubrirse de todo ataque por el lado de occidente. . . . .
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                        • #72
                          Re: Hace 200 años . . . . .

                          Sucesos militares de grande importancia habían ocurrido en el Norte y en el Occidente, ensanchando la vasta zona que, sustraída de la obediencia del gobierno virreinal, reconocía la causa de la Independencia. En tanto que Hidalgo y los principales caudillos se esforzaban en Guadalajara por organizar las inmensas masas de combatientes que iban a oponer al hábil y bravo Calleja, habíanse meneado las armas con actividad y estrépito en Sonora, Coahuila y Nuevo Santander (hoy Tamaulipas); González Hermosillo, en la primera de estas provincias, Jiménez en la segunda, y en la última otros jefes de menor renombre, alcanzaban notables ventajas sobre las tropas realistas y extendían el patriótico levantamiento en aquellas apartadas regiones.

                          Hemos visto que Torres autorizó a Mercado para dirigirse contra San Blas y dominar toda esa basta porción de Nueva Galicia, cumpliendo este con su empresa del modo mas brillante. Poco después, Gómez Portugal, otro de los caudillos de aquella provincia y a quien hemos visto triunfar en La Barca, comisionó para extender la revolución en Sonora y Sinaloa, a don José María González Hermosillo y a don José Antonio López, honrado vecino de Tepatitlán, el primero, y el segundo, oficial de la primera división de milicias del Sur. La no muy numerosa sección de González Hermosillo, a quien Hidalgo había dado el empleo de teniente coronel, emprendió su marcha a fines de noviembre de 1810, y algunos días mas tarde, el 15 de diciembre siguiente, entraba en tierras de Sinaloa, comprendida entonces en la basta intendencia de Sonora. Sin pérdida de día 18 al Real del Rosario defendido por el coronel don Pedro Villaescusa, quien se vió obligado a rendirse. Tan brillante victoria valió a Hermosillo el ascenso a coronel el 29 de diciembre. No deteniéndose en El Rosario mas del tiempo estrictamente preciso, siguió avanzando y ocupó, uno es pos de otro, Mazatlán (entonces lugarejo) y San Sebastián, disponiéndose a avanzar hacia San Ignacio y Cosalá. Así, en espacio de pocos días, una porción considerable de Sonora había sido ocupada por las armas de la Independencia.

                          Mas importante, si se atiende a la extensión territorial que quedó dominada, fueron los triunfos alcanzados en Nuevo Santander y Coahulia, durante el mes de diciembre de 1810 y parte de enero de 1811. La revolución cundió de San Luis a la primera de esas provincias, cuyo gobernador, el teniente coronel don Manuel de Iturbe, abandonado de caso todos sus soldados y oficiales, vióse obligado a encerrarse en Altamira en espera de los refuerzos que pidió al gobierno virreinal. Entre tanto los independientes al mando de Villerías, Acuña y Gómez de Lara, recorrían sin tropiezo el vasto y montuoso Nuevo Santander, aprisionando a los españoles que hallaban en las poblaciones y haciendas y forzando a huir a muchos de estos a Santillo, donde el coronel don Antonio Cordero, gobernador de la provincia de Coahuila, sujeta a la Comandancia General de Provincias Internas, organizaba un cuerpo de tropas con las cuales debía de moverse hacia San Luis, según el plan de operaciones combinado por el brigadier Calleja.

                          El teniente general don José Mariano Jiménez, a quien hemos visto pelear en Guanajuato con su acostumbrado denuedo, salió de esa ciudad el 24 de noviembre, algunas horas después que Allende y los demás jefes; poco días después se separó de sus compañeros a consecuencia de la orden que le dio Allende de propagar la revolución por las provincias del Norte. Seguido de los coroneles don Juan Bautista Carrasco, don Luis Gonzaga Mirecles y don Luis malo, se dirigió a Charcas, al norte de San Luis Potosí, donde a poco tiempo logró reunir una respetable división, que se aumentó con la llegada de Fray Gregorio de la Concepción, al frente de tropas y artillería que sacó del San Luis, al ser ocupada esta ciudad por don Rafael Iriarte. El 10 de diciembre salió Jiménez rumbo a Matehuala, llegando a este lugar dos días después, allí publicó un bando en el que prevenía que se aprehendiese a los emisarios de Napoleón que se presentasen a seducir al pueblo; que se redujese también a prisión a los que llamándose comisionado de los jefes Independientes, extorsionaban a los ciudadanos pacíficos, y que se castigara con todo el rigor de las leyes a los soldados que se permitiesen saquear casas o haciendas. La división de Jiménez , fuerte de siete mil hombres con veintiocho piezas de artillería, salió de Matehuala el 28 de diciembre de 1810, con dirección a Saltillo.

                          Cordero había tomado posiciones en Aguanueva, a corta distancia de aquella villa, con doscientos hombres perfectamente disciplinados. Al aproximarse la división de Jiménez, el jefe realista avanzó hasta el puerto de Carnero, donde se avistan unos a otros el 6 de nero de 1811. Recio fue el empuje de los Independientes, que divididos en tres columnas, atacaron el cañón del puerto y las eminencias que a uno y otro lado cubrían las tropas realistas. Después de un vivo cañoneo y cuando las columnas de Jiménez habían avanzado hasta ponerse a tiro de fusil de sus contrarios, éstos en su gran mayoría se pasaron a los asaltantes. Cordero pudo escapar y huyó hasta la Estancia de Mesillas, donde fue aprehendido y presentado a Jiménez, quien entró vencedor en Saltillo el 8 de enero, sin que una sola ejecución ni el mas leve desorden empañaran el brillo de su triunfo. Aparte de los inmediatos resultados que con él recogieron los Independientes, aseguroles el dominio del Nuevo Reino de León, cuyo gobernador don Manuel Santa María se declaró por la revolución en Monterrey, capital de la provincia, cuyo ejemplo siguió esta toda entera. Jiménez envió a Monterrey al coronel Carrasco con quinientos hombres y cuatro cañones, ordenó al brigadier Arana que ocupase Monclova, y destacó al coronel Mirecles al frente e doscientos soldados en dirección de Parras.

                          Comovióse a su vez la dilatada provincia de Texas donde el capitán de milicias don Juan Bautista Casas se hizo dueño de la capital, San Antonio de Béxar, y con ella de todo el territorio Texano, apresando el 22 d enero de 1811 y enviando luego a Monclova, al gobernador realista don Manuel Salcedo y a don Simón de Herrera, que había desempeñado cargo igual en Nuevo León y que era entonces jefe de milicias en las provincias del norte. “ Con este movimiento, dice acertadamente Alamán, todo el país que se extiende dese San Luis hasta la frontera de los Estados Unidos de América, obedecía a Hidalgo, sin enemigo alguno en todo él, pues Jiménez rechazó y obligó a retirarse en el puerto del Carnero al capitán don José Manuel de Ochoa que con algunas tropas de provincias internas, se acercó a impedir el progreso de la revolución".

                          Sazón es esta de hablar de un suceso que sin íntima conexión con el levantamiento acaudillado por Hidalgo, fue el precursor de los graves acontecimientos que algunos años después producirían una guerra sangrienta y porfiada entre México independiente y los Estados Unidos de América. . . . .
                          kabrakan
                          Forista Esmeralda
                          Last edited by kabrakan; 20-junio-2011, 01:54.
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                          • #73
                            Re: Hace 200 años . . . . .

                            . . . . Algunos vecinos de Baton Ruoge, lugar situado en los confines de las posesiones españolas con la joven república del Norte, proclamaron la independencia de la Florida Occidental en un acta que firmaron el 26 de septiembre de 1810. Los signatarios de ese importante documento eran colonos a quienes la imprevisión del gobierno español había permitido establecerse en aquellas remotas y despobladas regiones. Y no sin razón el gobernador Salcedo al dar cuenta de este suceso al virrey Vengas el 21 de noviembre siguiente, pidiendo auxilios para rechazar cualquier ataque de los sublevados colonos de Baton Ruoge, decía lo siguiente:

                            “ Esta provincia (Texas) es la llave del reino, y es la mas despoblada y exhausta de cuanto es necesario para su defensa y fomento, pudiendo ser la mas rica y el antemural respetable de las ambiciosas miras de vuestros vecinos.”

                            La campaña de 1811 iba a abrirse por las tropas realista de conformidad con el plan proyectado por Calleja y que mereció la aprobación del virrey, pues esta alto funcionario no podía formar otro, ya por la distancia a que se hallaba el teatro de la guerra, ya, siendo quizás este el principal motivo, porque ignoraba la exacta situación geográfica del país, guiándose, cuando el caso de ofrecía, por el no muy exacto mapa que acababa de publicar en Europa el ilustre barón de Humboldt. El plan de Calleja consistía en hacer converger todas las tropas realista disponibles a Guadalajara. No habría el mas mínimo apoyo para las lejanas provincias del norte.

                            El Acta de los vecinos de Baton Rouge dice asï:

                            “El universo sabe de la fidelidad que los habitantes de este territorio han guardado a su legítimo soberano mientras han podido esperar recibir de él protección en sus vidas y haciendas.

                            Sin hacer ninguna innovación inútil en los principios del gobierno establecido, habíamos voluntariamente adoptado ciertas disposiciones, de acuerdo con nuestro primer magistrado, con la mira formal de conservar este territorio, y acreditar nuestro afecto al gobierno que antes nos protegía.

                            Este punto consagrado de nuestra parte por la buena fe, quedará como un testimonio honroso de la rectitud de nuestras intenciones y de nuestra inviolable fidelidad hacia nuestro rey y nuestra amada patria, en tanto que una sombra de autoridad legítima reinaba todavía sobre nosotros. No buscábamos sino un remedio pronto a los riesgos que parecían amenazar nuestras propiedades y nuestra existencia. Nuestro gobernador nos animaba a ello con promesas solemnes de cooperación y asistencia; pero ha procurado hacer de estas medidas que habíamos tomado para nuestra preservación, el instrumento de nuestra ruina, autorizando del modo mas solemne la violación de las leyes establecidas y sancionadas por él mismo como leyes del país.

                            Hallándonos, en fin, sin ninguna esperanza de protección de parte de la madre patria, engañados por un magistrado, cuya obligación era proveer a la seguridad del pueblo y el gobierno confiado a su cuidado, expuestos a todas las desgracias de un estado anárquico que todos nuestros esfuerzos se dirigen a cortar desde largo tiempo, se hace preciso y necesario que proveamos a nuestra propia seguridad como un estado independiente y libre, que queda disuelto el vínculo de fidelidad de un gobierno que no nos protege.

                            En consecuencia, nosotros los representantes del pueblo de este país, tomando por testigo de la rectitud de nuestras intenciones al Supremo regulador de todas las cosas, publicamos y declaramos solemnemente, que los diversos distritos de que consta la Florida Occidental forman un estado independiente y libre, con derecho a establecer por si mismos la forma de gobierno que juzguen conveniente a su seguridad y dicha: de concluir tratados, de proveer a la defensa común: y en fin, de celebrar cualesquiera actos que puedan de derecho hacerse por una nación libre e independiente; declarando al propio tiempo que desde esta época todos los actos ejecutados en la Florida Occidental por tribunal o autoridades que no tengan poderes del pueblo conforme a las disposiciones establecidas por esta convención son nulos y de ningún efecto. Excitamos a todas las naciones extranjeras a que reconozcan nuestra independencia y a que nos presten la asistencia que es compatible con las leyes y usos de las naciones.

                            Nosotros, los representantes, nos obligamos solemnemente a nombre a nombre de nuestros comités, con nuestras vidas y haciendas a defender la presente declaración, hecha en junta en la villa Baton Rouge a veintiséis de setiembre de 1810.

                            Edmund Haws. – John Morgan. - Thomas Lilley. - John H. Thompson. – John Mills. – Wm. Spiller. – Philip Hickey. – Wm. Barrow. – John W. Leonard. – John Rhea, presidente de la Convención. – Por mandato de la misma, Andrés Steele, secretario. “
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                            • #74
                              Re: Hace 200 años . . . . .

                              El plan de Calleja, formado el 16 de diciembre de 1810 en León, consistía en hacer converger todas las tropas realistas en Guadalajara, para destruir de un solo golpe a la revolución con sus principales caudillos. Tocaba a los ejércitos del mismo Calleja y de Cruz efectuar el movimiento principal, debiendo partir el primero de Guanajuato y el segundo de Valladolid, para reunirse el 15 de enero de 1811 en el puente de Calderón. Las tropas realistas del norte y occidente estaban destinadas a auxiliar el movimiento. Cordero, que Calleja creía dueño de Matehuala, debía avanzar unido con Ochoa hacia San Luis, restablecer el orden en la ciudad, castigar los pueblos de Dolores, San Luis de la Paz y Xichú y situarse luego en un punto equidistante de San Miguel el Grande, Guanajuato y Querétaro.

                              Bonavia, que se hallaba en Sombrerete, bajaría a Zacatecas y Aguascalientes, y después de reducirlas al orden, había de colocarse en León y Silao; el intendente y gobernador de Sonora, don Alejo García Conde, entraría en la Nueva Galicia, por el noroeste después de abatir a los Independientes que acaudillados por Mercado y González Hermosillo quisieran estorbarle el paso.

                              El plan del hábil brigadier español, como se ve, estaba perfectamente concebido; pero debiendo recurrir a su realización varios cuerpos de tropas, situados a enormes distancias unos de otros, no era posible que todos se moviesen con igual celeridad y que se hallasen con oportunidad en los puntos que respectivamente se les habías señalado. Además, las derrotas sufridas por Cordero y Ochoa en el puerto del Carnero, próximo a Saltillo, dejaron abierta a los Independientes toda la zona del Norte, y frustrada la combinación que Calleja hubo encomendado a aquellos jefes antes de que fuesen desbaratados por el bravo Jiménez. Antes que la noticia de la derrota sufrida por Cordero le enterase del desconcierto de su plan en esa parte, Calleja resolvió avanzar hacia Guadalajara para ejecutar el movimiento principal en combinación con los cuerpos ó ejército de reserva al mando del brigadier Cruz, que en aquellos días marchaba con dirección a Valladolid. Detúvose en León algunos días para reparar las bajas causadas en su división por las enfermedades y las deserciones; pasó de allí a Lagos.

                              Esperó algunos días Calleja para dar tiempo a las demás divisiones combinadas de que se pusiesen en movimiento, pero no recibiendo noticia alguna de la de Coahuila (destrozada ya por Jiménez), púsose en marcha para el punto en que debían unirse con el cuerpo de reserva, llegando a Tepatitlán el 15 de enero de 1811. Cruz salió de Valladolid el 7 des mismo mes, al frente de dos mil hombres, llegando el 13 de enero a Tlasasalca, y al día siguiente salió rumbo a Zamora.

                              Apresuraban, entretanto, los caudillos de la Independencia sus aprestos defensivos en Guadalajara, presumiendo que pronto serían atacados. Pocos días mas tarde, súpose la marcha combinada de Cruz y de Calleja, y desde luego se trató de adoptar un plan de defensa. Convocóse por el Generalísimo una junta de guerra para decidir lo mas conveniente. En ellas propuso el jefe de la revolución que el grueso del ejército saliese al encuentro de Calleja, en tanto que Iriarte, al frente de la división de Zacatecas, se colocaría a la retaguardia de aquel para ponerlo entre dos fuegos, y que para impedir la unión de Cruz con Calleja, marchase contra el primero un cuerpo respetable para atacarle y derrotarle, o cuando menos, para detener su marcha el mayor tiempo posible. Allende, muy receloso del éxito de las batallas campales, sostenidas de parte de los Independientes por masas numerosas, con poca o ninguna disciplina y muy mal armadas, contra las brillantes tropas realistas, opinó en contra del parecer del generalísimo, proponiendo a su vez que se dejase entrar libremente a Calleja en Guadalajara, y que dividido el ejército Independiente en seis o mas cuerpos, hostilizase al realista en varias direcciones, obligándole también a dividirse, o bien marchar con el grueso a Zacatecas y unirse en la región del Norte con las victoriosas tropas de Jiménez.

                              La junta, después de una larga discusión, adoptó el plan propuesto por Hidalgo, en consecuencia de lo dispuesto, salió violentamente don Ruperto Mier con dos mil hombres y veintisiete cañones en dirección a Zamora para detener la marcha del ejército de reserva. Mier, antiguo capitán del ejército de Valladolid, a quien Hidalgo había ascendido a coronel, bien conocía lo poco que podía prometerse de los soldados que se pusieron a sus órdenes, y por esto escogió la posición de Urepetiro, cuatro leguas mas allá de Zamora. El puerto de aquel nombre, ventajosamente situado para defender el camino real, fue, pues, ocupado por el jefe independiente a quien se unió el cura Macías, de la Piedad, al frente de un corto número de soldados. Sobre una de las eminencias que dominan la carretera situó una batería de diez y siete cañones, y en la otra los diez restantes que debían cruzar sus fuegos con los primeros.

                              Apenas hubo salido Cruz de Tlasasalca, recibió la noticia de que el enemigo, dueño del puerto de Urepetiro, estaba decidido a disputarle el paso , sin detenerse dispuso el ataque, pero su vanguardia fue recibida por un vivo cañoneo que la hizo replegarse en desorden hasta el grueso de la división. Mier, aprovechando esta ventaja, mandó avanzar sus fuerzas por la izquierda y centro, y dispuso que una de sus baterías dirigiese todos sus fuegos sobre la de los realistas, que compuesta de seis cañones se hallaba en la boca ó entrada del puerto. Al mismo tiempo, dice Cruz en su parte, dejáronse ver masas considerables de Insurgentes por la espalda de sus tropas, con la intención manifiesta de cercarlas por completo. En esta apurada situación una vez mas triunfó la disciplina sobre el número, y el armamento brillante de los soldados del rey sobre las improvisadas armas de sus contrarios. Cruz determinó atacar a un tiempo las diversas posiciones ocupadas por los Independientes: formó una gruesa columna al mando del teniente de navío don Pedro Celestino Negrete para que se apoderara de las posiciones de la izquierda, y dio la dirección de la que había de atacar el centro al al teniente coronel don Francisco Rodríguez. Para hacer frente a los que hostilizaban su retaguardia destinó al resto de la caballería y un batallón del regimiento provincial de Puebla, a las órdenes del capitán de navío don Rosendo Porlier.

                              Todos los jefes que acabamos de nombrar cumplieron fielmente las órdenes que recibieron. Negrete atacó con brío por la izquierda, y aunque los Independientes sostuvieron el asalto con valor, al fin se retiraron en desorden dejando dejando por esta parte en poder del vencedor cinco cañones y una bandera. Rodríguez, a la cabeza de los Dragones de España y de Querétaro, arrolló el cuerpo principal de los Independientes, tomándoles veintidós piezas de artillería, y Porlier desbarató a los cuerpos enemigos que amenazaban la retaguardia. Después de hora y media de combate, Cruz se hizo dueño de las posiciones y de toda la artillería de los Independientes, que se retiraron en desoeden dejando quinientos muertos en el campo.

                              Al saberse en Guadalajara que Calleja se ponía en movimiento desde Lagos, dispúsose la salida de todo el ejército. Esta se efectuó el 14 de enero de 1811; Las tropas de los Independientes en número de noventa y tres mil hombres, de los cuales veinte mil eran de caballería , con noventa y cinco cañones fueron divididas en tres grandes cuerpos. . . .
                              Por la calle voy tirando la envoltura del dolor
                              Por la calle voy volando como vuela el ruiseñor ....

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                                Re: Hace 200 años . . . . .

                                . . . . A la cabeza del primero iban Hidalgo y Allende, a la del segundo Abasolo, y Torres al mando de la retaguardia. En ese orden avanzaron hacia las cercanías del puente de Guadalajara, acampando esa noche en las llanuras que se extienden en aquel lugar. Supo Hidalgo al día siguiente de la derrota de Mier en el puerto de Urepetíro, y temeroso de que las fuerzas de Cruz se reunieran al fin con las de Calleja, resolvió marchar desde luego contra este último, y ocupar antes que él las posiciones naturales que defienden el puente de Calderón; hízolo así, y el 16 de enero de 1811 coronaba su numeroso ejército las lomas que se alzan tras del puente y se extendía en la llanura por donde pasa el camino de Guadalajara. Antes de salir para el puente de Calderón se reunieron en consejo los principales caudillos para discutir si sería o no conveniente presentar la batalla; Allende contrarió una vez mas el propósito de luchar con tropas tan disciplinadas como las que fuertes de ocho mil hombres con diez cañones avanzaban a las órdenes del experto Calleja; pero Hidalgo y los demás jefes, fiando en la gran fuerza numérica de su ejército, decidieron probar la suerte de las armas.

                                Calleja, por su parte, sin esperar a Cruz, resolvió también el ataque. Salió con ese propósito de Tepatitlán el 16 de enero, y en las últimas horas de la tarde llegó al paraje llamado La Joya, acampando en la falda de una colina situada a la izquierda de aquel lugar. Los dos ejércitos estaban a la vista: del otro lado del río se alzaba el campamento de los Independientes y oíase hasta La Joya el zumbido de aquellas inmensas masas humanas como presagio de estruendosa batalla. El general español envió algunas fuerzas a explorar las posiciones enemigas, y esto fue motivo de un combate de avanzada que duró hasta algo entrada la noche. De una y otra parte redobláronse las precauciones para prevenir una sorpresa.

                                Corre el río Calderón entre el Grande ó de Tololotlán y el arroyo de las Amarillas; sobre él se alza el puente de su nombre, que se halla dominado a su frente y derecha, en el sentido de la dirección a Guadalajara, por dos ásperas y prolongadas lomas que forman entre si los lados adyacentes de un rectángulo: el camino real pasa por el puente y luego tuerce hacia el oriente entrando por una abra de las lomas de la derecha, y el río, aunque de escaso caudal, no es fácilmente vadeable por lo escarpado de sus riberas.

                                Sobre la loma situada al norte del puente colocaron los Independientes una gran batería de sesenta y siete cañones, apoyadas por otras menores establecidas en lo alto de las colinas que terminan en la orilla izquierda del río. Detrás de este semicírculo de bocas de fuego –en la mayor parte montados en carretas a falta de cureñas– se formó en columnas cerradas la poca infantería regular y organizada; se estableció, además, una línea cuádruple de batalla al costado derecho de la gran batería formando con ella un ángulo saliente, y del otro lado del río se avanzó una división de infantería; los cuerpos de caballería mejor organizados se desplegaron en los flancos de las baterías y en el extremo de la derecha; los flecheros de Colotlán quedaron situados debajo de la artillería y protegidos por ella, y en el llano que se dilata tras la loma de la izquierda se extendió la reserva, multitud desordenada, sin armas ni concierto, entre la cual se hallaban mas de quince mil caballos.

                                La batería principal y la división que la apoyaba fueron puestas a las órdenes de don José Antonio Torres; las de la izquierda a las de Aldama; la división que se situó al otro lado del río quedó confiada a Gómez Portugal; Abasolo tomó a sus órdenes inmediatas la caballería; Allende fue declarado jefe superior para dirigir la acción, e Hidalgo permaneció al frente de las reservas en el llano.

                                Tal era la posición del ejército Independiente al amanecer del 17 de enero de 1811. . .
                                Por la calle voy tirando la envoltura del dolor
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