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Opíname de libros y de autores

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  • Re: Opíname de libros y de autores

    EVA GARCÍA SÁENZ DE URTURI PRESENTA SU LIBRO “EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCA”




    Eva García Sáenz de Urturi (Vitoria-Gasteiz, 1972), inició su actividad literaria con la triología histórica “La saga de los longevos”.
    Ayer presentó en Galicia su cuarta novela, “El silencio de la ciudad blanca”, en la cual cambia de registro, apostando por un nuevo género, la novela negra
    .
    [FONT="Book Antiqua"][SIZE="6"]
    “Escribir novela negra supuso un reto, hay que crear una trama para engañar al lector”


    Crimen y arqueología en una misma historia, ¿es la fórmula que garantiza el éxito?

    Es cierto que hay una eclosión de novela negra, ambientada en el norte. En este caso, introduzco aspectos arqueológicos para mantener mi sello de escritora de temas históricos, fundamentalmente porque mis lectores así lo esperan.

    La historia transcurre en Euskadi, ¿podría ocurrir en cualquier otro lugar o la localización tiene un valor especial?

    En este caso era vital que fuera en el norte, concretamente en Vitoria. Los lugares y la gente son especiales.
    Como en Santiago, es una ciudad con una historia milenaria, en calles adoquinadas con piedras.
    Le da una ambientación a los hechos que está muy estudiada y trabajada.
    Es una novela contemporánea, con la presencia de redes sociales y nuevas tecnologías, pero a la vez, le tiene mucha importancia a la mitología vasca. Es el ambiente, yo vivo en Alicante y allí no hay luz para matar a nadie.

    Antes los crímenes literarios solo sucedían en localizaciones internacionales o grandes ciudades. ¿La elección de estos escenarios es una forma de reivindicar el país?


    Creo que siempre hubo ciertos prejuicios, un complejo de inferioridad por no estar a altura para ofrecer el contexto requerido.
    Los lugares que aparecen en esta novela están muy pensados, cada uno tiene un significado: el dolmen, el yacimiento celta, los restos romanos.
    Son como una sucesión de ‘cronocrímenes’.

    Con ‘El silencio de la ciudad blanca’ se estrena como escritora de novela negra. ¿Cómo resultó la experiencia?

    Me ha encantado y me he quedado con ganas de más.
    Los lectores y la editorial ya me están pidiendo una segunda entrega y seguro que la habrá.
    Ha supuesto un reto.
    En las históricas hay una documentación, una escaleta y luego se escriben borradores hasta dar con el definitivo, un proyecto lineal.
    Aquí hay más técnica, se necesita crear una trama que engañe al lector, que lo enganche, que no sepa demasiado pronto quién es el asesino, pero sin ponérselo muy difícil.

    ¿Qué tipo de asesoramiento buscó?

    Como miembro de la comunidad universitaria me pude matricular en la Academia de Policía, donde forman a los futuros criminólogos.
    Hice los cursos de profiler (experto en perfiles) y en técnico ocular, los que analizan el escenario del crimen.
    Así tuve acceso a los profesores, les planteaba mis dudas y me decían si correspondía con la realidad.

    ¿Y aprobó los cursos?


    Sí, tengo los puntos.
    Si algún día hago las oposiciones de Policía, ya tengo el título.
    Fueron tres meses muy duros. La preparación de la novela me llevó un año y medio intenso.

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    • Re: Opíname de libros y de autores

      Otras miradas

      Una lata de guerra condensada. La pésima pedagogía de Pérez Reverte

      20 Nov 2015

      Sebastiaan Faber
      Profesor de Estudios Hispánicos



      A cuántas palabras se puede reducir un evento histórico? Arturo Pérez-Reverte nos narra la Guerra Civil Española en 31 capítulos breves, menos de 3.500 palabras en total. Su nuevo libro, ilustrado por Fernando Vicente, es una hazaña de la economía verbal. También es loable en su voluntad didáctica. Le permitirá a cualquier joven español familiarizarse con el tema en cosa de media hora, al mismo tiempo que le ayudará a situar las vagas nociones que sin duda le produce la mención de la Guerra —escenas de películas, historias de la abuela, una lámina de un libro de texto, un videojuego— en una estructura narrativa y cronológica claramente definida.

      Y sin embargo el libro es casi inútil. El problema no es que Pérez Reverte no sea historiador. El problema es que, como pedagogo, es pésimo. En su prólogo dice pretender que se “[recuerde] cómo ocurrió” la guerra, “[p]ara evitar que tan desoladora tragedia vuelva a repetirse nunca” ya que “de aquella desgracia podrán extraerse conclusiones útiles sobre la paz y la convivencia que jamás se deben perder. Lecciones terribles que nunca debemos olvidar”. Clichés aparte, la triste verdad es que su libro no conduce a ninguna comprensión propiamente histórica de la guerra. Por tanto, no permite sacar tampoco ninguna “lección” medianamente traducible al presente. De hecho, el libro de Pérez Reverte hace todo lo posible por impedir que un joven lector piense la Guerra Civil históricamente.

      Como nos recordaba hace poco Joan Ramon Resina, es peligroso confundir historia y realidad. La historia es una estructura narrativa que da sentido al pasado hilando una serie determinada de eventos, seleccionados entre muchos eventos posibles. Por tanto no hay historia que no refleje una ideología arraigada en el presente del historiador. ¿Cuál es la ideología de Pérez-Reverte y Vicente? Aquí son clave dos elementos: el qué y el cómo. Primero, los hechos que deciden narrar y los que deciden callar. Y segundo, el lugar que asignan a esos hechos en el relato: el valor que les dan.

      A primera vista, el relato condensado queda bastante completo. Están los años de la República, el impacto de las grandes ideologías, la sublevación y los primeros meses de violencia, las batallas más importantes, el bombardeo de Guernica, la participación internacional, el enfrentamiento entre Unamuno y Millán-Astray, el asesinato de Lorca, la mujer como víctima por antonomasia de la guerra. Eso sí, como ha señalado David Becerra, Pérez-Reverte deja casi sin mencionar los logros y las reformas de la República, como la creación de una amplia red de escuelas seculares o la introducción del voto femenino. Tampoco toca el tema de la revolución social: las colectivizaciones de fábricas y campos. La ausencia más escandalosa, sin embargo, es el papel central que tuvo la Iglesia en la guerra y sus causas. Curiosamente, el libro no menciona ni el carácter enfáticamente religioso de la “Cruzada” de Franco, ni el apoyo que recibió del Vaticano y de la jerarquía católica. El que sí mencione la violencia anticlerical en zona republicana hace que el relato se quede cojo.

      Por otro lado sí están el exilio, la participación española en la resistencia antinazi y la guerrilla antifranquista. Sobre la violencia en ambos territorios escribe: “Mientras en la zona gubernamental esta barbarie era, en buena parte, fruto del desorden y obra de elementos incontrolados, en la zona rebelde los asesinatos eran tolerados y hasta organizados por los mandos militares, a fin de eliminar toda resistencia y amedrentar a la población”. También la caracterización del régimen franquista es bastante precisa: menciona la “represión despiadada y sistemática, con innumerables consejos de guerra, encarcelamientos y condenas a muerte”. El régimen, escribe, “convertido en una férrea dictadura que iba a durar cuarenta años, procuró aplastar cualquier resto de libertad y democracia”. No hay mención de pantanos, ni se agradece a Franco la astucia de haber salvado a España de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Nada de revisionismo a lo Pío Moa, pues, pace Becerra. Ni tampoco cabe asociar a Pérez-Reverte con el dudoso campo de los Stanley Payne, Luis Suárez o Jesús Palacios, empeñados en edulcorar la imagen del dictador.

      Y sin embargo, llama la atención la falta de explicación de los hechos. La descripción de los años republicanos se concentra en la falta de “estabilidad”, causada por “siglos de atraso social y económico”. La mala situación en el campo y las fábricas, escribe, “daba lugar a disturbios y algaradas que alteraban el orden público e impedían la estabilidad política necesaria para aplicar las reformas adecuadas”. En el capítulo siguiente, el autor equipara a dos grupos de “extremistas”: “Quienes pretendían imitar movimientos europeos de los llamados de derecha, como los de la Italia fascista o la Alemania nazi, y otros los de la izquierda, como la Rusia comunista”. Cogido entre los dos extremos, se hunde el centro, asociado con la civilización, la moderación y el sentido común: “Eran tiempos exaltados, y a quienes pedían sensatez, diálogo y entendimiento mutuo para salvar la democracia no se les escuchaba demasiado”.

      En el capítulo siguiente, el autor explica los orígenes de la sublevación con una referencia a la frustración entre los mandos militares por haber perdido protagonismo político y social, y la sensación de “caos” que daban “las revueltas callejeras, sublevaciones e incidentes diversos” que, de nuevo, “alteraban el orden público”. En los primeros meses de guerra, dice, “el odio, la barbarie y la incultura se manifestaron por todas partes”. El transcurso de la guerra entera en la versión de Pérez-Reverte cabe resumirlo en la oración que abre el capítulo 8: “Los dos bandos pelearon con crueldad y también con valentía”.

      Lo que tienen en común todos estos pasajes no es tanto su carácter simplificador, quizás propio del género, sino la forma en que reducen fenómenos históricos a fenómenos afectivos y categorías morales profundamente ahistóricos: odio, barbarie, incultura, crueldad, valentía. Como si no mediaran la defensa de privilegios económicos y políticos, la intolerancia religiosa, el afán de emancipación (intelectual, obrera, campesina, femenina), el miedo a la modernidad cultural, o la guerra civil concebida como guerra colonial contra la propia población. Pérez-Reverte, encerrado en un fácil liberalismo de estabilidad y orden público, recae en el antiguo cliché de la locura colectiva: el cliché que tanto auge tuvo en la versión franquista de la guerra a partir de los años sesenta, y que sirvió para dar forma a la Transición. El problema es que ese cliché no sirve para comprender o combatir la violencia: ni la que se manifiesta en “disturbios y algaradas” ni mucho menos la tremenda violencia que puede encerrar la defensa del “orden público”.

      Lo que más llama la atención, sin embargo, es el capítulo final del libro: “A la muerte del dictador, España se convirtió en una monarquía parlamentaria por decisión personal del Rey Juan Carlos, … que había sido designado sucesor por el general Franco. Mediante el jefe de gobierno Adolfo Suárez, … Juan Carlos I volvió a legalizar los partidos políticos, procuró la reconciliación nacional, liquidó el régimen franquista y devolvió a España la democracia”. Final feliz. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

      No hace falta señalar que este resumen final de lo ocurrido entre 1975 y 1978 es altamente discutible y, sin duda, la parte más débil del relato de Pérez-Reverte. Sí merece la pena subrayar que el libro, al terminar como lo hace, deja un enorme e inexcusable vacío. Hay un epílogo que brilla por su ausencia: el largo e intenso debate sobre la memoria histórica y sobre la propia transición; el hecho incontrovertible de que la democracia de 1978 estuvo marcada tanto o más por las continuidades con el franquismo como por sus rupturas con él.

      Al renunciar a ese epílogo, el libro socava su misión autoimpuesta —impartir una lección de historia a un público juvenil— y se condena a la inutilidad. Un joven de 13 años que hojee estas páginas en busca de una explicación sobre los muchos años —¡toda su vida!— que equipos de voluntarios llevan exhumando fosas comunes por todo el territorio del Estado, se quedará con las manos vacías. Una adolescente que se pregunte por qué su bisabuelo condenado por el régimen franquista sigue registrado como criminal, también. El libro tampoco vale para un niño que se quede estupefacto al enterarse de que una jueza argentina ha llamado a declarar a su tía abuela sobre la desaparición de su padre en 1936, porque la tía abuela se encuentra desamparada en el sistema judicial español. Además, si el Rey, valiente y solito, “procuró la reconciliación”, ¿cómo explicamos que la Guerra Civil siga suscitando tanta controversia, incluso entre los expertos? O, si “devolvió” la democracia al país, ¿cómo se supone que entendamos la relación entre la Segunda República y la España postfranquista?

      Aquí nos damos de lleno con el escandaloso déficit pedagógico de este libro, que es también un déficit democrático. Presenta hechos, no enseña a pensar. Invita a la aceptación pasiva del relato presentado, no a su cuestionamiento, ni mucho menos a un proceso de reflexión crítica que dé sentido a ese pasado. Todo lo contrario: da la impresión de que la historia es una serie de actos y eventos claramente definidos, y congelados en ilustraciones de cómic, que piden que los evaluemos moralmente desde un presente superior, con el fin de sacar “lecciones” fáciles —y por tanto inútiles— de convivencia democrática y sentido común.
      ///...
      Tatiana
      Forista Opalo
      Last edited by Tatiana; 12-septiembre-2016, 22:50.

      Comment


      • Re: Opíname de libros y de autores

        ...///Con su visión de la historia como cuento de hadas, Pérez-Reverte no sólo no nos invita a pensar históricamente sino que nos lo impide. En este sentido, quizá su error pedagógico más grave sea que no explica a sus jóvenes lectores cómo se llegaron a establecer los hechos que relata como ya dados, ni cómo el propio autor los llegó a asimilar. Ya que no menciona ni fuentes primeras ni secundarias, el relato histórico presentado surge como verdad revelada. En otras palabras, Pérez-Reverte, al hablar ex cathedra para un público infantilizado al que regala cucharaditas de dulce historia enlatada, oculta lo que el conocimiento histórico tiene de proceso, y por tanto de interpretación y de debate. Un debate que, por cierto, es mucho más esencial para la salud democrática que cualquier mantenimiento del “orden público”.

        ///...


        Comentarios:

        John Marchant • hace 10 meses
        Pues es una buena oportunidad para que usted nos proporcione en otro libro una visión más profunda y precisa de los hechos. Le animo a ello.


        Edu1973 John Marchant •
        Pues eso es lo mismo que he pensado yo. Si no le gusta que no haya escrito el libro que él quiere, que haga él uno. Al principio pensaba que sería que el libro le parecía pro-franquista, pero es que no es ni equidistante. Deja claro lo que fue el franquismo y cómo se las gastaban. Pero da la impresión de que como no lo cuenta como él quiere, no es válido...

        esperpento
        John Marchant •
        Ya lo ha hecho con este artículo.

        Jonny Lorzas Javier Miranda
        esperpento •
        Y con menos páginas y bombo... No es cuestión de longitud sino de poner los puntos sobre las ies...



        John Marchant esperpento
        No sé si se acaba de entender el sentido de mi mensaje. Animo al autor del artícvlo a escribir un libro porque me gustó lo que leí y con ganas de más me he quedado. Si ud. tiene bastante con esto pues me parece bien, pero yo no. Por otro lado sí es cierto que comparto al mismo tiempo opinión con Edu1973: Mejor que esta crítica sería pasar a la acción y ofrecer la versión que él considere más correcta.

        chapita
        El libro no tiene otra vocación que presentar los hechos de la guerra civil, nada mas. No pretende hablar de los logros de la República y pese a quien escribió esta nota, sí habla (al pasar, es cierto) del rol de la iglesia en el conflicto. Es un relato aséptico y el autor lo aclara.
        Que una jueza argentina reclame justicia no tiene que ver con la guerra sino con la cobardía de los políticos que estuvieron a cargo de España desde la muerte de Franco.


        Jonny Lorzas Javier Miranda chapita
        La asepsia no existe... Cuando se dicen cosas y se omiten otras importantes por ejemplo decir que había inestabilidad en la república pero no se dicen los logros o se omite que una gran parte de la inestabilidad estaba financiada por el clero pues muy muy muy aséptico no se es...


        Padresmith
        No he leído el libro (todavía) pero el estilo de Pérez-Reverte invita a suponer que despertara el interés de un lector adolescente por informarse mas, y tendrá donde escoger entre el ingente volumen bibliográfico de todos los colores y tamaños, publicado y por publicar.

        Carlos Martinez •
        Pues mira por donde, a Reverte hace tiempo que lo conozco, incluso me lo pasé muy bien leyendo sus ''cortos'' libros, por cierto, a usted, eso de ''corto, claro y conciso'' ¿no se lo enseñaron en class? lo digo `por el tocho de comentario que...para criticar a otro.... sólo le faltó poner las fotos de su primera comunión.

        Pero a lo que vamos: Señor Faber, cada uno hace con su tiempo y con su obra lo que ''dioss" le dio a entender, ese...tiempo que se tomó para escribir, repito, este tocho de comentario, lo podría, usted, haber utilizado para escribir las primeras lineas del primer capítulo de su... ''divina comedia''. Agurr

        Por cierto, olvidó señalar que entre esos grandes logros de la República el permitir que un ''Franquito'' se tomara ¡¡tódo!! el tiempo del mundo para trasladar sus tropas por el Estrecho mientras que ''sus republicanos'' disertaran sobre:

        .-''¿Atacastú u atacoyó??''
        .-''¿Armamos al pueblo u nó??''
        .-''¿blabla blá blabla blá u bloblo bló bloblo bló??''

        ¡¡Casi un mes se tiró trasladando sus tropas y...al parecer la República tenía cosas que hacer mas importantes!!!!! Algo así como ahora, qué, ¡gracias a esa Unidad de la izquierda republicana manda quien manda!! ¡Anda y que os den!
        ................................................D. Carlos Martinez, Candidato a Cortes



        .

        José Bravo

        Lo veía venir.
        Por eso estaba esperando alguna crítica razonable sobre el libro.
        No se puede condensar algo como nuestra Guerra Civil en tan pocas páginas sin alterar los hechos de alguna forma.
        Veía venir los clichés y el "todos tuvimos la culpa".
        El problema no es que Reverte haya escrito un mal libro (digámoslo así).
        El problema es que haya tenido que escribirlo.
        Hacer el esfuerzo de explicar a unos jóvenes profundamente ignorante e incultos, y que carecen de valores con los que sopesar lo que lean en el libro, la contienda y los motivos que la provocaron.
        La juventud hoy no tiene conocimientos históricos mínimos para rellenar los espacios que Reverte haya dejado sueltos.
        Hay que ser muy cauteloso con lo que se dice y cómo, porque, un mal gesto, los llevará a pensar que la culpa fue de La República y que Franco fue un salvador.
        Fracaso estrepitoso de la intención pedagógica. La juventud de hoy en día no está para cuentos, porque no sabe leer
        . El sistema educativo necesita de urgencia un cambio radical.

        John Marchant José Bravo
        Apuesto a que será mejor que un par de páginas en un libro de texto. En todo caso, como dice padreSmith, siempre puedes ampliar bibliografía. Que sean ignorantes no es responsabilidad de ningún autor, supongo.

        Edu1973 José Bravo •

        “Mientras en la zona gubernamental esta barbarie era, en buena parte, fruto del desorden y obra de elementos incontrolados, en la zona rebelde los asesinatos eran tolerados y hasta organizados por los mandos militares, a fin de eliminar toda resistencia y amedrentar a la población”.
        También la caracterización del régimen franquista es bastante precisa: menciona la “represión despiadada y sistemática, con innumerables consejos de guerra, encarcelamientos y condenas a muerte”.
        El régimen, escribe, “convertido en una férrea dictadura que iba a durar cuarenta años, procuró aplastar cualquier resto de libertad y democracia”.
        Si eso la pie a alguien a pensar que Franco fue un salvador y la culpa fue de la República, no creo que sea cosa del sistema educativo, sino de la inteligencia del lector.

        Endo Honda José Bravo

        Creo que te equivocas al generalizar de esa manera; la juventud de este pais no es tan analfabeta como presupones, no todos los chavales son como los que salen en la tele rebajándose para ser famosos o tener su minuto de gloria, los hay que son muy inquietos y con una tremenda curiosidad por lo que tienen alrededor; otra cosa es que el sistema sólo quiera destacar a individuos como los que tu mencionas.
        Dales una oportunidad, aunque estoy de acuerdo en que el sistema educativo necesita un giro de 180 grados y ante todo recuperar las Humanidades y quitar asignaturas que están totalmente fuera de lugar como las Económicas, que no se que pintan en Bachiller (realmente si que lo se, pero no me apetece poner una proclama anticapitalista en este momento).

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        • Re: Opíname de libros y de autores

          faker • hace 10 meses
          Se nota demasiado que a ud. y al señor Becerra no les cae bien Pérez Reverte. Es triste, porque es uno de los mejores escritores que tenemos; lo que pasa es que, como pasa con todo en España, podemos tolerar muchas cosas, pero no que llegue un señor con ego a explicárnoslas. Es lo mismo por lo que la gente critica a Pablo Iglesias.
          Perdonen si no era lo que pretendían, pero en su feroz crítica a Reverte encuentro motivos más que sobrados para comprar y leer este libro.

          nikitonipongo faker • hace 10 meses

          Entiendo que la obra política de Reverte puede no gustar y que sus opiniones son a menudo difíciles de digerir. A mí no siempre me gusta lo que dice, pero me encanta que haya alguien en España dispuesto a decirlo de la manera en la que él lo hace.
          nicokali
          Iba a hacerle un comentario pero ya veo que hay más que de sobra en el mismo tenor que yo iba a decir. Hombre, lo que ha escrito Reverte es una obra para dar a conocer la Guerra Civil a la chavalería porque es un tema que no se da en los institutos por falta de tiempo (siempre está en el último tema) o por falta de voluntad, y no una tesis doctoral.

          John Marchant Guest •
          Hombre, en realidad es bastante complicado que el sucesor designado por Franco liquide el régimen franquista. Cualquier lector avispado será capaz de ver tal paradoja y a partir de ahí, empezara a buscar nuevas fuentes para entender qué pasó realmente. Así que puedes estar tranquilo.


          Javier nicokali •
          Si Nicokali, pero hay algunos eruditos por aquí que tienen tanto odio en su corazón que necesitan les escriban una enciclopedia de 300 tomos para explicar SU película, pero no se les ocurre pensar en la cantidad de libros que hay de no mas de 200 páginas para explicar los 800 años de dominación árabe o todo el Imperio Romano. Sera que a estos eruditos no les interesa la historia, solo el odio


          Sibelius

          El "publico infantilizado" al que usted alude es, exactamente mi generación. Yo nací en el 78. Recién acabado el franquismo, recien inaugurada la democracia. Mi generación no tiene un problema de infantilización.
          Tiene un problema de que NUNCA se nos hablo de la Guerra Civil ni de la dictadura. Jamás los estudié.
          Mis profesores de historia siempre pasaron de puntillas sobre la segunda república y obviaron España cuando estudié la IIGM, y no recuerdo que se me mencionase la Guerra Civil jamás.
          Todo lo que supe de ella fue arrancado a tirones de mis abuelos o de mis padres, nacidos 15 años después.
          Ni siquiera cuando estudié la carrera de Historia tuve menciones más que de pasada.
          Si el libro se limita a hacer una narración más o menos aseptica de los hechos que derivaron en la Guerra Civil y en como transcurrió esta, ya me estará aportando más información que todos los profesores de historia de mi vida.

          josechu • hace 10 meses
          Este no se ha enterado de nada, el propio reverte ha dicho que él no quiere llegar a suplir los libros que han tratado el tema en profundidad sino servir para dar una primera toma de contacto lo más aséptica posible de lo que fue la guerra civil española, que sirva de inicio para otras lecturas más enriquecedoras pero sabiendo lo básico y sin tintes ideológicos.s

          Jonny Lorzas Javier Miranda josechu • s
          Omitir cuestiones fundamentales como la chapuza de transición en definitiva es un tinte ideológico... La neutralidad no existe... Si uno no denuncia una injusticia fragante en definitiva uno es complice de esa injusticia...

          Nemesio Riperto •
          libros históricos perfectamente accesibles a gente joven sobre los siglos XIX y XX, república y guerra los hay buenos, serios, veraces, empezando por Gerald Brenan, seguimos con Galdós (claro que los episodios son del XIX, pero incomparables, divertidos, muy aconsejables para jóvenes, y aclaratorios de problemas posteriores, grande Galdós) y mas académicamente Raymond Carr, Tuñon de Lara, Paul Preston, Gabriel Jackson, y obviamente muchos más suficientemente reconocidos, el que quiera leer que lea, los jóvenes que no leen, y son muchos, es porque no les da la gana.

          Endo Honda
          Tendré que leerlo antes de emitir algún tipo de juicio, simplemente por el respeto que le tengo a Reverte como novelista de aventuras basadas en hechos históricos.

          Berzelius
          Un libro que tiene como propósito establecer una visión políticamente [B]correcta de todo el tinglado. Completamente dispensable.

          Comment


          • Re: Opíname de libros y de autores

            Originalmente publicado por Tatiana Ver post
            faker • hace 10 meses
            Se nota demasiado que a ud. y al señor Becerra no les cae bien Pérez Reverte. Es triste, porque es uno de los mejores escritores que tenemos; lo que pasa es que, como pasa con todo en España, podemos tolerar muchas cosas, pero no que llegue un señor con ego a explicárnoslas. Es lo mismo por lo que la gente critica a Pablo Iglesias.
            Perdonen si no era lo que pretendían, pero en su feroz crítica a Reverte encuentro motivos más que sobrados para comprar y leer este libro.

            nikitonipongo faker • hace 10 meses

            Entiendo que la obra política de Reverte puede no gustar y que sus opiniones son a menudo difíciles de digerir. A mí no siempre me gusta lo que dice, pero me encanta que haya alguien en España dispuesto a decirlo de la manera en la que él lo hace.
            nicokali
            Iba a hacerle un comentario pero ya veo que hay más que de sobra en el mismo tenor que yo iba a decir. Hombre, lo que ha escrito Reverte es una obra para dar a conocer la Guerra Civil a la chavalería porque es un tema que no se da en los institutos por falta de tiempo (siempre está en el último tema) o por falta de voluntad, y no una tesis doctoral.

            John Marchant Guest •
            Hombre, en realidad es bastante complicado que el sucesor designado por Franco liquide el régimen franquista. Cualquier lector avispado será capaz de ver tal paradoja y a partir de ahí, empezara a buscar nuevas fuentes para entender qué pasó realmente. Así que puedes estar tranquilo.


            Javier nicokali •
            Si Nicokali, pero hay algunos eruditos por aquí que tienen tanto odio en su corazón que necesitan les escriban una enciclopedia de 300 tomos para explicar SU película, pero no se les ocurre pensar en la cantidad de libros que hay de no mas de 200 páginas para explicar los 800 años de dominación árabe o todo el Imperio Romano. Sera que a estos eruditos no les interesa la historia, solo el odio


            Sibelius

            El "publico infantilizado" al que usted alude es, exactamente mi generación. Yo nací en el 78. Recién acabado el franquismo, recien inaugurada la democracia. Mi generación no tiene un problema de infantilización.
            Tiene un problema de que NUNCA se nos hablo de la Guerra Civil ni de la dictadura. Jamás los estudié.
            Mis profesores de historia siempre pasaron de puntillas sobre la segunda república y obviaron España cuando estudié la IIGM, y no recuerdo que se me mencionase la Guerra Civil jamás.
            Todo lo que supe de ella fue arrancado a tirones de mis abuelos o de mis padres, nacidos 15 años después.
            Ni siquiera cuando estudié la carrera de Historia tuve menciones más que de pasada.
            Si el libro se limita a hacer una narración más o menos aseptica de los hechos que derivaron en la Guerra Civil y en como transcurrió esta, ya me estará aportando más información que todos los profesores de historia de mi vida.

            josechu • hace 10 meses
            Este no se ha enterado de nada, el propio reverte ha dicho que él no quiere llegar a suplir los libros que han tratado el tema en profundidad sino servir para dar una primera toma de contacto lo más aséptica posible de lo que fue la guerra civil española, que sirva de inicio para otras lecturas más enriquecedoras pero sabiendo lo básico y sin tintes ideológicos.s

            Jonny Lorzas Javier Miranda josechu • s
            Omitir cuestiones fundamentales como la chapuza de transición en definitiva es un tinte ideológico... La neutralidad no existe... Si uno no denuncia una injusticia fragante en definitiva uno es complice de esa injusticia...

            Nemesio Riperto •
            libros históricos perfectamente accesibles a gente joven sobre los siglos XIX y XX, república y guerra los hay buenos, serios, veraces, empezando por Gerald Brenan, seguimos con Galdós (claro que los episodios son del XIX, pero incomparables, divertidos, muy aconsejables para jóvenes, y aclaratorios de problemas posteriores, grande Galdós) y mas académicamente Raymond Carr, Tuñon de Lara, Paul Preston, Gabriel Jackson, y obviamente muchos más suficientemente reconocidos, el que quiera leer que lea, los jóvenes que no leen, y son muchos, es porque no les da la gana.

            Endo Honda
            Tendré que leerlo antes de emitir algún tipo de juicio, simplemente por el respeto que le tengo a Reverte como novelista de aventuras basadas en hechos históricos.

            Berzelius
            Un libro que tiene como propósito establecer una visión políticamente [B]correcta de todo el tinglado. Completamente dispensable.
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            Hola Tatiana.
            Felicidades por tú reseña y más.
            Mira, no sé que edad tendrá Reverte pero creo que ha escrito el libro por lo que ha podido leer o lo que le han contado... su fallo si lo hay pienso que se debe a esto, no lo vivió en carne propia, estoy bien o meto reversa ??

            Saludos Tatiana.

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            • Re: Opíname de libros y de autores

              Amiga hola!!
              Voy llegando, y mañana será un día muy ocupado.
              Dudo que podamos coincidir...

              Aunque tal vez en la tarde después de las 4 entre un rato.
              Esto es lo que me gusta.
              Hablar de estos temas y ya viste por los comentarios, polémicos.

              En reversa para nada Pepis.
              Sólo para tomar impulso.

              Tú con conocimiento de causa amiga porque supongo que tus ancestros muchísimo mas cercanos que los mios te habrán contado situaciones.
              Que interesante.

              Perez Reverte es un hombre relativamente joven, estará por los 50´s?
              Claro todo debe de ser de oidas como los escritores que actualmente han puesto "de moda" el tema.
              Tengo por ahi las memorias de Alberti, pero ya sabemos que era un "rojo" asi que no creo que pueda ser muy objetivo que digamos. Aunque su exilio fue dorado. Admiraba y le cantaba a Rusia pero no termino en el Gulag como muchos españoles que creyeron en Stalin, le fallaron a su patria por él y sus creencias y asi les fue...
              Lo comenta Victor del Arbol en "Un Millon de Gotas"(Lo de los Gulag).
              Con lo poco que he leido de lo mucho que se ha escrito no creo que haya alguien que pueda pronunciarse totamente por una cosa u otra.
              Supongo que en cada familia habría dos distintas corrientes y victimas por quien llorar.

              Sigo con un millón de muertos, no llego a la mitad pero lo voy a tomar con calma porque pese a seguir con la misma familia y allegados o conocidos, hay demasiado de guerras, batallas, estrategia y me resulta a veces tedioso.

              Nos leemos despues amiga.


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              • Re: Opíname de libros y de autores



                ELIZABETH STROUT / ESCRITORA


                “Leer mala literatura es como comer comida basura”


                Elizabeth Strout, premio Pulitzer 2009, publica 'Me llamo Lucy Barton', una novela que exuda vida sobre familia, incomunicación y clasismo.

                Es inevitable establecer paralelismos entre Elizabeth Strout (Maine, 1956) y Lucy Barton.
                Las dos son escritoras, las dos son de provincias y viven en Nueva York, las dos están separadas y vueltas a casar…
                Pero en este caso, no se puede borrar la línea que separa realidad y ficción porque Strout, premio Pulitzer 2009 por la televisiva Olive Kitteridge, no ha pretendido sumarse a la moda de la autoficción con Me llamo Lucy Barton (Duomo), una deliciosa novela que exuda vida sobre la familia, la incomunicación, el amor imperfecto y, por encima de todo, la humillación y el clasismo.

                “Mi padre era científico en la universidad, mi madre profesora de inglés, pero, ¿sabe? durante mucho tiempo tuve trabajos precarios, fui camarera, vendedora de colchones y conocí a mucha gente humilde.
                Hay muchos pobres en EE UU que no veo representados ni en la literatura ni en otros aspectos de la vida”, explica Strout, de visita en Madrid.

                “En este caso, quería contar cómo cada pueblo tiene una familia que vive en el ostracismo, así que puse a Lucy a viajar por las diferentes clases sociales de América”.

                Nacida en una familia paupérrima de una aldea de Illinois, la protagonista y narradora de este libro es la encarnación del sueño americano.
                Hija de una costurera y un torturado excombatiente de la II Guerra Mundial, su vida está marcada por una infancia de pobreza y estigmatización.

                Vivió en un garaje. Sin agua caliente, sin calefacción.
                Pasaba tanto frío en ese mísero hogar que, acabadas las clases, se quedaba en la escuela aún a riesgo de ser despreciada por sus compañeros: “Vuestra familia da asco”.
                Y leía. Leía porque los libros le hacían compañía. Y le dieron una beca.
                Y pudo estudiar en la universidad. Y ahora, ya en los años ochenta, es escritora, tiene dos hijas, lleva una vida acomodada y se recupera en el hospital de una operación de apendicitis que se ha complicado.
                Su madre se presenta a verla después de años distanciadas.

                Durante cinco días hablan de sí mismas sin hablar de sí mismas, a través de la vida de otros.
                O, si se quiere, callan de forma elocuente. Lucy es incapaz de profundizar en su pasado; su madre, como las de aquella generación, de decirle “te quiero”.

                "No nací con un talento especial para escribir pero sí para ver y para intuir"

                Novelista de urgencias

                Podría decirse que la novela, que ha conquistado a miles de lectores en América, nace de la ansiedad.
                Strout es una novelista de urgencias.
                No trabaja en orden cronológico.
                Escribe como quien hace puzles desde que un buen día se percató de que tenía tres horas al día para ella y decidió: “Tres horas, tres páginas”. Y empezó a parir a mano escenas cortas que dejaba esparcidas en su escritorio.
                “Fue muy interesante, porque descubrí que si trasladaba al papel lo que sentía más urgente en ese momento —la canguro se retrasa, mi marido tiene una aventura—, si era capaz de trasladar esa ansiedad a un personaje, entonces tenía una escena que cobraba vida.
                Fui haciéndolo un día tras otro y vi que muchas de ellas conectaban entre sí. No necesito tener una trama, porque así al final siempre emerge”.

                Strout empezó a escribir con cuatro años, animada por su madre, una escritora frustrada que le compraba libretas para que reflejara en ellas los hitos infantiles de cada día.
                “No creo que naciera con un talento especial para escribir pero sí para ver e intuir”, dice con humildad.
                “Tuve que aprender la artesanía de la escritura para expresar eso que veía y sentía”.
                Aprendió a fuerza de perseverancia y de lecturas.
                Y no de cualquier cosa: “Para escribir bien es esencial leer buena literatura. Por eso vuelvo siempre a los clásicos: aguantan el paso del tiempo. Leer mala literatura es como comer comida basura”, sentencia.

                "La literatura debe hacer que la gente no se sienta sola y nos vuelve más empáticos"

                La Pulitzer de Maine no recuerda haber querido ser otra cosa que escritora. Pero a nadie le interesaba su trabajo y tenía cierta conciencia social.
                “Así que estudié Derecho, que, a la larga, yo creo que me ha venido bien porque me ha ayudado a frenar la emocionalidad que siempre he chorreado al escribir.
                El caso es que era una abogada terrible.
                Pero la carrera me abrió las puertas del departamento de Inglés de la universidad y empecé a dar clases”.
                Por las noches, seguía escribiendo.
                “Cada vez que pensaba en rendirme me decía: ‘Si así no funciona, puedo darle una vuelta y reescribirlo de esta otra manera”, cuenta.
                Y a base de reescribir y reescribir cantó línea a los 43 años cuando logró publicar su primer libro, y bingo cuando conquistó el Pulitzer, que aparte de una inmensa alegría le procuró un “lectorado serio” y fiel.

                Su éxito es una literatura comprometida con la vida y enemiga del maniqueísmo que busca la comprensión del otro. “La literatura nos puede hacer más empáticos”, dice Strout. “La literatura debe hacer que la gente no se sienta sola”. Acompañó a Lucy Barton. Y acompaña también Strout.

                UNA ESCRITORA DE RECONOCIMIENTO TARDÍO

                M. M.
                Elizabeth Strout nació y se crió en pequeñas localidades de Maine y vive, desde hace años, en Nueva York.
                Novelista y escritora de cuentos, estudió Derecho y trabajó de abogada durante seis años antes de dejar el oficio y dedicarse a dar clases en la Universidad.
                Escribía en sus ratos libres y difundía algunos de sus trabajos en revistas literarias.
                Hasta los 43 años no logró publicar su primer libro.

                Además de Me llamo Lucy Barton (2016),
                ha firmado las novelas: Amy e Isabelle (1998),
                Abide With Me (2006),
                Los hermanos Burgess (2013), que será llevada a la televisión por Robert Redford, y Olive Kitteridge, por la que conquistó el premio Pulitzer en 2009. Esta obra fue convertida en serie por HBO y ganó 8 premios Emmy en 2015.
                (El Pais)

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                • Re: Opíname de libros y de autores



                  Elena Garro: la madre maldita del realismo mágico

                  En el centenario de su nacimiento, México redime a la escritora, ex mujer de Octavio Paz, coinventora de un género literario que rechazaba, y sentenciada en su época por alta traición a la intelectualidad patria
                  JAVIER BRANDOLI

                  «Cuando la mujer escribe, muere. Es una sentencia de muerte»
                  . La frase es de una escritora devorada por todos, por ella misma, por la sombra de su ex marido, el escritor Octavio Paz, por las ideologías que siempre le pillaron en el medio, por buscarse enemigos señalando con el dedo.
                  Y en todo ese proceso, que fue su vida convertida en un libro sin tapas, creó literatura propia y hasta inventó, o ayudó a inventarlo, sin quererlo, un género que todos se disputan y del que ella renegaba como madre: el realismo mágico.
                  «Para Elena Garro el realismo mágico era una etiqueta mercantilista que la molestaba porque ella decía que el realismo mágico era la esencia de la cosmovisión indígena, por lo tanto, no era nada nuevo bajo el sol», explica a EL MUNDO Patricia Rosas Lopátegui, hasta ahora la autora de la única biografía sobre la escritora y que la trató durante 40 años.

                  La realidad es que el libro de Elena Garro Los recuerdos del porvenir (1963) es hoy para algunos especialistas el pistoletazo de salida de ese género que se adjudicaría como gran cimentador García Márquez con sus Cien años de soledad (1967).
                  Antes están Juan Rulfo, Arturo Uslar Pietri y una serie de narradores latinoamericanos que se dedicaron a escribir de esa cosa que «en Europa se llama realismo mágico y acá lo llamamos costumbre», que diría García Márquez.

                  «En 1953, Elena se enfermó y se va a Suiza a tratarse.
                  Allí escribe un primer borrador de Los recuerdos del porvenir.
                  Años después, su hija, Elena Paz, rescató de una chimenea en Nueva York el manuscrito que su madre había lanzado al fuego.
                  En 1963, la obra gana el premio literario Xavier Villaurrutia, el más importante de México, concedido ex aequo con la novela La feria del escritor Juan José Arreola», recuerda Carlos Castañeda, investigador y conocedor de la escritora que dará en la próxima Feria del Libro de Guadalajara una charla sobre su figura.
                  «A ella no le gustaba que le dijera que era la precursora del realismo mágico, entre otras cosas porque yo opino que su verdadera fuente era la literatura fantástica y romántica alemana», señala Castañeda.

                  «Yo no puedo escribir nada que no sea autobiográfico; en Los recuerdos del porvenir narro hechos en los que no participé, porque era muy niña, pero sí viví», recuerda la también escritora Elena Poniatowska que le dijo Garro en un artículo en que la primera rinde tributo a la segunda.

                  Pero para entender la obra de Garro hay que desentender su vida, lo contrario es imposible.
                  Elena Garro nació en la ciudad mexicana de Puebla en 1916, pero hasta eso fue una interrogante en su biografía: «Ella mintió sobre su real fecha de nacimiento.
                  Se casaron jóvenes Octavio y Elena, en 1937, cuando ella tenía 20 años, que durante años peleó para que fueran 16 y tener la eximente de niñez para aquello que le atormentó siempre: haberse casado con Paz», comenta Castañeda.
                  Tras un noviazgo rápido entre ambos, los dos proyectos de intelectuales viajaron por Europa y América.

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                  • Re: Opíname de libros y de autores

                    En 1937 fueron a la España de la Guerra Civil, invitados por Rafael Alberti, y encontraron una España en llamas en la que él dibujaba ideas políticas que plasmó en su poema No pasarán y ella describe momentos rutinarios como cuando Luis Cernuda la invitó a pasear por una playa.

                    «Muchos años después, se publicó en 1992, ella escribió Memorias de España, que es un relato de sus recuerdos de ese viaje de 1937», dice Castañeda.
                    «Nunca tuve tanto miedo ni tanta piedad por los soldados», escribió ella de su experiencia ibérica.

                    Tras España, Paz y Garro se trasladan a EEUU y a una Europa donde la normas sociales de eruditos, filósofos y narradores aburguesados dictaban que el amor era tan libre como la conciencia.
                    El matrimonio vive con absoluta permisividad amorosa hasta que se cansaron en algún momento de tanto público desaire.
                    Bueno, se cansó él, o al menos fue él quien solicitó un divorció exprés apremiado por otras urgencias amatorias.

                    «Yo creo que Elena Garro amó a Octavio Paz, pero pronto sintió el yugo del machismo y de la egolatría de Paz.
                    Eran dos personalidades e ideologías opuestas.
                    Paz siempre en los linderos del poder y de la gloria, y Garro en defensa de una literatura crítica sin concesiones y en pro de las víctimas de los oligarcas.

                    Paz en el poder; Garro en contra de él.
                    Fueron la pareja que nunca lo fue, al decir de Elena Garro», explica Rosas Lopátegui.
                    Por entonces ella ha conocido a otro escritor del que se enamora apasionadamente, dentro de una larga lista de amantes que tuvo en su vida, el argentino Adolfo Bioy Casares.
                    «Lo vio tres veces en su vida, pero mantuvieron una larga correspondencia epistolar», recuerda Castañeda.
                    «Yo creo que Octavio Paz fue el amor de su adolescencia y primera juventud, y Adolfo Bioy Casares de una época posterior.
                    Pero con ninguno alcanzó la plenitud amorosa.
                    Se interpusieron los valores machistas, la egolatría y la prepotencia masculinas», señala su biógrafa.

                    Garro se va convirtiendo en una creadora de obras de teatro como Un hogar sólido (1957), El rey mago (1958) o La señora en su balcón (1959).
                    Además, esta católica amante de la aristocracia va convirtiéndose en defensora de los movimientos campesinos de Morelia frente a los abusos del México caciquil.
                    La culta, bella y cautivadora mujer no duda en posicionarse y reivindicar las marchas rurales frente al grupo de intelectuales izquierdistas de Ciudad de México que de alguna manera desprecia.
                    «En una ocasión se presentó con un grupo de campesinos a un acto donde había todo tipo de intelectuales y pincharon ruedas y destrozaron coches de los convocados», comenta Castañeda.

                    «Dicen que Poniatowska le preguntó en una ocasión por qué vestía con tacones y vestidos buenos cuando iba a ver a la gente del campo que defendía y que ella le contestó: 'Porque yo soy así, no les voy a mentir'», añade el investigador.
                    Su posición muy incomoda para el Gobierno, hace que se le practique un primer destierro voluntario que podría haber sufragado el propio Paz a petición del presidente mexicano.
                    Se va a París y está allí hasta mediados de la década de los 60. «Octavio Paz le mandó dinero toda su vida y la mantuvo a ella y a su hija.
                    Él tenía una persona que controlaba en qué se gastaba el dinero su ex mujer que podía recibir un pago mensual y gastarse todo en comprarse un vestido», dice Castañeda.

                    Es entonces cuando la revolución cubana acrecienta los movimientos de izquierdas de todo el continente y un maremoto revolucionario sacude un México que mira con nostalgia los retales de la que fue primera revolución socialista del planeta.
                    Elena Garro colabora estrechamente con Carlos Madrazo, un político del partido único, el PRI, que se atreve a formar una nueva opción política llamada Patria Nueva con el que parece dispuesto a modificar los dogmas de una dictadura encubierta.
                    Mientras el Mayo del 68 francés arde, en México, en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, los estudiantes son masacrados el 2 de octubre por escuadrones paramilitares y los servicios de seguridad tras meses de revueltas.
                    Aún no se sabe hoy el número real de víctimas y detenidos. La acción sacude los cimientos del país, de sus intelectuales y destierra por segunda vez en vida a Garro y sus letras.
                    «Hay muchos mitos respecto a este tema. Elena Garro nunca perteneció al movimiento estudiantil de 1968.
                    Para ella dicho movimiento no planteaba las soluciones políticas, económicas y sociales que urgían en el país», dice Rosas Lopátegui.
                    «Ella se pasó alguna vez por el auditorio Che Guevara y fue a las manifestaciones, pero ella no quiere que México se convierta en Cuba.

                    Ella está peleada con los intelectuales de izquierdas que apoyan el movimiento», comenta Castañeda.
                    Tras la masacre, ella queda en medio de un fuego cruzado.
                    Para la intelectualidad mexicana es una delatora que da a los servicios secretos nombres de las personas involucradas en las revueltas.
                    El escritor Carlos Monsiváis la califica «la cantante del año».

                    A su vez, los servicios secretos, entre los que tiene amigos y detractores históricos, la exigen colaboración para salvarse de la pira intelectual y ella entra en total paranoia persecutoria.
                    «Aparece en algunos documentos de los servicios secretos mexicanos e incluso de la CIA como informadora», reconoce Castañeda.
                    «Madrazo murió en un crimen de Estado en junio de 1969 y a Elena Garro la eliminaron de la vida política, social y cultural mediante la leyenda negra y el descrédito», señala su biógrafa siempre defensora de su figura.

                    El hecho es que ella huye a Estados Unidos, cuya frontera cruza casi camuflada, luego a España y finalmente regresa a París.
                    En su país, mientras, se convierte en cómplice de la matanza y es desterrada de las librerías: «Durante años, aún hoy, es muy complicado encontrar su obra en México», dice el investigador.
                    El final de su vida es una mezcla de ferviente producción literaria, con obras importantes como Reencuentro de personajes (1982), Y Matarazo no llamó (1991) o Un corazón para un duelo (1996), junto a una decadencia personal que raya la manía persecutoria y la fabulación de una vida inventada en la que el personaje se había ya comido a la persona.

                    Finalmente, tras 20 años de exilio voluntario, regresa definitivamente a México en 1993.
                    «En varias ciudades de la República la recibieron con emoción, y Elena encontró lectores fervientes», escribe Poniatowska.
                    Vuelve una mujer que se cobija en su victimismo y sus excesos y que porta el odio a su ex marido intacto: «Yo vivo contra él (...) todo lo que soy es contra él», dijo en una ocasión de Paz.
                    «Recuerdo que cuando regresó a México la fui a ver varias veces a su casa de Cuernavaca; era una pocilga miserable.
                    Vivía con decenas de gatos y su hija.
                    Estaba postrada en la cama, fumaba sin parar.
                    Una vez necesitó llamar al doctor porque se ahogaba. Le trajo una máquina respiradora costosa y según salió por la puerta su hija la metió en una bolsa de plástico y la guardó en un cajón lleno de polvo.
                    Pedía dinero a todo el mundo», explica Castañeda.
                    «Se nutría de café, Coca Cola y cigarros.
                    Se hacían colectas para ayudarlas pero el dinero desaparecía en un santiamén», dijo Poniatowska.
                    «Fue derrochadora porque gastó miles de pesos para sacar a los indígenas de la cárcel, para darles cobijo en su casa y para defenderlos de los terratenientes y políticos que les robaban sus tierras», replica su biógrafa.

                    Murió en esa indigencia un 22 de agosto de 1998 alimentado su cáncer de pulmón con un atracón diario de tabaco y sólo cuatro meses después de que muriera el hombre que sin estar estuvo siempre presente, Octavio Paz.

                    «Creo que es sin duda la más importante escritora latinoamericana del Siglo XX», dice Castañeda.
                    «Elena sabía de la relevancia de su producción literaria, pero, a diferencia de los escritores coludidos con el poder o que buscaban prebendas oficiales, ella prefirió la independencia intelectual para poder ejercer su oficio sin compromisos», dice Rosas Lopátegui.

                    «Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme», escribió ella en Los recuerdos del porvenir, como si intuyera entonces su fin.

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                    • Re: Opíname de libros y de autores

                      «Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme»,

                      Caramba Tatiana, que frase, me ha impactado.
                      Saludos y gracias por las reseñas.

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                      • Re: Opíname de libros y de autores

                        Originalmente publicado por Pepis Ver post
                        «Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme»,

                        Caramba Tatiana, que frase, me ha impactado.
                        Saludos y gracias por las reseñas.
                        Si Pepis, Elena Garro una gran escritora y una mujer sin dobleces ni payasadas.
                        Su vida, fue muy lamentable en los últimos tiempos.
                        Voy a leer más acerca de ella y más de sus obras.
                        Sólo he leido "recuerdos del porvenir" y "La culpa es de los Tlaxcaltecas, que es un cuento.
                        A Clau mi amiga y la dueña de la librería también le gusta mucho ella me prestó la de los Tlaxcaltecas
                        y también me voy a dedicar un poco a otros autores amiga, he tenido abandonada esta sección.

                        Saludos

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                        • Re: Opíname de libros y de autores

                          Graham Greene: escritor, viajero y espía

                          ISIDORO MERINO





                          Rebuscando en la estantería de los libros, he encontrado varias novelas del escritor británicoGraham Greene (1904-1991) que leí hace mucho tiempo. Son apasionantes historias que ocurren en el Haití del dictador François Duvalier, la Cuba de Fulgencio Batista, la Indochina francesa o el México de las guerras Cristeras. Casi todas ellas han sido llevadas al cine. A mí me enseñaron a viajar.

                          A Graham Greene nunca le concedieron el Nobel de Literatura, a pesar de que fue perpetuo candidato. Tampoco mostró demasiado interés en recibir el galardón:
                          'Soy demasiado popular para ganarlo; yo no escribo cosas complicadas', solía decir.

                          Una simplicidad engañosa, resultado de su dominio de la técnica narrativa y que, como en el caso de su compatriota John Le Carré, nos devuelve el gusto por las historias bien contadas, esas que se leen de un tirón y saben a poco. Sus personajes también distan de ser chatas figuras creadas para hilvanar una trama.
                          El Harry Lime de El tercer hombre, el padre José de El poder y la gloria, el Jones de Los comediantes se ven arrastrados a la acción por circunstancias que los sobrepasan, para acabar convertidos, a su pesar, en héroes, cobardes, mártires o traidores.

                          Viajero en el filo de la navaja, fascinado por el peligro y la muerte --según cuenta en su autobiografía, en su juventud jugó varias veces a la ruleta rusa tras un desengaño amoroso--, los lugares donde transcurren sus historias y que visitó como corresponsal de guerra, como espía, o simplemente para satisfacer esa necesidad de huida que le empujaba tanto a viajar como a escribir para, según sus palabras, "escapar de la locura y la melancolía, del terror inherente a la condición humana", adquieren en sus novelas una presencia casi física.

                          De las páginas de El americano tranquilo, por citar una de sus obras más redondas, se sale con el aroma del opio de las sórdidas fumeries de Saigón pegado a la ropa. Leyendo a Greene, he paseado por las calles de una Habana cálida y dulce como el pecado; he temblado en un calabozo de Puerto Príncipe; me he sobresaltado con la explosión de una mina en los arrozales de Phat Diem. Y a veces he vuelto, esta vez físicamente, para reencontrarme con aquellos lugares que ya conocía por sus libros.




                          El poder y la gloria (1940)
                          Para muchos, la mejor novela de Greene, en la que se dan los elementos más significativos de su obra: los escenarios exóticos, en este caso el estado mexicano de Chiapas durante el mandato del presidente Plutarco Elías Calles, el conflicto interior, y la sutil línea que separa el bien del mal y el valor de la cobardía.


                          El revés de la trama (1948)
                          En una colonia británica de África occidental, el mayor Henry Scobie malvive acompañado de otros funcionarios y de su mujer, ansiosa por regresar a Inglaterra. La llegada de una atractiva joven lo sumirá en una tórrida aventura amorosa que trastocará toda su existencia. Una reflexión sobre el amor, el pecado y el sentimiento de culpa que le valió a su autor el calificativo de "escritor católico", etiqueta que Greene siempre rechazó.





                          El tercer hombre (1950)
                          Concebida inicialmente como guión cinematográfico, El tercer hombre está ambientada en la Viena de la posguerra. Una ciudad que siempre asociaremos al rostro de Orson Welles (el cínico y difunto Harry Lime), a la cítara de Anton Karas y a una frase: "Los suizos llevan más de 500 años de paz y prosperidad, y ¿qué han inventado?, el reloj de cuco".




                          El americano tranquilo (1955)
                          Fowler, el corresponsal de un diario londinense en Saigón, aparece en esta novela como alter ego de Graham Greene, quien realmente cubrió el conflicto entre las tropas francesas y el Vietminh como reportero de la revista LIFE. La idea de la intervención de una "tercera fuerza" que mediase en el conflicto de la Indochina francesa, y el ingenuo asesor estadounidense que da nombre a la novela, tan cargado de buenas intenciones como peligroso, se anticipan a la intervención americana en Vietnam.




                          Nuestro hombre en La Habana (1958)
                          Wormold, un pacífico ciudadano británico que se dedica a vender aspiradoras en la Cuba prerrevolucionaria, se ve reclutado a su pesar por los servicios secretos de su país. Con gran sentido del humor, se va desarrollando una atípica historia de espías que tiene como escenario La Habana de Batista: la de los gángsteres y traficantes de droga, los burdeles y salas de juego, y las redadas y torturas de la policía política.




                          Un caso acabado (1961)
                          Como en El corazón de las tinieblas, de Conrad, un hombre remonta el río Congo para encontrarse con su destino. Querry, un arquitecto en la cima del éxito, una especie de Le Corbusier minado por la indiferencia ante el arte y la vida, renuncia a su carrera para trabajar en una leprosería en el interior de la jungla congoleña. Allí, al tiempo que alcanza el equilibrio interior, tropezará con la hipocresía y el puritanismo de los colonos belgas.




                          Los comediantes (1967)
                          El Haití siniestro de Papá Doc y los Tontons Macoute, los paramilitares que sembraron el terror en la república caribeña, es el escenario en el que transcurre esta historia de perdedores: Brown, propietario de un hotel de lujo donde ya no recala ningún turista; Jones, un impostor que se hace pasar por asesor militar británico. La atmósfera espesa de Puerto Príncipe, la violencia política, el vudú, aparecen en esta brillante novela que consiguió enfurecer a Duvalier.
                          Tatiana
                          Forista Opalo
                          Last edited by Tatiana; 23-diciembre-2016, 08:39.

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                          • Re: Opíname de libros y de autores



                            El cónsul honorario (1973)
                            En una ciudad imaginaria del norte de Argentina, el cónsul británico es secuestrado por un grupo de guerrilleros para exigir la liberación de varios presos políticos. Entre los raptores se encuentra su mejor amigo, hijo de uno de los detenidos. Aquí aparece uno de los temas recurrentes de Greene: el conflicto entre la lealtad a una causa y la amistad, en un territorio políticamente revolucionado: el de Argentina en los años previos a la dictadura militar.

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                            • Re: Opíname de libros y de autores




                              El país de los callados


                              Sólo 'Patria', la novela de Fernando Aramburu, me ha hecho vivir, desde adentro,
                              los años de sangre y horror que ha sufrido España con el terrorismo etarra


                              Debo haber leído decenas de artículos sobre ETA, y muchos ensayos, pero sólo Patria (Tusquets Editores), la novela de Fernando Aramburu, me ha hecho vivir, desde adentro, no como testigo distante sino como un victimario y una víctima más, los años de sangre y horror que ha sufrido España con el terrorismo etarra. La novela nos seduce, nos soborna con su magia verbal y sus astutas alteraciones de la cronología y los puntos de vista, hasta convencernos de que aquella historia no está escrita, que es la vida pura y simple, y que estamos sumidos en ella viviéndola a la par que sus personajes. Hace tiempo que no leía un libro tan persuasivo y conmovedor, tan inteligentemente concebido, una ficción que es a la vez un testimonio tan elocuente sobre una realidad histórica como lo fueron, en su momento, la novela de Joseph Conrad The Secret Agent, sobre los anarquistas londinenses del XIX, o La Condition humaine, de André Malraux, sobre la Revolución China.

                              La acción transcurre en un pueblecito innominado, cercano a San Sebastián, donde dos familias, hasta entonces muy unidas, se van enemistando, trastrocando la amistad en odio, por culpa de la política.
                              Mejor dicho, de la violencia disfrazada de política.

                              Al principio, se diría que todos los vecinos hacen causa común con la subversión; eso indicarían las pintas, las pancartas, las manifestaciones ante el Ayuntamiento pidiendo la liberación de los presos, los cupos revolucionarios que pagan los pudientes a Patxo, el patrón de la taberna, discreto responsable político de ETA, los insultos y el asco que inspiran los despreciables “españolistas”.
                              Pero, a medida que nos vamos acercando a la intimidad de las familias, y las escuchamos hablar en voz baja, sin testigos, comprendemos que la gran mayoría de los vecinos disfraza sus sentimientos porque tiene miedo, un pánico que los acompaña como su sombra.
                              No es gratuito, porque la pandilla de los que sí creen, los convencidos, son unas temibles máquinas de matar, implacables cuando toman represalias y ahí están como prueba irrefutable los cadáveres que de tanto en tanto aparecen en las calles.
                              Que lo diga Txato, un empresario empeñoso y buena gente, que, además de su familia, adora jugar al mus y hacer dominicales travesías en su bicicleta. ETA le pide cada vez más dinero y él lo entrega, para llevar la fiesta en paz, pero las demandas son cada vez mayores y, pasado cierto límite, deja de hacerlo.
                              Entonces, todas las paredes del lugar se llenan de inscripciones llamándolo traidor, vendido, cobarde y miserable.
                              La gente deja de saludarlo; el repugnante párroco, don Serapio, le aconseja marcharse.
                              Hasta que una tarde lluviosa le clavan cinco tiros por la espalda.

                              Su viuda, Bittori, irá al cementerio a conversar con su cadáver a lo largo de los años, a contarle los avatares de su destrozada familia y su angustiosa duda respecto al etarra que lo mató: ¿será Joxe Mari, el hijo de su ex íntima amiga Miren, al que de niño el pobre Txato enseñó a montar en bici y acostumbraba comprarle chocolates?
                              Joxe Mari, personaje estremecedor, muchacho forzudo, inculto y un tanto bestia, se hace terrorista no por razones ideológicas —su información política no va más allá de creer que España explota a Euskal Herria y que sólo la lucha armada logrará la independencia— sino por amor al riesgo y una confusa fascinación por los violentos. Seguimos muy de cerca su educación de terrorista, en la clandestinidad de Bretaña, su aburrimiento con la teoría y su excitación con las prácticas donde le enseñan a fabricar bombas, preparar emboscadas y matar con rapidez.
                              Estamos con él, dentro de él, cuando comete su primer asesinato, cuando la policía lo captura y es torturado, y durante los largos, lentos años de una cárcel de la que, acaso, nunca saldrá vivo.

                              Las gentes de Patria no son héroes epónimos ni grandes villanos, sino seres comunes y corrientes, pobres diablos algunos de ellos, que no tendrían el menor interés en otras circunstancias.
                              Los más interesantes no lo son porque posean virtud excepcional alguna, sino por la ferocidad con que se abate sobre ellos la violencia física y moral, condenándolos a unas rutinas hechas de hipocresía y silencio en “este país de los callados”, y por la estoica resignación con que soportan su suerte, sin rebelarse, sometiéndose a ella como si se tratara de un terremoto o un ciclón, es decir, una tragedia natural inevitable.

                              El libro nos seduce hasta convencernos de que aquella historia es la vida pura y simple

                              La atmósfera en que discurren estas vidas es uno de los grandes logros de la novela: pesada, agobiante, repetitiva, amenazadora.
                              El tiempo apenas circula, a veces se detiene.
                              Consigue este efecto una estructura narrativa audaz, hecha de pequeños episodios que no se suceden cronológicamente sino saltando, atrás y adelante, violentando la secuencia temporal, alejados o acercados para establecer entre ellos un contrapunto esclarecedor, una cronología en la que a menudo las consecuencias preceden a las causas y el pasado y el futuro se entreveran hasta convertirse en un presente que funde lo que ha ocurrido con lo que luego ocurrirá.
                              El lector no se pierde en estos saltos temporales; por el contrario, se impregna de esa eternidad instantánea —el elemento añadido— en que parecen ocurrir las peripecias de la historia.

                              La novela está escrita en un lenguaje en que el narrador y los personajes se alejan o se funden, un punto de vista sutil y complejo, en que estas mudanzas se suceden de manera imperceptible, confundiendo lo objetivo y lo subjetivo, el mundo de los hechos y el de las emociones y fantasías, las cosas que de veras ocurren y las reacciones que ellas suscitan en las mentes.
                              La novela construye de este modo una totalidad autosuficiente, la máxima hazaña de un novelista.

                              Se trata de una sutil descripción de la degradación moral que provoca la violencia

                              El libro, una historia tan infeliz como hechicera, es también una clara toma de posición, una rotunda condenación de la violencia, de los fanatismos e ignorancias que la suscitan.
                              Y una descripción muy sutil de la degradación moral que ella provoca en una sociedad, corroyendo sus valores, enemistando y envileciendo a la gente, destruyendo las instituciones y las relaciones humanas.
                              Pero evita, con buen tino, las disquisiciones ideológicas, limitándose a mostrar, a través de episodios escuetos y siempre seductores, cómo, sin quererlo ni saberlo, toda una sociedad de gentes sanas, sin misterio, va siendo arrastrada poco a poco, concesión tras concesión, a la complicidad y a veces a las peores vilezas.

                              Cuando Patria termina, ETA ha renunciado a la lucha armada y decidido actuar sólo en el campo político.
                              Es un progreso, por supuesto. ¿Pero, se vislumbra alguna solución al problema de fondo, el condenado nacionalismo?
                              El libro resulta más pesimista de lo que el autor quisiera.
                              En la página final, las dos examigas, Miren, la madre del terrorista, y Bittori, la madre del asesinado, se abrazan, reconciliadas.

                              Es el único episodio de esta hermosa novela que no me pareció la vida misma, sino una pura ficción.

                              Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2017.

                              © Mario Vargas Llosa, 2017.

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                              • Re: Opíname de libros y de autores

                                Los últimos días de Stefan Zweig


                                El suicidio del escritor austriaco fue el fruto de un proceso de desarraigo que se inició con su huida de Austria en 1934 y se perpetuó con una existencia errante que le llevó a Londres, Bath y Nueva York. El profesor George Prochnik cuenta ahora esos últimos días en el libro 'The Impossible Exile' (Other, 2014), que desvela muchos detalles sobre las tribulaciones del matrimonio Zweig.

                                Zweig había nacido en una familia de judíos vieneses en noviembre de 1881 y se había formado entre Berlín y París. Amigo de Sigmund Freud y Richard Strauss, sentía debilidad por los corazones solitarios, coleccionaba partituras manuscritas de sus músicos favoritos y siempre sintió un enorme miedo a envejecer.

                                El exilio de Zweig coincidió con el final de su primer matrimonio. Unos meses antes, el escritor había decidido abandonar su mansión de Salzburgo amedrentado por la presión de la aviación nazi, que arrojaba panfletos sobre la ciudad. Zweig donó algunos de sus libros a la Biblioteca Nacional Austriaca y partió rumbo a Londres con su segunda mujer.

                                El estallido de la II Guerra Mundial le llevó mudarse a una casa a las afueras de Bath. Allí se abandonó a la lectura y trabó amistad con su jardinero británico pero sufrió por el cielo plomizo y por la escasa vida social.
                                "Me siento más aislado que en ningún otro lugar del mundo", dijo a un amigo en 1939.
                                "¿De verdad crees que los nazis no llegarán hasta aquí?". Hitler nunca llegó a invadir el Reino Unido pero los aviones de la Luftwaffe destruyeron Bath en abril de 1942.

                                Para entonces Zweig y su segunda esposa Lotte se habían mudado a Nueva York.
                                El escritor austriaco había descubierto la ciudad con apenas 30 años en 1911.
                                Zweig no volvió a Nueva York hasta 1935 y lo hizo en medio de una fuerte polémica por su silencio sobre Hitler, a quien se resistía a criticar en público pese a los primeros indicios de su persecución.
                                Muchos judíos le llamaban epicúreo y le reprochaban su decisión de seguir trabajando con el músico Richard Strauss, que durante un tiempo mantuvo buenas relaciones con el régimen alemán.

                                "Nunca hablaría contra Alemania", dijo Zweig durante la rueda de prensa que se celebró en la sede de la editorial Viking. "El artista que cree en la justicia nunca puede fascinar a las masas ni darles eslóganes. El intelectual debe permanecer cerca de sus libros. Ningún intelectual ha estado preparado para lo que requiere el liderazgo popular".

                                Ninguno comprendió el drama del escritor mejor que el periodista neoyorquino Joseph Brainin, que escribió entonces:
                                "Tenía la cara de un hombre desilusionado que intentaba agarrarse a la desesperada al espejismo de una Europa que ya no existía y que se negaba a llorar como si hubiera muerto".
                                Sus palabras reflejan muy bien los dilemas que sufría entonces Zweig, incapaz de aceptar el naufragio de su sueño europeísta, expulsado de la ciudad que había moldeado su carácter y humillado al ver cómo el nazismo se apropiaba del idioma alemán.

                                Su impresión de Nueva York empeoró durante su segunda visita. La actividad frenética de la ciudad le hacía extrañar aún más si cabe la cultura europea de la conversación.
                                Pero ese descontento no evitó que Zweig emprendiera unos meses después una gira por varias ciudades de Estados Unidos y pronunciara una conferencia en el Carnegie Hall.

                                Su llegada en julio de 1940 fue muy diferente. Al fin y al cabo, el escritor y Lotte llegaban huyendo de la guerra y no sabían muy bien dónde querían vivir.
                                Se alojaron provisionalmente en el hotel Wyndham. Pero cuatro días después Zweig hizo cola en el consulado británico buscando opciones para volver.
                                No quedaba sitio en ningún avión durante meses y la presencia de los submarinos alemanes hacía imposible cruzar el Atlántico en una embarcación.

                                El escritor echaba de menos los cafés europeos y frecuentaba a menudo la biblioteca de la Quinta Avenida.
                                "Zweig lo pasó muy mal en Nueva York", explica a EL MUNDO el profesor Prochnik.
                                "Se sentía acosado por los otros refugiados centroeuropeos, que no dejaban de llamarle para pedirle dinero".
                                Entre ellos se encontraba su amigo Klauss Mann, al que Zweig le pareció "un sonámbulo que escucha su nombre".

                                "No somos sino fantasmas o recuerdos", le dijo entonces el escritor, que confesó que no sabía si merecía la pena seguir viviendo como una sombra en Nueva York.

                                En los días buenos se definía con sorna como "ex escritor y experto en visados".
                                En los días malos sufría lo que sus amigos llamaban el síndrome de la mujer de Lot: una angustia que lo paralizaba al contemplar la destrucción del continente al que había dedicado su obra y en cuya unión nunca dejó de creer.

                                Se podría decir que su despedida de Manhattan fue la fiesta que organizó en su hotel el 4 de junio de 1941.
                                Entre los invitados estaban Hermann Broch, Klaus Mann y WH Auden y también su hermano Alfred, que se había instalado en un apartamento del Upper East Side.

                                Ni Zweig ni Lotte se encontraban a gusto y enseguida empezaron a buscar un refugio fuera de Manhattan.
                                Se alojaron unos días en New Haven y sopesaron la posibilidad de mudarse a Princeton o a Harvard.
                                Pero al final se instalaron en el suburbio anodino de Ossining, cuya estación de tren les permitía llegar a la ciudad en apenas una hora y cuyas calles ofrecían al escritor la tranquilidad necesaria para escribir 'El mundo de ayer'.

                                El matrimonio se instaló en el número 7 de Ramapo Road con el único objetivo de concluir el libro, cuyo nombre fue cambiando a medida que avanzaba su redacción. Zweig pensó en titularlo 'Europa fue mi vida, 'Los años irrecuperables' o 'Nuestra generación'. Escribió 400 folios en unas semanas en una especie de trance que sólo abandonaba para comer y dormir.

                                Ossining nunca fue un hogar para el matrimonio, que evaluó la posibilidad de mudarse a Cuba y al final se decantó por poner rumbo a Brasil.
                                Los Zweig embarcaron el 15 de agosto de 1941 y emplearon el viaje para aprender algunas nociones de portugués.
                                Antes de partir, el escritor le entregó su máquina de escribir a su amigo Joachim Maas y le dijo: "Puedes quedártela como un regalo. Ya no la necesitaré más".

                                No era la primera vez que Zweig viajaba a Brasil.
                                El régimen de Getúlio Vargas lo había recibido con honores de Estado en 1936 y el escritor austriaco se había enamorado de los paisajes y de la diversidad racial.
                                "Durante esta semana he sido Marlene Dietrich", escribió entonces a un amigo sobre su recepción.

                                Esta vez nadie le esperaba en Río de Janeiro y enseguida empezó a buscar alojamiento fuera de la ciudad.
                                Se decantó por una casa en la histórica villa de Petrópolis: una ciudad donde levantó su palacio de verano el emperador Pedro II y donde se instalaron cientos de alemanes atraídos por un clima fresco y por su cercanía a la gran ciudad.

                                La izquierda brasileña se ensañó con el ensayo 'Brasil, país de futuro', que desembarcó en las librerías unos meses después de la llegada de su autor.

                                Muchos reprocharon a Zweig sus tópicos y su respaldo implícito a la dictadura de Vargas.
                                Pero el libro vendió miles de ejemplares y el escritor austriaco escribió una carta subrayando su pasión por el país.

                                El refugio del matrimonio era una casa separada por 50 escalones de la Rua Gonçalves Dias que el ayuntamiento convertiría después en un museo con un enorme tablero en homenaje a su último libro 'Novela de ajedrez'.

                                Al atardecer, Zweig daba largos paseos por la selva con su esposa y leía los ensayos de Montaigne, en cuyos márgenes hacía anotaciones sobre la mejor forma de conservar su libertad.
                                Eligió su barbero y el café en el que leía la prensa todas las mañanas y montó en el porche un escritorio en el que empezó a revisar su libro sobre Balzac.

                                Sus amigos en Petrópolis eran un médico alemán, varios intelectuales franceses y la poetisa chilena Gabriela Mistral.
                                El primer día de 1942, Zweig describió a un amigo su fascinación por 'La Malquerida' de Jacinto Benavente.
                                Dijo que le había encantado su intensidad dramática y que era una obra 'freudiana' antes de Freud.
                                "Lo que ocurre ahora será útil para la siguiente generación pero no para la nuestra o para aquellos que murieron y que quizá eran los más sabios", escribía unas líneas más adelante.
                                "Ellos han concluido su vida mientras nosotros caminamos como sombras de nosotros mismos".

                                Zweig siguió releyendo clásicos como Tolstoi o Goethe y bajó con su esposa al carnaval de Río siete días antes de morir.
                                Al día siguiente del jolgorio, varios amigos vieron su reacción al leer en un café de Río las noticias sobre los avances nazis en Asia y Oriente Próximo. "Europa se ha suicidado", repetía una y otra vez.

                                Al volver a Petrópolis, Zweig donó sus libros a la biblioteca y envió sus manuscritos a varios a archivos fuera de Brasil.
                                Su 'fox terrier' se lo regaló a su casera en una enigmática carta en la que explicaba: "Lo siento mucho pero hemos tomado otra decisión que seguir alquilando su bonita casa durante más tiempo".


                                Zweig quemó los papeles que le quedaban en una hoguera en el jardín e invitó a cenar el sábado 21 de febrero a su amigo Ernst Feder, que escribió en su diario que el escritor y su esposa habían sido muy amables y que les habían dicho que no estaban durmiendo bien.

                                Dos días después, un criado encontró los cadáveres del matrimonio tendidos sobre su cama: Stefan con una corbata oscura perfectamente anudada y Lotte recostada sobre su esposo con un kimono y sin ropa interior.
                                Sobre la mesilla unas monedas, una caja de cerillas y un vaso vacío. "Saludo a todos mis amigos", escribió Zweig en su carta de despedida.

                                "Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí".


                                Tatiana
                                Forista Opalo
                                Last edited by Tatiana; 06-febrero-2017, 10:34.

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