Déjenme leer a este desquiciado poeta, beber de un solo trago sus funestas palabras esculpidas en la hoja y el tiempo, desdeñar la alegría cubriéndola con negras nubes, saborear pacientemente las desdichas insanas de sus palabras, que arremeten sin tregua en el alma del lector ingenuo.
¡Te cedo la palabra, oh maldito, entre los poetas!
Epígrafe para un libro condenado
Lector apacible y bucólico,
Sobrio e ingenuo hombre de bien,
Tira este libro saturnal,
Orgiástico y melancólico.
Si no has estudiado retórica
Con Satán, el astuto decano,
¡tíralo!, no entenderías nada,
o me creerías histérico.
Mas si, sin dejarse hechizar,
Tus ojos saben hundirse en los abismos,
Léeme para aprender a amarme;
Alma singular que sufres
Y vas buscando tu paraíso,
¡compadéceme!... si no, ¡te maldigo!
¡Te cedo la palabra, oh maldito, entre los poetas!
Epígrafe para un libro condenado
Lector apacible y bucólico,
Sobrio e ingenuo hombre de bien,
Tira este libro saturnal,
Orgiástico y melancólico.
Si no has estudiado retórica
Con Satán, el astuto decano,
¡tíralo!, no entenderías nada,
o me creerías histérico.
Mas si, sin dejarse hechizar,
Tus ojos saben hundirse en los abismos,
Léeme para aprender a amarme;
Alma singular que sufres
Y vas buscando tu paraíso,
¡compadéceme!... si no, ¡te maldigo!
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