Re: Carpeta poética, literaria, más lo que se acumule en la semana
Un Mundo paralelo
¿Quién puede saber en verdad todo lo que esconden los sueños? Ayer leía a alguien preguntar en la red a otros sobre cómo es nuestro Mundo paralelo, ese, el de los sueños, las ilusiones, las fantasías. Dicen los que han estudiado los complejos contenidos de la mente que lo que en sueños vemos son la representación de nuestros deseos y anhelos por un lado y de nuestros intrincados temores, sospechas y dudas por el otro. Desde mi humilde perspectiva puedo decir que acaso lo más significativo de lo que uno recuerda de los sueños son las emociones que experimentamos dentro de él. De todo lo que en un sueño ocurre es la emoción del momento (sea placentera o de angustia) lo que más nos sobrecoge sin lugar a dudas. En lo particular ya casi nunca, por no decir jamás, logro recordar palabras, sonidos y menos diálogos de un sueño. Recuerdo los lugares, el ambiente, el clima, a las personas, formas, colores y a veces hasta aromas en particular, pero casi nunca los sonidos. Como todos, tengo sueños recurrentes, veo a familiares cercanos morir, me veo angustiado por un examen de una materia que no domino o que ni estudié o en una situación particular en un área de manufactura dentro de una industria, etc. He soñado a mis fantasmas, a mis amigos, a veces mezclados, por ejemplo, los de la infancia con los de la Universidad, o a mis vecinos y ocasionalmente, quizá (es muy vago el recuerdo) con alguna estrella del cine o del mundo deportivo; no puedo recordar con precisión. Mis lugares recurrentes son cuevas, cavernas, túneles, amplias bodegas con muy escasa luz, grutas, laberintos. Casi nunca sueño el mar, o al menos no logro recordarlo; frecuentemente sueño con el bosque y menos a menudo con las selvas, el desierto o la tundra; sueño más ciudades viejas, casas casi derruidas a ciudades modernas o edificios nuevos.
Haciendo ayer un recuento de mis sueños, platicaba con una muy querida persona que los sueños que más frecuentemente logro recordar (en un promedio de 2 al mes) son aquellos que me sobrecogen por la intensidad de las sensaciones que me producen en el mismo sueño y caen en 3 categorías básicas: los de ansiedad, sobretodo cuando estoy en un lugar o situación que representa alguna clase de riesgo o peligro; los placenteros, aquellos en los que me veo en compañía de alguien y los que son en definitiva pesadillas.
Qué brumas esconden, qué laberintos intrincados surcan para llegar a quién sabe qué lugar, que punto, que escaño, qué valles, montañas, ríos, lagos. Qué lugar del alma abre espacio para alojar esas visiones, emociones y sensaciones del mundo paralelo. Por qué recovecos escurren, brillan, se deslizan y palpita. ¿Quién puede saberlo en verdad?
Sueños que zumban como abejas, que ronronean como gatos, aúllan en medio de la noche cual lobos que le cantan a la Luna llena; pequeñas aves que desafían con sus patitas a la electricidad sobre un cable de alta tensión, perros que husmean en las sobras que acaso nuestra misma alma vaya desechando.
Sueños, incesantes viajeros que no conocen las fronteras, acaso solo aquellas que la misma mente imponga, y al final solo queda lo que siempre queda de lo vivido, el recuerdo, solo el recuerdo de las sensaciones y emociones mil de sus imágenes.
RLE
29 de Junio de 2011.
Un Mundo paralelo
¿Quién puede saber en verdad todo lo que esconden los sueños? Ayer leía a alguien preguntar en la red a otros sobre cómo es nuestro Mundo paralelo, ese, el de los sueños, las ilusiones, las fantasías. Dicen los que han estudiado los complejos contenidos de la mente que lo que en sueños vemos son la representación de nuestros deseos y anhelos por un lado y de nuestros intrincados temores, sospechas y dudas por el otro. Desde mi humilde perspectiva puedo decir que acaso lo más significativo de lo que uno recuerda de los sueños son las emociones que experimentamos dentro de él. De todo lo que en un sueño ocurre es la emoción del momento (sea placentera o de angustia) lo que más nos sobrecoge sin lugar a dudas. En lo particular ya casi nunca, por no decir jamás, logro recordar palabras, sonidos y menos diálogos de un sueño. Recuerdo los lugares, el ambiente, el clima, a las personas, formas, colores y a veces hasta aromas en particular, pero casi nunca los sonidos. Como todos, tengo sueños recurrentes, veo a familiares cercanos morir, me veo angustiado por un examen de una materia que no domino o que ni estudié o en una situación particular en un área de manufactura dentro de una industria, etc. He soñado a mis fantasmas, a mis amigos, a veces mezclados, por ejemplo, los de la infancia con los de la Universidad, o a mis vecinos y ocasionalmente, quizá (es muy vago el recuerdo) con alguna estrella del cine o del mundo deportivo; no puedo recordar con precisión. Mis lugares recurrentes son cuevas, cavernas, túneles, amplias bodegas con muy escasa luz, grutas, laberintos. Casi nunca sueño el mar, o al menos no logro recordarlo; frecuentemente sueño con el bosque y menos a menudo con las selvas, el desierto o la tundra; sueño más ciudades viejas, casas casi derruidas a ciudades modernas o edificios nuevos.
Haciendo ayer un recuento de mis sueños, platicaba con una muy querida persona que los sueños que más frecuentemente logro recordar (en un promedio de 2 al mes) son aquellos que me sobrecogen por la intensidad de las sensaciones que me producen en el mismo sueño y caen en 3 categorías básicas: los de ansiedad, sobretodo cuando estoy en un lugar o situación que representa alguna clase de riesgo o peligro; los placenteros, aquellos en los que me veo en compañía de alguien y los que son en definitiva pesadillas.
Qué brumas esconden, qué laberintos intrincados surcan para llegar a quién sabe qué lugar, que punto, que escaño, qué valles, montañas, ríos, lagos. Qué lugar del alma abre espacio para alojar esas visiones, emociones y sensaciones del mundo paralelo. Por qué recovecos escurren, brillan, se deslizan y palpita. ¿Quién puede saberlo en verdad?
Sueños que zumban como abejas, que ronronean como gatos, aúllan en medio de la noche cual lobos que le cantan a la Luna llena; pequeñas aves que desafían con sus patitas a la electricidad sobre un cable de alta tensión, perros que husmean en las sobras que acaso nuestra misma alma vaya desechando.
Sueños, incesantes viajeros que no conocen las fronteras, acaso solo aquellas que la misma mente imponga, y al final solo queda lo que siempre queda de lo vivido, el recuerdo, solo el recuerdo de las sensaciones y emociones mil de sus imágenes.
RLE
29 de Junio de 2011.
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