Re: De la mesita de Justine
¿Qué opina acerca de nuestra memoria histórica?
El tema de la memoria histórica ha influido mucho en mi forma de escribir. He estudiado las obras de Michel Foucault durante muchos años, y han tenido en mí una profunda influencia.
En cuanto a la memoria histórica, yo diría que el trabajo de tanta gente en este campo es, sin duda, de gran importancia, sobre todo para resaltar el hecho de que Franco intentó dar forma y controlar la comprensión colectiva de toda la nación.
Y el control empieza por el lenguaje: la guerra se convirtió en una «cruzada».
Los republicanos pasaron a ser los «rojos».
La guerra fue construida con palabras que negaron completamente las experiencias de los que habían plantado cara a Franco y sus aliados nazis e italianos.
El régimen franquista quería una memoria colectiva que perpetuase el odio y división de la guerra.
Una memoria prescrita para informar el pensamiento público.
En cuanto a la memoria histórica de hoy, yo diría que, en mi opinión, la herida abierta de la Guerra Civil debería haberse abordado de inmediato después de que Franco se muriera en vez de hacer un intento de «olvidar» oficialmente.
Las cosas malas no se olvidan fácilmente.
Sabemos por el trabajo que se ha realizado con las víctimas de la delincuencia sexual que las víctimas de un crimen necesitan tiempo para llegar a través de sus experiencias.
Sabemos, por ejemplo, que las víctimas de violación y otros delitos sexuales han sufrido en el pasado debido a su tratamiento por parte del sistema de justicia penal cuando las autoridades no se han escuchado sus voces y se les han negado sus experiencias y recuerdos.
Las cosas malas necesitan tiempo para sanar.
Gente necesitan tiempo y espacio para lidiar con lo que les sucedió. Sabemos por la obra de Freud cómo los recuerdos dañinos nos pueden perseguir a pesar de que no somos conscientes de ello.
No es posible instruir a la gente a olvidar cosas que les han afectado profundamente.
Pensando en eso, me pregunto si el Pacto del Olvido no se introdujo demasiado rápido.
Por cuarenta años, las víctimas de la Dictadura no pudieron expresar sus recuerdos o sentimientos y luego, de repente, hay que olvidarlo todo.
No ha sido posible para ellos recuperar los restos de sus seres queridos aunque en muchos casos su ubicación era conocida.
No es posible decir «olvidadlo y listo».
Y no es justo. Lo del pacto del olvido me parece una cosa que ha beneficiado a un grupo de la sociedad mucho más que al otro.
Pero ya ha pasado mucho tiempo.
Me acuerdo de una frase de Mariano Sánchez Soler en la que él se refiere a las víctimas de la violencia política, pero sus palabras se aplican a las víctimas de cualquier tipo de violencia: «mueren dos veces, una por su asesinato y otra vez por el olvido».
¿Cómo definiría a Leopoldo Guzmán?
Guzmán es a la vez monstruoso y encantador, a pesar de que su encanto lo reserva solo a las mujeres o las personas más poderosas que él.
Es leal a Franco, aunque en su manera: su cinismo es ilimitado.
Él ve las privaciones que sufren otras personas, obligadas a comprar alimentos a precios extremos en el estraperlo.
Él ve su ropa raída, su calzado de mala calidad y los odia por ello.
Los odia porque le recuerdan que solo hay una corta distancia entre él y ellos.
Guzmán sabe que un día podría caer y no habría ninguna apelación: estaría en la calle y punto.
Hace su trabajo y no le importa lo brutal que sea, porque eso es todo lo que sabe hacer y lo hace bien, muy bien.
Y cada vez que ve una oportunidad de obtener un poco más para sí mismo (un soborno o algunos bienes robados) él toma esa oportunidad con las dos manos. Es adaptativo, un superviviente.
Un hombre que sabe que si las personas deben ser subyugadas es mejor estar en el lado de quien domina.
La guerra y la posguerra han dado a Leopoldo Guzmán muchas oportunidades. Tiene la intención de aprovecharlas mientras pueda.
Y a Ana María Galíndez?
Galíndez es un personaje complejo, casi la imagen invertida de Guzmán.
Él es duro, violento y homófobo.
Galíndez es agradable, razonable y gay.
Tras la muerte de su padre, fue acosada por sus compañeros de escuela.
Su tía Carmen la apuntó a clases de artes marciales, algo que hace de Galíndez una persona con quien es mejor no meterse.
Sin embargo, bajo presión, Galíndez empieza a hacer cosas que normalmente no haría.
Ella sigue las normas, pero si eso no funciona, las tira a la basura y sigue sus instintos.
Galíndez quiere hacer un buen trabajo en la Guardia Civil, y no solo porque su padre fuera un oficial de la Benemérita muy querido por todos.
Ella odia el hecho de ser siempre «la hija de Miguel» y no «la forense».
No ayuda que el mejor amigo de su padre, el general Ramiro Ortiz, sea el segundo hombre más poderoso de la Guardia Civil.
Ramiro piensa en ella como en una niña y Galíndez tiene que asegurarse de que la gente no crea que ella tiene una vida fácil gracias a él.
Después de doctorarse como investigadora forense, Galíndez llegó a la Guardia Civil y se le asignaron de inmediato los trabajos que implican fosas de la guerra.
Su especialidad son los perfiles psicológicos, y ella está desesperada por un cambio.
Mientras tanto, debe hacer frente a las tareas que se le han asignado y seguir adelante con el trabajo.
Ana María es además amnésica: el recuerdo de su infancia se perdió cuando, a la edad de ocho años, vio morir a su padre en un atentado de la ETA con coche bomba.
A pesar de su amnesia, ha podido seguir con su vida sin problema hasta ahora.
Sin embargo, empiezan a aparecer síntomas que sugieren que su condición está empeorando.
Si Galíndez lo menciona, quizás tendrá que salir de la Guardia.
Por eso no dice nada, sobre todo porque ya está investigando un nuevo caso. El asesinato de quince personas en una mina abandonada.
Y se conoce el nombre del asesino. Un tal Leopoldo Guzmán.
En la vida de Galindez, el enlace entre la memoria y el pasado nunca está muy lejos.
¿Cómo ha afectado su formación en criminología a su forma de escribir?
En dos maneras.
Una es que estudiar para un doctorado y trabajar como investigador en el sistema de justicia penal, así como dar conferencias sobre el tema, me dio una energía enorme para la escritura.
Sé todo lo necesario acerca de escribir informes, resúmenes de un informe o documentos.
¡Así que escribir ficción fue un cambio agradable!
En segundo lugar, una parte importante del análisis en criminología es el examen de la relación entre el comportamiento individual y el de la sociedad en la que vive el individuo.
Estas preguntas también son aplicables a las dictaduras.
Pero al hacerlo, también se plantea la cuestión de qué constituye un delito.
Si está prohibida la libertad de expresión, entonces alguien que rompe esa ley o norma es técnicamente un delincuente a pesar de que en otros lugares no sería considerado de esa manera en absoluto.
La transgresión es una cosa diferente según quién la define.
¿Y quién que puede decidir estas cosas? El que tiene poder.
¿Es un hombre como Guzmán un patriota o un asesino? Obedece órdenes como un buen soldado.
Pero si esas órdenes son para matar a alguien, ¿quién es el asesino?
Como observa la doctora Galindez: tantas preguntas, tan pocas respuestas.
¿Cómo definiría la ambientación que le da a esta novela?
Tal vez como posguerra noir: Una sociedad empobrecida, un largo invierno. Una sociedad donde se raciona la comida y nunca hay suficiente para todos. La gente tiene hambre y frío, mira a través de las ventanas de los restaurantes donde los miembros del régimen comen bien.
Todo está sucio, o roto.
Las escaleras huelen a humedad y a comida de ayer. Los montones de nieve ensucian el borde de la carretera.
Es una vida de constante terror; la gente tiene miedo, siempre están preocupados de que puedan escucharlos decir algo equivocado.
Y tienen razón, porque hay gente escuchándolos de las sombras.
Cuando se van a la cama por la noche, se asustan cada vez que oyen el ruido de unas botas bajo una ventana.
Una noche quizás sean las botas de Guzmán.
¿Definiría su novela más como novela histórica o como novela negra?
Una novela negra, seguro.
Yo no soy un historiador, sino alguien interesado en la historia española.
Varias personas me han dicho que el libro ha abierto su apetito para conocer más acerca de la Guerra Civil, los cual es genial para mí.
Espero que lo hagan.
Otros me dijeron que lo disfrutaron como un thriller complejo con algunos personajes interesantes y que a ellos no les interesa mucho la historia. Leemos todos de maneras diferentes.
Me alegro de que lo hayan disfrutado. Ojalá que los lectores en España puedan disfrutar de ella también.
¿Qué opina acerca de nuestra memoria histórica?
El tema de la memoria histórica ha influido mucho en mi forma de escribir. He estudiado las obras de Michel Foucault durante muchos años, y han tenido en mí una profunda influencia.
En cuanto a la memoria histórica, yo diría que el trabajo de tanta gente en este campo es, sin duda, de gran importancia, sobre todo para resaltar el hecho de que Franco intentó dar forma y controlar la comprensión colectiva de toda la nación.
Y el control empieza por el lenguaje: la guerra se convirtió en una «cruzada».
Los republicanos pasaron a ser los «rojos».
La guerra fue construida con palabras que negaron completamente las experiencias de los que habían plantado cara a Franco y sus aliados nazis e italianos.
El régimen franquista quería una memoria colectiva que perpetuase el odio y división de la guerra.
Una memoria prescrita para informar el pensamiento público.
En cuanto a la memoria histórica de hoy, yo diría que, en mi opinión, la herida abierta de la Guerra Civil debería haberse abordado de inmediato después de que Franco se muriera en vez de hacer un intento de «olvidar» oficialmente.
Las cosas malas no se olvidan fácilmente.
Sabemos por el trabajo que se ha realizado con las víctimas de la delincuencia sexual que las víctimas de un crimen necesitan tiempo para llegar a través de sus experiencias.
Sabemos, por ejemplo, que las víctimas de violación y otros delitos sexuales han sufrido en el pasado debido a su tratamiento por parte del sistema de justicia penal cuando las autoridades no se han escuchado sus voces y se les han negado sus experiencias y recuerdos.
Las cosas malas necesitan tiempo para sanar.
Gente necesitan tiempo y espacio para lidiar con lo que les sucedió. Sabemos por la obra de Freud cómo los recuerdos dañinos nos pueden perseguir a pesar de que no somos conscientes de ello.
No es posible instruir a la gente a olvidar cosas que les han afectado profundamente.
Pensando en eso, me pregunto si el Pacto del Olvido no se introdujo demasiado rápido.
Por cuarenta años, las víctimas de la Dictadura no pudieron expresar sus recuerdos o sentimientos y luego, de repente, hay que olvidarlo todo.
No ha sido posible para ellos recuperar los restos de sus seres queridos aunque en muchos casos su ubicación era conocida.
No es posible decir «olvidadlo y listo».
Y no es justo. Lo del pacto del olvido me parece una cosa que ha beneficiado a un grupo de la sociedad mucho más que al otro.
Pero ya ha pasado mucho tiempo.
Me acuerdo de una frase de Mariano Sánchez Soler en la que él se refiere a las víctimas de la violencia política, pero sus palabras se aplican a las víctimas de cualquier tipo de violencia: «mueren dos veces, una por su asesinato y otra vez por el olvido».
¿Cómo definiría a Leopoldo Guzmán?
Guzmán es a la vez monstruoso y encantador, a pesar de que su encanto lo reserva solo a las mujeres o las personas más poderosas que él.
Es leal a Franco, aunque en su manera: su cinismo es ilimitado.
Él ve las privaciones que sufren otras personas, obligadas a comprar alimentos a precios extremos en el estraperlo.
Él ve su ropa raída, su calzado de mala calidad y los odia por ello.
Los odia porque le recuerdan que solo hay una corta distancia entre él y ellos.
Guzmán sabe que un día podría caer y no habría ninguna apelación: estaría en la calle y punto.
Hace su trabajo y no le importa lo brutal que sea, porque eso es todo lo que sabe hacer y lo hace bien, muy bien.
Y cada vez que ve una oportunidad de obtener un poco más para sí mismo (un soborno o algunos bienes robados) él toma esa oportunidad con las dos manos. Es adaptativo, un superviviente.
Un hombre que sabe que si las personas deben ser subyugadas es mejor estar en el lado de quien domina.
La guerra y la posguerra han dado a Leopoldo Guzmán muchas oportunidades. Tiene la intención de aprovecharlas mientras pueda.
Y a Ana María Galíndez?
Galíndez es un personaje complejo, casi la imagen invertida de Guzmán.
Él es duro, violento y homófobo.
Galíndez es agradable, razonable y gay.
Tras la muerte de su padre, fue acosada por sus compañeros de escuela.
Su tía Carmen la apuntó a clases de artes marciales, algo que hace de Galíndez una persona con quien es mejor no meterse.
Sin embargo, bajo presión, Galíndez empieza a hacer cosas que normalmente no haría.
Ella sigue las normas, pero si eso no funciona, las tira a la basura y sigue sus instintos.
Galíndez quiere hacer un buen trabajo en la Guardia Civil, y no solo porque su padre fuera un oficial de la Benemérita muy querido por todos.
Ella odia el hecho de ser siempre «la hija de Miguel» y no «la forense».
No ayuda que el mejor amigo de su padre, el general Ramiro Ortiz, sea el segundo hombre más poderoso de la Guardia Civil.
Ramiro piensa en ella como en una niña y Galíndez tiene que asegurarse de que la gente no crea que ella tiene una vida fácil gracias a él.
Después de doctorarse como investigadora forense, Galíndez llegó a la Guardia Civil y se le asignaron de inmediato los trabajos que implican fosas de la guerra.
Su especialidad son los perfiles psicológicos, y ella está desesperada por un cambio.
Mientras tanto, debe hacer frente a las tareas que se le han asignado y seguir adelante con el trabajo.
Ana María es además amnésica: el recuerdo de su infancia se perdió cuando, a la edad de ocho años, vio morir a su padre en un atentado de la ETA con coche bomba.
A pesar de su amnesia, ha podido seguir con su vida sin problema hasta ahora.
Sin embargo, empiezan a aparecer síntomas que sugieren que su condición está empeorando.
Si Galíndez lo menciona, quizás tendrá que salir de la Guardia.
Por eso no dice nada, sobre todo porque ya está investigando un nuevo caso. El asesinato de quince personas en una mina abandonada.
Y se conoce el nombre del asesino. Un tal Leopoldo Guzmán.
En la vida de Galindez, el enlace entre la memoria y el pasado nunca está muy lejos.
¿Cómo ha afectado su formación en criminología a su forma de escribir?
En dos maneras.
Una es que estudiar para un doctorado y trabajar como investigador en el sistema de justicia penal, así como dar conferencias sobre el tema, me dio una energía enorme para la escritura.
Sé todo lo necesario acerca de escribir informes, resúmenes de un informe o documentos.
¡Así que escribir ficción fue un cambio agradable!
En segundo lugar, una parte importante del análisis en criminología es el examen de la relación entre el comportamiento individual y el de la sociedad en la que vive el individuo.
Estas preguntas también son aplicables a las dictaduras.
Pero al hacerlo, también se plantea la cuestión de qué constituye un delito.
Si está prohibida la libertad de expresión, entonces alguien que rompe esa ley o norma es técnicamente un delincuente a pesar de que en otros lugares no sería considerado de esa manera en absoluto.
La transgresión es una cosa diferente según quién la define.
¿Y quién que puede decidir estas cosas? El que tiene poder.
¿Es un hombre como Guzmán un patriota o un asesino? Obedece órdenes como un buen soldado.
Pero si esas órdenes son para matar a alguien, ¿quién es el asesino?
Como observa la doctora Galindez: tantas preguntas, tan pocas respuestas.
¿Cómo definiría la ambientación que le da a esta novela?
Tal vez como posguerra noir: Una sociedad empobrecida, un largo invierno. Una sociedad donde se raciona la comida y nunca hay suficiente para todos. La gente tiene hambre y frío, mira a través de las ventanas de los restaurantes donde los miembros del régimen comen bien.
Todo está sucio, o roto.
Las escaleras huelen a humedad y a comida de ayer. Los montones de nieve ensucian el borde de la carretera.
Es una vida de constante terror; la gente tiene miedo, siempre están preocupados de que puedan escucharlos decir algo equivocado.
Y tienen razón, porque hay gente escuchándolos de las sombras.
Cuando se van a la cama por la noche, se asustan cada vez que oyen el ruido de unas botas bajo una ventana.
Una noche quizás sean las botas de Guzmán.
¿Definiría su novela más como novela histórica o como novela negra?
Una novela negra, seguro.
Yo no soy un historiador, sino alguien interesado en la historia española.
Varias personas me han dicho que el libro ha abierto su apetito para conocer más acerca de la Guerra Civil, los cual es genial para mí.
Espero que lo hagan.
Otros me dijeron que lo disfrutaron como un thriller complejo con algunos personajes interesantes y que a ellos no les interesa mucho la historia. Leemos todos de maneras diferentes.
Me alegro de que lo hayan disfrutado. Ojalá que los lectores en España puedan disfrutar de ella también.
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