Re: Poesias Que Ajan Y Estrujan El Alma
He leido aquí poesias hermosas y dolorosas. A veces, lo bello y sublime tiende a unirse al dolor, se hermanan, se juntan y se convierten casi en lo mismo.
Espero no equivocarme al colocar algunas poesias que vienen aparcando en mi corazón en mi arduo transitar por la vida.
Epílogo
A la montaña he subido, satisfecho el corazón.
En su amplitud, desde allí, puede verse la ciudad:
un purgatorio, un infierno, burdel, hospital, prisión.
Florece como una flor allí toda enormidad.
Tú ya sabes, ¡oh Satán, patrón de mi alma afligida,
que yo no subí a verter lágrimas de vanidad.
Como el viejo libertino busca a la vieja querida,
busqué a la enorme ramera que me embriaga como un vino,
que con su encanto infernal rejuvenece mi vida.
Ya entre las sábanas duermas de tu lecho matutino,
de pesadez, de catarro, de sombra, o ya te engalanes
con los velos de la tarde recamados de oro fino.
Te amo, oh infame capital. Vosotros bandidos,
vosotras, cortesanas, que a menudo brindáis placeres
que el vulgo profano no sabe comprender.
Charles Baudelaire
He leido aquí poesias hermosas y dolorosas. A veces, lo bello y sublime tiende a unirse al dolor, se hermanan, se juntan y se convierten casi en lo mismo.
Espero no equivocarme al colocar algunas poesias que vienen aparcando en mi corazón en mi arduo transitar por la vida.
Epílogo
A la montaña he subido, satisfecho el corazón.
En su amplitud, desde allí, puede verse la ciudad:
un purgatorio, un infierno, burdel, hospital, prisión.
Florece como una flor allí toda enormidad.
Tú ya sabes, ¡oh Satán, patrón de mi alma afligida,
que yo no subí a verter lágrimas de vanidad.
Como el viejo libertino busca a la vieja querida,
busqué a la enorme ramera que me embriaga como un vino,
que con su encanto infernal rejuvenece mi vida.
Ya entre las sábanas duermas de tu lecho matutino,
de pesadez, de catarro, de sombra, o ya te engalanes
con los velos de la tarde recamados de oro fino.
Te amo, oh infame capital. Vosotros bandidos,
vosotras, cortesanas, que a menudo brindáis placeres
que el vulgo profano no sabe comprender.
Charles Baudelaire
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