PLEITO DE COBIJAS
Margarito Ledezma
Pues hoy amaneció la novedá
de que Don Juan, el tío de Las Clavijas,
tuvo un tremendo pleito de cobijas
con su mujer, la güera Soledá.
Dicen que se acostaron muy temprano,
porque desde la tarde ya hacia frio,
sin que hubieran tenido ningún lio
y los dos con un humor bastante ufano.
Mas parece que, ya en la madrugada,
Don Juan quiso voltiarse de ladito,
y jaló las cobijas un tantito,
y dejó a la mujer descobijada.
Doña Chole, al sentirse en ese plan,
trató de remediar la situación,
y les dio a las cobijas un jalón
y, sin querer, descobijó a Don Juan.
Y Don Juan, todavía medio dormido,
sin saber ni la causa ni el origen,
gritó con fuerte voz: “¡No descobijen!”,
y jaló el cobertor y echó un bramido.
Y Doña Soledá, muy asustada,
entre dormida aun y entre despierta,
sintió que la dejaban descubierta
y le dio otro jalón a la frazada.
Mas Don Juan, a su vez, muy sorprendido
y todavía entre sueños y algo inerte,
les dio a las tilmas un jalón tan fuerte
que también Doña Chole dio un bramido.
Y, como eran así dos voluntades,
que jalaban con rumbos diferentes,
llegaron a ponerse tan renuentes
que de una colcha hicieron tres mitades.
Lo peor es que, al estarse jaloniando,
a oscuras y enojados de ribete,
no dejaron de darse algún moquete,
y dicen que ya se andan divorciando.
Mas la culpa de tales asonadas
y de tales disgustos cobijeros,
la tienen los demontres de obrajeros
por hacer tan angostas las frazadas.
Margarito Ledezma
Pues hoy amaneció la novedá
de que Don Juan, el tío de Las Clavijas,
tuvo un tremendo pleito de cobijas
con su mujer, la güera Soledá.
Dicen que se acostaron muy temprano,
porque desde la tarde ya hacia frio,
sin que hubieran tenido ningún lio
y los dos con un humor bastante ufano.
Mas parece que, ya en la madrugada,
Don Juan quiso voltiarse de ladito,
y jaló las cobijas un tantito,
y dejó a la mujer descobijada.
Doña Chole, al sentirse en ese plan,
trató de remediar la situación,
y les dio a las cobijas un jalón
y, sin querer, descobijó a Don Juan.
Y Don Juan, todavía medio dormido,
sin saber ni la causa ni el origen,
gritó con fuerte voz: “¡No descobijen!”,
y jaló el cobertor y echó un bramido.
Y Doña Soledá, muy asustada,
entre dormida aun y entre despierta,
sintió que la dejaban descubierta
y le dio otro jalón a la frazada.
Mas Don Juan, a su vez, muy sorprendido
y todavía entre sueños y algo inerte,
les dio a las tilmas un jalón tan fuerte
que también Doña Chole dio un bramido.
Y, como eran así dos voluntades,
que jalaban con rumbos diferentes,
llegaron a ponerse tan renuentes
que de una colcha hicieron tres mitades.
Lo peor es que, al estarse jaloniando,
a oscuras y enojados de ribete,
no dejaron de darse algún moquete,
y dicen que ya se andan divorciando.
Mas la culpa de tales asonadas
y de tales disgustos cobijeros,
la tienen los demontres de obrajeros
por hacer tan angostas las frazadas.
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