Re: Poesias y rimas que aligeran el alma
REMEMBRANZAS
Margarito Ledezma
Tus ojos son dos globos de topacio
que se ven relumbrar desde muy lejos
y que echan resplandores y reflejos,
cual la iluminación de algún palacio.
Tu boca es de esas urnas celestiales
resguardadas por angélicas milicias
y bastante ajuariadas de delicias,
como la miel de los panales.
Tus oidos son dos rosas de alabastro
y tus pestañas, negras cual cabellos,
les tapan a tus ojos los destellos,
sin dejar ni siquiera rastro.
Tu sólida y esplendorosa dentadura
es una ensarta de diamantes,
y tus labios dos mariposas palpitantes
que aletean en la noche obscura.
Tus manos desparraman hartos dones,
tus pies son un manojo de claveles,
y entusiasmas a todos los donceles
y haces palpitar sus corazones.
Cuando miro tu cuerpo, no vacilo:
clarito veo que un parecido toma
al de la Venus que fundió allá en Roma
un escultor que se llamaba Milo.
Y tus modos y andados tan decentes,
cual una estatua de la antigua Grecia,
aquí toda la gente los aprecia
y les cuadran a todos los pudientes.
Eres Cleopatra, Elena de Troya,
mucho te me afiguras a Lucrecia,
y cuando vas saliendo de la iglesia,
nomás relumbras, cual si fueras joya.
Yo solo una cosa solicito
y atentamente te pido este favor:
¡Que no olvides a tu servido
el humilde poeta Margarito!
Margarito Ledezma
Tus ojos son dos globos de topacio
que se ven relumbrar desde muy lejos
y que echan resplandores y reflejos,
cual la iluminación de algún palacio.
Tu boca es de esas urnas celestiales
resguardadas por angélicas milicias
y bastante ajuariadas de delicias,
como la miel de los panales.
Tus oidos son dos rosas de alabastro
y tus pestañas, negras cual cabellos,
les tapan a tus ojos los destellos,
sin dejar ni siquiera rastro.
Tu sólida y esplendorosa dentadura
es una ensarta de diamantes,
y tus labios dos mariposas palpitantes
que aletean en la noche obscura.
Tus manos desparraman hartos dones,
tus pies son un manojo de claveles,
y entusiasmas a todos los donceles
y haces palpitar sus corazones.
Cuando miro tu cuerpo, no vacilo:
clarito veo que un parecido toma
al de la Venus que fundió allá en Roma
un escultor que se llamaba Milo.
Y tus modos y andados tan decentes,
cual una estatua de la antigua Grecia,
aquí toda la gente los aprecia
y les cuadran a todos los pudientes.
Eres Cleopatra, Elena de Troya,
mucho te me afiguras a Lucrecia,
y cuando vas saliendo de la iglesia,
nomás relumbras, cual si fueras joya.
Yo solo una cosa solicito
y atentamente te pido este favor:
¡Que no olvides a tu servido
el humilde poeta Margarito!
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