Re: Poesias y rimas que aligeran el alma
POETAS MEXICANOS DE LOS PRIMEROS 100 AÑOS DE LIBERTAD
LA ENEIDA
(Virgilio)
Traducción de Rafael Larrañaga
(muestras escogidas al azar)
- Títiro, tú a la sombra recostado
de la extendida encina verde y fresca,
cantas alegres rústicas canciones
de tu humilde zampoña a la cadencia;
mas nosotros dejamos los confines
y amados campos de la patria nuestra:
nosotros de ella vamos desterrados;
tú, ocioso, Títiro, en la sombra fresca,
enseñas a las selvas que resuenen
a tu hermosa Amarilis en cadencia.
-¡Oh Melibeo! Sabrás que Dios me ha dado
esta quietud por su piedad suprema;
y por tan grande beneficio siempre
justo será que por mi Dios lo tenga;
y que se vean sus aras muchas veces
de mis corderos con la sangre llenas.
Porque él ha hecho (como estás mirando)
se apacientes seguras mis ovejas;
y a él, finalmente, debo que a mi gusto
descanse y cante con mi agreste avena.
-No te envidio, por más que me he admirado
al ver de turbación llena la tierra.
Si nó, mírame a mí, que aun tan enfermo
llevo mis cabras, y ahora cargo apenas
ésta, que así pariendo dos hijuelos
entre esos avellanos, me los deja
en una peña sin abrigo ¡oh triste!
que del aumento la esperanza eran.
Pero este daño, si el entendimiento
no fuera necio, conocer pudiera
viendo del rayo heridas las encinas,
y viendo lo predice la corneja
desde el cóncavo roble, muchas veces,
dando prenuncios con su voz funesta. . . .
(Virgilio)
Traducción de Rafael Larrañaga
(muestras escogidas al azar)
- Títiro, tú a la sombra recostado
de la extendida encina verde y fresca,
cantas alegres rústicas canciones
de tu humilde zampoña a la cadencia;
mas nosotros dejamos los confines
y amados campos de la patria nuestra:
nosotros de ella vamos desterrados;
tú, ocioso, Títiro, en la sombra fresca,
enseñas a las selvas que resuenen
a tu hermosa Amarilis en cadencia.
-¡Oh Melibeo! Sabrás que Dios me ha dado
esta quietud por su piedad suprema;
y por tan grande beneficio siempre
justo será que por mi Dios lo tenga;
y que se vean sus aras muchas veces
de mis corderos con la sangre llenas.
Porque él ha hecho (como estás mirando)
se apacientes seguras mis ovejas;
y a él, finalmente, debo que a mi gusto
descanse y cante con mi agreste avena.
-No te envidio, por más que me he admirado
al ver de turbación llena la tierra.
Si nó, mírame a mí, que aun tan enfermo
llevo mis cabras, y ahora cargo apenas
ésta, que así pariendo dos hijuelos
entre esos avellanos, me los deja
en una peña sin abrigo ¡oh triste!
que del aumento la esperanza eran.
Pero este daño, si el entendimiento
no fuera necio, conocer pudiera
viendo del rayo heridas las encinas,
y viendo lo predice la corneja
desde el cóncavo roble, muchas veces,
dando prenuncios con su voz funesta. . . .
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