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Taller del Alquimista...

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  • Re: Taller del Alquimista...

    Si Elixir yo también te doy las gracias por todos los comentarios que haces a mis escritos, es lindo saber que al leer algo queda en las personas. Gracias de nuevo.
    Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

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    • Re: Taller del Alquimista...

      Sobre cinco meses de pareja...

      Habían pasado cinco meses y tres semanas desde aquel día, las complicaciones se habían agravado mientras transcurrían las esperanzas de que todo saliera bien, normal, que todo se dispusiera como lo habían planeado durante tanto tiempo.
      Pero cada vez los días y las noches se hacían más largos de tantos sollozos de ella y de tantas preocupaciones de él.

      La madrugada aún no se encontraba en las horas más frías cuando se levantó y arrastró los pies descalzos por el tapete de la habitación, se recargó en el borde de la puerta, cansada. Se sentía el vientre con las manos, con cada pulgar se examinaba dónde le dolería menos para pensar en ese sitio, en ese oasis de su carne donde no le dolieran las penas de ese niño adentro.

      Los dolores comenzaban siempre a esa hora, la sangre molestaba, le daba un miedo de cargarla por dentro para desecharla por debajo de sus piernas, tanto que quería que se le acabase de pronto para que terminara de correr; pero eso no sucedía nunca, nunca. Una inseguridad de saberse enferma le agobiaba sus horas. Trataba de limpiarse pero la acumulación de tantas cosas se le hacían encima como una pena que no le dejaba nada de tiempo, nada de vida, sólo pensaba en esa criatura que se le movía muy poco.

      Sentada en la tina se agitó aún más por la inflamación de su vientre, dejó salir el agua de la regadera esperando por el agua caliente, ésta tardaba un poco al subir hasta el baño. Desnuda se metió al agua como ansiando que el calor y la tibiedad del vapor, le repusieran del malestar, del sueño de no haber dormido en días. El agua corría haciéndose un río hasta la coladera adonde se mezclaba con los vivos de su vientre.

      Estaba dormido, las últimas noches fueron un insomnio de estarla apapachando, cuidando, de estar quietos un rato para continuar con los movimientos y el llanto de ella, no podía más, el trabajo de las ocho y las comidas escasas le proferían a él un augurio de pobreza y melancolía mortuoria.

      Nada se escuchaba en el cuarto, por única vez en varias semanas conciliaba un sueño tranquilo, profundo, se entretelaba con las colchas para discernir del frío de la noche y acercaba las manos hacia el espacio de su esposa para filtrarse un calor de mujer que lo hacía mecerse en la cama.

      El grito lo despertó ahogado en una fiebre repentina, sudando, trago saliva y se paró rápidamente, su mujer no estaba en la cama, se había levantado y él no se había percatado de la circunstancia. Se acercó a la puerta del baño y la escuchó, pegó sus manos en la puerta antes de tratar de entrar para preguntar qué es lo que sucedía en el interior del baño.

      Ella lloraba, desilusionada se aferraba a las orillas de la tina observando la sangre, observando sus piernas frías agitándose de nervios, estaba mojada, húmeda de sangre, se levantó hasta caminar para acariciar la puerta por dentro, se pegaron el uno al otro olvidándose de la madera que les separaba.
      Salió con las manos en el pecho, bañada en el color rojo de sus labios, de sus mejillas, con la boca abierta por el llanto de la noche se acercó a él y trató de que la abrazara.

      Así lo hizo. Inquietudes, dudas, los ojos entreabiertos por la preocupación. Ella tomo sus manos y le entregó algo, algo tibio, como un pedazo de carne pequeño.

      Lo tomó entre sus manos y se sentó en la cama, lo vio de pronto, solamente un momento; en sus manos estaba el producto de su embarazo, estaba húmedo, se sentía el cuerpecito del niño que dormitaba muerto entre sus dedos. Se espantó pero no dijo nada, vio que ella lloraba y se limpiaba las lágrimas manchándose de sangre la cara.

      La vistió rápidamente, fue a casa de su padre para pedir un auto prestado para llevarla al hospital. En el auto no se pronunciaron discursos ni preguntas, ni algo que irrumpiera el silencio de sus frustraciones. En las piernas de ella vacilaba un envase de plástico, un recipiente, un ataúd improvisado.

      Volvieron antes de que la madrugada terminase con la noche, se sentaron en la mesa y se observaron, se miraron a los ojos. Se percataron de que estaban solos por primera vez, la angustia y la ansiedad por el niño se les había salido del útero a ambos; se había escurrido en sangre por la tina del baño y ahora era sólo ceniza de un muerto muy pequeño, acaso unos gramos.

      Se volvieron a ver el cuarto que rentaban por quinientos pesos en el rumbo de San Juan, se vieron los recuerdos de todo aquello que les había sucedido: tenían diecisiete años los dos, él unos meses mayor que ella; se acordaron de la improvisación de esa boda, los disgustos de ambas familias, las madres que no fueron más que lágrimas; se acordaron de las fotografías, del abandono de las obligaciones de la escuela, de los trabajos de obrero a los que habían recurrido para que ya no les dijeran más, que tenían que empezar a valerse por ellos mismos.

      También se acordaron de los problemas que sufrieron para encontrar una casa –un cuarto-, un lugar que les permitiera vivir separados de las familias que los expulsaron inadecuadamente; volvieron a sentir el dolor de los padres que se olvidaron de ellos. Decepcionados se acordaron de todo; ambos lloraban.
      En un instante se sintieron inseguros, cansados de tanto trabajos, de tantos sueños, se vieron el uno al otro y lo comprendieron todo, todo.

      Se supieron que ya no estaban atados, era una libertad concedida por la muerte, era una expresión del regreso de la vida ordinaria, fácil; podrían volver a todo lo que les esperaba ahora de sus padres, sus hermanos, sus amigos.

      Era un infortunio que les podría propiciar el aliento para reiniciar los placeres de la infancia y de la juventud perdidas por el inocente juego de hacía cinco meses y tres semanas.

      Todo había terminado dentro de ese baño, toda la complicidad fatal de aquellos recuerdos estaba hecha cenizas. Nada podría impedir ahora la reconciliación.
      Se tomaron de las manos y se alejaron de la mesa para meterse a dormir en la cama del fondo del cuarto. Apagaron la luz, sabían todo, lo comprendían todo: el dolor de la sangre, el dolor de la irresponsabilidad, la frustración del desamparo, la humildad de su cuarto, la pobreza de sus bolsas, el rincón de la cuna, todo estaba ahí.

      Se besaron, ella se inclinó sobre su pecho y aguardó a que él le dijera, que hablara con esa respuesta de sus ansias... anhelaba que dijera algo que estaba sabido. Paso un rato, él, muy despacio le habló: -...en seis meses volvemos a intentar otro niño como dijo el doctor-, ella asintió decepcionada con la cabeza.

      Se quedaron dormidos, profundamente dormidos
      LunaAzul disfrazada
      La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz

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      • Re: Taller del Alquimista...

        Elixir la historia te invita a pensar que el romanticismo y los cuentos de hadas no terminan en "y se casaron y fueron felices para siempre" no, apenas empieza la vida; y en la diferente percepción que tiene un hombre a una mujer respecto de tener un hijo.
        Me gusto mucho la historia.
        Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

        Comment


        • Re: Taller del Alquimista...

          Regalame una mírada
          o quiza un beso que se esboza,
          o una caricia emocionada
          y un suspiro que alboroza

          Una timida sonrisa
          una palabra que no brota,
          que en tu rostro se divisa
          y como sonido se acorta

          Regalame lo que quieras
          pero que no sean despedidas
          porque adioses cualquieras
          son ausencias efectivas

          Quiero hoy tu presencia,
          tu fuerza e integridad,
          para beberte en esencia
          despacio sin ansiedad

          Tú para hacer el nosotros
          y en acuerdo recibir
          para compartir sin otros
          dar, amar y vivir

          Dame presentes no penas,
          quiero conformar mi playa
          y cimentar con arenas
          la base de tu atalaya.
          Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

          Comment


          • Re: Taller del Alquimista...

            Originalmente publicado por Elixir Ver post
            Sobre cinco meses de pareja...

            Habían pasado cinco meses y tres semanas desde aquel día, las complicaciones se habían agravado mientras transcurrían las esperanzas de que todo saliera bien, normal, que todo se dispusiera como lo habían planeado durante tanto tiempo.
            Pero cada vez los días y las noches se hacían más largos de tantos sollozos de ella y de tantas preocupaciones de él.

            La madrugada aún no se encontraba en las horas más frías cuando se levantó y arrastró los pies descalzos por el tapete de la habitación, se recargó en el borde de la puerta, cansada. Se sentía el vientre con las manos, con cada pulgar se examinaba dónde le dolería menos para pensar en ese sitio, en ese oasis de su carne donde no le dolieran las penas de ese niño adentro.

            Los dolores comenzaban siempre a esa hora, la sangre molestaba, le daba un miedo de cargarla por dentro para desecharla por debajo de sus piernas, tanto que quería que se le acabase de pronto para que terminara de correr; pero eso no sucedía nunca, nunca. Una inseguridad de saberse enferma le agobiaba sus horas. Trataba de limpiarse pero la acumulación de tantas cosas se le hacían encima como una pena que no le dejaba nada de tiempo, nada de vida, sólo pensaba en esa criatura que se le movía muy poco.

            Sentada en la tina se agitó aún más por la inflamación de su vientre, dejó salir el agua de la regadera esperando por el agua caliente, ésta tardaba un poco al subir hasta el baño. Desnuda se metió al agua como ansiando que el calor y la tibiedad del vapor, le repusieran del malestar, del sueño de no haber dormido en días. El agua corría haciéndose un río hasta la coladera adonde se mezclaba con los vivos de su vientre.

            Estaba dormido, las últimas noches fueron un insomnio de estarla apapachando, cuidando, de estar quietos un rato para continuar con los movimientos y el llanto de ella, no podía más, el trabajo de las ocho y las comidas escasas le proferían a él un augurio de pobreza y melancolía mortuoria.

            Nada se escuchaba en el cuarto, por única vez en varias semanas conciliaba un sueño tranquilo, profundo, se entretelaba con las colchas para discernir del frío de la noche y acercaba las manos hacia el espacio de su esposa para filtrarse un calor de mujer que lo hacía mecerse en la cama.

            El grito lo despertó ahogado en una fiebre repentina, sudando, trago saliva y se paró rápidamente, su mujer no estaba en la cama, se había levantado y él no se había percatado de la circunstancia. Se acercó a la puerta del baño y la escuchó, pegó sus manos en la puerta antes de tratar de entrar para preguntar qué es lo que sucedía en el interior del baño.

            Ella lloraba, desilusionada se aferraba a las orillas de la tina observando la sangre, observando sus piernas frías agitándose de nervios, estaba mojada, húmeda de sangre, se levantó hasta caminar para acariciar la puerta por dentro, se pegaron el uno al otro olvidándose de la madera que les separaba.
            Salió con las manos en el pecho, bañada en el color rojo de sus labios, de sus mejillas, con la boca abierta por el llanto de la noche se acercó a él y trató de que la abrazara.

            Así lo hizo. Inquietudes, dudas, los ojos entreabiertos por la preocupación. Ella tomo sus manos y le entregó algo, algo tibio, como un pedazo de carne pequeño.

            Lo tomó entre sus manos y se sentó en la cama, lo vio de pronto, solamente un momento; en sus manos estaba el producto de su embarazo, estaba húmedo, se sentía el cuerpecito del niño que dormitaba muerto entre sus dedos. Se espantó pero no dijo nada, vio que ella lloraba y se limpiaba las lágrimas manchándose de sangre la cara.

            La vistió rápidamente, fue a casa de su padre para pedir un auto prestado para llevarla al hospital. En el auto no se pronunciaron discursos ni preguntas, ni algo que irrumpiera el silencio de sus frustraciones. En las piernas de ella vacilaba un envase de plástico, un recipiente, un ataúd improvisado.

            Volvieron antes de que la madrugada terminase con la noche, se sentaron en la mesa y se observaron, se miraron a los ojos. Se percataron de que estaban solos por primera vez, la angustia y la ansiedad por el niño se les había salido del útero a ambos; se había escurrido en sangre por la tina del baño y ahora era sólo ceniza de un muerto muy pequeño, acaso unos gramos.

            Se volvieron a ver el cuarto que rentaban por quinientos pesos en el rumbo de San Juan, se vieron los recuerdos de todo aquello que les había sucedido: tenían diecisiete años los dos, él unos meses mayor que ella; se acordaron de la improvisación de esa boda, los disgustos de ambas familias, las madres que no fueron más que lágrimas; se acordaron de las fotografías, del abandono de las obligaciones de la escuela, de los trabajos de obrero a los que habían recurrido para que ya no les dijeran más, que tenían que empezar a valerse por ellos mismos.

            También se acordaron de los problemas que sufrieron para encontrar una casa –un cuarto-, un lugar que les permitiera vivir separados de las familias que los expulsaron inadecuadamente; volvieron a sentir el dolor de los padres que se olvidaron de ellos. Decepcionados se acordaron de todo; ambos lloraban.
            En un instante se sintieron inseguros, cansados de tanto trabajos, de tantos sueños, se vieron el uno al otro y lo comprendieron todo, todo.

            Se supieron que ya no estaban atados, era una libertad concedida por la muerte, era una expresión del regreso de la vida ordinaria, fácil; podrían volver a todo lo que les esperaba ahora de sus padres, sus hermanos, sus amigos.

            Era un infortunio que les podría propiciar el aliento para reiniciar los placeres de la infancia y de la juventud perdidas por el inocente juego de hacía cinco meses y tres semanas.

            Todo había terminado dentro de ese baño, toda la complicidad fatal de aquellos recuerdos estaba hecha cenizas. Nada podría impedir ahora la reconciliación.
            Se tomaron de las manos y se alejaron de la mesa para meterse a dormir en la cama del fondo del cuarto. Apagaron la luz, sabían todo, lo comprendían todo: el dolor de la sangre, el dolor de la irresponsabilidad, la frustración del desamparo, la humildad de su cuarto, la pobreza de sus bolsas, el rincón de la cuna, todo estaba ahí.

            Se besaron, ella se inclinó sobre su pecho y aguardó a que él le dijera, que hablara con esa respuesta de sus ansias... anhelaba que dijera algo que estaba sabido. Paso un rato, él, muy despacio le habló: -...en seis meses volvemos a intentar otro niño como dijo el doctor-, ella asintió decepcionada con la cabeza.

            Se quedaron dormidos, profundamente dormidos
            Elixir.... Que delicia!!!! Buen ritmo, impecable estructura, mucha intencidad. Muchas gracias por compartir en este espacio tus maravillosos esfuerzos literarios. Una copa de vino, una rebanada de pan de centeno, dos jamones madurados y un queso fuerte para acompañar tu relato...
            NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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            • Re: Taller del Alquimista...

              Originalmente publicado por Bug Ver post
              Regalame una mírada
              o quiza un beso que se esboza,
              o una caricia emocionada
              y un suspiro que alboroza

              Una timida sonrisa
              una palabra que no brota,
              que en tu rostro se divisa
              y como sonido se acorta

              Regalame lo que quieras
              pero que no sean despedidas
              porque adioses cualquieras
              son ausencias efectivas

              Quiero hoy tu presencia,
              tu fuerza e integridad,
              para beberte en esencia
              despacio sin ansiedad

              Tú para hacer el nosotros
              y en acuerdo recibir
              para compartir sin otros
              dar, amar y vivir

              Dame presentes no penas,
              quiero conformar mi playa
              y cimentar con arenas
              la base de tu atalaya.
              Hola Bug.... que lindo!!!! Se ve que andas con el ánimo cambiáo.... cambiáo parriba. Y eso está maravilloso. Esas invitaciones son difíciles de ignorar. Espero que el destinatario sea merecedor de tanta dulcura y de una apuesta como esa echada al aire.
              NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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              • Re: Taller del Alquimista...

                Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
                Hola Bug.... que lindo!!!! Se ve que andas con el ánimo cambiáo.... cambiáo parriba. Y eso está maravilloso. Esas invitaciones son difíciles de ignorar. Espero que el destinatario sea merecedor de tanta dulcura y de una apuesta como esa echada al aire.
                Hum qué me sabes? jajajaja lástima que ya tienes compromiso si no...
                Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

                Comment


                • Re: Taller del Alquimista...

                  -----
                  ¿Recuerdas aquella tarde en que te ayudé con tu latín?. -reí ante la evocación-. Nunca te gustó, ¿verdad?: "dum loquimur, fugerit invida. Aetas: carpe diem, quam minimum credula postero" (1).

                  Claudia se apretó aún más contra mi cuerpo, con una sonrisa nostálgica, antes de recitar a su vez:

                  - "Rumoresque senum severiorum, omnes unius aestimemus assis. Soles occidere et redire possunt. Nobis, cum semel occidit brevis lux, nox est perpetua una dormienda" (2).

                  Ahora me tocó a mí sonreír. Aparentemente, mis esfuerzos por meter en su linda cabecita el odiado latín, finalmente habían servido de algo.

                  - Carpe diem, Alex, mi amor. Vive el momento, porque es nuestro, nos pertenece, y nunca regresará más. Mañana queda muy lejos.

                  - Solo importa una cosa -concluí-. Que, pase lo que pase en ese mañana tan lejano en el que ahora no quiero pensar, nunca, ¡óyeme!, nunca más consentiré estar separado de ti…


                  (1) "Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo. Aprovecha el día, y no confíes lo más mínimo en el mañana". (Horacio, Odas I, 11, 7-8).
                  (2) "Vivamos, querida Lesbia, y amémonos, y las habladurías de los viejos puritanos nos importen todas un bledo. Los soles pueden salir y ponerse; nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera luz, tendremos que dormir una noche eterna". (Catulo 5, 1-6).
                  -----

                  Comment


                  • Re: Taller del Alquimista...

                    ¡Qué lindo texto Cubo!
                    Gracias por compartirlo con nosotros.


                    Alqui: ¿Qué onda con el cuento de Klar? yo ando bien picada...
                    LunaAzul disfrazada
                    La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz

                    Comment


                    • Re: Taller del Alquimista...

                      Originalmente publicado por cubo Ver post
                      -----
                      ¿Recuerdas aquella tarde en que te ayudé con tu latín?. -reí ante la evocación-. Nunca te gustó, ¿verdad?: "dum loquimur, fugerit invida. Aetas: carpe diem, quam minimum credula postero" (1).

                      Claudia se apretó aún más contra mi cuerpo, con una sonrisa nostálgica, antes de recitar a su vez:

                      - "Rumoresque senum severiorum, omnes unius aestimemus assis. Soles occidere et redire possunt. Nobis, cum semel occidit brevis lux, nox est perpetua una dormienda" (2).

                      Ahora me tocó a mí sonreír. Aparentemente, mis esfuerzos por meter en su linda cabecita el odiado latín, finalmente habían servido de algo.

                      - Carpe diem, Alex, mi amor. Vive el momento, porque es nuestro, nos pertenece, y nunca regresará más. Mañana queda muy lejos.

                      - Solo importa una cosa -concluí-. Que, pase lo que pase en ese mañana tan lejano en el que ahora no quiero pensar, nunca, ¡óyeme!, nunca más consentiré estar separado de ti…


                      (1) "Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo. Aprovecha el día, y no confíes lo más mínimo en el mañana". (Horacio, Odas I, 11, 7-8).
                      (2) "Vivamos, querida Lesbia, y amémonos, y las habladurías de los viejos puritanos nos importen todas un bledo. Los soles pueden salir y ponerse; nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera luz, tendremos que dormir una noche eterna". (Catulo 5, 1-6).
                      -----
                      No creo que se pueda acceder a mayor capacidad de síntesis sobre la universalidad de un sentimiento profundo. Ese pequeñísimo relato, me remitió a muchos momentos personales... muchos y muy intensos.

                      Mi sincera admiración y agradecimiento por las líneas.

                      Un abrazo, Cubo.
                      NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

                      Comment


                      • Re: Taller del Alquimista...

                        Si muy hermoso Cubo, gracias por compartirlo.
                        Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

                        Comment


                        • Re: Taller del Alquimista...

                          Buscando fragancias...


                          Desperté buscando tu aroma, olí mis manos para saber si habían robado tus fragancias, me levanté y aspiré el aire de la calle para ver si sentía tu presencia, pero no te vi, no sentí nada, no estabas en mi, no flotabas en el ambiente, solo fue un sueño... me vestí rápidamente y corrí a la oficina, prendí la máquina antes que las luces y el aire, y tampoco estabas, triste pongo este mail con mis lamentos, ¿dónde estás amor, dónde que no te veo?

                          Odio los computadores, a los chats, al internet y principalmente odio a los discos duros con errores, odio todo lo que no me deja sentirte palpitando, a lo que apaga tus llamados, a lo que me borra tus sueños, odio pues a todo eso que me impide comerte a besos.Esperaré y volveré a buscarte cada hora, cada momento, hasta que nuevamente los bits de mi máquina confirmen tu presencia.

                          Te necesito... cada vez mas, es tan intenso esto que no lo puedo controlar.
                          LunaAzul disfrazada
                          La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz

                          Comment


                          • Re: Taller del Alquimista...

                            También obró en mí ese efecto. Saludos Alquimista, Elixir y Bug.

                            Comment


                            • Re: Taller del Alquimista...

                              Dos vidas vivo llenas y completas.
                              Las dos me sirven para estar presente.
                              Una se va conmigo por la noche a mi cama,
                              y la otra se levanta temprano y sonriente.
                              Le doy al mundo mi mejor sonrisa.
                              Le doy consuelo a quien no lo tiene.
                              Aunque despacio siempre llevo prisa,
                              y disimulo a todos lo que siento.
                              He aprendido a ocultar mi llanto.
                              Solo espero llegar hasta mi almohada.
                              Solo ella sabe lo que me duele,
                              y es mi única amiga en la madrugada.
                              He aprendido a amar mi soledad,
                              y mirar a través de la ventana.
                              Y callar... y sentir...
                              ¡con muchas ganas!
                              LunaAzul disfrazada
                              La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz

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                              • Re: Taller del Alquimista...

                                Qué lindo Elixir, cuánta ternura se descubre detrás y mucha alegría de vivir... Gracias por compartirlo.
                                Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

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