Re: Taller del Alquimista...
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Originalmente publicado por El Alquimista
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Dorja.
Dorja había nacido inverosimil, mística. Llena de un halo que nadie podía ver y tampoco entender. Su forma de mirar hacía a las personas sentirse mejor, sentirse tranquilas. Su madre era una vegetariana espantada de la vida que fue más vegetariana en un principio por pobre que por vegetariana. Después, al crecer, encontró en algunas pseudofilosofías, justificación para serlo. El hecho es que en realidad los tacos al partor le caían pesados. su padre era un músico de ferias. Había ido al conservatorio, pero no había terminado y el único lugar en donde encontró trabajo fue un circo. Ahí, como en todos los circos, él le hacía de taquillero, tramoyero, vendedor de collares luminosos y cuando se requería, del músico del circo. su necedad en ser músico era grande. Pero menos grande que su talento, aunque no carecía de él. Jamás hubiera sido un virtuoso aunque sacaba con facilidad cualquier tonada y le hacía falta oir dos o tres veces cualquier canción para imitarla sin ningún problema.
Dorja. Así se les llaman a unos pedacitos de un metal "extraño" que usan algunos místicos para meditar. La mamá de Dorja, tenía vairos pares de ellas, por lo que cuando nació Dorja, su mamá no lo pensó mucho. Sentía que sonaba bonito. Y en eso de la meditada y de los instrumentos idóneos, parece que las dorjas sirven para sinconizarse con el universo. Así que la mamá asumió que al darle ese nombre, su hija se sincronizaría en automático con el universo.
En realidad así es. Si algo o alguien está sincronizado con el universo, son los crios de cualquier cosa. Los que salen bien, por lo menos. Todavía no expuestos a las olas de chingaderas contaminantes que tiene el mundo. Todavía les funcionan todos los órganos como debe de ser y están a años y años de empezar a fallar. Pero más allá de ese estado común de los bebés, Dorja en efecto era especial. Si la tuviéramos que equiparar con un instrumento musical sería un arpa. Pero no un arpa común y corriente. Las arpas normales tienen 46 cuerdas y 7 pedales, pero dorja nació como con 70 cuerdas y 10 pedales. Incluso el doctor que la recibió le dijo a su madre: Esta pequeñita es especial. Cuídela mucho. La madre así la veía. Casi como todas las madres ven a sus hijas, pero el padre, quién esperaba un chamaco hombre, fue miope al verla. El no pudo ver que su pequeña arpa era especial. Por el contrario, para él, ella era algo así como una armónica o un pandero y no la maravaillosa arpa que Dorja realmente era.
Sus ojos eran ámbar, casi transparentes, al igual que su cabello, como si toda ella estuviera hecha de avellanas, madera de abeto sin vetas, miel y chocolate blanco. Su risa era tersa sin salpicaduras y su aroma era afresado con toques de canela. De su cabeza perfecta nacían rizos dorados qué podían llegar a ser casi blancos hasta cafés bien oscuro. Y su manos. Unas manos absolutamente indescriptibles. Compactas pero no pequeñas, ni flacas ni gordas, pero muy expresivas incluso en la inmovilidad.
Coninuará....
Dorja había nacido inverosimil, mística. Llena de un halo que nadie podía ver y tampoco entender. Su forma de mirar hacía a las personas sentirse mejor, sentirse tranquilas. Su madre era una vegetariana espantada de la vida que fue más vegetariana en un principio por pobre que por vegetariana. Después, al crecer, encontró en algunas pseudofilosofías, justificación para serlo. El hecho es que en realidad los tacos al partor le caían pesados. su padre era un músico de ferias. Había ido al conservatorio, pero no había terminado y el único lugar en donde encontró trabajo fue un circo. Ahí, como en todos los circos, él le hacía de taquillero, tramoyero, vendedor de collares luminosos y cuando se requería, del músico del circo. su necedad en ser músico era grande. Pero menos grande que su talento, aunque no carecía de él. Jamás hubiera sido un virtuoso aunque sacaba con facilidad cualquier tonada y le hacía falta oir dos o tres veces cualquier canción para imitarla sin ningún problema.
Dorja. Así se les llaman a unos pedacitos de un metal "extraño" que usan algunos místicos para meditar. La mamá de Dorja, tenía vairos pares de ellas, por lo que cuando nació Dorja, su mamá no lo pensó mucho. Sentía que sonaba bonito. Y en eso de la meditada y de los instrumentos idóneos, parece que las dorjas sirven para sinconizarse con el universo. Así que la mamá asumió que al darle ese nombre, su hija se sincronizaría en automático con el universo.
En realidad así es. Si algo o alguien está sincronizado con el universo, son los crios de cualquier cosa. Los que salen bien, por lo menos. Todavía no expuestos a las olas de chingaderas contaminantes que tiene el mundo. Todavía les funcionan todos los órganos como debe de ser y están a años y años de empezar a fallar. Pero más allá de ese estado común de los bebés, Dorja en efecto era especial. Si la tuviéramos que equiparar con un instrumento musical sería un arpa. Pero no un arpa común y corriente. Las arpas normales tienen 46 cuerdas y 7 pedales, pero dorja nació como con 70 cuerdas y 10 pedales. Incluso el doctor que la recibió le dijo a su madre: Esta pequeñita es especial. Cuídela mucho. La madre así la veía. Casi como todas las madres ven a sus hijas, pero el padre, quién esperaba un chamaco hombre, fue miope al verla. El no pudo ver que su pequeña arpa era especial. Por el contrario, para él, ella era algo así como una armónica o un pandero y no la maravaillosa arpa que Dorja realmente era.
Sus ojos eran ámbar, casi transparentes, al igual que su cabello, como si toda ella estuviera hecha de avellanas, madera de abeto sin vetas, miel y chocolate blanco. Su risa era tersa sin salpicaduras y su aroma era afresado con toques de canela. De su cabeza perfecta nacían rizos dorados qué podían llegar a ser casi blancos hasta cafés bien oscuro. Y su manos. Unas manos absolutamente indescriptibles. Compactas pero no pequeñas, ni flacas ni gordas, pero muy expresivas incluso en la inmovilidad.
Coninuará....
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