Re: Taller del Alquimista...
Lo que se de las mujeres...
La verdad es que no se nada. Todas son distintas y el que diga otra cosa es que realmente no se ha tomado el tiempo en tratar de conocerlas. Se algunas cosas muy básicas.
Se que sus cuerpos son aromáticos. Una mujer siempre huele, a la edad que sea, de la condición que sea, de la religión que sea. Mi recatada abuela olía a flores... a muchas flores. Usaba talco en los zapatos, perfumes sobrios y su rosarios de palo de rosa podía impregnar cualquier cuarto en unos minutos de penetrante olor a rosas. Un día la caché poniendo unas gotitas de aceite de rosas en su rosario. Una agradable trampa.
Mi madre olía diferente pero también olía. Ella olía más a frutas. Siempre usó perfumes empalagosos y penetrantes. Así que aprendí a reconocer la presencia de mi madre en la casa a través de su olor.
Superadas las primeras impresiones de mujer, tuve mi primera fragante novia y la segunda y la tercera. Allende las fragancias artificiales, descubrí el verdadero aroma de una mujer. Y aunque suene feo, seguimos siendo animales. Descubrí el aroma de una mujer en celo, en su luna, en días fértiles y no. Y aprendí que las mujeres que comen muchas proteinas animales huelen muy distinto en cualquier etapa, a las que son más vegetarianas o hacen ejercicio. Aprendí a oler en el aliento su enojo o su felicidad, el hígado, el pancreas, los riñones y el estómago. Me enamoré cuando en mi cuerpo se quedó por primera vez la traza de olor de una hembra por varios días. Nada como nadar entre los sudores y olores de una mujer con la luz apagada, como flotando enmedio del universo.
Las que no huelen a perfumes, igual huelen y huelen fuerte. Al fin y al cabo mujeres.
Se que aman desde niñas. Que se ilusionan facil y se entregan más facil, sólo hay que saber mostrarles el camino amarillo y darles cierta seguridad de que no eres una ilusión óptica, aunque lo seas. Una mujer defiende a su hombre hasta el final, hasta el absurdo, hasta la ridiculez, mientras no se sienta decepcionada. Se que pueden escoger a un hombre y morir con él cincuenta años después aunque éste haya tenido otras 100 parejas.
Se que íntimamente admiran a su hombre aunque todos los días y ante la primera provocación o nó, le repitan que es el más pendejo del mundo, del universo.
Se que en sus entrañas opera la magia de Dios. Ya sea como amantes o como alquimistas que pueden inventar a otro ser humano sólo con un par de células y soportar ese dolor con ternura y convicción mística. Y que en sus manos pueden esconder unguentos intangibles que curan casi cualqueir cosa con una caricia.
Y se que duelen. Que perdonan pero nunca olvidan y que cuando deciden irse, se van para siempre, aunque su cuerpo se quede junto al tuyo, con una mirada que te traspasa como si no estuvieras ahí.
Y se que siempre esperan una flor, el cumplimiento de la promesa hueca de adolescencia y la llegada de tiempos mejores. Siempre esperan tiempos mejores porque su ideal forjado en los cuentos de hadas es imposible de cumplir aunque no lo saben o no lo quieren saber.
Y se que se marchitan como cualquier hermosa flor. El tiempo odia a las mujeres y las mujeres a él, pues las va carcomiendo despacito, arrancándoles día a día el esplendor y la glora, hasta que sólo deja su cáscara postrada en algún rincón, recordando ayeres de señorío que sólo habitaron en sus cabezas.
Se que su castigo es ser longevas. Que casi todas entierran a gran parte de la familia y siendo Dios sabio como es, sólo a ellas las dota de esa humildad, fuerza y presencia de ánimo como para soportar la muerte de un cercano.
Y sé que como humanidad no tenemos mucha esperanza. Algún día nos extinguiremos pero mientras siga una mujer en pie, habrá esperanza.
Lo que se de las mujeres...
La verdad es que no se nada. Todas son distintas y el que diga otra cosa es que realmente no se ha tomado el tiempo en tratar de conocerlas. Se algunas cosas muy básicas.
Se que sus cuerpos son aromáticos. Una mujer siempre huele, a la edad que sea, de la condición que sea, de la religión que sea. Mi recatada abuela olía a flores... a muchas flores. Usaba talco en los zapatos, perfumes sobrios y su rosarios de palo de rosa podía impregnar cualquier cuarto en unos minutos de penetrante olor a rosas. Un día la caché poniendo unas gotitas de aceite de rosas en su rosario. Una agradable trampa.
Mi madre olía diferente pero también olía. Ella olía más a frutas. Siempre usó perfumes empalagosos y penetrantes. Así que aprendí a reconocer la presencia de mi madre en la casa a través de su olor.
Superadas las primeras impresiones de mujer, tuve mi primera fragante novia y la segunda y la tercera. Allende las fragancias artificiales, descubrí el verdadero aroma de una mujer. Y aunque suene feo, seguimos siendo animales. Descubrí el aroma de una mujer en celo, en su luna, en días fértiles y no. Y aprendí que las mujeres que comen muchas proteinas animales huelen muy distinto en cualquier etapa, a las que son más vegetarianas o hacen ejercicio. Aprendí a oler en el aliento su enojo o su felicidad, el hígado, el pancreas, los riñones y el estómago. Me enamoré cuando en mi cuerpo se quedó por primera vez la traza de olor de una hembra por varios días. Nada como nadar entre los sudores y olores de una mujer con la luz apagada, como flotando enmedio del universo.
Las que no huelen a perfumes, igual huelen y huelen fuerte. Al fin y al cabo mujeres.
Se que aman desde niñas. Que se ilusionan facil y se entregan más facil, sólo hay que saber mostrarles el camino amarillo y darles cierta seguridad de que no eres una ilusión óptica, aunque lo seas. Una mujer defiende a su hombre hasta el final, hasta el absurdo, hasta la ridiculez, mientras no se sienta decepcionada. Se que pueden escoger a un hombre y morir con él cincuenta años después aunque éste haya tenido otras 100 parejas.
Se que íntimamente admiran a su hombre aunque todos los días y ante la primera provocación o nó, le repitan que es el más pendejo del mundo, del universo.
Se que en sus entrañas opera la magia de Dios. Ya sea como amantes o como alquimistas que pueden inventar a otro ser humano sólo con un par de células y soportar ese dolor con ternura y convicción mística. Y que en sus manos pueden esconder unguentos intangibles que curan casi cualqueir cosa con una caricia.
Y se que duelen. Que perdonan pero nunca olvidan y que cuando deciden irse, se van para siempre, aunque su cuerpo se quede junto al tuyo, con una mirada que te traspasa como si no estuvieras ahí.
Y se que siempre esperan una flor, el cumplimiento de la promesa hueca de adolescencia y la llegada de tiempos mejores. Siempre esperan tiempos mejores porque su ideal forjado en los cuentos de hadas es imposible de cumplir aunque no lo saben o no lo quieren saber.
Y se que se marchitan como cualquier hermosa flor. El tiempo odia a las mujeres y las mujeres a él, pues las va carcomiendo despacito, arrancándoles día a día el esplendor y la glora, hasta que sólo deja su cáscara postrada en algún rincón, recordando ayeres de señorío que sólo habitaron en sus cabezas.
Se que su castigo es ser longevas. Que casi todas entierran a gran parte de la familia y siendo Dios sabio como es, sólo a ellas las dota de esa humildad, fuerza y presencia de ánimo como para soportar la muerte de un cercano.
Y sé que como humanidad no tenemos mucha esperanza. Algún día nos extinguiremos pero mientras siga una mujer en pie, habrá esperanza.
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