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Taller del Alquimista...

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  • Re: Taller del Alquimista...

    Originalmente publicado por kabrakan Ver post
    Mil gracias por tus buenos deseos, van al doble para ti, y espero ver que este año publiques un libro; me gusta como escribes.
    Saludos mi estimado Kabrakan. Muchas gracias por lo buenos deseos y ese tipo de comentarios son los que en realidad pueden hacer la diferencia entre dejar peridida una afición y exigirse a uno mismo subir un escalón. Te aseguro que lo tendré en cuenta como propósito de este año.

    Te mando un gran abrazo.
    NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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    • Re: Taller del Alquimista...

      Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
      Y claro que también para mi querida Tatis y claro que también para mi amigo Cubo y claro que también para todos mis amigos que vinen a pararse por acá aunque sea un poquito.

      Abrazos sinceros. Lo saben y lo sé.
      Alqui, qué bueno que te veo de regreso.
      Estoy a las carreras, como siempre, o será que yo me invento los motivos???... Bueno, después lo averiguo;me conecté para saludarte y desear que tu viaje haya sido fructífero; te tengo que contar de dos convocatorias. Una de un cuento y la otra de novela de crimen!! Pensé en el ya sabes, el cuento de Klar...
      Luego conversamos y como ya vi tu correo aqui, te hago un Fw.
      Un abrazo mientras tanto.!!

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      • Re: Taller del Alquimista...

        Mira lo que me encontré Alqui. Estaba en el Muro de la "Librería Mundo"
        Espero que les guste, a los que no lo conocen y a los que si , que lo vuelvan a disfrutar.


        "Cuentan que un hombre compró una muchacha por cuatro mil denarios.
        Un día la miró y echó a llorar.
        La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió." Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios." Cuando quedó sola la muchacha se arrancó los ojos.
        Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo: "¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor" Ella le respondió: "No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios." A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:"La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumento para nosotros y te la hemos tomado." Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada.
        La muchacha estaba muerta.


        Ah'Med Ech Chiruani.

        (Tomado del libro
        : ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA FANTÁSTICA.
        Jorge Luis Borges/ Adolfo Bioy Casares/ Silvia Ocampo.)

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        • Re: Taller del Alquimista...

          Una Fuga de Agua, Buenos Días Santa Fe y La Licenciada Linares. (Primera parte de tres)

          Una Fuga de Agua.

          Alguna vez tuve uno de esos coches casi siempre sobrevalorados de origen alemán. Todos quieren tener uno hasta que de veras lo tienen. No son mucho mejores que los demás pero si mucho más caros. ¿El Estatus? Una estupidez de mentes débiles. Y de eso se trata esto. De cuando la mente se descarrila. De cuando el clavo de la herradura de un caballo provoca que se pierda un reino. Y así las cosas.

          Un día de esos de sol asesino, manejaba entre ciudad y ciudad. La zona simidesértica y aunque muy transitada, adquiría por tramos características de paraje. En el exterior unos 26º, pero adentro de mi bestia teutona podía controlar mi clima, mi velocidad, mi música. Ingenieros de alto nivel habían invertido miles de horas de estudio y trabajo para conjuntar los mejores materiales del mundo y ponerlos a mi servicio en forma de coche. Teniendo todo ese back up, ¿quién se puede preocupar?

          Mi cuerpo se hundía en un inimaginablemente comodísimo asiento de suave piel térmica, el sistema de sonido de 12 bocinas me entregaba a Turandot deliciosamente ensordecedor y como una bala había rebasado por mas de 100 el límite de 120 km/h permitidos. Me faltaban unos 50 kilómetros para llegar a mi destino y pasó.

          Una alarma sonora que apagó el sistema de sonido sin preguntarme precedió a una señal visual en el tablero. En enormes letras rojas se desplegó ante mis incrédulos ojos una señal parpadeante de STOP. CHECK THE SERVICE MANUAL.

          Un poco desconcertado bajé la velocidad y me incorporé al carril de baja. Ante una alerta el cuerpo reacciona igual que lo hacían los cavernícolas ante la presencia de un depredador en las cercanías. Se aguzan los sentidos. Empecé a olfatear el aire en busca de algún olor fuera de lo habitual, apagué el aire acondicionado para escuchar mejor el motor y mi vista se centré en el cofre por salía algún tipo de humo. La chicharra repicona me volvía loco. Esa maldita alerta me dio una punzada en el corazón y una más fuerte en la cartera.

          De inmediato pensé que no llegaría a mi destino. En mi confundida mente no podía entender cómo esa máquina, pensada por mi invencible (y por lo tanto yo) me podía estar haciendo esto en medio de la carretera. Me sentí traicionado, abatido.
          No escuché nada extraño. El motor seguía ronroneando como un gatito, los frenos seguían enfrenando, la transmisión seguía empujando con la fuerza de un toro de lidia en plena embestida y todo el coche persistía en la trayectoria que le marcaba con el volante, presión de aceite bien, carga de batería bien y temperatura del motor, también. O sea, NADA. Pero la maldita alerta y los chillidos de rata ahorcada me seguían taladrando las orejas y arañando el espíritu completo. Así que proseguí algunos kilómetros esperando que fuera una falsa alarma, un mal sueño o un error en la computadora de la nave. Pero no. Así que me detuve en contra de todititita voluntad.
          Ya abajo, el siseo característico de una fuga de vapor me descubrió la falla. Abrí el capó y mi alarma pasó a un sentimiento de alivio que fue muy idiota. Del radiador salía un pequeñísimo, casi invisible chorrito de agua y vapor. Casi imperceptible. ¿Por esto tanto pinche alboroto? –Pensé. Y cerré el capo desdeñosamente. Arranqué el coche y en la siguiente caseta le puse una buena cantidad de caldosa agua proveniente de un tambo dispuesto para esos menesteres. Mi idea era rellenar el depósito y llegar a mi casa. Al otro día vería con más calmita cómo diablos componer la descomposturita molesta. Y pensando esto, puse en marcha el prodigio alemán.

          La chicharra dejó de sonar y me sentí satisfecho conmigo mismo por tanta pinche sabiduría mecánica. ¿Qué puede pasar? Estoy a menos de una hora de mi casa y la fuguitititititita estúpida no se veía muy difícil o cara de reparar. Me puse en marcha triunfante, vencedor, imponente, digno de esa máquina, dueño de la carretera otra vez.
          Y resulta que a eso de unos 20 kilómetros reapareció la chicharra. Pero ahora solamente molesta porque como ya sabía el origen de la falla, no me espanté. Confiando en mi gran criterio, pensé que por más grave que fuera la fuga, (y ya había visto que no lo era) en cualquier caso podría llegar a mi casa en menos de una hora y luego yaaaa. Lo arreglaría al otro día o llamaría a algún mecánico o lo que fuera, pero ya había decidido que bajo ninguna circunstancia me iba a quedar tirado en la carretera. Y exactamente eso fue lo que pasó.

          El pequeño hoyito en el radiador resulta ser que daba exactamente a la cabeza del alternador, en donde lleva un balero que está conectado a una flecha que a su vez tiene una polea que a través de una banda está conectada a media docena de sistemas y dispositivos, entre ellos el ventilador del coche. Y lo que pasó es que el pequeño chorrito de vapor y agua caliente a presión, derritió la grasa del balero, por lo que éste se quemó amarrando la polea que acciona el ventilador del coche. Ya sin el auxilio del ventilador, el radiador no pudo enfriarse y la temperatura de la máquina se elevó y se elevó y se elevó, haciendo del hoyito un hoyote, dejando salir todo el contenido del radiador. Ya sin agua, la máquina se calentó lo suficiente como para desbaratarse. Válvulas flameadas, bielas rotas, las cabezas torcidas. Una pesadilla.

          Claro que el coche trató de avisarme que la cosa andaba muy mal, pero yo en la idea de que era un hoyito en el radiador y sumándole la necedad y autosuficiencia características de cualquier pendejo que puede comprar un Mercedes Benz, el resultado fue catastrófico. Me enteré del desmadre cuando bajo el cofre sentí como si una manada de cerdos trataran de salir en estampida y prosiguiò con un sonoro silbido que acompañaba a una gran nube que rodeó el coche como queriéndolo devorar. A mi coche no lo destruyó un hoyito, lo destruyó mi pendejada.
          El Alquimista
          Perverso Amateur
          Last edited by El Alquimista; 01-febrero-2013, 03:32.
          NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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          • Re: Taller del Alquimista...

            Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
            Muchas gracias mi querida Klar... Igualmente.... Yo deseo que tengas mucha lana, poca chamba, mucho sexo recreativo sin consecuencias negativas, harta verdad y poca mentira. Harta frivolidad, reflexiones profundas y enormes encuentros con personas interesantes y atractivas. Pastel, café, chocolate espeso, tortas con mucho jamón y queso, frio rico, sol que no queme, aire que no despeine y pozole. A mi me encanta el pozole. Lecturas entretenias buenas o malas, enojos pocos, risas muchas y tranquilidad de conciencia. Que mas puede usté pedir?????
            Recuerdas el cuento que te enseñaría, se dañó el archivo...
            A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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            • Re: Taller del Alquimista...

              Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
              Muchas gracias mi querida Klar... Igualmente.... Yo deseo que tengas mucha lana, poca chamba, mucho sexo recreativo sin consecuencias negativas, harta verdad y poca mentira. Harta frivolidad, reflexiones profundas y enormes encuentros con personas interesantes y atractivas. Pastel, café, chocolate espeso, tortas con mucho jamón y queso, frio rico, sol que no queme, aire que no despeine y pozole. A mi me encanta el pozole. Lecturas entretenias buenas o malas, enojos pocos, risas muchas y tranquilidad de conciencia. Que mas puede usté pedir?????
              Recuerdas el cuento que te enseñaría, se dañó el archivo...
              A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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              • Re: Taller del Alquimista...

                Originalmente publicado por Klar Ver post
                Recuerdas el cuento que te enseñaría, se dañó el archivo...


                Pero si tienes copia en algún lado, verdad??
                Amiguita te mando un abrazo muy fuerte con mis mejores deseos para este 2013, aunque ya se que lo pasaste muy bien, pero por aqui no te había dicho nada.

                Aqui les dejo a los dos; y también a Cubo y Kabrakan, esta Convocatoria que tal vez les interese.

                Alqui yo tu cuento lo voy a leer cuando lo pongas todo, las tres partes.Si no me traumo.
                Abrazos



                Premio de novela de crímenes ‘Medellín Negro’ 2013

                En el marco del IV Congreso Internacional de Literatura ‘Medellín Negro’ 2013, el premio de novela de crímenes tiene como propósito estimular la reflexión ética y estética sobre el crimen para las sociedades contemporáneas desde el punto de vista de las víctimas: su identidad, sus particulares condiciones personales, los conflictos sociales que encarna y las circunstancias políticas que le rodean aportan un nuevo enfoque sobre el fenómeno criminal.

                El concurso de novela de crímenes se inscribe así en el campo del género negro en sus distintas variantes (policial, detectivesco, espionaje, etc.), pero desarrollando la historia a partir de un campo local de conflicto en que las víctimas determinen la reflexión.

                Las obras deberán ser originales e inéditas, estar escritas en español, no haber sido premiadas con anterioridad en ningún certamen y estar libres de compromiso de edición. El plazo de recepción de trabajos terminará el próximo 15 de abril. El premio se entregará en el marco del IV Congreso Internacional de Literatura ‘Medellín Negro’ 2013, que tendrá lugar en el mes de septiembre. La novela ganadora se publicará en una editorial reconocida.

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                • Re: Taller del Alquimista...

                  Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
                  Una Fuga de Agua, Buenos Días Santa Fe y La Licenciada Linares. (Primera parte de tres)

                  Una Fuga de Agua.

                  Alguna vez tuve uno de esos coches casi siempre sobrevalorados de origen alemán. Todos quieren tener uno hasta que de veras lo tienen. No son mucho mejores que los demás pero si mucho más caros. ¿El Estatus? Una estupidez de mentes débiles. Y de eso se trata esto. De cuando la mente se descarrila. De cuando el clavo de la herradura de un caballo provoca que se pierda un reino. Y así las cosas.

                  Un día de esos de sol asesino, manejaba entre ciudad y ciudad. La zona simidesértica y aunque muy transitada, adquiría por tramos características de paraje. En el exterior unos 26º, pero adentro de mi bestia teutona podía controlar mi clima, mi velocidad, mi música. Ingenieros de alto nivel habían invertido miles de horas de estudio y trabajo para conjuntar los mejores materiales del mundo y ponerlos a mi servicio en forma de coche. Teniendo todo ese back up, ¿quién se puede preocupar?

                  Mi cuerpo se hundía en un inimaginablemente comodísimo asiento de suave piel térmica, el sistema de sonido de 12 bocinas me entregaba a Turandot deliciosamente ensordecedor y como una bala había rebasado por mas de 100 el límite de 120 km/h permitidos. Me faltaban unos 50 kilómetros para llegar a mi destino y pasó.

                  Una alarma sonora que apagó el sistema de sonido sin preguntarme precedió a una señal visual en el tablero. En enormes letras rojas se desplegó ante mis incrédulos ojos una señal parpadeante de STOP. CHECK THE SERVICE MANUAL.

                  Un poco desconcertado bajé la velocidad y me incorporé al carril de baja. Ante una alerta el cuerpo reacciona igual que lo hacían los cavernícolas ante la presencia de un depredador en las cercanías. Se aguzan los sentidos. Empecé a olfatear el aire en busca de algún olor fuera de lo habitual, apagué el aire acondicionado para escuchar mejor el motor y mi vista se centré en el cofre por salía algún tipo de humo. La chicharra repicona me volvía loco. Esa maldita alerta me dio una punzada en el corazón y una más fuerte en la cartera.

                  De inmediato pensé que no llegaría a mi destino. En mi confundida mente no podía entender cómo esa máquina, pensada por mi invencible (y por lo tanto yo) me podía estar haciendo esto en medio de la carretera. Me sentí traicionado, abatido.
                  No escuché nada extraño. El motor seguía ronroneando como un gatito, los frenos seguían enfrenando, la transmisión seguía empujando con la fuerza de un toro de lidia en plena embestida y todo el coche persistía en la trayectoria que le marcaba con el volante, presión de aceite bien, carga de batería bien y temperatura del motor, también. O sea, NADA. Pero la maldita alerta y los chillidos de rata ahorcada me seguían taladrando las orejas y arañando el espíritu completo. Así que proseguí algunos kilómetros esperando que fuera una falsa alarma, un mal sueño o un error en la computadora de la nave. Pero no. Así que me detuve en contra de todititita voluntad.
                  Ya abajo, el siseo característico de una fuga de vapor me descubrió la falla. Abrí el capó y mi alarma pasó a un sentimiento de alivio que fue muy idiota. Del radiador salía un pequeñísimo, casi invisible chorrito de agua y vapor. Casi imperceptible. ¿Por esto tanto pinche alboroto? –Pensé. Y cerré el capo desdeñosamente. Arranqué el coche y en la siguiente caseta le puse una buena cantidad de caldosa agua proveniente de un tambo dispuesto para esos menesteres. Mi idea era rellenar el depósito y llegar a mi casa. Al otro día vería con más calmita cómo diablos componer la descomposturita molesta. Y pensando esto, puse en marcha el prodigio alemán.

                  La chicharra dejó de sonar y me sentí satisfecho conmigo mismo por tanta pinche sabiduría mecánica. ¿Qué puede pasar? Estoy a menos de una hora de mi casa y la fuguitititititita estúpida no se veía muy difícil o cara de reparar. Me puse en marcha triunfante, vencedor, imponente, digno de esa máquina, dueño de la carretera otra vez.
                  Y resulta que a eso de unos 20 kilómetros reapareció la chicharra. Pero ahora solamente molesta porque como ya sabía el origen de la falla, no me espanté. Confiando en mi gran criterio, pensé que por más grave que fuera la fuga, (y ya había visto que no lo era) en cualquier caso podría llegar a mi casa en menos de una hora y luego yaaaa. Lo arreglaría al otro día o llamaría a algún mecánico o lo que fuera, pero ya había decidido que bajo ninguna circunstancia me iba a quedar tirado en la carretera. Y exactamente eso fue lo que pasó.

                  El pequeño hoyito en el radiador resulta ser que daba exactamente a la cabeza del alternador, en donde lleva un balero que está conectado a una flecha que a su vez tiene una polea que a través de una banda está conectada a media docena de sistemas y dispositivos, entre ellos el ventilador del coche. Y lo que pasó es que el pequeño chorrito de vapor y agua caliente a presión, derritió la grasa del balero, por lo que éste se quemó amarrando la polea que acciona el ventilador del coche. Ya sin el auxilio del ventilador, el radiador no pudo enfriarse y la temperatura de la máquina se elevó y se elevó y se elevó, haciendo del hoyito un hoyote, dejando salir todo el contenido del radiador. Ya sin agua, la máquina se calentó lo suficiente como para desbaratarse. Válvulas flameadas, bielas rotas, las cabezas torcidas. Una pesadilla.

                  Claro que el coche trató de avisarme que la cosa andaba muy mal, pero yo en la idea de que era un hoyito en el radiador y sumándole la necedad y autosuficiencia características de cualquier pendejo que puede comprar un Mercedes Benz, el resultado fue catastrófico. Me enteré del desmadre cuando bajo el cofre sentí como si una manada de cerdos trataran de salir en estampida y prosiguiò con un sonoro silbido que acompañaba a una gran nube que rodeó el coche como queriéndolo devorar. A mi coche no lo destruyó un hoyito, lo destruyó mi pendejada.

                  Aqui lo pongo arriba para conminarte amablemente, y como quien no quiere la cosa, a seguir.
                  Te dije "cuento" pero tal vez es otra anécdota tuya.
                  Un Abrazo. Se acaba la pila....

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                  • Re: Taller del Alquimista...

                    No hay tal.
                    A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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                    • Re: Taller del Alquimista...

                      Originalmente publicado por Klar Ver post
                      No hay tal.
                      Como crees Klar? Ni un respaldito ni nada? Lo bueno de cuando se te pierde algo es que puedes reescribirlo con una idea mas clara.
                      NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                      • Re: Taller del Alquimista...

                        Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
                        Una Fuga de Agua, Buenos Días Santa Fe y La Licenciada Linares. (Primera parte de tres)

                        Una Fuga de Agua.

                        Alguna vez tuve uno de esos coches casi siempre sobrevalorados de origen alemán. Todos quieren tener uno hasta que de veras lo tienen. No son mucho mejores que los demás pero si mucho más caros. ¿El Estatus? Una estupidez de mentes débiles. Y de eso se trata esto. De cuando la mente se descarrila. De cuando el clavo de la herradura de un caballo provoca que se pierda un reino. Y así las cosas.

                        Un día de esos de sol asesino, manejaba entre ciudad y ciudad. La zona simidesértica y aunque muy transitada, adquiría por tramos características de paraje. En el exterior unos 26º, pero adentro de mi bestia teutona podía controlar mi clima, mi velocidad, mi música. Ingenieros de alto nivel habían invertido miles de horas de estudio y trabajo para conjuntar los mejores materiales del mundo y ponerlos a mi servicio en forma de coche. Teniendo todo ese back up, ¿quién se puede preocupar?

                        Mi cuerpo se hundía en un inimaginablemente comodísimo asiento de suave piel térmica, el sistema de sonido de 12 bocinas me entregaba a Turandot deliciosamente ensordecedor y como una bala había rebasado por mas de 100 el límite de 120 km/h permitidos. Me faltaban unos 50 kilómetros para llegar a mi destino y pasó.

                        Una alarma sonora que apagó el sistema de sonido sin preguntarme precedió a una señal visual en el tablero. En enormes letras rojas se desplegó ante mis incrédulos ojos una señal parpadeante de STOP. CHECK THE SERVICE MANUAL.

                        Un poco desconcertado bajé la velocidad y me incorporé al carril de baja. Ante una alerta el cuerpo reacciona igual que lo hacían los cavernícolas ante la presencia de un depredador en las cercanías. Se aguzan los sentidos. Empecé a olfatear el aire en busca de algún olor fuera de lo habitual, apagué el aire acondicionado para escuchar mejor el motor y mi vista se centré en el cofre por salía algún tipo de humo. La chicharra repicona me volvía loco. Esa maldita alerta me dio una punzada en el corazón y una más fuerte en la cartera.

                        De inmediato pensé que no llegaría a mi destino. En mi confundida mente no podía entender cómo esa máquina, pensada por mi invencible (y por lo tanto yo) me podía estar haciendo esto en medio de la carretera. Me sentí traicionado, abatido.
                        No escuché nada extraño. El motor seguía ronroneando como un gatito, los frenos seguían enfrenando, la transmisión seguía empujando con la fuerza de un toro de lidia en plena embestida y todo el coche persistía en la trayectoria que le marcaba con el volante, presión de aceite bien, carga de batería bien y temperatura del motor, también. O sea, NADA. Pero la maldita alerta y los chillidos de rata ahorcada me seguían taladrando las orejas y arañando el espíritu completo. Así que proseguí algunos kilómetros esperando que fuera una falsa alarma, un mal sueño o un error en la computadora de la nave. Pero no. Así que me detuve en contra de todititita voluntad.
                        Ya abajo, el siseo característico de una fuga de vapor me descubrió la falla. Abrí el capó y mi alarma pasó a un sentimiento de alivio que fue muy idiota. Del radiador salía un pequeñísimo, casi invisible chorrito de agua y vapor. Casi imperceptible. ¿Por esto tanto pinche alboroto? –Pensé. Y cerré el capo desdeñosamente. Arranqué el coche y en la siguiente caseta le puse una buena cantidad de caldosa agua proveniente de un tambo dispuesto para esos menesteres. Mi idea era rellenar el depósito y llegar a mi casa. Al otro día vería con más calmita cómo diablos componer la descomposturita molesta. Y pensando esto, puse en marcha el prodigio alemán.

                        La chicharra dejó de sonar y me sentí satisfecho conmigo mismo por tanta pinche sabiduría mecánica. ¿Qué puede pasar? Estoy a menos de una hora de mi casa y la fuguitititititita estúpida no se veía muy difícil o cara de reparar. Me puse en marcha triunfante, vencedor, imponente, digno de esa máquina, dueño de la carretera otra vez.
                        Y resulta que a eso de unos 20 kilómetros reapareció la chicharra. Pero ahora solamente molesta porque como ya sabía el origen de la falla, no me espanté. Confiando en mi gran criterio, pensé que por más grave que fuera la fuga, (y ya había visto que no lo era) en cualquier caso podría llegar a mi casa en menos de una hora y luego yaaaa. Lo arreglaría al otro día o llamaría a algún mecánico o lo que fuera, pero ya había decidido que bajo ninguna circunstancia me iba a quedar tirado en la carretera. Y exactamente eso fue lo que pasó.

                        El pequeño hoyito en el radiador resulta ser que daba exactamente a la cabeza del alternador, en donde lleva un balero que está conectado a una flecha que a su vez tiene una polea que a través de una banda está conectada a media docena de sistemas y dispositivos, entre ellos el ventilador del coche. Y lo que pasó es que el pequeño chorrito de vapor y agua caliente a presión, derritió la grasa del balero, por lo que éste se quemó amarrando la polea que acciona el ventilador del coche. Ya sin el auxilio del ventilador, el radiador no pudo enfriarse y la temperatura de la máquina se elevó y se elevó y se elevó, haciendo del hoyito un hoyote, dejando salir todo el contenido del radiador. Ya sin agua, la máquina se calentó lo suficiente como para desbaratarse. Válvulas flameadas, bielas rotas, las cabezas torcidas. Una pesadilla.

                        Claro que el coche trató de avisarme que la cosa andaba muy mal, pero yo en la idea de que era un hoyito en el radiador y sumándole la necedad y autosuficiencia características de cualquier pendejo que puede comprar un Mercedes Benz, el resultado fue catastrófico. Me enteré del desmadre cuando bajo el cofre sentí como si una manada de cerdos trataran de salir en estampida y prosiguiò con un sonoro silbido que acompañaba a una gran nube que rodeó el coche como queriéndolo devorar. A mi coche no lo destruyó un hoyito, lo destruyó mi pendejada.
                        Ahí va la segunda parte...
                        NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

                        Comment


                        • Re: Taller del Alquimista...

                          Una Fuga de Agua, Buenos Días Santa Fe y La Licenciada Linares. (Segunda parte de tres)

                          Buenos Días Santa Fe.

                          El único programa 34 copa doble D del cuadrante o algo así rezaba uno de sus promos. Ese y muchos más. Raro para ser una franquicia de la Ibero. Créanme que, en ocasiones los religiosos pueden ser muuuuy cuadrados. Y la Universidad Iberoamericana es de religiosos, pero parece que en muchos sentidos, estos religiosos (los de la Ibero) saben lo que quiere decir Universidad. Nada comparado con las Universidades Panamericana o Anáhuac, en donde están un poco más cerca de la Inquisición y del Negocio que de una mente abierta a diferentes expresiones.

                          Buenos días Santa Fe, transmitido por el 90.9 FM y a todo el mundo por internet, tenía a un trio y en ocasiones a un cuarteto de individuos que escogían música indie y en ocasiones no tan indie pero siempre de excelente gusto. (A excepción de Juliantla de Joan Sebastian –que transmitían regularmente en una especie de broma extraña-) Desdé hacía 6 años tenían secciones fijas que abordaban las noticias más relevantes del día, con un enfoque fresco y absolutamente falto de solemnidad que lo hacían una maravillosa delicia.

                          En realidad era un programa muy bueno. Los que salimos de alguna universidad realmente nos identificábamos. Las bromas pseudointelectualoides, la agudeza de ingenio de los conductores y la música que transmitían, en realidad hacían al escucha trasladarse a la Universidad de nueva cuenta. Como práctica tenían la retroalimentación con su pública vía twitter, Facebook y el teléfono. Esto hacía el programa muy dinámico.

                          Es un hecho que cuando uno escuchaba el programa, los problemas parecían menores. Es un síndrome del clasemediero sentir que lucha sólo contra el mundo, sin sindicatos, gremios o conglomerados sociales que le amortigüen los madrazos que da la vida. Buenos días Santa Fe, hablaba de los problemas del mundo real para los que tratan de hacerse un lugar en el mundo sin sucumbir, no al hambre sino a la presión social.

                          Así las cosas. Con la salida del aire de Buenos Días Santa Fe, muchos quedaron huérfanos. Incluida la Licenciada Linares.

                          La Licenciada Linares.

                          Menuda, atlética, educada. Un magnífico ejemplar de hembra. Aunque ya casi llegaba a los 40 años, su complexión era de una de 15 años. Corría todos los días 4 kilómetros exactos, hacía yoga dos veces a la semana y comía, en cantidad y calidad, casi lo que un conejo. Aunque le encantaban las conchas con nata y la leche bronca, lo que afortunadamente le proporcionaba suficiente material para, según su genética, dotarla de dos hermosos senos y dos durísimas y bien proporcionadas nalgas.

                          Soltera, en su haber dos carreras, dos maestrías, un doctorado y uno más en proceso y por lo menos una veintena de diplomados. Abogada de profesión natural, había estudiado economía y dominaba por decir exactamente dominaba, todo lo que tenía que ver con Derecho Constitucional, Derechos Humanos, Garantías Individuales y eso, aunque en realidad, lo que la había puesto en el mapa y le dejaba cobrar en muchos dólares la hora, era la práctica del Derecho Internacional Público y Privado.

                          Hablaba impecablemente el Inglés como si fuera su lengua natal, leía y escribía en francés, entendía alemán, italiano y portugués y en sus ratos libres estudiaba chino, por aquello de qué el Imperio se trasladara eventualmente al otro lado del mundo.

                          Medía no más de 1.65 y pesaba 60 muy bien proporcionados kilos, su cabello negro azulaba y le caía completamente lacio a los lados de la cara, casi a medio hombro. Nunca se lo dejó más largo, cejas abundantes negras bien definidas y cara de perfiles angulados resaltados por unos enormes ojos negros engastados en una piel lechosa, le proporcionaban un aire exótico de maravillosa simpleza. Es decir, nadie volteaba a verla. Pero el que se tomaba el tiempo de observarla con detenimiento por accidente, concluía que era un absoluto bombón.

                          Competente, puntal, responsable, de risa fácil y carcajada contagiosa, era ese tipo de persona que enamoraba a los clientes con conocimientos contundentes, sensibilidad samaritana y criterio escrupuloso. No cabía duda que era la reina del mundo.
                          NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                          • Re: Taller del Alquimista...

                            Una fuga, Buenos Días Santa Fe y la Licenciada Linares (Parte 3.1 de 3.2)

                            Viernes 25 de enero…
                            La noche anterior, la Licenciada Linares se había desvelado un poco. Siempre lo hacía. Ya sea leyendo un libro, un expediente o simplemente checando sus correos, se pasaba de su autoimpuesta hora para dormir. Esta vez, lo que la había tenido en vela, era la lectura de un expediente. El día 25 de enero, se reunirían en su oficina (en Santa Fe) varios personajes. Se trataba de un megaproyecto que involucraba 5,000 millones de dólares procedentes de China. Ella sería la protagonista en cuanto a explicar y convencer a los inversionistas chinos de la factibilidad de afincarse en México.

                            El proyecto involucraba temas de extranjería, esquemas de inversión, tributación, concesiones, permisos, patentes, marcas y una docena de temas secundarios. En la reunión participarían personajes de diversas instancias de gobierno al más alto nivel y sobra decir que la Lic. Linares, de concretarse el negocio, inflaría en un par de ceros sus cuentas. Lo que en realidad no la tenía muy emocionada, pues en su vocabulario se utilizaba regularmente en varios idiomas la palabra millones, cientos de millones, miles de millones, seguido de otras palabras que se deletrean con dólares y euros. Y aunque no había llegado a los 40 años, seguramente si dejara de trabajar en ese preciso instante, no tendría problema alguno por llegar a la vejez gozando de recursos suficientes. Así de bien le había ido.
                            La noche previa echó un último vistazo, checó algunos valores de mercado, revisó que en su iPad estuvieran correctamente cargadas una veintena de leyes y otra veintena de gráficos y se dispuso a dormir.

                            Ese extraño Viernes 25 se levantó como de costumbre a las 5 de la mañana. Se empezó a mover con modorra, arremolinada entre sus hermosas sábanas de seda negra. Amaba la seda. Después de tomar una gran bocanada de aire, literalmente saltó de la cama como lo hacía siempre. Caminó hacia el vestidor. En el trayecto se fue despojando de las mínimas prendas que usaba para dormir. Un vaporoso conjunto de encaje rojo transparente de Victoria´s Secret con su respectiva bata de seda roja. En el vestidor escogió unas licras de jogging, top, chamarra y tenis Nike, todos de color anaranjado de un tono cercano a los marcatextos. Saliendo tomó una gorra Adidas y lentes Oakley. Prendió su iphone en la aplicación de Nike y salió corriendo para recorrer sus religiosos 4 kilómetros. Esta vez hizo 22 minutos que no eran ni buenos ni malos para ella y se metió al baño.

                            En el baño utilizó cerca de 20 productos que constituían ya una rutina. Llenó la bañera y se aplicó enjuague, champú, tratamiento para el pelo, jabón exfoliante para la cara, exfoliante para los pies, jabón suave para el cuerpo, jabón para las manos y se sumergió en su ritual hedonista de todos los días. Lo merecía, no por nada era la Licenciada Linares. Una vez terminado el baño, completó su rutina con cremas de todos sabores, olores y texturas. Cremas distintas para cada parte del cuerpo, con vitaminas, minerales y protectores solares. Después desodorante, se lavó sus impecables dientes y salió cual Venus de Milo.

                            Ya en el otro lado del vestidor, escogió de un extenso guardarropa un traje sastre Kiton color cobalto hecho a la medida como cualquier Kiton, pensó que lo adecuado sería una camisa color perla de la misma marca, que mostraba unos finísimos ribetes en azul oscuro. Unas discretísimas mancuernillas Tiffany, un prendedor Paloma Picasso, una delgada gargantilla Cartier, aretes Mont Blanc y un juego de reloj y pulsera Rolex. Para rematar el conjunto vistió una gabardina color titanio Burberrys, zapatos y mascada Prada. La Licenciada Linares traía en ropa y accesorios lo necesario para darle de comer a una familia tarahumara un año.

                            Ya ataviada de abogada carisisisisismisima, fue a la cocina y tomó su cotidiano jugo de frutas y verduras. All what your body needs. –pensó.

                            Puso perfume en cuello, muñecas y sostén, antes de salir. Ya en la cochera se subió elegantemente a una camioneta Range Rover y encendió el estéreo en Buenos Días Santa Fe, antes de emprender la marcha. La Licenciada Linares no sabía mucho de coches, pero si sabía de lo bueno bueno. Sabía que su juguete tenía más juguetes y botones que un transbordador espacial y que bajo el cofre se sentía de algún modo, potencia suficiente como para sacar a un planetoide de órbita. Su autosatisfacción no tenía frontera. Casi era una diosa para sí misma.

                            (Ya ahí viene la última parte) Aguántenme un ratititito.)
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                            • Re: Taller del Alquimista...

                              Sigue...... Parte 3.1.1 Bueno es que no cabe... Pero es lo que sigue. Y luego sigue otra parte porque tampoco va a caber.... El chiste es que sigue....


                              Contra todo lo que se pudiera pensar, por las venas de la Licenciada Linares no corría sangre azul. De hecho bastante roja. Era la hija única de un muy mal avenido matrimonio entre dos profesores que se conocieron en una escuela primaria en la que ella empezaría sus estudios.

                              Su padre era pianista y profesor de música, también sabía tocar la guitarra y un poco el saxofón cuando se sentía festivo. Él era de azúcar con miel. De sus afiladas manos habían salido las caricias más hermosas que ella hubiera sentido jamás. Persona de parsimoniosos movimientos y voz ronca, profunda y amable, jamás se veía alterado. Le gustaba caminar con ella de la mano por los parques, por las calles… por la vida. Le trataba de explicar la vida siempre con metáforas y ejemplos felices. Le decía que la vida era como un gran concierto en la que todos formábamos parte de la orquesta. Que si uno fallaba, todo iba mal, aunque siempre en una orquesta que va mal siempre sobresale el que hace su trabajo bien. Y eso siempre había querido ser ella, el piano solista que suena bien siempre aunque toda la demás orquesta fuera un atado de cerdos haciendo ruido mientras mastican su instrumento. Lo había hecho bastante bien.

                              El ejercicio lo heredó de su madre. Una instructora de educación física y fisioterapeuta que siempre conservó una especie de cuerpo de hombre con chichis. Pero no era fea, solamente era un roble con proporciones distintas a las de las mujeres comunes y se enamoró del alto profesor de piernas largas, manos interminables y lento caminar. Su voz profunda, sus chalecos de rombos y su corbata burocrática le hacían pensar a ella que de algún modo, el profe de música sería acaudalado excéntrico, pero se equivocó. A él le enamoró el arrebato de ella que prácticamente lo asaltó. Podría decirse que se casaron por culpa de Reina, como le pusieron a su hija, ahora la Licenciada Linares.
                              Pero él nunca tuvo la energía que ella requería, o por lo menos no en el aspecto físico. La profesora de educación física pronto se desencantó del inexistente potentado y de su aire interesante que terminó por ser soporífero. Las aventuras de ella se sucedieron unas a otras. Con eso de que daba fisioterapia a deportistas, en muchas ocasiones el tratamiento resultaba siendo el mero pretexto para encubrir encuentros sexuales de todos colores y sabores. Una putita que resultó la maestra Eneida. El profesor de música terminó por resignarse y la Licenciada Linares recordaba que en el ambiente siempre se podía respirar una especie de complicidad mustia incómoda de resignación. Algo injusto para su padre –pensaba.

                              Así pues, la Licenciada Linares, era (al igual que sus tetas y nalgas) un producto de una buena genética y años de dedicación y esfuerzo continuos. Su memoria estaba muy por encima del promedio y desde pequeña desarrolló esa especie de curiosidad científica que engendra genios. Todos sus estudios fueron pagados por becas, limitaciones personales y un poco de direnro. Eso y la difícil situación familiar que la hicieron refugiarse en el estudio, crearon a la postre a ese mujerón inasible que se conocía como la Licenciada Linares, aunque en realidad era Doctora, pero ella jamás hacía la acotación para recalcar sus méritos. Sabía que no tenía importancia.

                              Y no obstante los atavíos suntuarios, ella era una clasemediera de corazón. La fortuna le había sonreído desde hacía algunos años, pero en proporción, la mayoría de su vida había vivido con frugalidad casi espartana. Y en sus adentros pensaba que en realidad no necesitaba nada de eso y si se lo había hecho llegar, era en una especie de disfraz para justificar sus honorarios y darle realce a su persona. En general, la mayoría de la gente le concedía mayor jerarquía por sus pendientes y el armazón de sus lentes que por los títulos colgados en su oficina.
                              Es entonces que la Lic. Linares enderezó su potente Range Rover hacia la oficina, dirección Santa Fe. Tenía que atravesar una parte caótica de la Ciudad antes de llegar, pero se ayudaba en ese transe aciago escuchando Buenos Días Santa Fe.

                              Avanzadas algunas cuadras, escuchó decir a Leonora Milán, co-conductora de ese programa que ese era el último día de transmisión. Claro que como asidua al programa, la Licenciada Linares ya había escuchado desde hacía varias semanas que el programa habría de terminar, pero no lo creyó o no le dio importancia. Pero en ese día en particular, estacionada en el carril de alta del periférico, con un inexplicable camión de 20 toneladas descompuesto obstruyendo el tráfico, 4 policías ayudándolo a detenerlo y una junta importantísima en un par de horas, el anuncio le cayó de peso.

                              Y pasó… Pasó lo que pasa cuando las cosas no deben de pasar. Ese punto y momento dónde y cuándo el universo completo se descarrila en un “algo” o “algos” en particular.
                              NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                              • Re: Taller del Alquimista...

                                Siguiente parte... Ya no se ni cual es... Creo que es la 3.1.2. Y ya viene el final.

                                Sin que pudiera entender por qué o cómo, la Licenciada Linares puso atención inusual a todas las palabras de Leonora Mlán. Sintió un vuelco en el corazón, una sensación incómoda en el estómago. ¿Cómo?, ¿Por qué? ¿Era en serio? En ese momento se hizo el pequeño hoyito en el radiador de su psique.

                                Sin que pudiera entender por qué, un nudo se le hizo en la garganta, sintió los ojos húmedos y una lágrima solitaria le partió la cara en dos bordeando la nariz por el lado izquierdo y avanzando hasta estacionarse en sus labios. Una delgada mancha de rímel le descompuso su siempre cuidadísima imagen. Ella no usaba mucha pintura, pero teniendo unos enormes ojos como los suyos, los enmarcaba cuidadosamente con rímel, mucho rímel. Sintió en los labios el sabor salado de su propia lágrima con ese toque amargo de la pintura de ojos.

                                En medio de la Ciudad más grande del mundo y arriba de un auto equipado con blindaje ligero, de súbito, de improviso y sin que lo viera venir, fue impactada por un Tsunami. Un terremoto que venía directamente desde el centro de sus entrañas. Se sintió sola, vulnerable, inútil e infinitamente triste. Se le aguó la nariz y a la primera le siguieron algunas lágrimas más al momento en que parpadeó para aclarar la visión.

                                Jaló aire, carraspeó y echó los hombros para adelante retando a sus sentimientos. No era momento de ponerse ñoña. La esperaba una docena de poderosos que confiaban en su temple y conocimiento. Tomó un kleenex de la consola central, se sonó la nariz, se miró al espejo y retiró la mancha negruzca de la cara. Volteó por el espejo retrovisor, giró bruscamente el volante y le inyectó gas a la maquinota para salir de detrás del camión descompuesto, sin hacer caso a las señales de los policías ineptos. Le dio un cerrón a una señora que llevaba niños a la escuela y siguió su camino. Ensayó junto a la cabina del camión descompuesto un ademán y con el claxon ejecutó una perfecta e impersonal mentada de madre. Trató de dejar atrás el sentimiento como dejaba al camión descompuesto, en ese acto controlado de rabia liberada. Hizo un mueca ininteligible y le cambió a la estación de radio. Upppps…. Mala decisión.

                                Tratando de evadir el dolor que le había provocado gratuitamente la salida del aire de Buenos Días Santa Fe, le fue a poner al azar en una estación en la que tocaban una hora seguida de Los Beatles. La canción era Love me Do. Una favorita de su padre. Su cabeza se estremeció como cuando se muerde una tostada con una muela cariada. Un choque con un autobús de frente. Su padre amaba a Los Beatles. Love Me Do su favorita, que siempre le cantaba mientras le ponía la pijama antes de dormir.

                                El recuerdo la traicionó. La llevó directamente a esos días en que pensaba que el mundo era perfecto. Su altísimo padre de mirada serena y voz hipnotizadora, se hincaba junto a su cama, la ayudaba a ponerse su pijama, la tapaba y le colocaba su mano de Yeti en la espalda. A ella le gustaba dormir boca abajo y con la cálida mano de su padre que le abarcaba de omóplato a omóplato se dormía, mientras su papá le ponía a Bach y le enseñaba a identificar los trazos de la melodía, le explicaba qué era una fuga y un contrapunto. Se acordó que su padre le decía que la música yacía en el silencio. Que si no fuera por éste, jamás podría entenderse el sonido, la palabra hablada, el canto, el sonido. Aprendió apreciar el silencio porque su padre le dijo que Dios habitaba en los silencios.
                                Hizo un mueca que intentó ser una sonrisa muy descompuesta y ahora sí, sus ojos estallaron en un mar incontenible, la nariz hizo lo suyo y tuvo que jalar aire desesperadamente por la boca. Emitió un sollozo profundo. Un sollozo como jamás en su vida se había dado permiso de emitir. Jadeaba. Jadeaba como una bestia herida de muerte. Jadeaba más que cuando trató de correr por primera vez un maratón y se reventó al kilómetro 32 persiguiendo a un anciano correoso de unos 60 años.
                                Recordó a su padre, sentado con ella en el piano, arrancándole música mágica inimaginable tocada sólo para ella. Recordó como le había enseñado a tocar con ella a cuatro manos Seis epígrafes de Debussy. Como sus almas se hacían una y compleja melodía.
                                Recordó cómo su padre siempre estuvo muy presente, a diferencia de su madre. Cuidando sus noches febriles, mientras su madre atendía con esmero sus propias fiebres.
                                Ya no había nada que la pudiera controlar. Trató de evadir el tráfico para sentirse menos sofocada y se metió entrecalles. Un camión de gas se había parado en doble fila y cargaba a una casa. Estaba atrapada y el reloj corría. Su intención era acelerar a fondo, escapar de si misma, pero no. El camión de gas la había detenido por completo. En vano tocó el claxon como una loca. Un viejo gordo de uniforme grisáceo a cambio de los toquidos de loca, le devolvió una acerada mirada impersonal que quería decir que no se iba a mover hasta que se moviera.
                                Ahí, como un zorro enganchado en una trampa de osos, cerró los ojos y la memoria se le vino encima. Vio a su padre tocando Rapsodia Húngara No. 2 de Liszt mientras su madre sacaba sus cosas de la casa, embarazada a los 40 años de un boxeador de 20. Su padre más que tocar, golpeaba las teclas y pateaba los pedales del piano una y otra y otra vez. Pero nada más además de eso. Después de que ella se fue, el Profesor que no tomaba ni fumaba se refugió en botellas y botellas y botellas. Primero de bourbon, después de whisky barato, después de lo que fuera. La Licenciada Linares recordó con tristeza a su padre y con odio eterno a su madre. Así que era huérfana. Una maldita huérfana.
                                Apagó el radio, se recargó en el volante y tomó el teléfono para hablarle a alguien y decirle lo que le estaba pasando. Necesitaba desahogarse con alguien… No había a nadie a quién llamar. Su eterno síndrome de competitividad, la educación, la erudición, el éxito, la habían separado del resto de los mortales. Los hombres que lo parecían los consideraba idiotas. Cromañones hormonosos que vivían para sus genitales. Sin plática, sin sensibilidad y sin futuro. Por otro lado, los que estaban a su nivel intelectual eran todos unos idiotas que parecía que no les habían bajado los huevos nunca. Tímidos, asustadizos, idiotas despegados de la realidad que no conectaban dos ideas simples sin meter teorías insostenibles o sentencias de lugar común. Aburridísimos. Y por último los poderosos. Esos con los que se codeaba últimamente pensaban que todo se merecían nomás por ostentar un cargo o tener una buena cuenta. Embebidos en ellos mismos, siempre creyendo que el universo gira a su alrededor y que todos los demás están para satisfacer hasta sus más vanas necesidades. Ella necesitaba que la atendieran, no atender a alguien, pero su perfil la hacía parecer más una competidora que una pareja.

                                No tuvo a quién llamarle, su última pareja sentimental había huido. Si bien no rompieron tan mal como para no hablarle, ella sabía que no podía llamarle a esas horas. Si…. Era casado. Era casado como tantos otros a los que frecuentó. Y empezó a flagelarse… Inició el recuerdo de sus amores malogrados…
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