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Taller del Alquimista...

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  • Re: Taller del Alquimista...

    Originalmente publicado por cubo Ver post
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    Amaneció muerta el jueves santo. La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la habían calculado entre los ciento quince y los ciento veintidós años.
    -----

    Carajo, ¡Que dicha la de Gabo de morirse en Jueves Santo después de escampar, como Úrsula!
    Saludos mi estimado Cubo. Pues si, gran coincidencia. Hay artistas que cuando mueren se vuelven leyenda. Gabo ya lo era hacía mucho. Recuerdo una vez, creo que ya lo he contado, tuve la afortunada coincidencia de verlo en una boda que me invitaron. Su presencia realmente me impactó. Mucho. Impresionante. Y creeme que no soy muy impresionable y en aquellos días menos.

    Le encantaban las mujeres pero también le gustaba guardar las apariencias. Lo embrujaba su propia leyenda. Decía que hay que tener la vida privada, la vida pública y la vida secreta. Y en todas hay que quedar bien.

    Un día cuando tenía 11 años, mi maestra de Español nos puso a leer ésto:

    José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea,
    había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y
    abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa
    recibía más sol que otra a la hora del calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada
    y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era en verdad
    una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.
    Desde los tiempos de la fundación, José Arcadio Buendía construyó trampas y jaulas. En poco
    tiempo llenó de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos no sólo la propia casa, sino todas las de
    la aldea. El concierto de tantos pájaros distintos llegó a ser tan aturdidor, que Úrsula se tapó los
    oídos con cera de abejas para no perder el sentido de la realidad. La primera vez que llegó la
    tribu de Melquíades vendiendo bolas de vidrio para el dolor de cabeza, todo el mundo se
    sorprendió de que hubieran podido encontrar aquella aldea perdida en el sopor de la ciénaga, y
    los gitanos confesaron que se habían orientado por el canto de los pájaros.
    Aquel espíritu de iniciativa social desapareció en poco tiempo, arrastrado por la fiebre de los
    imanes, los cálculos astronómicos, los sueños de trasmutación y las ansias de conocer las
    maravillas del mundo. De emprendedor y limpio, José Arcadio Buendía se convirtió en un hombre
    de aspecto holgazán, descuidado en el vestir, con una barba salvaje que Úrsula lograba cuadrar a
    duras penas con un cuchillo de cocina. No faltó quien lo considerara víctima de algún extraño
    sortilegio. Pero hasta los más convencidos de su locura abandonaron trabajo y familias para
    seguirlo, cuando se echó al hombro sus herramientas de desmontar, y pidió el concurso de todos
    para abrir una trocha que pusiera a Macondo en contacto con los grandes inventos.
    José Arcadio Buendía ignoraba por completo la geografía de la región. Sabía que hacia el
    Oriente estaba la sierra impenetrable, y al otro lado de la sierra la antigua ciudad de Riohacha,
    donde en épocas pasadas -según le había contado el primer Aureliano Buendía, su abuelo- sir
    Francis Drake se daba al deporte de cazar caimanes a cañonazos, que luego hacía remendar y
    rellenar de paja para llevárselos a la reina Isabel. En su juventud, él y sus hombres, con mujeres
    y niños y animales y toda clase de enseres domésticos, atravesaron la sierra buscando una salida
    al mar, y al cabo de veintiséis meses desistieron de la empresa y fundaron a Macondo para no
    tener que emprender el camino de regreso. Era, pues, una ruta que no le interesaba, porque sólo
    podía conducirlo al pasado. Al sur estaban los pantanos, cubiertos de una eterna nata vegetal, y
    el vasto universo de la ciénaga grande, que según testimonio de los gitanos carecía de límites. La
    ciénaga grande se confundía al Occidente con una extensión acuática sin horizontes, donde había
    cetáceos de piel delicada con cabeza y torso de mujer, que perdían a los navegantes con el
    hechizo de sus tetas descomunales. Los gitanos navegaban seis meses por esa ruta antes de
    alcanzar el cinturón de tierra firme por donde pasaban las mulas del correo. De acuerdo con los
    cálculos de José Arcadio Buendía, la única posibilidad de contacto con la civilización era la ruta del
    Norte. De modo que dotó de herramientas de desmonte y armas de cacería a los mismos
    hombres que lo acompañaron en la fundación de Macondo; echó en una mochila sus instrumentos
    de orientación y sus mapas, y emprendió la temeraria aventura.
    Los primeros días no encontraron un obstáculo apreciable. Descendieron por la pedregosa
    ribera del río hasta el lugar en que años antes habían encontrado la armadura del guerrero, y allí
    penetraron al bosque por un sendero de naranjos silvestres. Al término de la primera semana mataron y asaron un venado, pero se conformaron con comer la mitad y salar el resto para los
    próximos días. Trataban de aplazar con esa precaución la necesidad de seguir comiendo
    guacamayas, cuya carne azul tenía un áspero sabor de almizcle. Luego, durante más de diez días,
    no volvieron a ver el sol. El suelo se volvió blando y húmedo, como ceniza volcánica, y la
    vegetación fue cada vez más insidiosa y se hicieron cada vez más lejanos los gritos de los pájaros
    y la bullaranga de los monos, y el mundo se volvió triste para siempre. Los hombres de la
    expedición se sintieron abrumados por sus recuerdos más antiguos en aquel paraíso de humedad
    y silencio, anterior al pecado original, donde las botas se hundían en pozos de aceites humeantes
    y los machetes destrozaban lirios sangrientos y salamandras doradas. Durante una semana, casi
    sin hablar, avanzaron como sonámbulos por un universo de pesadumbre, alumbrados apenas por
    una tenue reverberación de insectos luminosos y con los pulmones agobiados por un sofocante
    olor de sangre. No podían regresar, porque la trocha que iban abriendo a su paso se volvía a
    cerrar en poco tiempo, con una vegetación nueva que casi veían crecer ante sus ojos. «No
    importa -decía José Arcadio Buendía-. Lo esencial es no perder la orientación.» Siempre
    pendiente de la brújula, siguió guiando a sus hombres hacia el norte invisible, hasta que lograron
    salir de la región encantada. Era una noche densa, sin estrellas, pero la oscuridad estaba
    impregnada por un aire nuevo y limpio. Agotados por la prolongada travesía, colgaron las
    hamacas y durmieron a fondo por primera vez en dos semanas. Cuando despertaron, ya con el
    sol alto, se quedaron pasmados de fascinación. Frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras,
    blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español.

    Regresando de la escuela le platiqué a mi papà y le dije que necesitaba ese libro. Ese fue el primer libro que me regaló mi papá. Y ese libro por mucho tiempo me hizo pensar en ser escritor. Desèo que fue arrancado de raíz también por mi papá... No se. Tal vez tuvo razón. O tal vez, ya que acabe con mis responsabilidades, empezaré a escribir en forma y libremente, como Saramago... Ya veremos. Y si algún día así es, el Gabo habrá tenido la culpa.

    Saludos.
    NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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    • Re: Taller del Alquimista...

      Alqui, que buena esa culpa que nos permite disfrutar de tu capacidad creadora, ojala encuentres el tiempo y el espacio para dedicarle unas horas a esa parte de ti que a veces dejas en receso.
      Un abrazo y a la espera de tus entregas.

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      • Re: Taller del Alquimista...

        Silentium post clamores.

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        • Re: Taller del Alquimista...

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          • Re: Taller del Alquimista...

            La forma más acabada de autocompasión es la soberbia.
            NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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            • Re: Taller del Alquimista...

              :)

              Yo sí conozco a Venecia. Es Venecia la que no me conoce.

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              • Re: Taller del Alquimista...

                Yo, como buen romántico prefiero la Venecia de Petrarca, Sheakespeare, Goethe, Thomas Mann, Charles ~~~~ens y Casanova.

                Como a Moritz me podrían enfermar los hedores, las ratas, las palomas y el rio de turistas apretujados.

                Aunque la visión melancólica de Byron la reivindica viéndola en su justa dimensión de avasalladoramente majestuosa en toda su aparente decadencia.

                Salud.
                NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                • Re: Taller del Alquimista...

                  La noche que llovió soñé con Alejandra. Casi un mes después de su partida.

                  La semana santa fue complicada por estos lares. Comenzó con la luna de sangre en la madrugada del martes. El desvelo me permitió apreciar la agonía de la luz pero nunca imaginé que sería la alegoría de otra luz marchitándose. El miércoles continuó con la granizada de la tarde-noche, la cual dejó varadas a miles y miles de personas en sus vehículos en la autopista México-Toluca durante catorce horas. Para colmo, el viernes santo hacia las nueve de la mañana se sintió un temblor de 7.1 grados. Sólo faltó que el Popo hiciera erupción.

                  Pero lo realmente difícil llegó el lunes de pascua. Me enteré por mi hermana que mi prima había fallecido y ni siquiera nos avisaron. Mi hermana lo supo por esa entelequia llamada facebook. Fue la última voluntad de ella y no nos quedó más que apretar los dientes y tratar de entender. Primos y cómplices, Alejandra tenía mi edad y pasamos muchísimas cosas añorables en los días dorados. Ahora ya solo queda rezar. Murió de cancer.

                  Comment


                  • Re: Taller del Alquimista...

                    Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
                    Yo, como buen romántico prefiero la Venecia de Petrarca, Sheakespeare, Goethe, Thomas Mann, Charles ~~~~ens y Casanova.

                    Como a Moritz me podrían enfermar los hedores, las ratas, las palomas y el rio de turistas apretujados.

                    Aunque la visión melancólica de Byron la reivindica viéndola en su justa dimensión de avasalladoramente majestuosa en toda su aparente decadencia.

                    Salud.
                    --------

                    Thomas Mann y la Venecia de Muerte en Venecia, que novela y ahora sí qué película.
                    Detrás de la decadente y olorosa Venecia queda en esta novela reflejada la imagen de una ciudad efímera en apariencia y sin embargo duradera, me maravillo esta ciudad y el libro, la escena del viejo escritor sudando y resbalándose el tinte del cabello y observando al hermoso muchacho, esbelto y sensual señalando con el dedo un lejano lugar como estatua griega , inalcanzable para el escritor, como lo será en el futuro la ciudad de Venecia... y el muchacho !!!

                    Saludos..

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                    • Re: Taller del Alquimista...

                      Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
                      Hola Klar. Hay personas de haceres y personas de decires. No me molestan tanto las de no hacer si no las de mal decir. Y de entre todas las de bien hacer son las que son de me preferencia. Gracias por tu visita Klar. Y como siempre he dicho. Ojala algún día tengamos la oportunidad de conocernos en persona.

                      Un abrazo.
                      Alquimi, lo dijiste mejor. Cuando gustes. Radico en el D.F., un café, una charla contigo será siempre bienvenida. Tú dices.
                      A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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                      • Re: Taller del Alquimista...

                        Originalmente publicado por Klar Ver post
                        Alquimi, lo dijiste mejor. Cuando gustes. Radico en el D.F., un café, una charla contigo será siempre bienvenida. Tú dices.
                        Hola Klar. Ya estás.... Mi e-mail es eduardoliceaga@hotmail.com Mandame un correo con tus coordenadas para que podamos ir quedando. Como ves?
                        NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                        • Re: Taller del Alquimista...

                          Originalmente publicado por cubo Ver post
                          La noche que llovió soñé con Alejandra. Casi un mes después de su partida.

                          La semana santa fue complicada por estos lares. Comenzó con la luna de sangre en la madrugada del martes. El desvelo me permitió apreciar la agonía de la luz pero nunca imaginé que sería la alegoría de otra luz marchitándose. El miércoles continuó con la granizada de la tarde-noche, la cual dejó varadas a miles y miles de personas en sus vehículos en la autopista México-Toluca durante catorce horas. Para colmo, el viernes santo hacia las nueve de la mañana se sintió un temblor de 7.1 grados. Sólo faltó que el Popo hiciera erupción.

                          Pero lo realmente difícil llegó el lunes de pascua. Me enteré por mi hermana que mi prima había fallecido y ni siquiera nos avisaron. Mi hermana lo supo por esa entelequia llamada facebook. Fue la última voluntad de ella y no nos quedó más que apretar los dientes y tratar de entender. Primos y cómplices, Alejandra tenía mi edad y pasamos muchísimas cosas añorables en los días dorados. Ahora ya solo queda rezar. Murió de cancer.
                          Saludos estimado Cubo.

                          No había tenido tiempo de extenderme en estos párrafos.

                          Por principio siento mucho lo de tu prima. Cuando los cercanos se van, no hay manera de procesarlo correctamente. Siempre quedan más preguntas que respuestas y la conclusión de que uno sigue respirando. Como dices, apretar los dientes y rezar.

                          Lindo epitafio Cubo. Una lápida bien abrigada en este espacio. Gracias por compartir.

                          Por último y creo que para el caso es lo de menos. Esos dos párrafos impecablemente escritos, creo son, unos de los mejores dos párrafos que jamás haya leído. Otra vez... Gracias cubo... Y vaya un sincero y sentido abrazo a donde estés y una oración por tu prima.
                          NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                          • Re: Taller del Alquimista...

                            Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
                            Hola Klar. Ya estás.... Mi e-mail es eduardoliceaga@hotmail.com Mandame un correo con tus coordenadas para que podamos ir quedando. Como ves?
                            Te escribo. ss
                            A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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                            • Re: Taller del Alquimista...

                              ¡Llueve!

                              -----
                              Las noches del desierto pueden ser frías, pero aquélla había sido un fuego. Soñé que un río de Tesalia (a cuyas aguas yo había restituido un pez de oro) venía a rescatarme; sobre la roja arena y la negra piedra yo lo oía acercarse; la frescura del aire y el rumor atareado de la lluvia me despertaron. Corrí desnudo a recibirla. Declinaba la noche; bajo las nubes amarillas la tribu, no menos dichosa que yo, se ofrecía a los vívios aguaceros en una especie de éxtasis. Parecían coribantes a quienes posee la divinidad. Argos, puestos los ojos en la esfera, gemía; raudales le rodaban por la cara; no sólo de agua, sino (después lo supe) de lágrimas. Argos, le grité, Argos.

                              Entonces, con mansa admiración, como si descubriera una cosa perdida y olvidada hace mucho tiempo, Argos balbuceó estas palabras: Argos, perro de Ulises. Y después, también sin mirarme: Este perro tirado en el estiércol.

                              Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real. Le pregunté qué sabía de la Odisea. La práctica del griego le era penosa; tuve que repetir la pregunta.

                              Muy poco, dijo. Menos que el rapsoda más pobre. Ya habrán pasado mil cien años desde que la inventé.
                              -----

                              El Inmortal, de Jorge Luis Borges.

                              http://www.apocatastasis.com/el-inmo...#axzz3SWmVtW00

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                              • Re: Taller del Alquimista...


                                Hola Alqui! Hola a los que se detengan aqui...
                                A mi no me salen las creaciones por èso mi aporte a este tu Taller es copiar algo bello (o que a mi me pareciò) que encontrè por ahi y quiero compartirlo
                                .
                                Ojala les guste.



                                Di hasta mañana

                                Nunca me ha gustado decir adiós. De pequeña solían decirme “nunca digas adiós, adiós se dice a quien nunca más vas a ver, dí hasta luego, o hasta mañana”.

                                Supongo que lo que “aprendes” de pequeña, va a parar a la parte del cerebro que guarda todo bajo llave.
                                Supongo que mi espíritu de nostálgica y melancólica empedernida me obliga a mantener ciertas viejas costumbres.
                                Costumbres que no siempre son beneficiosas, como el titánico esfuerzo que me genera el simple hecho de decir “adiós”.
                                Puede que crea que diciendo adiós a alguien, ese alguien va a morir en extrañas condiciones generadas por mi insensatez, como por ejemplo que le caiga una maceta en la cabeza o le atropelle un camión (“Mírala! Allí va la chica que le dijo adiós y le condenó a muerte!”) Muy lógico, sí.

                                Es curioso todo lo que se les enseña a los niños, todos los consejos y lecciones de vida. Acaban siendo un perfecto reflejo de nuestros más profundos deseos y temores, una proyección de nosotros mismos cargada de una clase de amor inexplicable, que nos devuelve la mirada y la vida multiplicada por mil.

                                Es esa clase de amor ante la que jamás podrías decir adiós.

                                Adiós. Es complicado.
                                No siempre se trata de decir adiós a personas en establecimientos, del mismo modo que se dan los buenos días.
                                No siempre se trata de cordialidad ni educación: se puede decir adiós a muchas cosas, no solo al vecino del quinto.
                                Hay quien dice adiós a sus estudios o a su trabajo. Hay quien dice adiós a su ciudad o a su país (o continente).
                                Hay quien dice adiós a su familia o amigos, o incluso a un amor.
                                A todos nos cuesta abrirnos a un nuevo “hola”, enfrentarnos a una nueva vida, pero por lo visto hay que aguantarse, porque se ve que la vida consiste en eso: decir adiós.

                                Decir adiós conlleva crecer, avanzar sin más peso del necesario, aprender a ser uno mismo.
                                Decir adiós supone que el “hasta luego” no fue suficiente, porque hay veces que sólo nos vale una cosa entre medias del “adiós” y el “hasta luego”: hasta mañana.

                                Hasta mañana. El adiós es frío. El hasta luego es ambiguo.

                                El hasta mañana no deja lugar a dudas: “Mañana te veo. Mañana estás aquí. Mañana te cuento lo que me ha pasado. Mañana te digo que te quiero…”

                                Hasta mañana implica continuidad.
                                Hasta mañana implica que te vean con la cara lavada y no pintada, que te vean con tu pijama feo y no con el vestido de los sábados, que vean tu lado malo y tu sonrisa forzada de buenos días.
                                Hasta mañana quiere decir “oye, que me quedo a tu lado”.

                                Pero hay momentos que emborronan la posibilidad del hasta mañana.
                                Hay momentos en los que estás tan cerca del adiós que tienes la puerta entreabierta con las llaves en la mano y en la cara un gesto de “vale, y ahora qué“.
                                Pero al otro lado, un “hasta luego” te hace creer que el adiós no puede o no debe tener lugar.
                                Te hace creer que incluso un “hasta mañana” sería posible.
                                Una mirada, un abrazo, un beso tal vez. Pero la verdad es que no deja de ser un “hasta luego”.

                                La verdad es que a veces mantenemos la puerta bien abierta, cerrada sólo de un portazo.

                                Adiós. A nadie le gusta decir adiós. A nadie le gusta poner el pestillo y activar la alarma anti-robo. A nadie le gusta pensar en el hecho de no volver a ver a otro alguien.

                                Supongo que la posibilidad de perder nos genera un temor parecido al de los niños en la oscuridad.
                                El adiós nos quita un pedazo de alma, porque cada persona que pasa por nuestro día a día deja su sello, en muchas ocasiones, difícil de borrar.
                                Pero algunas veces es inevitable cerrar la puerta, porque asusta mucho menos echar el cerrojo a que el viento la cierre golpe.

                                A pesar de esto, y de tener clara la intención de cerrar, no siempre es fácil.

                                Veréis: algunas personas son especialistas en timbres. Sí, en timbres. Desde el clásico ding-dong hasta el politono de moda. Ding…Dong…Diiiiiing…Donnnnng…!!
                                Y miras por la mirilla pensando si abrir o no.

                                Podríamos pasarnos toda la vida acudiendo a una llamada, yendo a la puerta, diciendo hola, tropezando una y otra vez con el mismo cerrojo. Podríamos pasar minutos eternos recreándonos en el último “hasta luego”o deseando el “adiós” definitivo (o temiéndolo), pero lo cierto es que llega un momento en el que sólo una cosa vale.

                                Llega un momento en el que todo cobra el sentido que ha ido recogiendo el paso del tiempo.
                                Llega un momento en el que no vale de nada fingir, ni hablar, ni llorar dando patadas, ni tirarle palabras de amor al viento.

                                Llega un momento en el que nada vale, nada que no sea un hasta mañana, o en el mejor de los casos, un hasta siempre."

                                memen (la chica de los jueves)

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