Recuerdo que cuando era niño, mi padre, el Sr. Arquitecto Rafael Norma Larrañaga (QEPD) me llevaba a un hermoso lugar que se llamaba Acapulco...
Se podían encontrar conchitas en la playa y hasta callo de hacha; la marmaja se podía extraer con un imán, y hasta se escuchaba la leyenda del beso, como el golpe que este gran yate, llamado el Corsario que había terminado sus días escorado a estribor y que según mi padre me contaba, había pertenecido a John Pierpont Morgan y que realizaba viajes desde San Francisco, California hasta Acapulco, Guerrero
La razón por la que lo encallaron en La Ensenada de Los Presos, en Acapulco nunca la supe...
Aquí puede observarse al mismo yate, todavía navegando, visto desde el Fuerte de San Diego, en Acapulco:
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