Pedro dejó a su señora
en la reunión femenina,
y al disponer de una hora,
por la calle se encamina.
Al pasar por una esquina,
se encontró a una prostituta,
a quien lueguito examina,
con mirada disoluta.
Le preguntó ¿cuánto cobras
por las caricias y besos?
Dijo ella: si es media hora
te cobro cuarenta pesos.
Dijo él: Te doy veinte pesos,
muchacha, por el trabajo,
y ella con floridos rezos
lo mandó mucho al carajo.
Cuando su esposa salió
de la reunión en que estaba,
con ella se dirigió
por el rumbo en que él andaba.
Y tras de haber caminado,
se encontró a la prostituta
con la que él había tratado
al andar por esa ruta.
Quien al verlo acompañado,
dijo estirando el pescuezo:
¿Ve la mierda que has hallado,
por tus pinche veinte pesos?.
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