Re: fecal invitado a la canonizacion de juan perro segundo.
De hecho no lo digo yo, lo dijo Gorbachev... está nota está interesante sobre algunas que hizo y aclaro, su mayor resbalón (que tuvo muchos, como dije, ni modo era humano y si hasta Jesús se equivocó) fue lo de Maciel...
Está un poco larguito...
Y para los que quieran saber de donde salió, copien un fragmento y en google lo pegan dándole buscar a continuación...
Originalmente publicado por mextremista
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Al ser beatificado, en todos los rincones del mundo se habla de la bondad que emanaba de su sola presencia, de sus milagros, sus poderes divinos y su labor teológica, Karol Wojtyla tiene una faceta muy poco mencionada durante estos días de fervor por su beatificación: su imagen política.
Karol Wojtyla al convertirse en el papa Juan Pablo II comenzó a forjar una imagen pública que llamó la atención de todo el mundo: un papa nacido en un país estalinista, muy joven y el primero en casi 500 años en no ser italiano. Perfil muy alejado del tradicionalmente elegido para los jerarcas de la poderosa Iglesia Católica, misma que parecía lanzar un mensaje de modernización a poco más de tres lustros del revolucionario Concilio Vaticano II.
Los Papas tradicionalmente tienen un dinámica de vida como la de las monarquías: lujos, lejanía, exclusividad y centralismo. Juan Pablo II como uno de los sellos de su papado rompió con la legendaria lejanía del Estado Vaticano con los países no europeos. Por eso sorprendió a la jerarquía católica tradicionalista que sus primer viaje fuera para visitar el tercer mundo: República Dominicana y México. Dos países que enfrentaban situaciones experimentadas por él en su natal Polonia: una transición de gobiernos militares, en el caso de la isla y la hegemonía y totalitarismo absoluto, en el caso de México.
Así se convertía en el primer pontífice en trascender las fronteras tradicionales del Vaticano para mirar a una América Latina que siempre se ha caracterizado por su intensa devoción y que ningún otro Papa había reconocido, a pesar de contar con uno de los símbolos más famosos de la fe católica: la virgen morena, Santa María de Guadalupe, la que se le apareció a San Juan Diego en el Tepeyac.
Juan Pablo II así comenzaba su actividad política internacional en el tercer mundo y así lo hizo hasta el último de sus días.
cambios de los que él jugó un papel fundamental, como lo fue el término de la Guerra Fría y, en especial, la caída del comunismo en Europa del Este, causa por la que trabajó poco a poco, tejiendo fino hasta lograrlo. La llegada de la democracia a los países de la Cortina de Hierro es uno de los logros atribuibles al oficio político de Juan Pablo II, pero el hecho que lo inmortaliza mediaticamente y lo posiciona como un estadista consumado: la caída del muro de Berlín. El propio Mikhail Gorbachev reconoció que el “efecto dominó” en las naciones comunistas se originó por las visitas a Polonia del “Papa viajero”.
Al año siguiente pudo ver que la democracia y la libertad llegaron a su tierra natal: Lech Walesa, el premio Nobel de la Paz y exitoso líder sindical anticomunista era electo como primer presidente de la era democrática polaca.
Karol Wojtyla tuvo una relación muy cercana y de mucha empatía con el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. Ambos tenían mucho en común: mucho carisma, audacia para tomar decisiones y aprovechaban al máximo los medios de comunicación, eran fabulosos actores frente a ellos y así lograban tocar los corazones de millones.
Además de que ambos sobrevivieron un intento de asesinato. Estas convergencias generaron una alianza que llevó al reconocimiento diplomático de la Santa Sede en Estados Unidos y el fin de la Guerra Fría.
En México dejó profunda huella en su primera visita teniendo un presidente como José López Portillo, en ese entonces México no tenía relaciones diplomáticas con el Vaticano (1979). En Su posterior visita en 1990, donde recorrió varias ciudades, tuvo una entrevista en la residencia oficial de Los Pinos con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. De esa reunión se negoció el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que se concretaría en 1992 y para su tercera visita Juan Pablo fue recibido por primera vez como Jefe de Estado en nuestro país. Posteriormente recibió el mismo trato de los presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
Tenía un oficio político envidiable y siempre utilizó el diálogo como su principal herramienta para lograr la paz. Con Yasser Arafat se entrevistó una docena de ocasiones que derivó en la apertura de una oficina representación de la Organización para Liberación de Palestina en el Vaticano y mecanismos jurídicos para que la Iglesia no tuviera problemas derivados de su presencia y actividad en territorio palestino.
Su habilidad política y tesón lo hizo ir derribando barreras que para el Vaticano resultaban invencibles. Para Juan Pablo II no y logró lo impensable: después de visitar en 1979 su natal Polonia aún bajo el régimen comunista y había un territorio que era impensable que el Papa visitará: Cuba. Para demostrar su talento político, entre el 21 y el 25 de enero de 1998 visitó por cinco días territorio cubano. Su discurso condenó el embargo económico impuesto a la isla, criticó el sistema político cubano y dejó una memorable invitación a los fieles isleños: instó a todos los católicos a unir sus esfuerzos en favor del progreso.
Así como dedicó sus esfuerzos para lograr la paz al interior de los países como entre ellos mismos, la pobreza fue una de sus causas consentidas y por ello se acercó mucho al tercer mundo, donde más allá de América Latina estuvo en países de Asia África borrados de la óptica vaticana de antaño. Estrechó lazos con las naciones africanas y sus líderes, como Nelson Mandela.
Además de reforzar su papel de estadista frente a las naciones europeas tradicionales, como Inglaterra con Margaret Thatcher, Tony Blair y la Reina Isabel II. Destaca también, su visita a Chile durante la época dictatorial de Augusto Pinochet.
Más allá del fin de la Guerra Fría, Juan Pablo II siempre se opuso a los conflictos bélicos y utilizó sus recursos para que estos se se evitarán.
Así se lo hizo saber a los presidentes de la dinastía Bush, especialmente al más reciente suscitado en Afganistán e Irak.
Juan Pablo II, más allá de su investidura religiosa, dignificó la figura diplomática del Estado Vaticano y la convirtió en fundamental para las negociaciones de paz, la obtención de libertades y la instauración de regímenes democráticos.
Con más tiempo y mejor salud, Juan Pablo II hubiera logrado visitar dos territorios aún lejanos y hostiles para la Iglesia Católica: Rusia y China. Este último, dadas las visitas y conversaciones de con el Dalai Lama, a quien China repudia.
La imagen política de Juan Pablo II se basa en dos virtudes fundamentales, no solo para la Iglesia Católica, sino para la humanidad entera: humildad y cercanía. Igual reconoció errores propios de la organización que él encabezaba que impulsó cambios en otras fronteras, más allá de la religiosa. Y se dejó tocar, no solo físicamente, sino espiritualmente, porque se acercó a la gente de a pie, a quien escuchó y de quien aprendió.
Al inicio del pontificado de Juan Pablo II, el Estado Vaticano tenía relaciones diplomáticas con 84 estados. Al fallecer este Papa, las tenía con 173.
Más allá de la investidura papal, Juan Pablo II se convierte en el más importante estadista de la segunda mitad del siglo XX y con esa humildad y cercanía, devolvió mucha credibilidad a la Iglesia Católica y dejó una lección muy difícil de aprender para todos los políticos de la actualidad.
Karol Wojtyla al convertirse en el papa Juan Pablo II comenzó a forjar una imagen pública que llamó la atención de todo el mundo: un papa nacido en un país estalinista, muy joven y el primero en casi 500 años en no ser italiano. Perfil muy alejado del tradicionalmente elegido para los jerarcas de la poderosa Iglesia Católica, misma que parecía lanzar un mensaje de modernización a poco más de tres lustros del revolucionario Concilio Vaticano II.
Los Papas tradicionalmente tienen un dinámica de vida como la de las monarquías: lujos, lejanía, exclusividad y centralismo. Juan Pablo II como uno de los sellos de su papado rompió con la legendaria lejanía del Estado Vaticano con los países no europeos. Por eso sorprendió a la jerarquía católica tradicionalista que sus primer viaje fuera para visitar el tercer mundo: República Dominicana y México. Dos países que enfrentaban situaciones experimentadas por él en su natal Polonia: una transición de gobiernos militares, en el caso de la isla y la hegemonía y totalitarismo absoluto, en el caso de México.
Así se convertía en el primer pontífice en trascender las fronteras tradicionales del Vaticano para mirar a una América Latina que siempre se ha caracterizado por su intensa devoción y que ningún otro Papa había reconocido, a pesar de contar con uno de los símbolos más famosos de la fe católica: la virgen morena, Santa María de Guadalupe, la que se le apareció a San Juan Diego en el Tepeyac.
Juan Pablo II así comenzaba su actividad política internacional en el tercer mundo y así lo hizo hasta el último de sus días.
cambios de los que él jugó un papel fundamental, como lo fue el término de la Guerra Fría y, en especial, la caída del comunismo en Europa del Este, causa por la que trabajó poco a poco, tejiendo fino hasta lograrlo. La llegada de la democracia a los países de la Cortina de Hierro es uno de los logros atribuibles al oficio político de Juan Pablo II, pero el hecho que lo inmortaliza mediaticamente y lo posiciona como un estadista consumado: la caída del muro de Berlín. El propio Mikhail Gorbachev reconoció que el “efecto dominó” en las naciones comunistas se originó por las visitas a Polonia del “Papa viajero”.
Al año siguiente pudo ver que la democracia y la libertad llegaron a su tierra natal: Lech Walesa, el premio Nobel de la Paz y exitoso líder sindical anticomunista era electo como primer presidente de la era democrática polaca.
Karol Wojtyla tuvo una relación muy cercana y de mucha empatía con el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. Ambos tenían mucho en común: mucho carisma, audacia para tomar decisiones y aprovechaban al máximo los medios de comunicación, eran fabulosos actores frente a ellos y así lograban tocar los corazones de millones.
Además de que ambos sobrevivieron un intento de asesinato. Estas convergencias generaron una alianza que llevó al reconocimiento diplomático de la Santa Sede en Estados Unidos y el fin de la Guerra Fría.
En México dejó profunda huella en su primera visita teniendo un presidente como José López Portillo, en ese entonces México no tenía relaciones diplomáticas con el Vaticano (1979). En Su posterior visita en 1990, donde recorrió varias ciudades, tuvo una entrevista en la residencia oficial de Los Pinos con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. De esa reunión se negoció el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que se concretaría en 1992 y para su tercera visita Juan Pablo fue recibido por primera vez como Jefe de Estado en nuestro país. Posteriormente recibió el mismo trato de los presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
Tenía un oficio político envidiable y siempre utilizó el diálogo como su principal herramienta para lograr la paz. Con Yasser Arafat se entrevistó una docena de ocasiones que derivó en la apertura de una oficina representación de la Organización para Liberación de Palestina en el Vaticano y mecanismos jurídicos para que la Iglesia no tuviera problemas derivados de su presencia y actividad en territorio palestino.
Su habilidad política y tesón lo hizo ir derribando barreras que para el Vaticano resultaban invencibles. Para Juan Pablo II no y logró lo impensable: después de visitar en 1979 su natal Polonia aún bajo el régimen comunista y había un territorio que era impensable que el Papa visitará: Cuba. Para demostrar su talento político, entre el 21 y el 25 de enero de 1998 visitó por cinco días territorio cubano. Su discurso condenó el embargo económico impuesto a la isla, criticó el sistema político cubano y dejó una memorable invitación a los fieles isleños: instó a todos los católicos a unir sus esfuerzos en favor del progreso.
Así como dedicó sus esfuerzos para lograr la paz al interior de los países como entre ellos mismos, la pobreza fue una de sus causas consentidas y por ello se acercó mucho al tercer mundo, donde más allá de América Latina estuvo en países de Asia África borrados de la óptica vaticana de antaño. Estrechó lazos con las naciones africanas y sus líderes, como Nelson Mandela.
Además de reforzar su papel de estadista frente a las naciones europeas tradicionales, como Inglaterra con Margaret Thatcher, Tony Blair y la Reina Isabel II. Destaca también, su visita a Chile durante la época dictatorial de Augusto Pinochet.
Más allá del fin de la Guerra Fría, Juan Pablo II siempre se opuso a los conflictos bélicos y utilizó sus recursos para que estos se se evitarán.
Así se lo hizo saber a los presidentes de la dinastía Bush, especialmente al más reciente suscitado en Afganistán e Irak.
Juan Pablo II, más allá de su investidura religiosa, dignificó la figura diplomática del Estado Vaticano y la convirtió en fundamental para las negociaciones de paz, la obtención de libertades y la instauración de regímenes democráticos.
Con más tiempo y mejor salud, Juan Pablo II hubiera logrado visitar dos territorios aún lejanos y hostiles para la Iglesia Católica: Rusia y China. Este último, dadas las visitas y conversaciones de con el Dalai Lama, a quien China repudia.
La imagen política de Juan Pablo II se basa en dos virtudes fundamentales, no solo para la Iglesia Católica, sino para la humanidad entera: humildad y cercanía. Igual reconoció errores propios de la organización que él encabezaba que impulsó cambios en otras fronteras, más allá de la religiosa. Y se dejó tocar, no solo físicamente, sino espiritualmente, porque se acercó a la gente de a pie, a quien escuchó y de quien aprendió.
Al inicio del pontificado de Juan Pablo II, el Estado Vaticano tenía relaciones diplomáticas con 84 estados. Al fallecer este Papa, las tenía con 173.
Más allá de la investidura papal, Juan Pablo II se convierte en el más importante estadista de la segunda mitad del siglo XX y con esa humildad y cercanía, devolvió mucha credibilidad a la Iglesia Católica y dejó una lección muy difícil de aprender para todos los políticos de la actualidad.
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