Re: Para no trollear
Por sus barbas
Antes de que tuviéramos la no grata experiencia de ver a dos presidentes panistas gobernando México, mucha gente coincidió con la idea muy generalizada de que Diego Fernández de Cevallos pudo haber sido un buen presidente. Después de haber trapeado a Cuauhtémoc Cárdenas y Zedillo en el primer debate entre candidatos a la presidencia de México, gracias sobretodo a sus dotes de orador casi intachable, muchos mexicanos, panistas de cepa y no panistas, vieron en él a una figura notable que podía gobernar a México bien. O al menos un poco mejor que sus antecesores priistas.
Pero no fue. Sencillamente se hizo ojo de hormiga después de ese debate, desapareció del mapa, de la escena por la lucha de la silla presidencial y la maquinaria oficial y publicitaria, de la mano de la mezquina estrategia del voto del miedo (por la parafernálica irrupción del EZLN en Chiapas), se encargaron ambas de instalar a Ernesto Zedillo en la presidencia.
Créanlo o no, esta es una de las varias pruebas que avalan y comprueban los cuchupos PRI-PAN luego de la crisis de 1988.
Pero ese no es mi punto. Hoy, como en el pasado estuvo AMLO, desde una posición muy cómoda (una que no tiene ninguna Responsabilidad), Fernández de Cebollas habla y habla sobre el presidente. Y en esencia, como la mayoría de los opinólogos, critica mucho más las formas que el fondo.
A 25 años de aquella época, de ese año donde creo que sí hubiera ganado la presidencia sin tantos problemas uno se pregunta. ¿Y qué pasó? ¿Por qué se apartó tan notablemente de la lucha electoral; le dio miedo, le llegaron al precio, le prometieron las perlas de la virgen para después, solo fue patiño del PRI y su candidato emergente? O, sencillamente, no tenía la más mínima intención de ser nunca presidente a pesar de que una de las frases que más resonaron de su peludo pecho () fue precisamente la que decía "Yo puedo ser un buen presidente de México" o algo así.
Y tal vez sí. Pudo, pero no quiso serlo, aiga sido como aiga sido. Es un hecho.
Por sus barbas
Antes de que tuviéramos la no grata experiencia de ver a dos presidentes panistas gobernando México, mucha gente coincidió con la idea muy generalizada de que Diego Fernández de Cevallos pudo haber sido un buen presidente. Después de haber trapeado a Cuauhtémoc Cárdenas y Zedillo en el primer debate entre candidatos a la presidencia de México, gracias sobretodo a sus dotes de orador casi intachable, muchos mexicanos, panistas de cepa y no panistas, vieron en él a una figura notable que podía gobernar a México bien. O al menos un poco mejor que sus antecesores priistas.
Pero no fue. Sencillamente se hizo ojo de hormiga después de ese debate, desapareció del mapa, de la escena por la lucha de la silla presidencial y la maquinaria oficial y publicitaria, de la mano de la mezquina estrategia del voto del miedo (por la parafernálica irrupción del EZLN en Chiapas), se encargaron ambas de instalar a Ernesto Zedillo en la presidencia.
Créanlo o no, esta es una de las varias pruebas que avalan y comprueban los cuchupos PRI-PAN luego de la crisis de 1988.
Pero ese no es mi punto. Hoy, como en el pasado estuvo AMLO, desde una posición muy cómoda (una que no tiene ninguna Responsabilidad), Fernández de Cebollas habla y habla sobre el presidente. Y en esencia, como la mayoría de los opinólogos, critica mucho más las formas que el fondo.
A 25 años de aquella época, de ese año donde creo que sí hubiera ganado la presidencia sin tantos problemas uno se pregunta. ¿Y qué pasó? ¿Por qué se apartó tan notablemente de la lucha electoral; le dio miedo, le llegaron al precio, le prometieron las perlas de la virgen para después, solo fue patiño del PRI y su candidato emergente? O, sencillamente, no tenía la más mínima intención de ser nunca presidente a pesar de que una de las frases que más resonaron de su peludo pecho () fue precisamente la que decía "Yo puedo ser un buen presidente de México" o algo así.
Y tal vez sí. Pudo, pero no quiso serlo, aiga sido como aiga sido. Es un hecho.
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