Re: Elecciones 2018: Adiós a los Dinosaurios
Se busca candidato presidencial
Frente requiere un apartidista
¿Escaramuza de temporada?
Julio Hernández López
El bla, bla fluye sin problema. Todos coinciden en la importancia de conformar un Frente Amplio Opositor (FAO) para impedir la continuidad del PRI en el poder (y para tratar de cerrar el paso a Andrés Manuel López Obrador, aunque esto bien que se cuidan de negarlo en público). Ya encarrerados en el festival de la palabrería, le agregan objetivos, cual niño en carta a Santa Claus: ¡que también conlleve un cambio de régimen!, ¡que haya gobiernos de coalición!, son algunos de los pilones más solicitados.
Sin embargo, los esfuerzos presuntamente patrióticos de los conjurados en pro de unidad para el año que entra se topan siempre, al final de sus vehementes arengas y declaraciones, con un problema central: no hay, hasta ahora, nombres políticamente viables para sellar el Pacto Electoral por México (PEleMe).
La máxima aproximación, que casi todos saben sólo quedará en eso, se ha materializado en Juan Ramón de la Fuente (secretario de Salud con Ernesto Zedillo y ex rector de la UNAM), un personaje de tan cultivada aceptabilidad en lo superficial que, a la hora de la hora, resulta inaceptable en lo práctico, en lo concreto. En particular, al panismo representado por Ricardo Anaya no le parece aceptable el mencionado doctor De la Fuente. Otro nombre invocado con insistencia es el de José Woldenberg, pero el ex presidente del primer consejo del Instituto Nacional Electoral ha rechazado, una y otra vez, cualquier posibilidad de ser candidato presidencial.
El problema central del proyecto grandilocuente del Frente Amplio Opositor radica en la falta de una candidatura presidencial apartidista que pueda ser aceptada por los partidos participantes, que serían, cuando menos PAN y PRD. Hasta ahora, no hay visos de un aspirante presidencial que pueda unir a los partícipes, de por sí muy dados a pajarear en plena subasta política. Y si no hay nombre y apellido que nucleen a los grupos unitarios, todo quedará en escaramuza de temporada, en fuego mediático de artificio e, incluso, en mecanismo artero de encarecimiento de la mercancía opositora ante el cliente principal que es el priísmo peñista.
En el intento de fusionar siglas, partidos, organizaciones y ciudadanos en general, destacan cuando menos los siguientes personajes: Cuauhtémoc Cárdenas, quien ejerce una especie de decanato, en todo caso con la intención de colar a futuras candidaturas menores a algunos miembros de su grupo, que llevan ya varios trienios sin pegarla. Porfirio Muñoz Ledo sólo aspira a ligar un cargo más, el que sea, a su largo expediente personal. Javier Corral ya quisiera desentrañar la madeja chihuahuense, en lugar de desarrollar aspiraciones nacionales (con casos como el del asesinato de Miroslava Breach, la corresponsal de La Jornada en Chihuahua, como demostración palmaria de que no ha podido enfrentar y vencer las inercias oscuras del sistema). Los Galileos, el neochuchismo semiperredista que encabeza J. Guadalupe Acosta Naranjo, especializados en armar foros para el mencionado frentismo, siempre dispuestos a los ajustes que requiera la circunstancia.
Mención especial merecen Ricardo Anaya y Miguel Ángel Mancera. El panista dice sumarse a la idea de un frente en el que se integre su partido, pero a sabiendas de que las condiciones internas son poco propicias para que la estructura de blanco y azul acepte llevar como candidato presidencial a alguien que le sea ajeno. Pero a Anaya mucho le conviene seguir estirando la liga del tal FAO porque, de esa manera, tiene argumento válido para no ceder ante la desesperación de Felipe y Margarita, quienes llevan meses tratando de forzar el adelanto de la decisión sobre la candidatura presidencial panista.
Mancera, por su parte, aprovecha el piso en falso del FAO para ofrecer que sacrificaría su presunta candidatura, en aras de un proyecto mayor, aunque sigue en curso la maquinaria que busca hacerlo candidato del PRD, no para ir a Los Pinos, sino a alguna cartera de recompensa, en un gobierno de coalición.
En Chihuahua, el pasado fin de semana se realizó un encuentro de algunos de estos políticos, a quienes se sumaron Jorge Castañeda, quien fue secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Vicente Fox; el güero, como le llaman, buscó ser candidato presidencial independiente, pero terminó declinando en favor de Armando Ríos Piter, un ex perredista alineado con el grupo de Luis Videgaray. También Agustín Basave, diputado federal y ex dirigente nacional del PRD, y Emilio Álvarez Icaza, dirigente de la agrupación denominada Ahora.
Significativo es que algunos planteamientos teóricos, discusiones internas y declaraciones públicas respecto de ese frente amplio se han sustentado en la propuesta de gobiernos de coalición que desde años atrás ha hecho Manlio Fabio Beltrones, el sonorense que está labrando su futuro a partir de 2018 mediante un sometimiento a las líneas de Los Pinos (coordinará una mesa, sobre la visión de futuro del PRI, en la asamblea nacional priísta) y un coqueteo redimible con los opositores institucionales que juegan a fabricar el tal FAO.
http://www.jornada.unam.mx/2017/08/07/opinion/010o1pol
Toda una gama de intereses -muy lejanos de "el bienestar del país"- se mueven en torno a este proyecto de "gobierno de coalición".
La idea en sí no es descabellada. El modelo presidencialista impuesto desde el Siglo XIX y consolidado por el PRI después de la Revolución hace varias décadas que está agotado. El intento de transformarlo en una copia del modelo bipartidista gringo en el que se alternen en el poder la Derecha y la Derecha mocha ha sido un fracaso rotundo.
Con un abstencionismo promedio del 50% en el que el "ganador" -fraude incluido- apenas logra el 30% de los votos, en los hechos deja al gobierno con sólo un 15% de legitimidad.
Y el modelito dice que "el que gana lo gana todo" y los perdedores no obtienen nada.
Un modelo "Parlamentario" en el que aún sin ganar la Presidencia los partidos perdedores obtuvieran -conforme a sus porcentajes de votación -algunos "Ministerios" (en lugar de "Secretarías"), podría darle mayor legitimidad al gobierno. Pero eso -algo "normal" en muchos gobiernos europeos- es completamente nuevo en México y tampoco es una "fórmula mágica" que garantice gobernabilidad.
Como sea, antes de tres meses veremos definida la lucha interna por las candidaturas del PRI y del PAN, y el PRD tendrá que decidir sí se arriesga a acompañar al PAN en aras de -cuando menos- conservar el registro o sí se lanza por su cuenta -y con quien como candidato- con el alto riesgo de perder el gobierno de la Ciudad de México ante Morena e incluso de perder su registro a nivel nacional.
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Se busca candidato presidencial
Frente requiere un apartidista
¿Escaramuza de temporada?
Julio Hernández López
El bla, bla fluye sin problema. Todos coinciden en la importancia de conformar un Frente Amplio Opositor (FAO) para impedir la continuidad del PRI en el poder (y para tratar de cerrar el paso a Andrés Manuel López Obrador, aunque esto bien que se cuidan de negarlo en público). Ya encarrerados en el festival de la palabrería, le agregan objetivos, cual niño en carta a Santa Claus: ¡que también conlleve un cambio de régimen!, ¡que haya gobiernos de coalición!, son algunos de los pilones más solicitados.
Sin embargo, los esfuerzos presuntamente patrióticos de los conjurados en pro de unidad para el año que entra se topan siempre, al final de sus vehementes arengas y declaraciones, con un problema central: no hay, hasta ahora, nombres políticamente viables para sellar el Pacto Electoral por México (PEleMe).
La máxima aproximación, que casi todos saben sólo quedará en eso, se ha materializado en Juan Ramón de la Fuente (secretario de Salud con Ernesto Zedillo y ex rector de la UNAM), un personaje de tan cultivada aceptabilidad en lo superficial que, a la hora de la hora, resulta inaceptable en lo práctico, en lo concreto. En particular, al panismo representado por Ricardo Anaya no le parece aceptable el mencionado doctor De la Fuente. Otro nombre invocado con insistencia es el de José Woldenberg, pero el ex presidente del primer consejo del Instituto Nacional Electoral ha rechazado, una y otra vez, cualquier posibilidad de ser candidato presidencial.
El problema central del proyecto grandilocuente del Frente Amplio Opositor radica en la falta de una candidatura presidencial apartidista que pueda ser aceptada por los partidos participantes, que serían, cuando menos PAN y PRD. Hasta ahora, no hay visos de un aspirante presidencial que pueda unir a los partícipes, de por sí muy dados a pajarear en plena subasta política. Y si no hay nombre y apellido que nucleen a los grupos unitarios, todo quedará en escaramuza de temporada, en fuego mediático de artificio e, incluso, en mecanismo artero de encarecimiento de la mercancía opositora ante el cliente principal que es el priísmo peñista.
En el intento de fusionar siglas, partidos, organizaciones y ciudadanos en general, destacan cuando menos los siguientes personajes: Cuauhtémoc Cárdenas, quien ejerce una especie de decanato, en todo caso con la intención de colar a futuras candidaturas menores a algunos miembros de su grupo, que llevan ya varios trienios sin pegarla. Porfirio Muñoz Ledo sólo aspira a ligar un cargo más, el que sea, a su largo expediente personal. Javier Corral ya quisiera desentrañar la madeja chihuahuense, en lugar de desarrollar aspiraciones nacionales (con casos como el del asesinato de Miroslava Breach, la corresponsal de La Jornada en Chihuahua, como demostración palmaria de que no ha podido enfrentar y vencer las inercias oscuras del sistema). Los Galileos, el neochuchismo semiperredista que encabeza J. Guadalupe Acosta Naranjo, especializados en armar foros para el mencionado frentismo, siempre dispuestos a los ajustes que requiera la circunstancia.
Mención especial merecen Ricardo Anaya y Miguel Ángel Mancera. El panista dice sumarse a la idea de un frente en el que se integre su partido, pero a sabiendas de que las condiciones internas son poco propicias para que la estructura de blanco y azul acepte llevar como candidato presidencial a alguien que le sea ajeno. Pero a Anaya mucho le conviene seguir estirando la liga del tal FAO porque, de esa manera, tiene argumento válido para no ceder ante la desesperación de Felipe y Margarita, quienes llevan meses tratando de forzar el adelanto de la decisión sobre la candidatura presidencial panista.
Mancera, por su parte, aprovecha el piso en falso del FAO para ofrecer que sacrificaría su presunta candidatura, en aras de un proyecto mayor, aunque sigue en curso la maquinaria que busca hacerlo candidato del PRD, no para ir a Los Pinos, sino a alguna cartera de recompensa, en un gobierno de coalición.
En Chihuahua, el pasado fin de semana se realizó un encuentro de algunos de estos políticos, a quienes se sumaron Jorge Castañeda, quien fue secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Vicente Fox; el güero, como le llaman, buscó ser candidato presidencial independiente, pero terminó declinando en favor de Armando Ríos Piter, un ex perredista alineado con el grupo de Luis Videgaray. También Agustín Basave, diputado federal y ex dirigente nacional del PRD, y Emilio Álvarez Icaza, dirigente de la agrupación denominada Ahora.
Significativo es que algunos planteamientos teóricos, discusiones internas y declaraciones públicas respecto de ese frente amplio se han sustentado en la propuesta de gobiernos de coalición que desde años atrás ha hecho Manlio Fabio Beltrones, el sonorense que está labrando su futuro a partir de 2018 mediante un sometimiento a las líneas de Los Pinos (coordinará una mesa, sobre la visión de futuro del PRI, en la asamblea nacional priísta) y un coqueteo redimible con los opositores institucionales que juegan a fabricar el tal FAO.
http://www.jornada.unam.mx/2017/08/07/opinion/010o1pol
Toda una gama de intereses -muy lejanos de "el bienestar del país"- se mueven en torno a este proyecto de "gobierno de coalición".
La idea en sí no es descabellada. El modelo presidencialista impuesto desde el Siglo XIX y consolidado por el PRI después de la Revolución hace varias décadas que está agotado. El intento de transformarlo en una copia del modelo bipartidista gringo en el que se alternen en el poder la Derecha y la Derecha mocha ha sido un fracaso rotundo.
Con un abstencionismo promedio del 50% en el que el "ganador" -fraude incluido- apenas logra el 30% de los votos, en los hechos deja al gobierno con sólo un 15% de legitimidad.
Y el modelito dice que "el que gana lo gana todo" y los perdedores no obtienen nada.
Un modelo "Parlamentario" en el que aún sin ganar la Presidencia los partidos perdedores obtuvieran -conforme a sus porcentajes de votación -algunos "Ministerios" (en lugar de "Secretarías"), podría darle mayor legitimidad al gobierno. Pero eso -algo "normal" en muchos gobiernos europeos- es completamente nuevo en México y tampoco es una "fórmula mágica" que garantice gobernabilidad.
Como sea, antes de tres meses veremos definida la lucha interna por las candidaturas del PRI y del PAN, y el PRD tendrá que decidir sí se arriesga a acompañar al PAN en aras de -cuando menos- conservar el registro o sí se lanza por su cuenta -y con quien como candidato- con el alto riesgo de perder el gobierno de la Ciudad de México ante Morena e incluso de perder su registro a nivel nacional.
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