¿de verdad vive?....
¿o sobrevive?...
No quiero ser pesimista; y definitivamente, estando tan pinche lejos de mi tierra, siento "riti harto" gusto de ver la verbena mexicana que está teniendo lugar en estos momentos en el zócalo capitalino.
Soy de los que ya tuvo oportunidad de visitar en persona la iglesia de Dolores Hidalgo, y puso su pie sobre la placa que indica el punto desde el cual Miguel Hidalgo y Costilla (llamado nuestro "padre de la patria") dio el consabido grito (que en ningún momento dijo "Viva México"; pues México no existía entonces... y mi hija de ocho años muy atinadamente me hizo obvservar cuando tendría poco más de cinco).
Soy de los que ha recorrido y visitado la Ciudad de Guanajuato múltiples veces, visitado la Alhondiga de Granaditas (hoy museo) y el Pípila (donde, cuando le contaba a esa misma niña tan inteligente quién había sido... me dejó mudo y callado cuando, a sus tiernos cinco o seis añitos me pregunta "Y papi... ¿tú estuviste ahí?"... haciéndome sentir falso y ridículo por estar recitando la historia que leí en libros oficiales, ví en telenovelas o leí en monografías... y sorprendido recientemente al leer que el pípila no era uno sino varios; y el monumento de Guanajuato no es más que un homenaje a todos los valientes mineros de la época).
Y, aunque la semana pasada se me enchinó el corazón al escuchar en el restaurant mexicano en Tokyo un CD de Luis Miguel (que no es de mis cantantes favoritos, aclaro; pero la canción y la ambientación del lugar inspiraba) cantando "México en la Piel", simple y sencillamente porque, a tantos kilómetros de distancia (aquíen Nueva Jersey) tengo a México en la piel; sigo preguntándome: ¿somos libres?
¿Qué tan libres somos? Es cierto, no tenemos la esclavitud que existía en ese entonces. Pero... aclaremos: ¿no la tenemos? o... ¿no la tenemos oficialmente (pero en el fondo existe).
¿Qué tan libres somos cuando no podemos salir a la calle con tranquilidad?
¿Qué tan libres somos cuando vivimos viendo películas gringas, comprando productos importados y vistiendo a la usanza "moyerna" de otros países que no son el nuestro? Cierto, no es generalizado. Cierto, seguimos disfrutando y prefiriendo en nuestra mayoría la comida mexicana (vaya, algo tenía que rescatarse); pero, ¿qué tan libres somos cuando, además de renegar de nuestro país, no hacemos mucho por mejorarlo?
O, en otras palabras, ¿qué festejamos? ¿el ser "mexicanos"? ¿el estar convencidos del "el que no tranza no avanza"? ¿el "un político honrado es un pobre político"?
Desde pequeño me sentía harto emocionado (e incluso visité en varias ocasiones el zócalo y ví de cerca los fuegos artificiales) en esta noche. Mi madre siempre cantaba con orgullo nuestro preciosísimo himno (que tal vez tenga una letra hoy día no muy realista) y nosotros, henchidos de orgullo, le hacíamos desafinada segunda.
Sigue emocionándome. Se me erizó hoy la piel otra vez al ver a Calderón, nuestro presidente (le pese a quien le pese); agarrando con firmeza la bandera (casi se la arrebata al escolta). Pero al mismo tiempo, tengo sentimientos encontrados.
Sí, México es un gran país. Un hermoso país. Un país lleno de cosas maravillosas. Pero también es un país lleno de escoria, lleno de cosas malas. Lleno de cosas que nadie queremos para nuestros hijos.
Las malas noticias son que, después de tantos años, seguimos teniendo todos esos cánceres sin importar que cada 15/16 de septiembre se renuevan los "votos de mexicano".
Las buenas noticias es que, me dirán iluso o soñador como a Lennon con su "imagina"; pero, dado que lo he visto en otros países, estoy convencido que todo eso puede cambiar. Pero también estoy convencido que debe cambiar desde nuestros hogares.
El único pinche recuerdo de la chingada que me deja esta fecha es que hoy (ya 16 de septiembre en los próximos 24 minutos); mi padre cumple 9 años de habernos dejado.
Bailó y celebró con nosotros una chidísima noche mexicana por la Colonia Roma; mi primer año de casado. Para luego, durante el 16 de septiembre de 1999, en la tarde, ya cuando terminaba el día de asueto y la gente se preparaba para ir a chambear el 17, me llaman para darme la trágica noticia.
Había recibido un infarto fulminante al miocardio como a las 8 de la noche de este 16 de septiembre.
¡VIVA MEXICO CABRONES!
¿o sobrevive?...
No quiero ser pesimista; y definitivamente, estando tan pinche lejos de mi tierra, siento "riti harto" gusto de ver la verbena mexicana que está teniendo lugar en estos momentos en el zócalo capitalino.
Soy de los que ya tuvo oportunidad de visitar en persona la iglesia de Dolores Hidalgo, y puso su pie sobre la placa que indica el punto desde el cual Miguel Hidalgo y Costilla (llamado nuestro "padre de la patria") dio el consabido grito (que en ningún momento dijo "Viva México"; pues México no existía entonces... y mi hija de ocho años muy atinadamente me hizo obvservar cuando tendría poco más de cinco).
Soy de los que ha recorrido y visitado la Ciudad de Guanajuato múltiples veces, visitado la Alhondiga de Granaditas (hoy museo) y el Pípila (donde, cuando le contaba a esa misma niña tan inteligente quién había sido... me dejó mudo y callado cuando, a sus tiernos cinco o seis añitos me pregunta "Y papi... ¿tú estuviste ahí?"... haciéndome sentir falso y ridículo por estar recitando la historia que leí en libros oficiales, ví en telenovelas o leí en monografías... y sorprendido recientemente al leer que el pípila no era uno sino varios; y el monumento de Guanajuato no es más que un homenaje a todos los valientes mineros de la época).
Y, aunque la semana pasada se me enchinó el corazón al escuchar en el restaurant mexicano en Tokyo un CD de Luis Miguel (que no es de mis cantantes favoritos, aclaro; pero la canción y la ambientación del lugar inspiraba) cantando "México en la Piel", simple y sencillamente porque, a tantos kilómetros de distancia (aquíen Nueva Jersey) tengo a México en la piel; sigo preguntándome: ¿somos libres?
¿Qué tan libres somos? Es cierto, no tenemos la esclavitud que existía en ese entonces. Pero... aclaremos: ¿no la tenemos? o... ¿no la tenemos oficialmente (pero en el fondo existe).
¿Qué tan libres somos cuando no podemos salir a la calle con tranquilidad?
¿Qué tan libres somos cuando vivimos viendo películas gringas, comprando productos importados y vistiendo a la usanza "moyerna" de otros países que no son el nuestro? Cierto, no es generalizado. Cierto, seguimos disfrutando y prefiriendo en nuestra mayoría la comida mexicana (vaya, algo tenía que rescatarse); pero, ¿qué tan libres somos cuando, además de renegar de nuestro país, no hacemos mucho por mejorarlo?
O, en otras palabras, ¿qué festejamos? ¿el ser "mexicanos"? ¿el estar convencidos del "el que no tranza no avanza"? ¿el "un político honrado es un pobre político"?
Desde pequeño me sentía harto emocionado (e incluso visité en varias ocasiones el zócalo y ví de cerca los fuegos artificiales) en esta noche. Mi madre siempre cantaba con orgullo nuestro preciosísimo himno (que tal vez tenga una letra hoy día no muy realista) y nosotros, henchidos de orgullo, le hacíamos desafinada segunda.
Sigue emocionándome. Se me erizó hoy la piel otra vez al ver a Calderón, nuestro presidente (le pese a quien le pese); agarrando con firmeza la bandera (casi se la arrebata al escolta). Pero al mismo tiempo, tengo sentimientos encontrados.
Sí, México es un gran país. Un hermoso país. Un país lleno de cosas maravillosas. Pero también es un país lleno de escoria, lleno de cosas malas. Lleno de cosas que nadie queremos para nuestros hijos.
Las malas noticias son que, después de tantos años, seguimos teniendo todos esos cánceres sin importar que cada 15/16 de septiembre se renuevan los "votos de mexicano".
Las buenas noticias es que, me dirán iluso o soñador como a Lennon con su "imagina"; pero, dado que lo he visto en otros países, estoy convencido que todo eso puede cambiar. Pero también estoy convencido que debe cambiar desde nuestros hogares.
El único pinche recuerdo de la chingada que me deja esta fecha es que hoy (ya 16 de septiembre en los próximos 24 minutos); mi padre cumple 9 años de habernos dejado.
Bailó y celebró con nosotros una chidísima noche mexicana por la Colonia Roma; mi primer año de casado. Para luego, durante el 16 de septiembre de 1999, en la tarde, ya cuando terminaba el día de asueto y la gente se preparaba para ir a chambear el 17, me llaman para darme la trágica noticia.
Había recibido un infarto fulminante al miocardio como a las 8 de la noche de este 16 de septiembre.
¡VIVA MEXICO CABRONES!
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