Re: SOY UN TORO de LIDIA
Castella y Guadalupano: el toreo soñado
José Cueli
Sebastián Castella ha toreado con un arte que tuvo la firmeza, la hondura, el buqué y la armonía de un sol, en el coso de Insurgentes. Fue tal el ritmo de su faena tanto con el capote como con la muleta a un noblote y pastueño de Teófilo Gómez que pasó el tercio de varas, sin haber sido picado y al que los aficionados exigieron el indulto. El francés hizo la verónica marcando los tres tiempos, cargando la suerte y rematando con alegre recorte que me dejaron deslumbrado. ¡Qué manera de embarcar, templar y mandar!
La faena de muleta literalmente fue el toreo soñado. Tenía la luna de Bauville, la sensualidad triste de Mallarmée y el luciferismo de Baudelaire. En su toreo Castella mecía el ritmo interior y la melodía de la música del sureste francés. Con un conocimiento magistral de los tiempos y las distancias enseñó que la lidia de toros no es otra cosa que tiempo. Lo impalpable, lo misterioso. ¿Y cómo apresar las imágenes de ese toreo milagroso? Sebastián más asentado, más relajado, más natural, arrullado por los cabales de la México, dictó cátedra torera que dejó sin habla a los conocedores.
La constatación de que el toreo no se ve, ni se toca, ni se distingue, se siente. Fluye denso e impalpable en su firme existencia, moviéndose sobre los talones efímeros de lo transitorio. Un toreo el de Sebastián en que se cansó de bordar el toreo en redondos y pases naturales, rematados con los auténticos forzados de pecho y que tuvieron ritmo, temple y mando que calentaron a los asistentes que congelados se aburrían con desesperación en la sexta corrida de la temporada.
Hay que mencionar que el toro más que un novillón bravo fue un colaborador noblote, planeador, fijo, que de todos era difícil de torear y embarcar. La técnica y el oficio del francés hicieron lo demás. Ya un toro de Los Encinos de características similares fue desperdiciado lamentablemente por José Luis Angelino. Arturo Saldívar mostró hechuras de torero caro en la alternativa que recibió del matador galo y a su adversario le cortó una oreja.
Castella y Guadalupano: el toreo soñado
José Cueli
Sebastián Castella ha toreado con un arte que tuvo la firmeza, la hondura, el buqué y la armonía de un sol, en el coso de Insurgentes. Fue tal el ritmo de su faena tanto con el capote como con la muleta a un noblote y pastueño de Teófilo Gómez que pasó el tercio de varas, sin haber sido picado y al que los aficionados exigieron el indulto. El francés hizo la verónica marcando los tres tiempos, cargando la suerte y rematando con alegre recorte que me dejaron deslumbrado. ¡Qué manera de embarcar, templar y mandar!
La faena de muleta literalmente fue el toreo soñado. Tenía la luna de Bauville, la sensualidad triste de Mallarmée y el luciferismo de Baudelaire. En su toreo Castella mecía el ritmo interior y la melodía de la música del sureste francés. Con un conocimiento magistral de los tiempos y las distancias enseñó que la lidia de toros no es otra cosa que tiempo. Lo impalpable, lo misterioso. ¿Y cómo apresar las imágenes de ese toreo milagroso? Sebastián más asentado, más relajado, más natural, arrullado por los cabales de la México, dictó cátedra torera que dejó sin habla a los conocedores.
La constatación de que el toreo no se ve, ni se toca, ni se distingue, se siente. Fluye denso e impalpable en su firme existencia, moviéndose sobre los talones efímeros de lo transitorio. Un toreo el de Sebastián en que se cansó de bordar el toreo en redondos y pases naturales, rematados con los auténticos forzados de pecho y que tuvieron ritmo, temple y mando que calentaron a los asistentes que congelados se aburrían con desesperación en la sexta corrida de la temporada.
Hay que mencionar que el toro más que un novillón bravo fue un colaborador noblote, planeador, fijo, que de todos era difícil de torear y embarcar. La técnica y el oficio del francés hicieron lo demás. Ya un toro de Los Encinos de características similares fue desperdiciado lamentablemente por José Luis Angelino. Arturo Saldívar mostró hechuras de torero caro en la alternativa que recibió del matador galo y a su adversario le cortó una oreja.
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