La conciencia social de México se encuentra difuminada en los medios. Un buen porcentaje de ciudadanos tiene ya la oportunidad de expresar su visión de la realidad, públicamente. En no pocos casos, sus demandas y proposiciones han sido escuchadas e incorporadas a los programas de gobierno. Pero hay un sector de la población que desde hace muchos años (a partir del invento de la Internet), clama porque se tomen en cuenta sus opiniones, exigencias y reivindicaciones. Nunca lo ha logrado. Es el amplio sector de los asambleístas virtuales, la legión de mexicanos que, dejando todo a un lado (literalmente todo), emplean la mayor parte de su tiempo y de su vida en tratar de cooperar para dar solución a los problemas, no sólo del país, sino del mundo entero. Varios de ellos han caído enfermos, otros más han muerto en el campo de batalla; pero todo ha sido en vano, nadie (que tenga facultades legislativas o ejecutivas en el país), les ha hecho caso.
He sido testigo últimamente de varios casos de foristas que, con toda razón, exigen dramática y hasta histéricamente que se les escuche, que se tomen en cuenta sus opiniones, sus propuestas, sus tesis para salvar a México; pero, nada. Nadie les hace caso, para nadie valen sus esfuerzos, sus desveladas, la presión a que someten sus cuerpos (sobre todo sus cerebros) que ya no pueden dar más ideas, más luz, más sabiduría. De nada han valido los enfermos, los muertos (que en gloria del señor estén).
Analizando profundamente el asunto he llegado a la conclusión de que lo que hace falta es organización, sí, organización foril. Las ideas, los pensamientos ahí están, sí, ahí están, pero envueltos en una gran confusión. Se dan tan copiosamente que provocan una verdadera avalancha del saber. ¿Qué es, pues, lo que se necesita? Creo yo que, entre todos, podemos designar voceros de los foristas. Pero, voceros legítimos, aptos, representativos de la pluralidad de conocimientos que emanan de este sector tan valioso. Estos voceros o representantes foriles, al tornarse en la voz única, clara e inmaculada del sector, seguramente que abrirán las puertas del poder a la gente, a la gente virtual, claro está, y entonces México podrá contar con la participación solidaria de todos sus hijos para iluminar el horizonte de bienestar y de felicidad que todos merecemos.
¡Manos a la obra!
Debemos elegir a nuestros representantes ante el poder público. Me pronuncio, respetuosamente, por Eugenio Domínguez y Triana. Mejor representado no podría estar el talento político que mana de nuestra comunidad.
He sido testigo últimamente de varios casos de foristas que, con toda razón, exigen dramática y hasta histéricamente que se les escuche, que se tomen en cuenta sus opiniones, sus propuestas, sus tesis para salvar a México; pero, nada. Nadie les hace caso, para nadie valen sus esfuerzos, sus desveladas, la presión a que someten sus cuerpos (sobre todo sus cerebros) que ya no pueden dar más ideas, más luz, más sabiduría. De nada han valido los enfermos, los muertos (que en gloria del señor estén).
Analizando profundamente el asunto he llegado a la conclusión de que lo que hace falta es organización, sí, organización foril. Las ideas, los pensamientos ahí están, sí, ahí están, pero envueltos en una gran confusión. Se dan tan copiosamente que provocan una verdadera avalancha del saber. ¿Qué es, pues, lo que se necesita? Creo yo que, entre todos, podemos designar voceros de los foristas. Pero, voceros legítimos, aptos, representativos de la pluralidad de conocimientos que emanan de este sector tan valioso. Estos voceros o representantes foriles, al tornarse en la voz única, clara e inmaculada del sector, seguramente que abrirán las puertas del poder a la gente, a la gente virtual, claro está, y entonces México podrá contar con la participación solidaria de todos sus hijos para iluminar el horizonte de bienestar y de felicidad que todos merecemos.
¡Manos a la obra!
Debemos elegir a nuestros representantes ante el poder público. Me pronuncio, respetuosamente, por Eugenio Domínguez y Triana. Mejor representado no podría estar el talento político que mana de nuestra comunidad.
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