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La "debilidad mental" es la forma más leve de deficiencia mental y aunque habitualmente se utilizan en su definición términos que hacen referencia al cociente intelectual (C.I. comprendido entre 50 y 70, o, edad mental de 10 años), existen en el débil mental toda una serie de incidencias debidas a la personalidad global del enfermo, a las influencias del medio ambiente y a su propia organización, que hacen cada vez más necesaria la utilización de conceptos que superen el simple nivel intelectual o cociente intelectual.
Si se quiere apreciar al débil mental en toda su complejidad, no es únicamente de su inteligencia de lo que hay que hablar, sino de su situación total, de su mentalidad, de su personalidad. Para fijar el límite donde comienza la debilidad mental hay que recurrir necesariamente a criterios tales como el fracaso para organizar y estabilizar económica y socialmente una existencia independiente.
La debilidad mental se caracteriza por:
a) la escasez de juicio
b) la dificultad de abstracción
c) la imposibilidad de concebir ideas generales.
d) Los débiles ven las cosas desde un solo punto de vista y precisamente del más concreto, del más estrecho.
e) Su falta de crítica los vuelve obstinados y los hace cometer errores de los que no se dan cuenta;
f) incapaces de juzgar el valor relativo de las cosas, se pierden, al hablar, en mil detalles superfluos; son difusos, imprecisos en sus explicaciones.
g) A pesar de su insuficiencia intelectual, son capaces de adquirir técnicas y conocimientos a veces muy diferenciados.
h) No es el escaso grado de sus conocimientos lo que puede agruparlos, sino la dificultad que tienen para abarcar en un mismo momento de pensamiento distintos datos, objetos, situaciones o valores y para basar sus actuaciones sobre la aportación simultánea de cada uno de estos datos.
i) La situación del débil mental en la vida, independientemente de los factores de pura eficiencia intelectual, puede provocar perturbaciones de la conducta y reacciones explosivas que pesarán sobre su porvenir con mucha más gravedad que la desventaja constituida por la simple deficiencia de los instrumentos del pensamiento.
La aceptación del mentalmente retrasado, ha sido demostrada claramente, es más fácil en los medios socialmente bajos; las exigencias de estos medios son mínimas, las diferencias con sus hermanos y hermanas menos evidentes, la tolerancia más fácil, y, por ello, la aceptación recíproca será mejor, de todo lo cual resulta una baja frecuencia de trastornos reaccionales. Por el contrario, en un medio socialmente cultivado, donde el canon de normalidad requiere exigencias mucho más altas, el umbral de intolerancia es particularmente bajo.
La "debilidad mental" es la forma más leve de deficiencia mental y aunque habitualmente se utilizan en su definición términos que hacen referencia al cociente intelectual (C.I. comprendido entre 50 y 70, o, edad mental de 10 años), existen en el débil mental toda una serie de incidencias debidas a la personalidad global del enfermo, a las influencias del medio ambiente y a su propia organización, que hacen cada vez más necesaria la utilización de conceptos que superen el simple nivel intelectual o cociente intelectual.
Si se quiere apreciar al débil mental en toda su complejidad, no es únicamente de su inteligencia de lo que hay que hablar, sino de su situación total, de su mentalidad, de su personalidad. Para fijar el límite donde comienza la debilidad mental hay que recurrir necesariamente a criterios tales como el fracaso para organizar y estabilizar económica y socialmente una existencia independiente.
La debilidad mental se caracteriza por:
a) la escasez de juicio
b) la dificultad de abstracción
c) la imposibilidad de concebir ideas generales.
d) Los débiles ven las cosas desde un solo punto de vista y precisamente del más concreto, del más estrecho.
e) Su falta de crítica los vuelve obstinados y los hace cometer errores de los que no se dan cuenta;
f) incapaces de juzgar el valor relativo de las cosas, se pierden, al hablar, en mil detalles superfluos; son difusos, imprecisos en sus explicaciones.
g) A pesar de su insuficiencia intelectual, son capaces de adquirir técnicas y conocimientos a veces muy diferenciados.
h) No es el escaso grado de sus conocimientos lo que puede agruparlos, sino la dificultad que tienen para abarcar en un mismo momento de pensamiento distintos datos, objetos, situaciones o valores y para basar sus actuaciones sobre la aportación simultánea de cada uno de estos datos.
i) La situación del débil mental en la vida, independientemente de los factores de pura eficiencia intelectual, puede provocar perturbaciones de la conducta y reacciones explosivas que pesarán sobre su porvenir con mucha más gravedad que la desventaja constituida por la simple deficiencia de los instrumentos del pensamiento.
La aceptación del mentalmente retrasado, ha sido demostrada claramente, es más fácil en los medios socialmente bajos; las exigencias de estos medios son mínimas, las diferencias con sus hermanos y hermanas menos evidentes, la tolerancia más fácil, y, por ello, la aceptación recíproca será mejor, de todo lo cual resulta una baja frecuencia de trastornos reaccionales. Por el contrario, en un medio socialmente cultivado, donde el canon de normalidad requiere exigencias mucho más altas, el umbral de intolerancia es particularmente bajo.
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